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El sol parado es un drama teatral sacro del autor Lope de Vega. En la línea de los dramas cristianos del Siglo de Oro Español, concatena escenas en torno a la leyenda de Tentudía y el origen del santuario extremeño del mismo nombre, según la cual la Virgen María detuvo la marcha del sol para que los ejércitos de Pelayo Pérez tuviesen más horas diurnas para batallar contra los musulmanes.-
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Lope de Vega
Saga
El sol paradoCopyright © 1967, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616866
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Salen DON GARCÍA, DON ÁLVARO, el maestre PELAYO CORREA y DON LOPE PONCE.
GARCÍA
Goces mil años, señor,
el título de Maestre
de Santiago.
ÁLVARO
Aquí el valor
portugués es bien que muestre,
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de tal valor sucesor,
que el navarro don Rodrigo,
contra el Alarbe enemigo
fue amparo de las Españas.
GARCÍA
No os refiero sus hazañas,
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pues que de ellas sois testigo.
Tras un Rodrigo, que Dios
a España dio por castigo,
sucedió un Pelayo, y vos
sois Pelayo tras Rodrigo,
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pero sois buenos los dos;
mas para España perdida,
vos, con gloria esclarecida,
seréis segundo Pelayo,
que del postrero desmayo
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la volveréis a dar vida.
LOPE
Todos tenemos por llano
que, con uno y otro hecho,
tendréis, capitán cristiano,
como la cruz en el pecho,
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siempre la espada en la mano.
De nuestra congregación
ha sido vuestra elección,
Pelayo, cual de un Pelayo
que será, entre moros, rayo
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y luz de nuestra nación.
MAESTRE
Don Álvaro, don García
de Haro, y Garcés sucesores,
y de España luz y guía,
comendadores mayores
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del Orden de Diego, y mía.
Aquí Castilla y León
pueden en esta ocasión
hacer estatuas de bronce,
don Lope y don Pedro Ponce,
40
de esta nueva religión.
Supuesto que indignamente
me habéis dado la gran cruz,
digna de un hombre excelente,
en que se viera su luz
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como de más claro oriente,
hoy, si arrogancia no es
de español y portugués,
verá mi Patrón gallego,
con esta espada de fuego,
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toda el África a sus pies.
Que no de balde se crea
que nos llaman, si os agrada
que así nuestra amistad sea,
él, Santiago de la Espada;
55
y yo, Pelayo Correa,
porque en el primer combate,
él los mate y yo los ate,
porque es justo que así sea:
que los ate mi correa,
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y que su espada los mate.
Estoy muy agradecido
de aquel término gallardo
que conmigo habéis tenido,
y satisfacerlo aguardo
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si soy más de lo que he sido.
El Rey, mi señor, sospecho
que en Burgos enfermo está,
y por esta causa ha hecho
tregua con los moro ya
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la grandeza de su pecho.
Pues duerma la Andalucía,
que no ha de tardar el día
que Sevilla con Granada
recuerde, al son de la espada,
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de este pendón que los guía.
Yo he de partir a besar
sus manos, y por Toledo
por fuerza habré de pasar,
donde despacio me puedo
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de su defensa informar.
Esté toda prevenida
a gente a sueldo, y también
los reyes, a la partida,
que importa comenzar bien
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para asegurar la vida.
Límpiense las armas todas,
no del ocio y del orín,
que es de sangre, y ellas godas,
que no hay tal acero, en fin,
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desde nuestra España a Rodas.
Salga de donde se aloja
el campo, en hileras largas;
nuestro pendón se descoja,
y relumbre en las adargas
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nuestra cruz y espada roja,
porque no piense que estuve
en mi ausencia descuidado,
si en la corte me detuve,
y tiemblen como el ganado
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cuando ven cargar la nube,
que no ha de quedar persona,
ahora lego, o de corona,
de nuestra Orden militar,
sin agua al caballo dar
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en los caños de Carmona.
LOPE
Tan alto bien prometéis,
Gran Maestre de Santiago,
que si diez y seis tenéis
antes de vos, yo os hago
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mejor que los diez y seis.
Esa palabra hazañosa
de hacer a los moros guerra,
juradla, que es justa cosa
para ensanchar nuestra tierra
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y alzar nuestra cruz famosa.
Tírase una cortina, y se descubre un altar con Santiago y diez y seis maestres pintados.
El altar es el que veis,
y estos retratados son
los maestres diez y seis,
con el glorioso Patrón,
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que a caballo entre ellos veis.
En el maestre primero,
que fue don Pelayo, hoy fundo
la gloria que en vos espero;
Fernán Díaz, el segundo;
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Sancho Fernández, tercero.
Este en Toledo fundó
el hospital, que consagra
los que la guerra crio,
y a quien el Rey después dio
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los portales de Visagra.
Murió en la guerra de Alarcos;
pasada la religión,
pasó a León de San Marcos.
Estos dos Gonzalos son
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bien dignos de triunfos y arcos;
don Suero Rodríguez es
este del rojo pavés;
Fernando, aquel capitán
que ganando a Montalbán,
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su alcaide puso a sus pies;
don Pedro Arias fue quien puso,
con el nombre de Aragón,
miedo al Alarbe confuso,
y este en la misma ocasión,
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Martín Peláez, intruso;
Fernán Pérez es aquel,
cuando fue la división
juzgada en Peñafiel;
estos los dos Pedros son,
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dignos de palma y laurel;
y el segundo de los dos
se halló en la guerra con vos,
que en Jerez con tanto estrago
hizo en el moro Santiago,
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a gloria y honra de Dios.
