Krypton, Kentucky - Víctor Conde - E-Book

Krypton, Kentucky E-Book

Víctor Conde

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Beschreibung

En un Kentucky contemporáneo, enloquecido por experimentos psicotrópicos de décadas de antigüedad, un guionista disecciona la realidad cada vez más demente a su alrededor, mientras hace malabares entre su familia, su psiquiatra y el retrete por el que se va su carrera y, de paso, el mundo. A medio camino entre El show de Truman y el absurdo descarnado de Kurt Vonnegut pasado por el tamiz de la infancia comiquera, Krypton Kentucky se corona como la obra más particular de uno de los autores más importantes del fantástico en España.-

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Víctor Conde

Krypton, Kentucky

 

Saga

Krypton, Kentucky

 

Copyright © 2022, 2022 Víctor Conde and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726947731

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Para Haydeé, por estar ahí y ser quien es.

La demencia no es una enfermedad,

solo es un estado mental diferente

basado en la abstracción pura y desprejuiciada.

Albert Polley

No hay un ecosistema para que la flor de la cultura abra sus pétalos

ante la mirada de los mortales. A veces es el monstruo mutante

que surge tras una explosión nuclear, un torbellino lisérgico que

determinadas sustancias ponen en marcha en la mente del individuo.

Jordi Costa

Krypton, KY:

Coordenadas:

83’03 ºO – 37’04 ºN

Población por sexos en 2022:

1615 hombres (50’2 %), 1606 mujeres (49’8 %)

Densidad por km2 :

66 personas (muy baja)

Edad media de la población:

35’7 años.

Código postal regional:

41754

Elevación:

302 m.

Renta media anual de la población:

16.243 $

Coste de la vida:

74 % (frente al promedio USA de 100 %)

Esperanza de vida:

83 años.

Fauna más abundante (doméstica):

Reptiles, ornitorrincos y aves parlantes.

PRIMERO, LA PRENSA

Del Chicago Daily Tribune, 3 de diciembre de 1946:

UN CIENTÍFICO ANUNCIA EL ADVENIMIENTO DE

LAS DROGAS DE FASE PSÍQUICA

Oliver Dowson abre las puertas de la investigación química

del nuevo siglo, y asegura: «Nuestros nietos, y con un poco de

suerte también nuestros hijos, tendrán a su disposición un arsenal de

drogas inofensivas para expandir sus estados de conciencia. No será algo

dañino para el organismo, porque el cerebro las metabolizará como si

fuese agua. Ser un yonqui dejará de tener connotaciones negativas

y pasará a ser una carrera universitaria a la que se podrá aspirar».

Del Roswell Daily Record, 8 de julio de 1947:

LA FUERZA AÉREA DERRIBA UN OBJETO VOLADOR

SOBRE UNA GRANJA DE ROSWELL. SE ACORDONA

LA ZONA SIN DAR EXPLICACIONES

Algunas fuentes aluden a que el misterioso objeto podría

ser un globo sonda. Los más atrevidos postulan si no

serán nuevas maniobras militares con aviones secretos sobre

nuestro cielo. ¿Está el Congreso al tanto de esto?

Del New York Herald, 21 de noviembre de 1975:

POLÉMICOS EXPERIMENTOS CON ESTUDIANTES EN EL CAMPUS

DE LA UNIVERSIDAD ROCHESTER

Algunos becarios han denunciado lo que describieron como

«degradantes experimentos efectuados en los laboratorios»,

donde supuestamente eran ellos mismos los conejillos de indias.

Una joven estudiante asegura: «Nos dijeron que con estas drogas veríamos

a Dios. Yo al único que vi fue a mi amigo imaginario de

la infancia. Y no tenía buen aspecto».

Del Oklahoman, 10 de junio de 1980:

SANIDAD CALIFICA DE MUY PELIGROSAS

LAS NUEVAS DROGAS DE FASE PSÍQUICA

Postuladas por el doctor Oliver Dowson a mediados de los

años cuarenta, las DFPs están siendo severamente restringidas

por el Gobierno. Un grupo de investigación analiza sus consecuencias

en los pacientes que sobrevivieron al experimento Rochester.

