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«José Robles» (1916) es un romance criollo escrito por Carlos Roxlo. El gaucho José Robles, protagonista de la obra, escribe en un largo poema en verso la historia de su vida, sus aventuras y desventuras en la pampa y en el rancho, sus amistades, sus enemigos y sus amores, con todo el espíritu y carácter de la literatura gauchesca.
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Seitenzahl: 168
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Carlos Roxlo
(Romance criollo)
Saga
José Robles
Copyright © 1916, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726681406
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Al espíritu de mi madre
y al señor Enrique de Vedia.
Mi querido Enrique:
Permítame que escriba, en esta página, el nombre de mi madre y el nombre de usted.
Ella es mi musa y usted mi consejero.
El ritmo de las alas de la invisible me dictó los acordes de mis estrofas. Copié mal; por eso mis estrofas carecen de música.
La crítica acertada de usted impidió que este libro fuese un atentado contra la belleza. El discípulo, que era muy torpe, no supo aprovechar las lecciones de usted. Por eso el libro, si resulta mediano, no alcanza á bueno.
No hablemos de mi madre. Hablemos de usted. A ella no necesito pedirle clemencia.
Usted es novelista, poeta, profesor, escribe en diarios, publica textos, habla elocuentemente, tiene muchas mentanzas en el cerebro y muchos resplandores en el corazón.
Mi ofrenda es, por lo tanto, un atrevimiento; pero usted es mi amigo.
El amor de mi madre, y la amistad de usted, me aseguran dos lectores afectuosos: uno en el cielo y otro en la tierra.
Por eso quise que el nombre del mentor brillase al lado del nombre de la musa.
Me consta, además, que usted no encuentra inútil ni antiestético, — lo prueban sus libros, — que se mencione al ombú, al churrinche, á la guitarra, al rancho, á lo que es criollo, á lo que á mí me parece lo más artístico y lo mejor del mundo. ¡Engrandecerse; pero con el terruño y para gloria de la bandera donde relumbra el sol!
Al decir artístico quiero decir instrumento de arte, fuente de inspiración, motivo de emociones. Por eso me atreví á la osadía de esta dedicatoria.
Perdóneme, acepte el testimonio de mi admiración y crea en lo sincero de mi cariño.
carlos roxlo .
Agosto, 1916.
Buenos Aires, Septiembre de 1916.
Señores Barreiro y Compañía.
Montevideo.
Mis señores y amigos:
El señor don Antonio Barreiro y Ramos, predecesor de ustedes; el señor don Antonio Barreiro y Ramos, á quien yo quiero mucho y por varias razones; el señor don Antonio Barreiro y Ramos, que honró su origen con las firmezas de su labor y que honró su apellido con las firmezas de su honradez; el señor don Antonio Barreiro y Ramos, venido de una patria que debe ser muy noble, pues engendró á mis padres, que fueron miel fina, y puso un corazón de caballero antiguo, de hidalgo de prosapia, en el pecho de don Antonio; el señor don Antonio Barreiro y Ramos, que editó mis libros, no por afán de lucro, pues nada producen, y sí porque inspirele cierto cariño, cierta afectuosa benevolencia, me ligó fuertemente, pues nada liga tanto como la gratitud, á la casa donde ustedes prosiguen la obra de probidad de don Antonio Barreiro y Ramos.
Esa ligadura no ha sido un buen negocio, comercialmente considerada. Si ustedes lo dudasen, pregúntenlo á Antoñito, otro afecto que tuve la dicha de ganarme, como se saca un premio de la lotería. El premio era una suma de consideración. Y conste que al usar el diminutivo con persona que me merece muy alto respeto, por su ardor en las luchas del trabajo noble y por la claridad de su inteligencia, obedezco á la tiranía de la costumbre, pues todos llamamos invariablemente con ese cariñoso diminutivo á mi señor don Antonio R. Barreiro.
Éste les dirá, con la sonrisa que ustedes conocen, que si mis libros se venden poco, la culpa es de mis libros, que carecen de miga y carecen de ornato; pero agregándoles, siempre sonriendo, que poquito á poquito se saldrá del clavo y que la casa, la casa de ustedes, tuvo por ley tratarme con paciencia y consideración. ¿Merecida? Lo dudo; pero es así. — Más vale caer en gracia que ser gracioso, — dice un refrán de tierras de Castilla.
