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El remedio en la desdicha es una comedia teatral de corte histórico del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo. En este caso se articula en torno a la historia de los amores de Abindarráez y Jarifa, en el Reino de Granada, y de su amistad con el caballero cristiano Rodrigo de Narváez.
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Seitenzahl: 87
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
El remedio en la desdichaCopyright © 1596, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617351
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
dirigida
A DOÑA MARCELA DEL CARPIO, SU HIJA
Escribió la historia de Jarifa y Abindarráez, Montemayor, autor de la Diana,aficionado a nuestra lengua, con ser tan tierna la suya, y no inferior a losingenios de aquel siglo; de su prosa, tan celebrada entonces, saqué yoesta comedia en mis tiernos años. Allí pudiérades saber este suceso, quenos calificaron por verdadero las Corónicas de Castilla en las conquistasdel reino de Granada; pero si es más obligación acudir a la sangre que alingenio, favoreced el mío con leerla, supliendo con el vuestro los defectosde aquella edad, pues en la tierna vuestra me parece tan fértil, si no meengaña amor, que pienso que le pidió la naturaleza al cielo para honraralguna fea, y os le dió por yerro; a lo menos a mis ojos les parece así, queen los que no os han visto pasará por requiebro. Dios os guarde y os hagadichosa, aunque tenéis partes para no serlo, y más si heredáis mi fortuna,hasta que tengáis consuelo, como vos lo sois mío.
Vuestro padre.
Salen a un tiempo por dos puertas Abindarráez y Jarifa. Sin verse.
Abind. Verdes y hermosas plantas,
Que el sol con rayos de oro y ojos tristes
Ha visto veces tantas
Cuantas ha que de un alma el cuerpo fuistes;
Laureles, que tuvistes
Hermosura y dureza:
Si no es el alma agora
Como fué la corteza,
Enternézcaos de un hombre la tristeza,
Que un imposible adora.
Jarifa. Corona vencedora
De ingenios y armas, Dafne, eternamente
Por quien desde el aurora
Hasta la noche llora tiernamente
El sol resplandeciente:
Si no habéis de ablandaros
Al són del llanto mío,
¿De qué sirve cansaros,
Y mi imposible pretensión contaros,
Que al viento sólo envío?
Abind. Claro, apacible río,
Que con el de mis lágrimas te aumentas,
Oye mi desvarío
Pues que con él tus aguas acrecientas.
Razón será que sientas
Mis lágrimas y daños,
Pues sabes que me debes
Las que por mis engaños
Llorar me has visto tan prolijos años,
Y por bienes tan breves.
Jarifa. Porque tu curso lleves,
Famoso río, con mayor creciente,
Y la margen renueves
Que en tus orillas hizo la corriente
De aquella inmortal fuente
Que a mis ojos envía
El corazón más triste
Que ha visto en su tardía
Carrera el sol en el más largo día,
Hoy a mi llanto asiste.
Abind. Jardín que adorna y viste
De tantas flores bellas Amaltea:
Aquí, donde tuviste
Aquella primavera que hermosea,
Cuando por ti pasea;
Aguas, yerbas y flores,
Aquí vengo a quejarme,
Y no de sus rigores,
Sino de un imposible mal de amores,
Que ya quiere acabarme.
Jarifa. Si para lamentarme,
Aquí, donde perdí mi libre vida,
Lugar no quieren darme
El blando río y planta endurecida,
Al cielo es bien que pida
Piadoso oído atento.
Oídme cielo hermoso;
Óyeme, amor, contento
De haber triunfado de mi libre intento
Con arco poderoso.
Abind. Si hay algún dios piadoso
Para con los amantes, y si alguno
Deste mal amoroso
Probó el rigor, tan fiero y importuno,
Pues no hay amor ninguno
Que pueda ser tan fiero,
O me remedie o mate;
Que por mi hermana muero
Y en tan dulce imposible desespero:
Tal es quien me combate.
Jarifa. Al último remate
De mi cansada vida, al postrer dejo,
Cuando no es bien que trate
De buscar medicina ni consejo,
Como cisne me quejo.
