Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
El piadoso veneciano es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo. En este caso la historia se articula en torno a Sidonio, desgraciado patricio veneciano que se ve obligado a asesinar a Fulgencio, otro noble veneciano, a causa de su amor por la esposa de Sidonio, Lucinda.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 85
Veröffentlichungsjahr: 2020
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Lope de Vega
Saga
El piadoso venecianoCopyright © 1638, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617313
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Salen FULGENCIO, caballero, LEONCIO, PERSIO y TADEO, criados. PERSIO y TADEO vienen en hábito de turcos.
FULGENCIO
¿Estás bien en lo que digo?
LEONCIO
Ya sé que he de dar lugar
a que pueda preguntar
que por qué vienen conmigo.
FULGENCIO
5
Y vosotros, ¿entendéis
por qué causa habéis tomado
el hábito disfrazado
con que turcos parecéis?
PERSIO
Bastantemente se entiendo
10
que es este disfraz, señor,
solo para dar temor
a una mujer que te ofende.
Y cuando fuera verdad
el dar muerte a su marido,
15
fuera el hábito fingido,
y cierta nuestra lealtad.
TADEO
No tienes en tus criados,
para toda ejecución,
de quién hacer elección,
20
como de los dos llamados.
Ya sé que se ha de fingir
querer un hombre matar,
que hay deseo al ejecutar
lo que de hacer a decir.
PERSIO
25
Cuando te importara, y fuera,
no digo este ciudadano,
sino el Duque veneciano,
ánimo en los dos hubiera.
Vete, y déjanos fingir
30
lo que, cuando verdad sea,
conocerás quién desea,
Fulgencio, hacer o decir.
FULGENCIO
Satisfecho, Persio, estoy;
estadlo entrambos de mí,
35
si sabéis que soy quien fui
y que haré como quien soy.
Vi por mi mal esta fiera
con este noble casada,
tan casta y tan recatada,
40
que hacerme Tarquino espera.
No hay yedra en muro, no hay lazos
de parra que al olmo enreda,
que igualar con ella pueda,
de su marido en los brazos.
45
No sé dónde se ha forjado
aqueste casado amor;
que amor, puesto que es furor,
corre en casados templado.
LEONCIO
Ordinaria suele ser
50
en ellos esa templanza,
como se ve en tu esperanza
y el dueño de esa mujer;
que más esperando quieres
que él su cierta posesión;
55
mas la buena es excepción
de las comunes mujeres.
Y cuando, en fin, la que es tal
da en querer a su marido,
ni hay tiempo, muerte ni olvido,
60
porque es amor inmortal.
Tras esto, ha de merecer
el hombre por sí este amor,
porque si tiene valor,
tendrá famosa mujer.
FULGENCIO
65
¡Cuántos, Leoncio, preciados
de lindos, ricos y bellos,
no han tenido sus cabellos
seguros de esos cuidados!
¡Cuántos, con alto valor,
70
han visto desigualdades,
por serlo las voluntades,
en las prendas de su amor!
¡Cuántos, que no merecieron
ser de la gente notados,
75
han sido más desdichados
que otros que la causa dieron!
LEONCIO
Es de parte del sujeto
de su injusta compañía
tal vez tal la alevosía,
80
que pierde al cielo el respeto.
[.............ís]
Y estando a todo ignorante
no es bofetón, pero es guante,
que le tira por mentís.
85
Bien queda el hombre obligado
a poner bien su opinión,
pero, en fin, no es bofetón
que con la mano se ha dado.
Sidonio tiene valor,
90
buen talle y entendimiento;
no es mucho que este contento
engendre en Lucinda amor.
Júntase la honra luego
del matrimonio, que es cosa
95
dulce, sagrada y honrosa,
contra tu amor loco y ciego.
No te quiero aconsejar,
que ya sé que es sin remedio,
porque estás de amor en medio,
100
que es como tormenta en mar.
Vete, y pongámosle miedo
a esta mujer de valor,
pues que no basta el amor.
FULGENCIO
Mal podré lo que no puedo.
105
Mi pretensión ayudad,
y del consejo estad ciertos
que es como hablar con los muertos
o enseñar la necedad.
Soy ciego de nacimiento;
110
nunca vi, ni aun lo pensé;
pues mirad lo que seré
ciego del entendimiento.
Pues si los ojos lo son
del alma, que ha de guiar,
115
¿qué razón me ha de enseñar
la color de la razón?
Voyme, y en Rialto espero
que respuesta me traigáis.
Vase.
LEONCIO
Bien advertidos estáis.
PERSIO
120
Eso hicimos lo primero.
TADEO
Quedo, que Lucinda sale.
Entre LUCINDA.
LUCINDA
La fortuna vuelva luego.
LEONCIO
(Advertid que a hablarla llego.)
TADEO
(No hay sol que su rostro iguale.)
LEONCIO
125
Dios te guarde.
LUCINDA
¿Qué me quieres,
correo de aquel tirano,
solicitador villano
que por mi deshonra mueres?