Rumores sobre un mercado negro en ciernes de DFPs

son cada vez más... [ ]

Del L.A. Insider, 30 de marzo de 1986:

SE FUNDA A PARTIR DE FONDOS PRIVADOS EL INSTITUTO

EXOLOID DE ENFERMEDADES PSICO-VENEREAS

Un dedicado grupo de médicos prestigiosos se suma al

controvertido proyecto. Dice Marcus Sander, director adjunto:

«La Medicina no es una ciencia estática. Debe adaptarse a la evolución intrínseca de las enfermedades. Las patologías psico-venéreas han brotado

con fuerza en la última década como consecuencia del consumo

de ciertas drogas alucinógenas. Bien, no vamos a dejar que nuestros hijos

sufran por la estupidez metabólica de sus padres».

Del L.A. Insider, 7 de noviembre de 1990:

UN INVESTIGADOR AL BORDE DE LA MUERTE

EN EL TRANSCURSO DE UN EXPERIMENTO

Se trata del neuropsicólogo Gustav Möhl, que hace unos años estuvo vinculado al

Instituto Exoloid. Durante lo que sus ayudantes describieron como una sesión

de supresión de la conciencia, en un tanque herméticamente sellado, Möhl dijo haber

expandido su mente hasta conectar con otras realidades y momentos de la historia.

Lo extraño es que en un momento determinado de la grabación de su voz, en una cinta

que recogía sus desvaríos dentro del tanque, sonó la voz de una mujer

cantando números primos en una cuenta regresiva.

¿Estamos hablando acaso de psicofonías modernas, o tecnofonías…?

Del Seattle Psicology Review, 22 de noviembre de 1990:

EL DOCTOR MÖHL SE DEFIENDE CONTRA QUIENES LO ACUSAN DE FRAUDE

«La grabación existe y no puede ser manipulada. Esa voz femenina es real», declaró anoche en Los Ángeles en el transcurso de una rueda de prensa. Según explicaron sus ayudantes, ellos mismos se vieron sorprendidos por la presencia de la voz femenina en una grabación donde solo estaba presente el doctor. Al parecer, la cinta grabada se

almacena en una especie de caja negra, como la de los aviones, que no puede ser

manipulada. «La mujer que hablaba a través de mí escondió un código matemático en sus frases —insiste Möhl—. Estamos intentando descifrarlo».

Del Press-Herald de Portland, 1 de enero de 1999:

ABIERTA MÁQUINA DEL TIEMPO EN EL COLEGIO DE SAN RICARDO,

MÉXICO D.F., CON ASOMBROSOS RESULTADOS

Unos padres de familia, alumnos de primaria en los años setenta, han regresado al

colegio de su infancia para abrir la máquina del tiempo que enterraron bajo

el sello de su patrón. Cuál sería su sorpresa al descubrir que todos ellos, sin

haberse puesto de acuerdo previamente, dibujaron lo mismo: cien variantes distintas

del aterrizaje de un platillo volador en un pueblo, con un único espectador, una especie de gurú indígena, observando la escena. Consorcios de ufólogos de todo el mundo ya han presentado solicitudes oficiales para analizar a fondo estos dibujos.

Del DigitalInquisitor de Los Ángeles, 14 de octubre de 2007:

EL INSTITUTO EXOLOID REPRODUCE LOS POLÉMICOS EXPERIMENTOS

CON ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD ROCHESTER, UNA VEZ DEROGADA LA LEY DE LOS AÑOS SETENTA

«Aquí no engañamos a nadie, todos los sujetos son voluntarios y conocen

los riesgos —afirma tranquila la jefa médica, Dra. Ellen Costa—. Creemos que

nuestros predecesores en la década de los setenta iban por buen camino en el afán

de conseguir una expansión curativa de la conciencia humana, pero cometieron

errores dependientes de su nivel tecnológico. Eso ha cambiado. Nuestra tecnología es muy superior, y podemos afirmar que estamos en el umbral de nuevas sendas en la ciencia médica. Caminos y puertas que esconden maravillas jamás

soñadas por el ser humano».