Fiero amor inhumano,
Mi hermano adoro y quiero,
Por imposibles muero.
Abind. ¡Jarifa!
Jarifa. ¡Abindarráez!
Abind. ¡Hermana!
Jarifa. ¡Hermano!
Abind. Dame esos brazos dichosos.
Jarifa. Dadme vos los vuestros caros.
Abind. ¡Ay, ojos bellos y claros!
Jarifa. ¡Ay, ojos claros y hermosos!
Abind. ¡Ay, divina hermana mía!
Jarifa. ¡Ay, hermano mío gallardo!
Abind. ¡Qué nieve cuando más ardo!
Jarifa. ¡Qué fuego entre nieve fría!
Abind. ¿Qué esperas, tiempo inhumano?
Jarifa. Tiempo inhumano, ¿qué esperas?
Abind. ¡Ah, si mi hermana no fueras!
Jarifa. ¡Ah, si no fueras mi hermano!
Abind. Señora, ¿de qué sabéis
Que hermanos somos los dos?
Jarifa. De lo que yo os quiero a vos,
Y vos a mí me queréis.
Todos nos llaman ansí,
Y nuestros padres también;
Que, a no serlo, no era bien
Dejarnos juntos aquí.
Abind. Si ese bien, señora mía,
Por no serlo he de perder,
Vuestro hermano quiero ser,
Y gozaros noche y día.
Jarifa. Pues tú, ¿qué bien pierdes, di,
Por ser hermanos los dos?
Abind. A mí me pierdo y a vos:
Ved si es poco a vos y a mí.
Jarifa. Pues a mí me parecía
Que a nuestros amores llanos
Obligaba el ser hermanos,
Y que otra causa no había.
Abind. Sola esa rara hermosura
A mí me pudo obligar,
Ese ingenio singular
Y esa celestial blandura,
Esos ojos, luz del día,
Esa boca y esas manos;
Porque esto de ser hermanos,
Antes me ofende y resfría.
Jarifa. No es justo que en el amor,
Abindarráez, tan justo
De hermanos, halles disgusto,
Siendo el más limpio y mejor.
Amor que celos no sabe,
Amor que pena no tiene,
A mayor perfeción viene,
Y a ser más dulce y suave.
Quiéreme bien como hermano:
No te aflijas ni desueles,
Sigue el camino que sueles,
Verdadero, cierto y llano;
Que amor que no tiene al fin
Otro fin en que parar,
Es el más perfeto amar;
Que al fin es amar sin fin.
Abind. ¡Ah, hermana! Pluguiera a Alá
Que vuestro hermano no fuera,
Y que este amor fin tuviera,
Que el de mi vida será,
Y que celos y querellas
Tuviera más que llorar
Que arenas tiene la mar
Y que tiene el cielo estrellas.
Por bienes que son tan raros
Era poco un mal eterno;
Que penas, las del infierno
Eran pocas por gozaros.
Mas, pues vuestro hermano fuí,
No despreciéis mi deseo.
Jarifa. Antes le estimo, y te creo.
Abind. ¿Pediréte algo?
Jarifa. Sí.
Abind. ¿Sí?
Jarifa. Sí, pues.
Abind. ¿Qué te pediré?
Jarifa. Lo que te diere más gusto:
Todo entre hermanos es justo.
Abind. No fué justo, pues que fué.
Ahora bien: dame una mano,
Y pondréla entré estas dos,
Por ver si así quiere Dios
Que sepa que soy tu hermano.
Jarifa. ¿Aprietas?
Abind. Doyla tormento
Por que diga la verdad;
Que es juez mi voluntad
Y potro mi pensamiento.
Con los diez dedos te aprieto,
Cordeles de mi rigor,
Siendo verdugo el amor,
Que es riguroso en efeto,
Pues agua no ha de faltar,
Que bien la darán mis ojos;
Di verdad a mis enojos.
Jarifa. Paso, que es mucho apretar;
Que no lo sé, por tu vida.
