El marido más firme - Lope de Vega - E-Book

El marido más firme E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

El marido más firme es una comedia teatral del autor Lope de Vega. Enmarcada en sus pocos textos mitológicos, versa sobre el amor de Orfeo por Eurídice, quien va a consultar al Oráculo de Venus acerca de su amado antes de conocerlo. El encuentro entre los dos hará que Eurídice intente hacer oídos sordos a la premonición.

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Seitenzahl: 83

Veröffentlichungsjahr: 2020

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El marido más firme

Lope de Vega

El marido más firme

 

Saga

El marido más firmeCopyright © 1620, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617207

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Dedicatoria

A Manuel Faria de Sosa, noble ingenio lusitano

La fábula de Orfeo, que he dedicado al nombre de Vm., saliera a luz segura si tuviera las partes, colores retóricos y artificios poéticos que el Narciso de que Vm. ha honrado el mío en su dulce lengua portuguesa, donde verdaderamente se ven la erudición del arte y la excelencia del ingenio, que, como escriben de Antheo, que luchando con Hércules, todas las veces que tocaba la tierra cobraba nuevas fuerzas con el amparo de la patria, y no le pudo vencer hasta apartarle de ella, como él se alaba en Ovidio:

Sævoque alimenta parentis

æanto eripui, etc.

Y en Juvenal:

Procul à tellure tenentis, etc.

Así, los que alejan de la propia lengua por levantarse al aire de su arrogancia mueren desamparados de su naturaleza, perdiendo las fuerzas que les hubiera dado reconocer la patria Todo lo que he visto de Vm., así en prosa como en verso, muestra bien la fertilidad de su claro juicio, que la abundancia (que algunos desestiman) a mí me persuade con el ejemplo de los campos, que el concierto breve de los cultivados jardines es inferior a la inmensa copia de la naturaleza, que en su variedad ha puesto hermosura, que en ella no sólo no produce flores el arte; pero estaría como el fuego sin combustible, ejercitando su actividad dentro de su misma esfera, de que sería necesario que hubiese ingenios elementos próximos al cielo, donde por su raridad no fuesen vistos, no tuviesen necesidad de nutrimento, y que los nuestros

no fuesen verdadero fuego, sino igneum aliquid. Escriba Vm. con fertilidad libros, canciones, fábulas, epitalamios, a imitación del abundante, insigne, dulce, heroico, grave y amoroso caballero Juan Bautista Marino, honrando y dilatando su lengua y la nuestra, que tan felizmente casa, venerado de los que saben que el alabanza no está en los presuntuosos que abrevian la mano al cielo, sino en los hombres virtuosos y científicos, y lea esta fábula, aplicándola a su moralidad, con el epigrama de Estephano Forcatulo:

Quid sibi vult antiqua rogat hæec fabula, lector?

An quod is agrestes traxerit ore viros?

Inmanes flectit Regina oratio rerum:

Blanda nec alloquitur lingua: quid ergo? facit

Capellán de su Vm., LOPE FÉLIX DE VEGA CARPIO.

FIGURAS DE LA COMEDIA

ARISTEO. CAMILO. EURÍDICE. FÍLIDA. ORFEO. FABIO. DANTEA. CELIO. TIRSI. RISELO. CLARIDANO. FRONDOSO. UN BARQUERO. PROSERPINA. RADAMANTO. UN CAPITÁN. ALBANTE.

Acto I

Salen ARISTEO, Príncipe de Tracia, y CAMILO.

 

ARISTEO Ya reino en aquesta tierra.

CAMILO Luego ¿no, piensas volver?

ARISTEO Más hubiera menester

volver en mí que a mi tierra.

CAMILO ¿Qué locura te destierra 5

de donde a ser Rey naciste?

ARISTEO No preguntes lo que viste,

que no puede ser locura

la que en tal alta hermosura

celestialmente consiste. 10

CAMILO No pensé que un cazador

miraba más que a las fieras,

y que, si amaras, pudieras

cazando olvidar tu amor;

ya de tu reino, señor, 15

estás muy lejos; advierte

que te pones de esta suerte

a gran peligro.

ARISTEO Ya es tarde;

que no hay desdicha que aguarde

quien tiene en poco la muerte. 20

Parte, Camilo, y aquí

me deja, o sea loco o cuerdo;

que si por amor me pierdo,

no me he perdido por ti;

a mis vasallos les di 25

que de selva en selva errando

me entretengo, y vuelve cuando

te parezca, a ver si soy

o vivo o muerto, pues voy

o vida o muerte buscando. 30

Hoy, cuando el alba salía

coronada de azucenas,

y de estos montes apenas

las cabezas guarnecía,

vi que cantando venía 35

gran copia de labradores,

cubiertos de varias flores;

seguílos, y abrióse un templo,

donde la imagen contemplo,

de Venus, diosa de amores. 40

Ya Febo, de luz vestido,

columnas y frontispicios

de sus altos edificios,

bañaba de oro fingido,

cuando, suspenso el rüido, 45

advierto una ninfa hermosa,

hecha de jazmín y rosa,

a quien Venus concediera

templo y altar si dijera:

«¡Pastores, yo soy la diosa!» 50

Eurídice se llamaba,

que luego este nombre oí,

y al niño de Venus vi

rendirle flechas y aljaba;

como vio que la miraba, 55

con el velo se cubrió,

y más hermosa quedó,

como mirar puede ser

el sol al amanecer,

y cuando se enciende, no. 60

Las ansias que me vinieron,

los rayos que me causaron,

los que en mis ojos entraron

y de sus cielos salieron,

Venus y Amor bien los vieron, 65

y aun las ninfas y pastores,

que, en mis trocadas colores,

dijeron: «Este hombre ha sido

de mortal veneno herido,

o muere de mal de amores.» 70

Hablaba Eurídice hermosa

con Venus sobre casarse,

sin poder averiguarse

cuál de las dos fue la diosa;

pero de la selva umbrosa 75

salió tan triste, que creo

que teme un triste himeneo;

o que si es este temor

de amor, la madre de Amor

no viene con su deseo. 80

Yo, como pájaro amante

suele de una en otra rama

seguir la prenda que ama,

hasta que el arco le espante

y le fuerce a que no cante, 85

del cazador engañoso,

sigo su pie, donde airoso

las arenas estampó,

y cuando a su padre halló,

cesó mi canto amoroso. 90

CAMILO ¡Perdido estás!

