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Fuente Ovejuna es un pequeño pueblo que está bajo el dominio del Comendador, Fernán Gómez de Guzmán. El comendador es conocido como un hombre cruel y sin escrúpulos, no respeta las leyes y abusa de su poder, traicionando así los principios feudales y comportándose como un tirano. La historia comienza cuando una joven mujer del pueblo llamada Laurencia quiere contraer matrimonio con el joven llamado Frondoso. Pero un día todo cambia, cuando Laurencia se encuentra en el bosque con el Comendador, quien forcejea con ella al querer llevarla a la fuerza al palacio y poseerla… Fuenteovejuna es una obra teatral insigne del Siglo de Oro español, escrita por el dramaturgo Lope de Vega y compuesta por tres actos. Publicada en 1619, representa una de las comedias más complejas y un clásico de la literatura española. La obra se basa en un episodio histórico de 1476 que ocurrió en Fuente Obejuna, un pueblo en la provincia de Córdoba, cuando sus habitantes, cansados de soportar los abusos del señor feudal, se rebelan unánimemente contra él. Así, el famoso episodio fue recreado e inmortalizado por Lope de Vega siglo y medio después en una obra cuya tensión y fuerza dramática cautiva y emociona al lector. Esta obra se ha convertido en un símbolo de la unión de un pueblo contra la opresión y los abusos del poder.
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Seitenzahl: 68
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
FuenteovejunaOriginal titleFuenteovejunaCover image: Shutterstock Copyright © 1619, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726457803
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 2.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Hablan en ella las personas siguientes [en orden de actuación]:
FERNÁN GÓMEZ [DE GUZMÁN,
Comendador mayor de la Orden de Calatrava.
FLORES,
criado de Fernán Gómez]
ORTUÑO,
criado de Fernán Gómez.
EL MAESTRE DE CALATRAVA,
Rodrigo Téllez Girón.
LAURENCIA,
hija de Esteban.
PASCUALA,
labradora.
FRONDOSO,
labrador.
BARRILDO,
labrador.
MENGO,
labrador.
ALONSO,
alcalde.
ESTEBAN,
alcalde, padre de Laurencia.
REINA DOÑA ISABEL.
REY DON FERNANDO.
DON MANRIQUE,
Maestre de la Orden de Santiago. REGIDOR 1º de Ciudad Real.
REGIDOR 2º
de Ciudad Real.
CUADRADO,
regidor de Fuente Ovejuna.
JUAN ROJO,
otro regidor de Fuente Ovejuna, tío de Laurencia.
LEONELO,
licenciado por Salamanca.
CIMBRANOS,
[soldado.
JACINTA,
labradora.
UN JUEZ,
pesquisidor.
UN MUCHACHO. MÚSICOS.
ALGUNOS LABRADORES.
COMENDADOR
¿Sabe el Maestre que estoy en la villa?
FLORES
Ya lo sabe. ORTUÑO
Está, con la edad, más grave. COMENDADOR
¿Y sabe también que soy Fernán Gómez de Guzmán? FLORES
Es muchacho, no te asombre. COMENDADOR
Cuando no sepa mi nombre,
¿no le sobra el que me dan de Comendador Mayor?
ORTUÑO
No falta quien le aconseje que de ser cortés se aleje. COMENDADOR
Conquistará poco amor.
Es llave la cortesía para abrir la voluntad; y para la enemistad
la necia descortesía. ORTUÑO Si supiese un descortés cómo lo aborrecen todos
-y querrían de mil modos poner la boca a sus pies-, antes que serlo ninguno, se dejaría morir.
FLORES
¡Qué cansado es de sufrir!
¡Qué áspero y qué importuno! Llaman la descortesía necedad en los iguales, porque es entre desiguales linaje de tiranía.
Aquí no te toca nada:
que un muchacho aún no ha llegado a saber qué es ser amado.
COMENDADOR
La obligación de la espada que se ciñó, el mismo día que la cruz de Calatrava
le cubrió el pecho, bastaba para aprender cortesía.
FLORES
Si te han puesto mal con él, presto le conocerás.
ORTUÑO
Vuélvete, si en duda estás. COMENDADOR
Quiero ver lo que hay en él.
(Sale el MAESTRE DE CALATRAVA y acompañamiento.)
MAESTRE
Perdonad, por vida mía, Fernán Gómez de Guzmán; que agora nueva me dan que en la villa estáis.
COMENDADOR
Tenía
muy justa queja de vos; que el amor y la crianza me daban más confianza, por ser, cual somos los dos, vos Maestre en Calatrava, yo vuestro Comendador
y muy vuestro servidor. MAESTRE
Seguro, Fernando, estaba de vuestra buena venida. Quiero volveros a dar los brazos.
COMENDADOR
Debéisme honrar,
que he puesto por vos la vida entre diferencias tantas, hasta suplir vuestra edad
el Pontífice. MAESTRE
Es verdad.
