Versos - Carlos Roxlo - E-Book

Versos E-Book

Carlos Roxlo

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Beschreibung

«Versos» (1893) es una recopilación de tres poemarios de Carlos Roxlo: «Fuegos fatuos», «En los bosques» y «Cosas del pago», que contiene poemas como, por ejemplo, «Aspiración», «La creación», «La noche», «Habla o mira», «La inundación», «Primavera triste», «Desaliento», «A los bosques» o «Sobre la loma».

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Seitenzahl: 55

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Carlos Roxlo

Versos

I. FUEGOS FÁTUOS —II. EN LOS BOSQUES III. COSAS DEL PAGO

Saga

Versos

 

Copyright © 1893, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726681574

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

I. FUEGOS FÁTUOS

ASPIRACIÓN

(A Domingo G. Silva.)

I.

La vanidad de la tragedia humana

Voy comprendiendo al fin: todo me hastía;

El fúlgido explendor de la mañana

Y las tinieblas de la noche fría.

En el tedio mortal que me consume,

Contempla indiferente mi deseo,

De la virtud las flores sin perfume

Y la lúbrica flor del gineceo.

Huyó fugaz el tiempo en que embriagado

Por los ardores de la edad risueña,

Corría como el río desbordado,

Saltando volador de risco en breña.

Hoy este sér, que late y que razona,

Por impulso galvánico camina,

Y á todos sus caprichos se abandona,

Pero ningún capricho le domina.

Mezcla de indiferencia y de egoísmo,

Diógenes especial de bruma y lodo,

Siendo el rey absoluto de sí mismo,

Diera su cetro por amarlo todo.

Hamlet filosofando ante el desnudo

Craneo de Yórick, encontró el sincero

Grito doliente de sarcasmo rudo

Con que mi propia ruina considero.

Soy yo mismo el que entrando en los jigantes

Torneos borrascosos de la idea,

Sobre el rocín del héroe de Cervantes

Cabalgaba pensando en Dulcinea.

Yo el que pulía el verso apasionado,

Febriciente y sin calma, como pule,

El roce del abismo inexplorado,

La copa de rubí del rey de Thule.

Hoy al volver los ojos á la historia

De mis años de ardiente desvarío,

Me encuentro triste, sin virtud, sin gloria.

Con las pobrezas del cantor de Chío.

Oh corazón que hallaste á la subida,

Pura la esencia de las verdes flores,

Respirables los vientos de la vida,

Dignos de amor sus pérfidos amores;

Oh corazón de pronto envejecido,

En medio de las llamas del verano,

¡Bien pudo hallarme tu postrer latido

Con la copa del brindis en la mano!

II.

Pero hay en mí un amor que no se agota,

Brillante disco de marmórea piedra

Que en vano artero mi destino azota;

Amor siempre vivaz, como la hiedra

Que sobre el muro derrumbado brota.

Lirio gentil de pétalos de raso,

Mi sed apaga con sus ricas mieles

Y es su perfume el norte de mi paso:

El amor que me inspiran los laureles

Nacidos en la cumbre del Parnaso.

Ven, musa, ven! la cándida alborada

Ya esparce sus cambiantes de oro y rosa

Al balcón de los cielos asomada,

Como de besos y rubor bañada

Al tálamo nupcial llega la esposa.

Ven, y la luz del renaciente día

Condensa de tu canto en los fecundos

Raudales de estro y órfica armonía,

Imitando á Pitágoras, que oía

La música del coro de los mundos.

Oh embriagador ensueño refulgente!

Con la vida vivir de las edades,

Asombro ser de la futura gente

Y brillar como un sol, en cuyo oriente

No se apagan jamás las claridades!

Con qué afan te seguí desde la infancia,

Tentadora visión! Con qué arrogancia

Ya entonces á mi frente, tersa y limpia,

Juré ceñir, lidiando con constancia,

Una corona del laurel de Olimpia!

Cómo del arte, esclavo y pregonero,

Pidiendo siempre á su grandeza auxilio,

Me esforzaba en marchar por el sendero

Que aún cruzan los olímpicos de Homero

Y las abejas de oro de Virgilio!

Con qué humildad mi espíritu ofrecía

Del estro inaccesible-al yugo blando

Y tras la gloria, sin cesar, corría,

Como á la ingrata Angélica seguía

El loco amor del caballero Orlando!

Y aún vá tras de la gloria mi deseo;

Aún con las iras de mi suerte en guerra,

Pienso arrancarles inmortal trofeo,

Alumbrando, rival de Prometeo,

Con elíseos relámpagos la tierra!

Si el generoso grito de la fama,

Aún en mitad de la terrestre escena,

A los que lidian por el arte aclama,

Como los huecos de las simas llena

La asordadora voz del Tequendama,

Rigiendo de la rima los corceles

Y de mi numen orientando el paso,

Terco adalid de mis amores fieles,

Yo de arrancar un gajo á los laureles

Nacidos en la cumbre del Parnaso.

Y si la musa, de mi sino esclava,

De la fuente inmortal, porque suspira,

Nunca en las ondas sus cabellos lava,

Como el viejo titán sobre su clava,

Me tenderé á morir sobre mi lira!

LA CREACIÓN

I.

El ángel de la noche tenebrosa

Labrando por doquier sus negros velos! . . .

¡El silente quietismo de la fosa

Imperando en el campo de los cielos! . . .

¡El vacío sin fondo y sin orillas! . . .

La soledad inerte de la nada

Oprimiendo, brutal, con sus rodillas

La infinita extensión inanimada! . . .

¡El silencio, profundo é invariable,

Huyendo sorprendido del mutismo! . . .

¡Lo invisible besando á lo insondable! . . .

¡El antro cabalgando en el abismo! . . .

¡El no ser, del no ser único dueño! . . .

¡La negación á la abstracción unida! . . .

¡La muerte desposada con el sueño! . . .

¡La sombra por la sombra perseguida! . . .

II.

De pronto, ténue y blanquecino rayo

La eterna noche iluminó; la nada

Pareció despertar de su desmayo;

La soledad sonriose embelesada.

Con júbilo el silencio pavoroso

Cedió veloz su puesto á los rumores,

De aquel trémulo rayo misterioso

Invisibles y alados moradores.

Lo incoloro fué azul; el antro, cielo

Y palpitó la inmensidad, con brío,

Al ver alzarse el majestuoso vuelo

Del alma de la vida en el vacío.

Comenzó la creación alborozada

Vistiendo el traje de sus galas todas,

De záfiros y azahares coronada,

Como una joven virgen desposada

En la alegre mañana de sus bodas.

Y los astros sus luces encendieron,

Las campiñas de flores se alfombraron,

Las fieras en sus grutas se escondieron,

Las perlas en sus conchas despertaron.

Y centelleó la aguda estalactita,

Y en las ondas del aire conducidos,

Subieron á la bóveda infinita

Llamas, gérmenes, vahos y sonidos.

¡Oh santo despertar, dulce alborada

De la embriaguez ignota del deseo!

Del sol y de la tierra inmaculada

Inefable y expléndido himeneo!

¡Oh santo despertar, celeste aurora

Del virginal Eden, recién creado!

Catarata de luz deslumbradora!

Incendio del abismo ilimitado!

¡Oh sin igual mañana, excelso día!