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El poder en el discreto es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.
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Seitenzahl: 87
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
El poder en el discreteCopyright © 1916, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616804
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
(SERAFINA, dama, y ROSELA, criada.)
SERAFINA
No hay caballero ni dama
que me entretenga mejor.
ROSELA
Querría, quien tiene amor,
hablar siempre de quien ama.
SERAFINA
5
Mira si viene o si llama.
ROSELA
Ni llama Celio ni viene.
SERAFINA
Amor, Rosela, entretiene
desta suerte su pasión,
que en esta imaginación
10
todos los sentidos tiene.
Que no pudiendo admitir
cosa que les dé placer,
los ojos querrían ver
y los oídos oír.
15
No se puede difinir
Amor con más perfeción
que de la imaginación
llamarle eterno tirano,
a quien se resiste en vano
20
la fuerza de la razón.
Como a quien ama un sujeto
bajo da pena pensar
en él, así suele dar
el alto un placer perfeto.
25
Celio es noble y discreto,
Celio es gallardo y galán,
y así de pensar me dan
tal gloria mis pensamientos,
que, pensando en él atentos,
30
no en mí, sino en él, están.
ROSELA
Amor fundado en razón
no se le puede negar,
señora, que vino a hallar
su debida perfeción;
35
y más si tan justos son
los deseos, que este intento
se dirige a casamiento,
que entre gente de valor
no puede tenerle Amor,
40
que tiene otro pensamiento.
SERAFINA
Aguardo al Conde, mi tío,
que ya me escribe que viene,
que, muerto mi padre, tiene
las llaves de mi albedrío.
45
No dudo que será mío
Celio, a quien el Rey desea
honrar tanto, que hay quien crea
que son un alma los dos.
ROSELA
Así es verdad. ¡Quiera Dios
50
que en tal estado te vea!
(CELIO, privado del REY; ALEJO, criado.)
ALEJO
¿No habemos de llamar?
CELIO
No.
ALEJO
¡Bueno vienes de ese modo!
CELIO
Adonde se pierde todo,
¿qué respeto se guardó?
55
Apártate allí, que yo
llegaré desesperado.
ALEJO
¡Lástima, señor, me has dado!
CELIO
Tenla de mi muerte, Alejo.
ALEJO
¿No puedo darte consejo?
SERAFINA
60
¿Celio?
CELIO
¿Señora?
SERAFINA
¿Turbado?
CELIO
Parécete que es razón,
pues acabo de perderte.
SERAFINA
¿Tú, Celio, a mí? ¿De qué suerte?
Pues en aquesta ocasión
65
menos imposibles son
helar el fuego y arder
la nieve.
CELIO
Pues lo has de ver.
¿Para qué tan firme estás?
SERAFINA
¿Es ausencia?
CELIO
¡Mucho más!
SERAFINA
70
¿Más, Celio? No puede ser.
¿Cásate el Rey por ventura?
CELIO
No me casa el Rey.
SERAFINA
Pues bien;
¿cuándo, por qué, cómo, quién
quitarme tu bien procura?
CELIO
75
Otra mayor desventura
que ausencia y que casamiento.
SERAFINA
Pues habla.
CELIO
¡Qué sentimiento!
SERAFINA
No tienes, Celio, razón.
Habla, que no es discreción
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matar el entendimiento.
CELIO
Aquella hermosa mañana
que todo el mundo celebra,
porque parece que todo
se alegra y se goza en ella;
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cuando el sol, agradecido,
viste de colores nuevas
los rayos de su corona
y madruga para verla;
cuando la rosada aurora,
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coronada la cabeza
de más flores se levanta
para vestirlas de perlas;
cantan más presto las aves
y van las fuentes risueñas
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dando cristal a los prados
y pies de vidrio a las hierbas;
la mañana, en fin, en quien
nació aquel niño profeta,
ángel de los altos montes,
100
deidad de las rudas fieras,
saliste al mar, Serafina,
presumo que a ser sirena,
aunque Scila para mí,
pues de Sicilia se cuenta.
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Ibas en un coche abierto,
y, quitada la cubierta,
sólo mostraba los arcos
del cielo de tu belleza.
Gran señal de gran calor,
110
¿quién habrá que no la tema
cuando, estando el cielo raso,
no hay nube que al sol ofenda?
No sé qué traje llevabas,
que, cuando no amaneciera,
115
pudieras servir de sol
y dar rayos a la tierra.
No sé por dónde caían
unas descompuestas trenzas,
que tal vez hay hermosura
120
en las cosas descompuestas.
¿Dónde hallaste los colores
que llevabas? ¿Qué azucenas,
qué rosas te las prestaron?
O ¿tú se las diste a ellas?
125
Pero, ¡ay Dios! ¿de qué me sirve
tenerte tanto suspensa,
pintándote dos mañanas,
que dos, Serafina, eran?
Rebozado andaba el Rey
130
por la arenosa ribera
en un coche; ya lo he dicho;
ya entenderás lo que queda,
y lo que queda es de suerte
que queda el alma suspensa,
135
pues por que Amor se recoja
tocan celos a la queda.
El Rey te vio, Serafina;
en ti reparó, y apenas
te vio, cuando en mis colores,
140
si él me mirara, te viera.
A los dos te trasladaste,
mas con esta diferencia:
que a él en amor y a mí en celos
a él con gusto, a mí con pena.
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Díjome: ‟¡Qué hermosa dama!
¿Conócesla?” ‟Forastera
me parece —dije yo—,
que el traje no es de esta tierra.”
‟No he visto dama en Palermo
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—respondió— con tal belleza.”