Ya ven ustedes que no puedo curarme del terrible defecto de la sinceridad. No hablo bien de mis libros; pero hablo bien de mis editores. Es que debemos decir siempre lo que pensamos. Es que mis libros, los libros que escribí con delectación, yo sé perfectamente lo que valen. Puse mi almita en ellos, mi almita de chingolo cantor y montaraz; pero, seamos justos, un chingolo, aunque adore con pasión á la luz y tenga la dulce manía del canto, será siempre un chingolo. Siendo esto así, ¿cómo desconocer todo lo que hicieron, á fin de que el chingolo pasase por ruiseñor, los que le hospedaron en jaula de plata, poniéndole luego en un balcón florido, en un balcón que alzaba sus macetas sobre una de las calles más concurridas de la capital?
Los enamorados y los soñadores, es decir, los transeuntes que más fácilmente se apasionan de las simplicidades de un cantar montés, vieron la jaula sin ver al chingolo, oculto por lo verde de las macetas, y monologaron: — La verdad es que, cuando me siento triste, me gusta oir al pájaro que canta en lo de Barreiro.
De donde se deduce, sin sombra de duda, que el chingolo les debe lo poco que vale al balcón y á la jaula, á la librería y al impresor. Metido en su monte, ó sea en su cuarto, ¿qué hubiera hecho con sus cantares? Es de creer que se hubiese vuelto mudo ó envidioso, aunque el chingolo de que se trata me parece que hubiera preferido la fosa del silencio al cubíl de la envidia. Tal vez me equivoque. Tal vez el chingolo, creyéndose bueno, es un chingolo malo. Por eso mismo, en virtud de esa duda, el chingolo les debe agradecimiento á los que le hospedaron en una jaula puesta en un balcón. Otros cantaban mejor que el chingolo; pero éste tuvo la suerte de encariñar á don Antonio Barreiro y Ramos.
Como yo soy pobre, lo que no es un crimen, no puedo editar. No editar es decirle adiós á un ensueño, y me quedan muy pocos. Yo tengo mis flaquezas. Canto para mí y canto para el público. Ya sabrán el por qué. Se lo diré muy pronto y en esta misma carta. Lo que quiero decirles, por el momento, es que agradezco á ustedes, aunque valga muy poco mi gratitud, el que sigan aceptando mis humildes libros, porque les aseguro que me dolería que mi nombre se desvinculara del nombre de la “ Librería Nacional ”.
Dejen piadosamente mi jaula donde está. Eso costará á ustedes algún sacrificio. Puede que también les proporcione alguna satisfacción. Escuchen ustedes, reflexionando que aquello que les voy á decir no se le dice nunca á un editor vulgar. ¿Saben por qué me agrada escribir para el público? Porque enemigo del arte por el arte, soy partidario del arte por la idea. La literatura es un corazón que sangra y que se da, siendo imbécil é innoble gastar los ricos zumos de cerebro en pulir lentejuelas para pegarlas al traje de las musas. Yo no quiero que tomen á mi amada, á mi amada inmortal, por una bailarina. Mi musa es un espíritu. Mi musa piensa, mi musa llora, mi musa está apasionada de su país. ¡Mi musa vuela hacia lo que viene!
El arte tiene una misión social. El arte, sin una misión de índole colectiva, valdría menos que el oficio de lustrabotas. Si el arte vale más, como yo presumo, es porque lustra almas. El arte es idea, libertad, progreso, civilización y, sobre todo, misericordia. La joven que sueña, la madre que sufre, el hombre que aspira, el anciano que vive con sus recuerdos, todas y todos, deben hallar un amigo, un confidente, un guía, dos alas en el arte. Dos alas, sí: el ala del bien y el ala de la hermosura. Con una sola no se puede volar. ¡Todos los pájaros tienen dos alas!