Del Elvis-Cristo-Hotline, tabloide de escasa tirada de Baja California, 5 de febrero de 2010:

LA EMISORA PANESPÉRMICA DE URANO

VUELVE A ENVIARNOS SEÑALES

Esta vez el mensaje ha usado la variante de encriptado 16-B-Orión del observador

diplomado Will.I.Am Wagner. El propio observador nos comenta, perplejo:

«Envié desde la antena parabólica de mi casa hacia Urano las

instrucciones para que comprimieran sus mensajes con mi código. ¡Y lo han

hecho, caramba, lo han hecho! Lo que no me queda claro es el contenido del mensaje:

BRENDEL SABE DÓNDE ESTÁN LAS LLAVES. ¿Alguien puede explicarlo?».

Del diario íntimo de Alicia Warkoff, programadora en una empresa de software de Krypton, Kentucky, 19 de mayo de 2011:

«Ayer vi a mi amigo invisible de la infancia, Fufy. Hacía tantos años que no pensaba en él que había olvidado literalmente que existía. Pero sí que existe, oh, sí. Fufy es muy real, en todos los maravillosos y prohibidos sentidos de la palabra. Y lo mejor de todo es que creo que alguien más, aparte de mí, puede verlo...».

KRYPTON, KENTUCKY EP. 1

Y ahora el personaje de Andy toma el relevo y deja atrás a ese inútil y sobrevalorado narrador omnisciente, ¿alguien dijo tercera persona?, anda, cállate, venga, tus diez minutos de gloria, Andy:

 

El nombre es Andy Viewer, ¡saluda, Andy!, y la profesión, guionista de cine. De cine, televisión, cómics... lo que haga falta para llegar a fin de mes sin que te ahoguen las deudas y aparentar que llevas una vida de lujo y degradación. Más lo primero que lo segundo. Es el baremo por el que te miden en Hollywood: lo cerca que estás del punto sin retorno de los cheques en blanco y las fiestas ilegales. Un lío, pero un bendito lío, para los animales de ciudad como yo.

 

No es que haya tenido mucho éxito hasta la fecha. Como guionista profesional, me refiero. El año pasado escribí un episodio de la sitcom Mamá teniente coronel y corregí diálogos para Padre de familia. Mi película Criaturas viscosas 2 aún espera distribuidor, pero una vez que salga la crítica en el Hollywooder la cosa se moverá más deprisa. Espero. De todos modos, tengo un as en la manga. No hay guionista en esta ciudad que no esconda uno. Al mío lo llamo por el nombre clave de Eldorado, y es una idea absolutamente genial que, supuestamente, me hará rico... si logro acercarme a uno de esos productores millonarios y burlar a sus guardaespaldas el tiempo suficiente para contársela.

 

Tengo otro trabajo, pero no quiero hablar de él. Qué guionista no tiene dos o tres trabajos en esta puta ciudad.

 

El mundo del cómic es más agradecido, aunque se gana menos pasta. Una vez conocí a Mark Hamill en un hotel. Está muy cambiado. ¿Quién no lo estaría, después de pasar por toda una guerra intergaláctica? Vale, está hasta los huevos de que le hagan ese chiste. Mark paseaba un personaje de cómic que había recibido una calificación para adultos, o algo así. Está buscando fondos para la película. Me alegro. El superhéroe sofisticado está de moda, igual que el guionista decadente.

 

En ocasiones mi orina huele ácida, como la de un perro.

 

Tengo problemas para no mancharlo todo en plan bomba tóxica cuando entro en los servicios de un restaurante, sobre todo en esas trampas humanas en que las paredes están a solo veinte centímetros por cada lado del inodoro. ¿Cómo quieren que un ser humano miccione así, por Dios? Tendrá algo que ver el hecho de que peses ciento treinta kilos, canturrea entre dientes mi dietista, ese inútil. Y que tu circunferencia parezca el molde con el que hicieron la cabeza de King Kong. Bueeeeeeno, puede que tenga razón. El tiro con arco de pene y chorro no suele dar buenos resultados cuando tienes que apuntar desde fuera del baño.