Abind. Yo no lo pregunto a ti.
Jarifa. ¿Ha de hablar la mano?
Abind. Sí.
Bien podéis, mano querida.
Pero mi pregunta es vana
Y ella calla en el tormento.
A lo menos, en el tiento
No sabe a mano de hermana.
¿Que al fin lengua te faltó?
Dime, blanca, hermosa mano:
¿Soy su hermano? Digo hermano,
Y responde el eco, no.
Testigos quiero tomar.
Jarifa. ¿Qué testigos?
Abind. Esos ojos,
A quien por justos despojos
Mil almas quisiera dar.
¿No respondéis? Culpa os doy,
Lengua de fuego inhumano.
No me miran como a hermano;
No es posible que lo soy.
Pues ¿preguntaré a la boca?
Esta no dirá verdad,
Cuando pura voluntad
El instrumento no toca.
Pues ¿a los tiernos oídos?
Pero ya con escucharme,
O pretenden consolarme
O quitarme los sentidos.
El gusto, si está olvidado,
¿Qué pregunta le he de hacer?
Que el gusto de la mujer
No quiere ser preguntado.
Mas ¿qué importa, ojos, oídos,
Boca, manos, gusto, haceros
Testigos, si he de perderos
Sólo porque sois queridos?
Dése, pues, ya la sentencia
En que sea el cuerpo hermano
Y el alma no; que es en vano
Querer que tenga paciencia;
Pero, aunque vencido estoy
Y a la muerte condenado,
Quiero morir coronado
Pues como víctima voy.
Dadme, hermosas flores bellas,
Rubí, zafir y esmeralda
Para hacer una guirnalda.
Haga que compone una guirnalda.
Jarifa. Bien es que te adornes dellas.
Triunfa de mi loco amor
Y de mi seso perdido;
Que, aunque piensas por vencido,
Yo sé que es por vencedor.
Pon la rosa carmesí
De mi prestada alegría,
Y mi celosa porfía
En el lirio azul turquí;
En el alhelí pajizo
Mi desesperado ardor,
Y en la violeta el amor
Que mi voluntad deshizo;
Mi imposible en el jazmín
Blanco, sin dar en el blanco.
Abind. ¡Cuánto se te muestra franco
El cielo, hermoso jardín!
Bella guirnalda he tejido,
Ciña mis dichosas sienes.
Póngase la guirnalda.
Jarifa. Galán por estremo vienes.
Abind. Y coronado y vencido.
Jarifa. Muestra, pondrémela yo,
¿Qué te parece de mí?
¿No estoy buena?
Abind. Mi bien, sí.
Jarifa. ¿Soy tu hermana?
Abind. Mi bien, no;
Y en lo que os quiero me fundo.
Jarifa. Dime ya tu parecer.
Abind. Hoy acabáis de vencer,
Como otro Alejandro, el mundo.
Parece que agora en él
No cabe vuestra persona,
Y que os laurea y corona
Por reina y señora dél.
Jarifa. Si así fuera, dulce hermano,
Vuestra fuera la mitad.
Abind. ¿Tanto bien a mi humildad?
Dadme vuestra hermosa mano.
Zoraide, alcaide de Cartama, Alborán, moro.
Zor. ¿Eso dicen en Granada
Del buen Fernando?
Albor. Esta nueva
Agora la fama lleva.
Zor. Tu buen suceso me agrada:
No hay a quien amor no deba.
Albor. Es muy propio del valor
Obligar al tierno amor
Desde el propio hasta el estraño.
No habrá más guerras este año,
Que ansí lo dice Almanzor.
Zor. ¿Traes cartas?
Albor. Señor, sí.
Abind. ¡Nuestro padre!
Zor. ¡Oh hijos caros!
Huélgome mucho de hallaros
En esta ocasión aquí:
Llegad, que quiero abrazaros.
Abind. Sin duda trae Alborán
Buenas nuevas.
Zor. No me dan
Poco gusto, si este invierno
Descansare del gobierno