Publicar mis libros no será un negocio; pero, el que los publique, constribuye á extender el sentimiento de la piedad y á que se robustezca el culto del país. Esa es la única satisfacción que puedo proporcionar á ustedes. Como los conozco, como han crecido ustedes en la casa que edita mis libros, sé y me consta que esa satisfacción vale á sus ojos más que el dinero. Ustedes no comercian con lo que yo produzco, ni yo produzco para que mis libros me den ganancia. Es por eso que mi nombre, mi humildísimo nombre, no está de sobra, y está en su sitio, en las vidrieras y en los catálogos de la “ Librería Nacional ”.
El arte es honradez. El artificio es insinceridad. El arte es una gran esperanza y un gran consuelo. El artificio es una vaciedad, que presume de hermosa, porque no sabe que no hay hermosura sin belleza interior. Yo espero que este libro hará sentir. Yo espero que este libro hará soñar. Yo espero que este libro afirmará de nuevo mi amor al pago y mi fe en sus destinos, pues con zumos de sus jazmines aromé estas hojas y con cimbros de sus trigales dí música á estas rimas. Yo tengo un ensueño: azular las almas. Yo tengo una ambición: que sepan que soy hijo de mi país cuantos me leyeren, á fin de que si alguno encuentra que lo que hago merece estima, esa estima refleje honor en mi tierruca. Sé que ésta no precisa que yo cante su nombre, ni elogie su belleza, ni recuerde sus glorias; pero al hijo le gusta hablar de la madre y está en su derecho cuando la reverencia. Antes de que mi espíritu entrara en mi cuerpo, me enseñaron todas las naciones del mundo, me dieron á escoger, y elegí el Uruguay.
Sinteticemos. Víctor Hugo ha dicho, creo que en el prefacio de “Les rayons et les ombres”: Uno de los dos ojos del poeta pertenece á la humanidad; el otro pertenece á la naturaleza. — Yo he condensado la humanidad en mi patria; y la naturaleza en la naturaleza de mi terruño. Mi humanidad quiero que sea noble; y mi naturaleza sé que es hermosa. Para lograr lo primero y decir lo segundo, necesito una tribuna, un púlpito, un libro, y esto sólo puede proporcionármelo un editor. Ya ven ustedes cómo tengo razón para estarles agradecido. Patria y porvenir, si llegáis á amarme, amaréis también á los que imprimieron mis humildes libros. Es de justicia, si me sobrevivo, pues por ellos y con ellos llegaré al Futuro.
De ustedes, siempre de ustedes, el chingolo que canta en el balcón con flores de lo de Barreiro.
carlos roxlo .
La narración empieza
Me llamo José Robles. Como creo
Que es aleccionadora y divertida,
Hace ya mucho que me entró el deseo
De escribir la novela de mi vida.
Debo acercarme al fin de mis jornadas,
Porque enturbia el cristal de mis visiones
El polvo de las rosas amustiadas
Por el ardiente sol de mis pasiones.
Vuelven á mí pesares que quedaron
Gimiendo de ansiedad en los caminos,
Y amorosas venturas que pasaron
Como pasa la flor de los espinos.
En un humilde rancho de totora
Me vió nacer la lumbre vespertina,
Siendo mi madre un alma soñadora,
Una especie de musa campesina.
Mis amigos mejores, los primeros,
Juro y perjuro por mi honor que han sido
Las lomas, los ombúes, los horneros
Y el pasto por la lluvia enverdecido.
Turbando la quietud de la lechera
Así sus ubres de pezón de rosa,
E hice cantar al cubo la hechicera
Balada de la espuma mantecosa.
Me miré en el cristal de las surgentes
Donde se abreva el corredor venado,
Y que bajan á brincos las pendientes
En que se apiña el trébol perfumado.
Me sorprendió la nube que amenaza
Convertir en lagunas los barriales,
Persiguiendo al carpincho y la torcaza
Entre los temblorosos pastizales.
Amé bien á mi madre, al sol, al llano
Y á las barrancas en que el río llora,
Enseñándome á ser justo y humano
La esbelta Ceres y la dulce Flora.
Os diré que un zagal cazó un chingolo,
Que lo hizo libre mi valiente auxilio,
Y que el artista me compuso un solo
Que hoy leo cada noche en mi Virgilio.
¡ Salud al ave de pequeñas alas,
Al coplero noctámbulo del monte,
Que me enseñó á zurcir, bajo los talas,
Los bucólicos himnos de Anacreonte!