 

Imagina que por ahí viene Maddie, mi mujer: caucasiana, morena, de ojos hundidos y labios finos. Muy hermosa de cara. Pechos pequeños con areola grande, como pomelos aplastados sobre una montañita de carne. Trasero más voluminoso de lo que le gustaría. Tiene un negocio de alquiler de tuxedos para estrellas de cine, con características que se adaptan al ego de cada comprador. Gana más dinero que yo, pero no soy de esa clase de imbéciles que se molestan y piden divorcios porque su mujer trae a casa cheques con más ceros.

Di algo profundo, Maddie:

—Acantilado.

 

Nunca le he contado mi idea de Eldorado a Maddie. Sabe que existe, pero no en qué consiste. No es que no me fíe de ella, pero...

 

El Pequeño Ruiseñor. Un año y medio de carácter tranquilo, de bebé sonrosado y satisfecho con su parcela de conocimiento de la naturaleza. No vomita mucho la papilla, y sí, se llama Ruiseñor. Un antojo de mi suegra que contó con el inesperado apoyo de Maddie. No me dejaron ponerle Ruiseñor Jack o Ruiseñor Dick, para que el pobre desgraciado tenga algo a lo que agarrarse cuando llegue a la escuela y las miras láser del cachondeo universal converjan en su espalda. Querían un nombre puro y evocador.

—Si mi amiga del gimnasio le puso a su primer hijo Olmo, Ciprés al segundo y Roble al tercero, yo puedo ponerle Ruiseñor al mío, ¿no? —me soltó Maddie cuando ya no pude contener el espanto—. Además, esos nombres van a ponerse de moda dentro de poco en la Lisiada Asquerosa. Ya verás. Me han chivado que Ned el Entretenedor le va a poner a su primogénito Mirlo Gris. Y si es una chica, Avutarda. En veinte años tendremos un alcalde llamado Crisantemo.

No le pude echar en cara que eso lo había leído en la revista American Budist, a la que está suscrita, ni que su amiga del gimnasio es una retrasada mental que piensa que todos los negros del mundo vienen de un país muy grande con problemas dermatológicos. Mi suegra estaba presente. Mal bicho, mi suegra. Será el villano de mi próxima película. Y morirá de una forma horrible.

 

Nunca bebo antes de las siete de la tarde. Beber antes de eso es empezar a contar en voz alta los vasos, como hacen los alcohólicos. Yo tengo ideales, principios, incluso una teoría original sobre la vida burguesa que algún día patentaré. No pienso dejar que las drogas blandas me dominen. Y respecto a las duras... Bueno, de todo hay que probar en esta vida.

 

Mi amigo Charlie Kox, el psiquiatra, sabe mucho de eso. Charlie Kox tiene un Mustang del 62, nuevecito, recién tapizado, con la furia de un motor de competición disimulada bajo el capó por si alguien se pasa de listo al cambiar un semáforo. Charlie Kox nos invita a veces a pasar el día en su chalet de las afueras; viene a recogernos con el Mustang y pone un tema de Dvorâk, jugando a fingir que las señales de tráfico significan lo contrario de lo habitual. De hecho, a veces pega la oreja a una de ellas, a ver si le habla. Una vez casi nos matamos. Nos ha prometido que desde el minuto mismo en que le quitemos los pañales a Ruiseñor, haremos el trayecto en autobús.

—El billete solo cuesta cinco dólares —me aseguró—. Y el enano no paga.

 

Kox no quiere que muera nadie más en su gran familia, así es como llama a la comunidad de Hollywood. Esa que en el fondo no le importa un carajo y podría abandonar cuando quisiera sin que nadie lo echara de menos.

No quiere que muera nadie, nunca más, cual profesor Víctor Frankenstein moderno que ha encontrado en una fuerza distinta a la electricidad su cornucopia de la vida. Charlie Kox descubre un buen día que el objetivo

¡ATENTOS!

final de toda la experiencia humana no es sentir cómo hierve tu sangre por la química, es decir, no es la droga en sí el objetivo

¡CUIDADO, IDEA ABSURDA, DISPARATE, DESBARRO, INCONSECUENCIA!

sino que aquello a lo que todos los iluminados aspiran es a… a alcanzar la Revelación, el estado transitorio, el campo unificado de la conciencia. El Nirvana. No es el camino, la herramienta, sino el destino, lo que más importa.

