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El príncipe despeñado es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y aventureras.
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Seitenzahl: 92
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
El príncipe despeñadoCopyright © 1603, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616835
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Dentro voces de dos bandos sobre elección de rey entre dos hermanos, DON MARTÍN y DON REMÓN.
MARTÍN
Sancho es Rey.
REMÓN
No lo ha de ser
Sancho, aunque se ensanche Sancho.
MARTÍN
¿Por qué quieres deshacer
a Sancho?
REMÓN
Porque es tan ancho,
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que ha de estrechar mi poder.
Salgan DON REMÓN por una parte, y MENDO ÍÑIGUEZ, ARISTA y FORTUNIO, y por otra, DON MARTÍN, ÁLVARO LAÍN y FERNÁN PERALTA.
MARTÍN
Conde, ¿tú sacas la espada
para mí?
REMÓN
No la desnudo
para ti; veo alterada
a Navarra, y vivir dudo
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si la tuviera envainada.
La espada que ves aquí,
solo previene mi ofensa,
que como estáis contra mí,
más es para mi defensa
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que para ofenderte a ti.
Si desnudarla me agrada,
es cosa en razón fundada
que donde tan sin ayuda
está la verdad desnuda,
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no esté vestida la espada.
MARTÍN
Tu hermano soy, don Remón.
REMÓN
Mi hermano eres, don Martín,
pero en aquesta ocasión
hace nuestra sangre fin
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y comienza la razón.
No es mi hermano el que no mira
la razón.
MARTÍN
Hablas con ira.
REMÓN
Antes hablo con piedad.
MARTÍN
¿Qué defiendes?
REMÓN
La verdad.
MARTÍN
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Luego ¿yo trato mentira?
REMÓN
No digo tal, mas habiendo
muerto, cual veis, nuestro Rey,
de que no goce me ofendo
el reino por justa ley
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quien le hereda.
MARTÍN
Eso no entiendo,
porque Sancho es el pariente
más cercano a quien le toca.
REMÓN
Tú hablas por accidente,
porque no dice la boca
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lo mismo que el alma siente.
¿Cuál pariente más cercano
al Rey, que su hijo?
MARTÍN
Es llano,
cuando el Rey hijo tuviera.
ARISTA
Luego ¿no...
ÁLVARO
Si yo le viera,
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pusiera el cetro en su mano.
¿Dónde está? Mostralde, a ver.
ARISTA
En el vientre de su madre.
FERNÁN
Mil linces son menester.
MARTÍN
No lo declaró su padre,
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y así no ha de suceder.
REMÓN
El padre no lo sabía;
después se sintió la Reina
preñada, y desde aquel día,
aunque no ha nacido, reina
55
en la fe de mi hidalguía.
Y si ponerse pudiera
duda en tan alta señora,
luego el engaño se viera,
pues mirando el punto y hora,
60
el tiempo se conociera.
¿Cómo se puede dudar
cosa tan llana?
FERNÁN
Esperar
es fuerte cosa.
MARTÍN
¿Por fe
de aquello que no se ve,
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un reino tengo de dar?
FORTUNIO
¿Por qué no, si la fe es muerta?
MARTÍN
¿Qué sé yo si podrá ser
esa fe, Fortunio, incierta?
Que es fe en pecho de mujer
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vivo engaño y verdad muerta.
REMÓN
Habla, hermano, cuerdamente,
conforme a la calidad
de pecho tan excelente,
y no niegues la verdad
75
que tu mismo pecho siente.
¿Para qué quieres quitar
a un ángel el gran derecho
que tiene para reinar?
MARTÍN
Porque está, si es que está hecho,
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sin alas para volar.
REMÓN
Mira, don Martín, que anieblas
los rayos de nuestra cruz
con esas oscuras nieblas.
MARTÍN
Pues ¿cómo es ángel de luz
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mientras que vive en tinieblas?
REMÓN
Porque le basta saber
a un hombre, cuando anochece,
que de aquel anochecer
nace otra luz que amanece,
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que es esta que ha de nacer.
FERNÁN
Yo lo tuviera por llano,
si de la noche que empieza
saliera ese sol hispano,
la corona en la cabeza
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y el mismo cetro en la mano.
Sancho es hombre; a Sancho toca,
que nos sabrá gobernar.
REMÓN
Vil interés os provoca.
Yo no quiero replicar
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en resolución tan loca.
Reine Sancho, pues queréis,
y vosotros y mi hermano,
por cosa cierta tendréis
que no besaré su mano
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aunque a Navarra me deis.
Mas mira lo que te advierto,
don Martín, que ha de querer
Dios que este mismo concierto
tanto mal te venga a hacer,
110
que quedes infame o muerto,
porque te ha de castigar
querer a un ángel quitar
de este reino la corona
por darla quizá a persona
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que no os la sabrá pagar.
Y si no viniere día
en que de esto te arrepientas
con infamia tuya y mía,
dime estas mismas afrentas
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con esta misma porfía,
que espero que te has de ver
tan pobre y tan abatido,
que vengas a conocer
que mejor hubiera sido
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dejar este sol nacer.
Voyme a Francia, donde espero
que algún día buscarás
mi amparo.
MARTÍN
Espero primero
que tú a mí me pedirás
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socorro.
REMÓN
¡Oh, mal caballero!
Señores, ¿no me seguís?
ARISTA
Conde, si a Francia partís
y nuestras cosas perdemos,
mirad el yerro que hacemos.
REMÓN
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¿Ya en las cosas advertís?
¿Ya el perder os da cuidado
eso que habéis heredado?
Pues yo, aunque fuera a otro polo,
mejor pienso que voy solo
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que no mal acompañado.