Sombra que de ver me asombro,
130
viento lleno de furor,
que el manto del santo honor
me quieres quitar del hombro;
lisonjero de palacio,
que, por lo que él interesa,
135
quiere que dé tan apriesa
lo que gané tan despacio;
espía contra mi honor
que mis defensas impides
por derribar con ardides
140
el fuerte de mi valor;
mina que vas procurando
derribar el fundamento
de mi casto entendimiento,
cuando más le estoy velando.
145
¿No sabes que solo el verte
tanta tristeza me causa?
LEONCIO
Si otras veces fui la causa
de enojarte y de ofenderte,
esta por lo menos soy
150
de tu vida y tu remedio,
y aquella virtud que en medio
de sus extremos estoy.
Ya no hago por Fulgencio;
Ya contra Fulgencio hago,
155
que me ha dado justo pago...
La causa quede en silencio,
que algún día la sabrás.
Basta que él hoy me ha contado
que vive determinado...
160
Apártate un poco más.
LUCINDA
¿Qué es la determinación?
LEONCIO
Las piedras suelen oír.
LUCINDA
Bien me lo puedes decir,
que las que ves, sordas son.
LEONCIO
165
Fulgencio, viendo que ha sido
de tu marido el amor
la causa de tu rigor,
matar quiere a tu marido.
LUCINDA
¡Válgame el cielo!
LEONCIO
Esto pasa.
170
Piensa que le soy fiel;
pero, por vengarme de él,
vine corriendo a tu casa.
Págame este honrado aviso,
no en dinero –que no quiero,
175
pues no merezco dinero
si por mi agravio te aviso–,
pero en moneda que poca
suele corren en mujer,
que es callar y poner
180
justo silencio a tu boca.
Hoy, por cosa bien ligera,
me puso el fiero villano
dos o tres veces la mano...
Referírtelo me altera.
185
Basta, no te digo más.
Acaba con esta bestia,
porque no te dé molestia,
por el peligro en que estás.
Hazle gusto, que es un hombre
190
poderoso y atrevido,
que ni tú ni tu marido
perdéis vuestro honrado nombre,
que yo, porque no me dé
otra vez esta ocasión,
195
le dejaré, y con razón
hoy a Ferrara me iré.
¿No ves dos turcos allí,
de dos alfanjes armados?
Pues estos vienen pagados
200
para darle muerte aquí;
gente que con una nave
de granas se ha de partir
mañana antes de salir
el sol, si hay viento suave;
205
y que en corso no podrás
despachar de estas riberas
de Venecia las galeras,
ni hallar justicia jamás.
LUCINDA
¿Qué estos turcos ha enviado
210
solo a matar a Sidonio?
LEONCIO
Inducido del demonio
y de celos incitado,
que es infierno de por sí,
porque amor vive en los cielos,
215
y en el infierno los celos.
LUCINDA
¿Qué he de hacer? ¡Triste de mí!
LEONCIO
Hoy le puedes ocupar
en alguna cosa en casa
sin que entienda lo que pasa.
LUCINDA
220
La justicia quiero hablar.
LEONCIO
Pues ¿cómo serás creída?
Y habiéndose paces hecho
con el turco, es sin provecho,
y es deshonra conocida;
225
que no ha de dar el Senado
tormento a turcos aquí
porque digas que te di
aviso tan mal pagado.
Pero escucha: yo diré
230
a los turcos que he traído
que está fuera tu marido,
que ayer a Florencia fue;
y con esto volverán
a su nave y a su tierra,
235
sin hacerte agravio. Y cierra
tu boca.
LUCINDA
¿Que, al fin, se irán?
LEONCIO
En el punto que lo entiendan.
LUCINDA
Pues ve y hazme este placer,
que a fe de noble mujer...
LEONCIO
240
Basta, haré que no lo emprendan.
LUCINDA
Tú verás el galardón.
LEONCIO
¡Ah, Lucinda! Que no sabes
que tiene ese hombre las llaves
de toda tu perdición.
245
Líbrate de él; dale gusto,
que no has de perder honor
en satisfacer su amor
de un tirano tan injusto.
Gozarás de tu marido
250
en paz, porque de otra suerte
ha de intentar dar la muerte.
LUCINDA
¡Qué desdichada he nacido!
Ve, Leoncio, y de aquí lleva
estos bárbaros crueles.
LEONCIO
255
No le trates como sueles.
Prueba a hablarle, a verle prueba,
que tratado, perderás,
Lucinda, el seso por él,
que el serte en esto cruel
260
es amor, no puede más.
No es su condición tan dura
como tú juzgas, contigo;
no es Fulgencio tu enemigo,
sino tu misma hermosura.
265
Tu amor le ha quitado el seso.
LUCINDA
Lleva estos hombres de aquí.
LEONCIO
Amigos, a saber fui
del dueño de aquel suceso,
y hoy se ha partido a Florencia.
TADEO
270
¿Que no está aquí?
LEONCIO
Ya se fue.
TADEO
¿Cuándo volverá?
LEONCIO
No sé.
PERSIO
Pues revoque la sentencia,
que nos habemos de ir
mañana al amanecer.
LEONCIO
275
¿Que no os podéis detener?
PERSIO
Esto le puedes decir.
TADEO
Nosotros hemos perdido
bellos quinientos ducados.
Vanse los dos.
LEONCIO
Ya se van, desesperados
280
de no hallar a tu marido.
En obligación me estás.