Y si eso es cierto, atención, las drogas puede que no sean necesarias. Un puente que ya no usas porque eres capaz de llegar a la otra orilla de un salto. Es como el colgado que está escribiendo esto ahora mismo, en su habitación: alcanza la mística meteórica de la deshilvanación sin ayuda química, sin estimulantes, sin combustión espontánea, solo dejando que fluya la mente en direcciones jamás anticipadas. Eso lo descubre Kox una bonita mañana de septiembre, y grita al cielo que ya no necesita más a Dios y que se puede ir a tomar por culo por haberse llevado antes de tiempo a un gran amigo, el de los pozos de gravedad súper masivos en el iris, y se replantea su larga y compleja vida en un tiempo récord de dos coma veintisiete segundos.

Mi psiquiatra ya no necesita las drogas para trascender.

Ni para que lo ayuden a regresar de nuevo a la Tierra.

O a Venus, de donde coño sea que haya partido en el viaje.

Esta es la base filosófica actual de la Lisiada Asquerosa.

 

Charlie se ha comprado una tortuga. No me ha dicho para qué. Nos tiene a todos intrigados, en su círculo de amigos-pacientes.

 

Cada vez me cuesta más hacer el amor con Maddie. No es que se resista, pero noto que ya no se molesta en fingir los orgasmos. Tenemos una lista con diecinueve posiciones en las que es factible hacer el amor con un gordo, de manera que disfruten ambos. Cuando la confeccionamos, la imprimimos en ahorro de tinta y ella la colgó de los imanes de la nevera, junto al dibujo tan mono que nos mandó la sobrina Josie, que vive en la Costa Este y cree que aquí tenemos osos polares como mascotas.

El número trece de esa lista lo ocupa el Graznido del Guepardo, o cómo situar a la chica para penetrarla analmente usando mi tiranosaurio como punto de apoyo. Es la que más le gusta a Maddie, aunque al día siguiente le duela un poco ir al baño. Pero con la trece también finge ahora. Y a mí se me acaban los trucos.

—No te pido que seas el maldito doble acróbata de Batman —me echa en cara en una ocasión—, pero podrías poner un poco más de tu parte, ¿no?

A mí me gusta ponerme siempre debajo.

 

Mi suegra mide el paso del tiempo por las ideas brillantes que se le ocurren. Brillantes en opinión de ella, por supuesto. Su última jugarreta fue traernos un apestoso cachorro de spaniel a casa, porque lo vio muy triste a través del escaparate de la tienda. ¿Y por qué no lo adoptas tú, si tanta pena te da?, le pregunté con la mirada mientras ponía cara de ternura y acariciaba a la cosilla peluda. Y ella me contestó, también sin palabras: Porque ya te tengo a ti para echarte cacahuetes desde lejos, maldito mico holgazán, no necesito más mascotas. O eso le entendí.

Mi mujer estaba encantada. Huelga decir que nos quedamos con el perro.

Creí escuchar acordes del opening de La familia crece burlándose de mí de fondo.

 

Me gusta leer cosas triviales, sin interés literario alguno, de esas que recomiendan las páginas web. Luego las deposito haciéndome el interesante en la mesita de obsequio para nuestros lectores de la Biblioteca Pública. La clave es la trivialidad. En mi casa no entrará un libro de Kafka a menos que alguno de sus hagiógrafos le traduzca un manual de cómo ir al baño de manera nihilista.

Lo último es una guía para la supervivencia en climas extremadamente fríos, escrita por un montañero que sale con una actriz famosa. Durante una semana me empapo de todas y cada una de las técnicas que usan los profesionales para sobrevivir a temperaturas bajo cero contando solo con un encendedor y una linterna. Luego subo el aire acondicionado.

Charlie Kox me dice que soy un adicto a la logoversuralia, el arte de llenar tu cerebro con miles de datos que no sirven para nada. Y debe tener razón. Aún recuerdo lo que me costó memorizar las primeras treinta recetas de aquel libro de cocina tekwapu, aunque no por qué lo hice. Jamás preparé ninguna.