ARISTEO No lo niego.

CAMILO Pues ¿cómo la servirás,

si aquí te quedas?

ARISTEO Tú irás,

Camilo, a mi reino luego,

y sin decir mi amor ciego, 95

entretén de día en día

mis vasallos; que podría

ser tan piadoso el amor

que naciese de este error

alguna ventura mía. 100

CAMILO Mucho sentirán no verte;

y si aquestas cosas van

a la larga, pensarán

que yo te he dado la muerte.

ARISTEO A Ulises, Camilo, advierte 105

tantos años desterrado,

y defendido su Estado

de una valiente mujer:

pues ¿que puedo yo perder

en poco tiempo olvidado? 110

CAMILO ¿Y en este tiempo podrás

andar en aquesta selva?

ARISTEO Cuando en su pastor me vuelva,

podré conquistarla más.

CAMILO Tu valor ofenderás. 115

ARISTEO No haré, pues con más valor

hicieron por el rigor

que este veneno reparte,

Júpiter, Mercurio y Marte,

transformaciones de amor. 120

Parte y déjame; que quiero,

sin ser fuego, cisne, toro,

sátiro, ni lluvia de oro,

ver la causa por quien muero.

CAMILO ¡Perdido te considero! 125

ARISTEO Yo confieso que lo estoy.

CAMILO A disculparte me voy.

ARISTEO Di que presto volveré.

CAMILO Y si tardas, ¿qué diré?

ARISTEO Di que de Eurídice soy. 130

 

(Vase CAMILO.)

 

Pensaba la moral filosofía

pintar de amor la fuerza, que el decoro

pierde a los dioses, cuya flecha de oro

los mayores planetas desafía,

en la transformación y fantasía 135

del argentado pez y el rubio toro,

o lloviendo las nubes el tesoro

que el sol engendra y que la tierra cría.

Pero mejor su fuerza se entendiera

si el alma, y no los cuerpos, transformara, 140

pues que su calidad y esencia altera,

que más encarecido amor quedara

si el alma, desasida de su esfera,

al cuerpo de quien ama se pasara.

 

(Sale EURÍDICE, ninfa, vestido corto, velos de plata plumas,calzadillos antiguos con listones, y FÍLIDA, labradora.)

 

EURÍDICE Esto Venus respondió. 145

FÍLIDA ¡Injusta tristeza!

EURÍDICE Mira

que engañar con la mentira

no es de amigas.

FÍLIDA Pienso yo

que en las cosas no entendidas,

asegurar la verdad 150

con daño, no es amistad.

EURÍDICE Cuando mi tristeza impidas,

si después ha de llegar,

verás que es entretener

el mal, que viniendo a ser 155

mayor, me puede matar:

los sabios, que no se ciegan,

dicen, y han de ser creídos,

que los males prevenidos

son menores cuando llegan. 160

Pues si yo prevengo el mío,

claro está que no será

tan grande llegando ya.

FÍLIDA Bella Eurídice, confío

en la piedad celestial 165

que el bien has de conseguir;

pero vuélveme a decir

de dónde infieres tu mal.

EURÍDICE Fílida: Venus, la diosa

de amor, a mi casamiento 170

este oráculo responde,

luego verás si le entiendo:

«Breve, gustoso, perdido.»

Pues si breve ¿cómo es bueno?

que el bien breve ya no es bien, 175

pues le sigue el mal tan presto.

Gustoso se sigue a breve:

aquí, Fílida, confieso

que puede ser con mi gusto,

y por breve le condeno, 180

después de breve y gustoso,

dice perdido: no creo

que perdido hay bien, pues ya

resulta más sentimiento

de perderle que fue gusto 185

adquirirle.

FÍLIDA Yo interpreto

al contrario esas tres cosas,

y que me escuches te ruego:

breve casamiento, dice

que te casarás muy presto. 190

Gustoso, que lo ha de ser

siendo gallardo tu dueño.

Perdido, que lo estará

de amor por ti;

y si no es esto, 195

que otra ha de perderle acaso

si le ha tenido primero;

o que, en fin, le has de perder,

y esto es lo mejor que veo

en tus bodas, Eurídice; 200

porque si perdido es muerto,

morir primero el marido

no sé si es bien, pero pienso

que de morir la mujer

le viene menos provecho. 205

ARISTEO ¿Qué arroyuelo en noche fría

prendió descuidado el hielo,

y detenido en el suelo

calló su dulce armonía,

como mirando quedaron 210

tu hermosura, detenidos,

Eurídice, mis sentidos,

y su ejercicio olvidaron?

Mas que me engaño recelo

en la hermosura que vi; 215

que el sol me detiene a mí,

y a los arroyos el hielo:

porque al sol que me procura

en sus rayos confundir,

puede el del cielo pedir 220

prestada luz y hermosura;

y que es enigma recelo,

pues corren en su calor