Váyase DON REMÓN.
FORTUNIO
Perdona el haber tenido
de tu hermano la opinión
y pues la tuya ha vencido,
no digas nuestra intención
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al rey don Sancho, ofendido,
que todos le obedecemos.
MENDO
Lo que tú quieres, queremos.
ARISTA
Si está del cielo que sea
Rey, reine, viva y posea
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el reino que le ofrecemos.
MARTÍN
Si Alteza sale.
DON SANCHO entre.
SANCHO
¿Podré
daros mis brazos?
MARTÍN
Ya puedes
darnos a besar el pie.
SANCHO
Hareos a todos mercedes;
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basta que la mano os dé.
MARTÍN
Ya, señor, queda mi hermano
vencido, y a Francia es ido;
ya tienes el reino llano,
ya serás obedecido,
160
ya besaremos tu mano;
toma la silla real,
tan digna de tu persona.
Siéntese. Denle el cetro y la corona.
SANCHO
Hoy, vuestra sangre leal
esta justa hazaña abona.
165
[.....................]
Conozco que os debo a vos,
don Martín, después de Dios,
el lugar en que me veo;
y aunque solo le poseo,
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yo le tendré por los dos.
No me olvidaré en mi vida
de esta justa obligación;
mas con alma agradecida
os daré satisfacción
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de la lealtad ofrecida,
que, a no ser ya rey, dijera
de la merced que me hacéis.
Y así, será la primera
(para que vos gobernéis
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de este sol la nueva esfera)
haceros, aunque es menor
el premio que el beneficio,
mi Mayordomo mayor,
porque lo sea en oficio
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el que lo ha sido en valor.
Enviad por vuestra casa,
que yo os daré en qué viváis.
MARTÍN
Ya de mi servicio pasa
tanta merced. Bien mostráis
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que sois rey.
SANCHO
Si fuere escasa
la mano en que me habéis puesto
el cetro, decid que soy
ingrato.
MARTÍN
Espero que presto
veréis, señor, cómo estoy
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para serviros dispuesto.
Enviaré por mi mujer,
que nunca ha entrado en la corte,
porque os venga a agradecer
tanta merced.
MENDO
Lo que importe
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un lisonjero ofrecer,
bien en don Martín se ha visto.
SANCHO
Querría hacerme bienquisto.
¿A quién debo, don Martín,
hacer merced?
MARTÍN
A Laín,
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para cuyo honor desisto
de la merced que me hacéis.
SANCHO
No, no; vos la merecéis.
MARTÍN
Señor, haced bien a todos,
que por diferentes modos
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a todos honra debéis.
SANCHO
Hago a Laín, pues es justo,
caballerizo mayor,
y a Arista, que es más robusto,
mi montero y cazador;
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y de que me sirva gusto
Fortunio, de camarero.
Mendo será secretario,
de cuya lealtad espero
el crédito necesario
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de tan noble caballero;
mi capitán de la guarda,
Fernán Peralta será.
FERNÁN
Ya toda Navarra aguarda
verte.
MENDO
Tan alegre está,
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que duda del bien que tarda.
ARISTA
Besarémoste la mano,
y saldrás donde te vea
el navarro y castellano.
MARTÍN
¡Plega a Dios que por bien sea,
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aunque le pese a mi hermano!
Con música, le besen la mano. Entre la reina DOÑA ELVIRA.
ELVIRA
¡Caballeros bien nacidos,
generosos hijosdalgo,
reliquias de aquellos godos
por el mundo celebrados!
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¡Valerosos defensores
del nombre de Cristo santo,
victoriosos en mil partes
de ejércitos africanos!
Y por decir mucho en poco,
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¡oh, caballeros navarros!,
que basta solo este nombre
para nombre eterno daros.
¿Qué consejo contra mí
es este que habéis tomado?
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¿Qué acuerdo ha sido tan loco?
¿Qué intento tan temerario?
¿Qué interés os ha movido,
siendo, como sois, cristianos,
a quitar el reino al Rey
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y dar el cetro a don Sancho?
¿Cómo ya le obedecéis?
¿Cómo le besáis la mano?
¿Cómo le llamáis señor?
¿Cómo os llamáis sus vasallos?
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¿Cómo no veis, caballeros,
vuestro Rey, que está enviando
desde mi vientre a mi lengua
estas palabras que os hablo?
Presente tenéis el Rey,
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que no se llama engañado
quien tiene joya en su caja
o el ámbar fino en su vaso.
Aunque la noche no os deja
ver este sol eclipsado,
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basta que sepáis que soy
la mañana que le traigo.
Aquí, de vuestro Rey muerto
tenéis el vivo retrato,
con la cortina del tiempo
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y el natural velo humano.
Presto se verá nacer
el sol que está en el ocaso;
presto veréis en su oriente
celajes rojos y blancos.
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No le neguéis la obediencia,
que n mi vientre está jurando
matar a quien se la niega,
que yo lo siento en los saltos.
Paréceme que ya toma
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la blanca espada en la mano;
ya siento el brazo esgrimir,
que aún tiene fuerza en los brazos.
No está ausente vuestro Rey,
veisle aquí, hidalgos, miraldo,
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porque, a ser cristal mi pecho,
os estuviera mirando.
Aún no está muerto mi esposo,
que parece que en el parto,
del alma y cuerpo dejó
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a mi parto su traslado.
Haced cuenta que fue sello
con que los cielos formaron
sus armas en blanda cera
para crédito de un año.
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Yo soy con mi hijo agora
su testamento cerrado,
hecho con siete testigos,
porque no podáis tachallos.
Mi calidad el primero,
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