 

Eldorado. Eldorado. Trato de dormir, pero no hago más que dar vueltas en las sábanas. Maddie ya debe estar completamente destapada, aunque no se dará cuenta hasta la medianoche, cuando el frío la despierte. Eldorado. Mi cerebro culebrea como un animal enjaulado tras los párpados. La idea definitiva para un guion de éxito, de esos que vienen de ejemplo en los manuales. La clave para llevar a mi mujer y al niño —y también a mi suegra, que se nos pegará como una ventosa— a esquiar a Europa este verano. La casa nueva de la playa con la que siempre hemos soñado. El internado para Ruiseñor. El yate. Fantasías húmedas de madurez sintetizadas en un término clave: lo abyecto.

Si lograra estar a solas con Brad Caprino, el famoso productor… tal vez en el baño, mientras orina y no puede escaparse hasta que se la haya sacudido. Solo necesito cien palabras, cien escuetas y rápidas palabras en las que resumiré la trama, el big concept, la idea de los cien millones de dólares. A millón por palabra. ¿Quién sería tan idiota como para no querer escuchar algo así? Son las tres de la madrugada, tengo que intentar dormir un poco…

 

Mi psiquiatra, Charlie, me telefonea exactamente a las cinco menos cuarto de la mañana. Intento adjudicarle un significado místico a esa combinación de números, 04:45, una clave celestial, el anatema del número 42, sin conseguirlo.

Me dice que no pasa nada, pero que acaba de recordar la estrofa de la canción que había olvidado de niño y que siempre tarareaba de camino a la escuela. Me la canta y no me deja colgar el teléfono hasta que termina. El hedor a alcohol de su garganta logra proyectarse a través de la línea y dejar una mancha ocre en mi oreja.

—Oh, sweet Lucy sweet heart, please make my day hold on…

 

El spaniel, a quien Maddie ha bautizado Trasto, me pone nervioso.

Ahí donde lo ven es una pequeña máquina de follar, el muy hijo de perra. Se tira todo lo que se le pone al alcance y que no supera en más de dos órdenes su tamaño. Tiene aterrorizado al gato del vecino. Lo intentó con la aspiradora y le salió más o menos bien. Luego fue probando con otros enseres domésticos, catalogando en su minúsculo cerebro nuestra casa según el grado de follabilidad de cada habitación, hasta que dio con los juguetes de Pequeño Ruiseñor.

Ahí fue donde mi atenta observación se convirtió en prohibición. No quería entrar un día en casa y ver al pervertido cuadrúpedo intentando montar a mi bebé. Así que le construí una serie de carreteras, hechas con vallas de un juego de construcción, para que el chucho supiera qué lugares estaban abiertos a su libido y cuáles no.

Ahora mi casa parece un maldito excalectric.

KRYPTON, KENTUCKY EP. 2

Hoy me he levantado pletórico.

No sé a qué viene tanta euforia, pero estamos a principios de semana y para mí un principio se afronta con buen pie. Todo puede ocurrir, y eso es lo que más me gusta de mi ciudad, la ciudad del cine, de los millonarios y los arruinados, de los sueños truncados y las candilejas medio fundidas, de los dos millones de actores en paro que sueñan con encontrar al caza talentos que lleva sus nombres en la frente. La Lisérgica Agenda, esa urbe donde todo el mundo ha escrito un guion y tiene una idea genial para otro, y ninguna chica guapa se te presenta sin deletrear después su nombre.

Me acuerdo de Mark Hamill y quiero llamarlo para contarle una idea, una solución visual que he tenido para su último cómic. Totalmente gratis. Así de generoso me siento. Pero no sé dónde he puesto su tarjeta. ¿Llegó a darme alguna en aquel hotel, después de todo? ¿Cómo se llamaba su justiciero de cómic para adultos?

 

Mientras desayuno me engancho a los canales de Teletienda (logoversuralia). Si están en modo repetición de programa, con alguno que ya he visto, paso corriendo a los canales superiores, los de la franja de tres cifras. Esos a los que no llegas nunca porque todo lo interesante está más abajo, o lo único que esperas encontrar son canales porno de pago.