Don Rodrigo Íñigo solo
queda ahora, y os ofrece
aquel lugar, como Apolo
que de nuevo resplandece
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en el crucífero polo.
Hincad aquí la rodilla,
y haced vuestro juramento.
MAESTRE
Pelayo a tu altar se humilla,
Patrón de nuestro convento
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y defensor de Castilla.
Juro de hacer guerra al moro,
cuya frontera conquisto,
y de ensalzar el decoro
del Evangelio de Cristo,
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cuya fe divina adoro,
que yo espero, con su ayuda,
que tal a Ramiro fue,
siempre a sus reyes ayuda
con mis fuerzas.
LOPE
Ponte en pie,
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y el pendón y hábito muda.
¿Quién quieres llevar contigo?
MAESTRE
Don Lope, mi buen amigo,
irá conmigo.
LOPE
Yo iré
a servirte.
MAESTRE
Yo os haré
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de mis hazañas testigo.
Vanse, y salen el REY DON FERNANDO el Santo y su hijo DON ALFONSO.
REY
Mi enfermedad estorba, amado Príncipe,
que pueda solo ver la insigne Córdoba;
toca su amparo a vuestros brazos bélicos,
terror ahora de los moros de África,
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que como en el consejo los decrépitos
tienen primer lugar, así los jóvenes
para mover las armas son más útiles.
Gane la patria de Lucano y Séneca
por estos hombres, en Italia célebres,
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y en todo el mundo y su redondo círculo,
porque allí pasen los caballos ágiles,
gallardos en la paz, entre la música,
fuertes en guerra, en el fogoso estrépito.
Pasó la flor de aquellos años felices,
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que ahora están en vos en propios términos;
conservadla heredando mis propósitos,
como es obligación de rey legítimo.
ALFONSO
Heroico padre, rey famoso, ínclito
conquistador cristiano, que a los Césares
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de España hoy añadís tan nuevo título,
como hecho de Rey Santo y católico,
de vuestra enfermedad, yo y vuestros súbditos
estamos, como es justo, melancólicos;
mas Dios, que sabe lo que España mísera
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ha menester vuestra persona y ánimo
contra los fieros africanos bárbaros,
que justamente en ella están domésticos,
será servido que este maltemplándose,
con desear salud, medios y médicos,
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os dé lugar para ensanchar los límites
de Castilla, oprimida entre los árabes,
hasta el fin de la bella orilla bética
del mar de Cádiz y columnas de Hércules.
Yo iré, entretanto, y del arco esférico
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la cuerda floja el brazo descansándole,
para que luego tire velocísimo,
a socorrer a Córdoba y a Écija,
donde el rey de Sevilla pone escándalo;
y en vuestro nombre haré que el Moro tímido
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quede, hasta veros, con las fuerzas débiles,
porque le halléis, volviendo, pusilánime.
REY
Así lo espero, Alfonso, de tus méritos,
que seguirás a pasos velocísimos,
de tus abuelos, que la esfera undécima
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tienen, gozando la visión beatífica
de aquel por cuya fe y pendón cristiano,
emprendieron hazañas tan espléndidas,
que renació su vida de su túmulo.
Parte, y avisa al nuevo electo en Mérida,
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del orden del que en todos doce apóstoles,
a España trajo nuestra fe evangélica,
que con tu ayuda y del Maestre, haciéndole
aqueste advertimiento, al furor rígido,
cesará de la empresa, reprimiéndole
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a un tiempo el paso y la soberbia cólera.
Prevén lo necesario para ejército;
lleven aquello que a tu estado es lícito,
que si cobran salud mis fuerzas frágiles,
yo seré presto en tu favor, quedándome
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en tu ausencia este gusto por epítima.
ALFONSO
Yo parto, Rey, a Córdoba solícito
para la ejecución de tu propósito.
REY
Guíete el cielo, y traiga con victoria;
de Dios es la ocasión, de Dios la gloria.
Salen GAZUL y ZAYDA, moros.
GAZUL
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Para decir que voy muerto,
basta decir que me voy.
ZAYDA
O que en tu presencia estoy
para ser, Gazul, más cierto.
En lo que vienes y estás,
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del bien la condición tienes,
que muy despacio te vienes,
y muy deprisa te vas.
Mas ¿por qué no has de tener
la condición de lo que eres,
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pues que con faltar difieres
de su pesar y placer?
Ya por mi mal te tendré,
no puedes ser mi bien ya,
que el bien que vino y se va,
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deja el mal del bien que fue.
GAZUL
Tú, para mí, de otra suerte,
siempre eres bien que hay en mí,
memoria de que te vi,
y la esperanza de verte.
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Y si ausente mi bien eres,
como lo fuiste en presencia,
si no te muda la ausencia,
como las otras mujeres,
entonces serás mi mal,
270
y no como quiera suerte,
que siendo mal de la muerte,
serás mujer natural.
Mas yo creo, Zayda mía,
que aquesos vanos recelos
275
son hijos, como los celos,
habidos por bastardía,
que un suceso celestial,
de persona tan hermosa,
parece imposible cosa
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admitir mal ni hacer mal.
ZAYDA
¡Por qué caminos excusas,
tan nuevos como engañosos,
los términos rigurosos
que con mis verdades usas!
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Ya que te vas, no te quejes,
que es por la mano ganarme,
que basta para ausentarme,
que te vayas y me dejes.
Vete, pues eres al fin,
290
Gazul, quien viene y se va.
Llora ZAYDA.
GAZUL
Tienen muchas fuentes ya
los cuadros de este jardín.
Ea, celestiales ojos,
no deis ese llanto al suelo,
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porque no se enoje el cielo
contra quien os causa enojos.