__________
Mi padre fué pintor. Una mañana
Invadieron el campo sus pinceles,
Y hubo un idilio en la quietud boscana,
En los frondosos grupos de laureles.
Era hermosa mi madre. Todavía
Me parece que el sol de nuestro cielo
No alumbra tanto como el sol que ardía
En sus ojos de obscuro terciopelo.
El pintor fué de numen soberano
Y era mi madre noblemente hermosa;
Bajo el dosel carmíneo del verano
La retrató de zíngara y de diosa.
La decía el pintor, cuando consume
El poniente sus cárdenos destellos:
— No hay perfume oriental como el perfume
Que exhalan tus negrísimos cabellos. —
La decía, también, en el follaje
Que alumbran los noctámbulos cucuyos:
— No hay lenguaje más dulce que el lenguaje
De la calandria de los labios tuyos. —
El idilio gentil finó en casorio,
Vistióse el llano esmeraldíneas galas,
Y resonó del monte hasta el cimborio
Un repique de cálices y de alas.
En vano quiso contrariar mi abuelo
La feliz conjunción de enredaderas;
Bajo el purpúreo estío de mi cielo
Arden los yacarés y las cruceras.
Mi madre fué jazmín inmaculado,
Una dulzura tierna y comprensiva;
Estoy, cuando la nombro, arrodillado
E incienso como lámpara votiva.
Muchas noches veló junto á mi cuna
Meciéndome con canto plañidero,
Mientras sobre la fronda y la laguna
Levantaba su alerta el terutero.
No extrañéis que recuerde su cariño
Y permitid que amante la bendiga,
Porque fué su ternura para el niño
Lo que el rayo de sol para la espiga.
Cuanto os pueda decir de su ternura
Siempre será canción inacabada,
Porque tuvo su psíquica estructura
Lo fino de la palma colorada.
Cuando me envuelve el rusticano aroma
De aquel amor tan puro y tan sentido,
Me parece que veo á una paloma
Con las alas abiertas sobre el nido.
_________
Era mi abuelo setentón, adusto,
Amigo de refranes y consejas,
Con los urbanos casi siempre injusto
Y diestro narrador de historias viejas.
Subía por las curvas de los cerros,
Al despuntar el sol empurpurante,
Sin otros servidores que dos perros
Con colmillos más duros que el diamante.
Cuando rendido de bregar volvía
Con olores á ruda y mejorana,
Sobre los campos ya resplandecía
La hechizadora estrella tramontana.
Rey del monte, las cuestas y los ranchos
Donde nací y en que hospedó á los míos,
Amaba lo rapaz en los caranchos
Y le plugo lo espeso en los sombríos.
Ardiente defensor del matreraje
Que huía del taller y de la leva,
Fué su culto más hondo el del coraje
Y receló de la costumbre nueva.
Era su cutis como duro pielgo
De un vino centenario y hervoroso;
Don Quijote, jinete en su jamelgo,
Soñó con Dulcinea del Toboso.
Para aquel concolor, que se enfiebraba
Refiriéndome cosas de pelea,
La tierruca de ayer, creyente y brava,
Valía mucho más que Dulcinea.
___________
Hablemos del pintor. No lograría
Deciros como fué por más que hiciera:
Cuando nací, ya el césped le cubría;
Murió un mes antes de que yo naciera.
Duerme en el cementerio de la estancia,
Del sol bajo los grandes lamparazos;
Un aromo le impregna en su fragancia
Y le cobijan de una cruz los brazos.
Duerme en los montes donde yo he nacido,
Bajo el crespón azul de nuestro cielo,
En el mar sin riberas del olvido,
Al lado de mi madre y de mi abuelo.
Mi madre me contó las maravillas
Sin fin de su pincel y su apostura,
Ante la cruz dobladas las rodillas
Y haciéndome besar su sepultura.
Más tarde y en un cofre apolillado,
Túmulo de esperanzas irrisorias,
Dí con un manuscrito intitulado
Por el pintor: — Mis últimas memorias.
¡ Cuántas veces, leyendo el manuscrito,
Detuve con angustia mis miradas,
Como si el eco de mi propio grito
Fuesen las frases para mí trazadas!