Sorprendo en uno de estos canales la sitcom de David Lynch Rabbits, una especie de hora de Bill Cosby desquiciada y con actores disfrazados de conejos. Es alucinante. Una vez me dijeron que Naomi Watts interpreta uno de los papeles, pero no logro reconocerla.

No entiendo los chistes, son demasiado sofisticados para un tipo tan simplón como yo, pero me río por pura inercia cada vez que suenan las risas enlatadas. ¡Qué suerte haber encontrado este canal! ¿Traerán a Bugs Bunny como estrella invitada algún día?

 

En una ocasión, Charlie Kox mencionó los tres axiomas de la suerte: A) La suerte implica el caos y no puede predecirse con ningún sistema. B) La suerte incluye cierto grado de lógica y hay sistemas que pueden predecirla. C) Los apartados A y B son ciertos.

En el fondo, ni siquiera Charlie cree que exista la suerte, al menos como esa fuerza universal que ejerce su influencia sobre otro grado de abstracción mayor al que llamamos destino. Puede que sea resentimiento, porque fue el destino, y no la suerte, quien acabó con sus anteriores matrimonios. Decir que las relaciones de Kox con las mujeres son complejas es como decir que al Titanic se le presentaron leves problemas de flotación en su viaje inaugural. El famoso psiquiatra de las estrellas, alias Kox Veinticinco-centímetros, y Juliana Lavidoff —la de Pasión en el ruedo y Aliens vs. Chuck Norris— duraron un año justito. Y luego, ¡Titanic va!, adiós muñeca y a barrer los destrozos.

Desde entonces, Charlie no cree en la suerte. Dice que ninguna fuerza cósmica puede ser tan hija de perra. Lo afirmó cuando parecía un profesional de verdad, un tío competente, coherente y displicente, pero de eso hace ya la tira y media de cervezas.

 

El nuevo lunes pasa como cualquier otro.

Llego a mi oficina —trabajo de ocho a tres en una empresa farmacéutica redactando los prospectos de los medicamentos, y solo después de pasar ese trago me sumerjo en mi verdadera vocación, escribir guiones—, enciendo el ordenador, pierdo un montón de tiempo que también me pagan a final de mes poniendo en orden el disco duro y bajándome sin que me detecten vídeos porno… La rutina. Fuera seguro que hace un día precioso, con un cielo azul eléctrico de esos que te dejan una sensación de culpabilidad abstracta.

No tengo secretaria, pero hay un botón en mi teléfono que sirve para llamar a los pisos de arriba y pedir que te solucionen cosas. Casi nunca lo uso. Es para dar una impresión de competencia, aunque también para evitar que más ojos de los necesarios se fijen en mí. No quiero que nadie descubra las casi ochenta películas que tengo almacenadas en la memoria del ordenador, y las otras treinta que aún se están bajando.

—La era del videoclub petó, amigo.

 

También empleo tiempo pagado por la empresa para leer noticias de periódicos digitales de todo el país. Es casi como un ritual que me ocupa el tiempo muerto entre las once y las doce y diez de la mañana, intervalo entre que volvemos de tomar café y el jefe de sección se pasa por nuestro sótano para vigilarnos.

Lo llamo onanismo cultural del artista, y se supone que ahí no está trabajando el tío aburrido de los prospectos, sino el sagaz e inteligente guionista, que algún día subirá al estrado para recoger su Óscar y mirará los rostros sonrientes de la platea buscando uno cuyo aplauso sea sincero. A ese le partiré el trofeo en la cabeza, por esquirol.

Este Sandokán de los guiones se alimenta de chismes, rumores y noticias raras, metiéndolas sin orden ni concierto en la batidora de su cabeza. Más logoversuralia desatada, aunque esta vez con un propósito. Es por si algún día puede usarlas en su obra. La gente culta lo llama retroalimentación.

—Sé lo que estás haciendo, robando ideas de otros para usarlas en tu beneficio. Algún día te denunciaré —promete mi compañero de mesa, un capullo medio hindú cuyo nombre jamás lograré pronunciar. Yo le llamo Bob—. Pero no antes de que seas famoso.