Y por las señales santas
que a los dos cruzan el pecho, que os lo pago en estimaros, y como a mi padre honraros. COMENDADOR
De vos estoy satisfecho. MAESTRE
¿Qué hay de guerra por allá? COMENDADOR
Estad atento, y sabréis la obligación que tenéis. MAESTRE
Decid que ya lo estoy, ya. COMENDADOR
Gran maestre don Rodrigo Téllez Girón, que a tan alto lugar os trajo el valor
de aquel vuestro padre claro, que, de ocho años, en vos renunció su maestrazgo,
que después por más seguro juraron y confirmaron Reyes y Comendadores, dando el Pontífice santo
Pío segundo sus bulas,
y después las suyas Paulo para que don Juan Pacheco, gran Maestre de Santiago, fuese vuestro coadjutor:
ya que es muerto, y que os han dado el gobierno sólo a vos,
aunque de tan pocos años, advertid que es honra vuestra seguir en aqueste caso
la parte de vuestros deudos; porque muerto Enrique cuarto, quieren que al rey don Alonso de Portugal, que ha heredado, por su mujer, a Castilla, obedezcan sus vasallos;
que aunque pretende lo mismo, por Isabel, don Fernando,
gran príncipe de Aragón, no con derecho tan claro
a vuestros deudos; que, en fin, no presumen que hay engaño en la sucesión de Juana,
a quien vuestro primo hermano tiene agora en su poder.
Y así vengo a aconsejaros que juntéis los caballeros de Calatrava en Almagro, y a Ciudad Real toméis, que divide como paso
a Andalucía y Castilla, para mirarlos a entrambos. Poca gente es menester, porque tiene por soldados solamente sus vecinos
y algunos pocos hidalgos que defienden a Isabel
y llaman Rey a Fernando. Será bien que deis asombro, Rodrigo, aunque niño, a cuantos dicen que es grande esa cruz para vuestros hombros flacos.
Mirad los condes de Urueña, de quien venís, que mostrando os están desde la fama
los laureles que ganaron; los marqueses de Villena, y otros capitanes, tantos, que las alas de la fama apenas pueden llevarlos. Sacad esa blanca espada,
que habéis de hacer, peleando, tan roja como la cruz;
porque no podré llamaros Maestre de la cruz roja
que tenéis al pecho, en tanto que tenéis la blanca espada; que una al pecho y otra al lado, entrambas han de ser rojas;
y vos, Girón soberano, capa del templo inmortal de vuestros claros pasados. MAESTRE
Fernán Gómez, estad cierto que en esta parcialidad, porque veo que es verdad, con mis deudos me concierto.
Y si importa, como paso
a Ciudad Real, mi intento, veréis que como violento rayo sus muros abraso.
No porque es muerto mi tío, piensen de mis pocos años los propios y los extraños que murió con él mi brío.
Sacaré la blanca espada, para que quede su luz de la color de la cruz, de roja sangre bañada.
Vos, ¿adónde residís?
¿Tenéis algunos soldados? COMENDADOR
Pocos, pero mis criados; que si dellos os servís, pelearán como leones.
Ya veis que en Fuente Ovejuna hay gente humilde, y alguna no enseñada en escuadrones, sino en campos y labranzas.
MAESTRE
¿Allí residís? COMENDADOR
Allí
de mi encomienda escogí casa entre aquestas mudanzas. Vuestra gente se registre;
que no quedará vasallo. MAESTRE
Hoy me veréis a caballo, poner la lanza en el ristre.
(Vanse, y salen PASCUALA y LAURENCIA.) LAURENCIA
¡Más que nunca acá volviera! PASCUALA
Pues a la he que pensé que cuando te lo conté, más pesadumbre te diera. LAURENCIA
¡Plega al cielo que jamás le vea en Fuente Ovejuna! PASCUALA
Yo, Laurencia, he visto alguna tan brava, y pienso que más;
y tenía el corazón
brando como una manteca. LAURENCIA
Pues ¿hay encina tan seca como esta mi condición? PASCUALA
Anda ya; que nadie diga: de esta agua no beberé.
LAURENCIA
¡Voto al sol que lo diré, aunque el mundo me desdiga!
¿A qué efeto fuera bueno querer a Fernando yo?
¿Casárame con él? PASCUALA
No.
LAURENCIA
Luego la infamia condeno.
¡Cuántas mozas en la villa, del Comendador fiadas, andan ya descalabradas!
PASCUALA
Tendré yo por maravilla que te escapes de su mano. LAURENCIA
Pues en vano es lo que ves, porque ha que me sigue un mes, y todo, Pascuala, en vano.
Aquel Flores, su alcahuete, y Ortuño, aquel socarrón, me mostraron un jubón, una sarta y un copete.
Dijéronme tantas cosas de Fernando, su señor, que me pusieron temor; mas no serán poderosas para contrastar mi pecho. PASCUALA
¿Dónde te hablaron? LAURENCIA
Allá
en el arroyo, y habrá seis días.
PASCUALA
Y yo sospecho
que te han de engañar, Laurencia.
LAURENCIA
¿A mí? PASCUALA
Que no, sino al cura. LAURENCIA
Soy, aunque polla, muy dura yo para su reverencia.
Pardiez, más precio poner, Pascuala de madrugada, un pedazo de lunada
al huego para comer, con tanto zalacatón
de una rosca que yo amaso, y hurtar a mi madre un vaso del pegado canjilón;
y más precio al mediodía ver la vaca entre las coles, haciendo mil caracoles con espumosa armonía;
y concertar, si el camino
me ha llegado a causar pena, casar una berenjena
con otro tanto tocino;
y después un pasatarde, mientras la cena se aliña, de una cuerda de mi viña,
que Dios de pedrisco guarde; y cenar un salpicón