¡ Cuántas veces, perdiéndome en la umbría
Con el libro temblante entre las manos,
Sentí que en mis arterias renacía
La fatua luz de los ensueños vanos!
¡ Cuántas veces el libro y mis dolores
Vertieron las ponzoñas de su idea,
Junto al aromo que lloraba flores
Sobre la cruz del mártir de Judea!
___________
— 24 de Abril. — Lo he decidido.
Todo acabó. Barramos las benditas
Esperanzas que el cielo ha convertido
En un montón de secas margaritas.
¿Para qué resistir? Sería en vano;
Carezco de constancia y de destreza;
Nunca palpitarán, bajo mi mano,
La forma y el color de la belleza.
La visión hechizante me aniquila;
El afán de plasmarla me tortura:
Me traicionan la diestra y la pupila;
¡Está en mí, no en mis cuadros, la hermosura!
Cuando más corazón pongo en mi empeño,
Una bruja sarcástica y mezquina
Coloca entre mis ojos y mi sueño
Lo vago de la niebla vespertina.
Busquemos la quietud en el olvido,
No es para mí la gloria codiciada;
Dejaré la ciudad, donde he sufrido,
Cuando asome la luna congelada.
De la razón icemos las banderas;
Salgamos del trampal de los deseos:
¡ Oh azules y purísimas quimeras,
Que tanto idolatré, desvaneceos!
¡ Salve á tí, que llenaste silenciosa
El ara en otra virgen esplendía!
¡ Yo te encuentro también dulce y hermosa,
Pálida y otoñal Melancolía!
___________
— 10 de Mayo. — Respiro, reflorezco,
Me saturo de eglógicos aromas,
Con el sol de las cumbres amanezco
Y les doy de comer á las palomas.
Cosme Castruzzi me ofreció un asilo
En un puesto del rey de esta cuchilla;
Son deliciosos el frutal tranquilo
Y la corriente de arenosa orilla.
Castruzzi, de mi padre compatriota,
No es muy locuaz. También en el sosiego
De estos verdores, la desgracia flota.
Castruzzi tiene un hijo mudo y ciego.
Llueve mucho y sin tregua. Las cañadas
Me dicen que invadieron los yuyales;
Las pocas golondrinas retrasadas
Se morirán de frío en sus nidales.
La tempestad me hechiza. Sus rumores
Me parecen anuncios de verdura;
En sus hornos se forjan los colores
De la gentil vegetación futura.
De la eléctrica fragua en lo amarillo
Se elaboran los oros de la espiga,
Los granos de la carne del membrillo
Y los pequeños dientes de la ortiga.
De la eléctrica luz con lo encarnado
Zurcen sus floraciones los ceibales,
Sus plumas el churrinche indomeñado
Y su yelmo ducal los cardenales.
Ayer, en cambio, desgastó el otoño
El rubí de la punta de sus flechas;
Y en los mustios verdores de un madroño
Una calandria se sació de endechas.
Las tardes son hermosas. La neblina,
Que sube hasta el ombú con lento paso,
Envuelve con su chal de muselina
La desnudez dorada del ocaso.
Es el ombú mi predilecto amigo:
Clavado en la cuchilla más cercana,
Mueve sus hojas, para hablar conmigo,
Curvándolas con rumbo á mi ventana.
Al principio y al fin de mis paseos
Me saludan las ramas del coloso,
Diciéndome sus graves balanceos
Que aquí he de hallar las dichas del reposo.
Me cuesta no pedir á los pinceles
Que traduzcan los brillos vesperales:
¡ Las nubes son manojos de claveles!
¡ Montañas de topacios y corales!
¿ Para qué? ¡ Por el fondo de mi cielo
Debe rondar la bruja despiadada
Que no me deja descorrer el velo
En que se envuelve la visión soñada!
¿ A qué tender los doloridos brazos
Hacia el puro raudal de la cisterna,
Si nunca copiaré sino pedazos
De la visión de la Hermosura Eterna?
___________
— 8 de Junio. — Ayer, en la lomada,
Tuve una aparición encantadora:
De una tela de Zeuxis escapada,
Vino hacia mí la virgen de la aurora.
La mañanera luz sobre su frente