Lo ignoro y me concentro en los boletines de noticias. Seguro que entre toda esta basura se esconde el germen de una idea interesante. A ver, palabras clave:

Contestaciones llaneras

Reverencia

Asesinato

Elvis (este tío siempre aparece por algún lado)

Narcolepsia uterina

Digiplastia

Cienciología

DFP - Drogas de Fase Psíquica

Hago una pausa. Esto parece sumamente interesante. Mi detector de mierda útil siempre lanza campanas al vuelo ante los acrónimos raros. Despliego en una ventana auxiliar el artículo completo, que tiene fecha de 2007. Dios bendiga las cachés de Google:

EL INSTITUTO EXOLOID REPRODUCE LOS POLÉMICOS EXPERIMENTOS

CON ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD ROCHESTER, UNA VEZ DEROGADA LA LEY DE LOS AÑOS SETENTA

«Aquí no engañamos a nadie, todos los sujetos son voluntarios y conocen

los riesgos —afirma tranquila la jefa médica, Dra. Ellen Costa—. Creemos que

nuestros predecesores en la década de los setenta iban por buen camino en su afán

de conseguir una expansión curativa de la conciencia humana, pero cometieron

terribles errores dependientes de su nivel tecnológico. Eso ha cambiado. Nuestra tecnología es muy superior, y podemos afirmar que estamos en el umbral de nuevas sendas en la ciencia médica. Caminos y puertas que esconden maravillas jamás

soñadas por el ser humano».

Exoloid. Qué pasada. Me suena a los típicos nombres que usaba David Cronenberg cuando aún hacía buen cine. Lo apunto en mi libretita inseparable y me lo guardo a buen recaudo en el bolsillo. También anoto la dirección de la página para poder rescatar este artículo en casa. ¡Bravo!1 Otra misión completada con éxito, capitán Picard. Ahora a ver si me concentro en el prospecto este de los huevos y no me equivoco en la posología, o acabaré matando a alguien.

Durante lo que queda de jornada no dejo de preguntarme qué rayos será eso de las DFPs.

 

Al volver a casa me encuentro con algo muy extraño.

No, Trasto no ha intentado burlar el excalectric; la virginidad de mi cocina sigue intacta. Me refiero a Maddie. Está como loca de contenta. La pillo cuando cuelga el teléfono después de contarle lo que sea que haya ocurrido a su madre. Siempre le cuenta las cosas a ella antes que a mí.

Me gusta verla contenta, pero también me inquieta. La última vez que la vi así fue porque una estrella del pop entró en su local y le encargó cincuenta tuxedos. Eso acabó de pagar nuestra casa, pero también permitió que mi suegra se mudara a L.A. No hay placer sin sufrimiento.

¿Habrá encontrado una posición número veinte para nuestra lista erótica —pienso con esperanza—? ¿Sería capaz Maddie de consultarla con su madre a mis espaldas, a ver qué le parece —la esperanza se me va por el desagüe—?

—¡Cariño, desempolva tu esmoquin! ¡Esta noche hay cena de gala!

¿Cena de gala? ¿Con quién? Por el gran Xemu, si la última vez que nos invitaron a un acto social fue para celebrar el número 500 de American Budist, una fiesta a la que también asistió el peor de mis enemigos de la infancia, un niño psicótico que hoy es redactor de esa revista además de candidato a la reencarnación del Dalai Lama.

—¿A que no sabes quién ha entrado hoy en mi tienda? —No espera a que lo adivine, tiene prisa por decirlo—: ¡Brad Caprino, el de C.S.I.: Calcuta! Resulta que me hizo un pedido especial hace seis meses bajo nombre falso, y quedó tan contento con mi trabajo que quiere invitarnos a una cena benéfica en el Lincoln Palace.

Eso me deja paralizado. Brad Caprino, el único Productor que realmente merece esa mayúscula. El mecenas al que la mitad de los guionistas de la ciudad quieren pillar a solas en algún pasillo, o en algún sitio donde tengan el tiempo justo para cien palabras. Brad, el candidato con el que siempre he soñado para hacer realidad Eldorado.