Repliqué: ‟¡Notable agravio
de tantas damas tan bellas
que hoy han salido a la mar!”
Respondióme: ‟No lo creas;
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que yo sé que, preguntadas,
lo mismo dijeran ellas;
aunque esta verdad su envidia
pocas veces lo confiesa,
que dan celos, sin galanes,
160
las hermosas a las feas.”
Con esto, yo procuraba
divertirle; mas la fuerza
de tu hermosura le hacía
seguir, ¡ay, Dios!, tus estrellas.
165
Enseñábale otras damas,
loando su gentileza,
y él, siempre firme, al cochero:
‟Vuelve, sigue, da la vuelta.”
Finalmente, llamó un paje
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y le preguntó quién era,
a quien no pude enseñar
a mentir, haciendo señas.
‟Serafina —dijo luego—,
hija de Alejandro Estela,
175
del Conde de Augusta hermano,
General de tus galeras.”
‟¿Es casada?” —replicó.
‟No, señor —dijo—, que espera
al Conde, que está sin hijos,
180
y Serafina le hereda.”
Que no le dijese nada
le mandó; fuése, y más cerca
te siguió, como a su dueño,
que no hay mal que no prometa
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su amor. Mis celos y el sol
iban cobrando más fuerzas.
Todo abrasaba y a todo
me faltaba resistencia.
Tronaba la artillería
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de la mar y de la tierra,
correspondiéndose a tiros
las naves y las almenas.
¡Oh, cuántos suspiros tristes
vieron mis ansias secretas
195
morir del alma a la boca
como en el aire centellas!
Enseñábale las naves,
unas llenas de banderas
y otras de mil estandartes
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por las cruzadas entenas.
Pero no le divertía;
hasta que, dando la vuelta,
te entraste en Palermo, y yo
me alegré de ver tu ausencia,
205
que hay estados en Amor
que quien adora desea
no ver lo mismo que adora,
para que otros no lo vean.
No te he dicho desde entonces
210
cosa alguna, aunque pudiera,
por no alterarte la sangre,
que un Rey la mueve en las piedras.
Pero ya que es fuerza, digo
que el rey Teodoro, que reina
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en Sicilia y en mi pecho,
te adora y servirte intenta.
Verdad es que ha procurado
resistirse con prudencia,
hasta que ya se ha rendido
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a verte, para que sepas
este pensamiento suyo;
y de suerte le respeta
mi alma, que he de callar,
Serafina, aunque me muera.
225
Al principio de tu calle
cerrado en un coche queda,
porque delante me envía
a que te pida licencia.
Recibe al Rey de visita,
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Serafina, y sin que pierdas
de tu valor, ama al Rey,
que esto es lealtad y esto es fuerza.
Está prevenida a todo
mientras llevo la respuesta,
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que pues que ya te he perdido,
de nadie será la ofensa;
porque como con el Rey
no puede haber competencia,
rindo las armas y el alma,
240
la espada asiento y él entra.
(Váyase CELIO.)
SERAFINA
¿Qué es esto, Alejo?
ALEJO
Señora,
efetos de un grande amor
y haber un competidor
que toda Sicilia adora.
SERAFINA
245
Pues ¿en qué soy yo culpada,
que me trata Celio así?
ALEJO
Debe de culpar en ti
lo que en la muerte la espada;
porque culparla es locura
250
muerto el hombre, y así es ley
injusta, si has muerto al Rey,
culpar Celio tu hermosura;
pues ella debe de ser
la espada que le mató,
255
que el Amor te la pidió,
como suele acontecer
pedirla un hombre a su amigo,
sin saber para lo que es,
y haber con ella después
260
muerto en campo a su enemigo.
SERAFINA
¡Sus desatinos me admiran!
ALEJO
Como a perro le sucede,
que se venga, aunque no puede,
en las piedras que le tiran.
265
No puede tomar venganza
del Rey, que fuera locura,
y véngase en tu hermosura.
SERAFINA
¡Hoy se perdió mi esperanza!
¿Hay fortuna tan cruel?
ROSELA
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El Rey viene.
SERAFINA
¡Estoy sin mí!
ROSELA
Disimula.
ALEJO
Vuelve en ti,
que viene Celio con él.
(El REY DE SICILIO y CELIO.)
REY
¿En esta cuadra?
CELIO
Aquí está.
REY
¿Es aquella?
CELIO
Sí, señor.
SERAFINA
275
(¡Temblando estoy!)
CELIO
(¡Qué rigor!)
REY
(Pienso que me ha visto ya.)
SERAFINA
Deme los pies vuestra alteza.
REY
Serafina, levantaos.
SERAFINA
Dádmelos primero.
REY
Alzaos.
SERAFINA
280
(¡Qué desdicha!)
REY
(¡Qué belleza!)—
¿Celio?
CELIO
¿Señor?
REY
¿No es razón
que la autoridad del suelo
se rinda a prendas del Cielo:
hermosura y discreción?
CELIO
285
¿Ya te parece discreta?
REY
El modo lo da a entender.
¡Turbado estoy!
CELIO
¿El poder
se turba? Acción imperfeta.
REY
Como a nuestra vida humana
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no es precisa esta pasión,
temer no es imperfeción
la dignidad soberana.
Todas las demás pasiones
que conservan el sujeto
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son forzosas, que, en efeto,
son naturales acciones;
pero decir el que ama
a quien ama su deseo,
como no es forzoso, es feo
300
y avergüenza el ver que infama.
CELIO
Basta; que en filosofía
quieres fundar el temor.
REY
Por defender el valor,