Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
En La dama del olivar, de Tirso de Molina, las alusiones a la Orden de la Merced en la obra se vinculan a su misión redentora y a su devoción a la Virgen María como intercesora y protectora de los cautivos secuestrados durante las cruzadas o los altercados navales en el Mediterráneo. La construcción del monasterio en el olivar, solicitada por la Virgen en la obra, refleja el compromiso de la orden de establecer lugares sagrados y centros de culto para honrar a la Virgen y fortalecer la fe de los fieles. En el primer acto de La dama del olivar, se menciona la fiesta en honor a la Virgen organizada por Maroto, el pastor devoto. Esta fiesta está relacionada con la fundación de la Orden de la Merced, ya que la Virgen María es considerada la redentora de los cautivos. A través de la alabanza y la devoción de los pastores hacia la Virgen, se establece una conexión entre la devoción mariana y la labor redentora de la orden. Además, durante la primera aparición de la Virgen María en el olivar, se mencionan los votos y fundamentos de los mercedarios. La Virgen explica que aquellos que sean miembros de la orden deben mortificar sus gustos y someterse a la voluntad ajena. Esta referencia muestra cómo la devoción y la obediencia de Maroto, el devoto pastor, se alinean con los valores y la disciplina de la Orden de la Merced. Asimismo, la aparición de la Virgen en el olivar y sus peticiones a Maroto y don Gastón están relacionadas con la construcción de un monasterio. La Virgen les pide que levanten un templo en el olivar, lo cual está vinculado a la edificación de monasterios por parte de la Orden de la Merced. Esta referencia destaca la importancia de la devoción mariana y la construcción de lugares sagrados en el contexto de la orden religiosa. La misión principal de la Orden de la Merced, también conocida como Orden de Nuestra Señora de la Merced, era la redención y liberación de los cristianos cautivos en manos de los musulmanes durante la Edad Media. Fue fundada en el siglo XIII en Barcelona, España, por San Pedro Nolasco y otros religiosos con el propósito de rescatar a aquellos que habían sido capturados y estaban sufriendo esclavitud o prisión. Los mercedarios se comprometieron a realizar misiones de rescate, recolectar fondos para el rescate de cautivos y establecer acuerdos con los gobernantes musulmanes para liberar a los prisioneros. Su labor se centraba en llevar a cabo acciones heroicas y arriesgadas para rescatar a los cristianos que se encontraban en peligro y sufrían persecución.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 92
Veröffentlichungsjahr: 2010
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Tirso de Molina
La dama del olivar
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La dama del olivar.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-260-6.
ISBN rústica: 978-84-9816-507-4.
ISBN ebook: 978-84-9953-780-1.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Créditos 4
Brevísima presentación 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 59
Jornada tercera 99
Libros a la carta 141
Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.
Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.
Don Gastón, caballero
Don Guillén, Comendador de Santiago
Niso, pastor viejo
Corbato, pastor
Nuestra Señora la Virgen María
Roberto, bandolero
Doña Petronila
Gallardo
Maroto, pastor
Ardenio, pastor
Montano, pastor
Laurencia, pastora
Marbelio, bandolero
Lirano, bandolero
(Salen Niso, pastor viejo, Maroto, Corbato, Ardenio, Montano, y labradores.)
Niso ¡Brava fiesta!
Corbato Y la señora
por quien se hizo, hermosa y mansa.
Montano Quien en servirla se cansa
lo mucho que pierde ignora.
Ardenio ¡Buen mayordomo!
Niso Y devoto.
Montano Pastor que el ganado deja
por tan blanca y pura oveja,
dichoso él.
Niso En fin, Maroto,
vos habéis dejado el cargo
con honra y fama.
Maroto Y vendrá
otro que me sacará
de la puja rico y largo.
Niso ¡Qué buena estaba la igreja!
Maroto Como pude la compuse;
claveles en ella puse
desde el altar a la reja.
Verbena, espadaña y juncia
por el suelo derramé;
agua de trébol eché
en las pilas.
Ardenio Bien anuncia
vuesa mucha devoción
la que en el alma encubrís.
Niso Galán, Maroto, venís.
Maroto Yo saco en la procesión
todas las galas que tengo.
El más pobre de Estercuel
soy.
Corbato Y el más devoto de él.
Montano Alegre en extremo vengo
de haber visto cuán compuestas
las calles de nuestra aldea
estaban.
Maroto Toda desea
her a nuestra Virgen fiestas.
Montano ¡Qué de pinos que plantaron
por ellas! Y las mujeres
con qué gustos y praceres
que las ramas adornaron
con sus basquiñas de grana.
Corbato No dejaron paramento,
cual si huera el monumento,
cortina o red aldeana
que en las puertas y paredes
no colgasen.
Niso Pescarán
si en el mar del mundo están,
el cielo con tales redes.
Ardenio Pues a falta de pastillas
no faltó incienso y espliego
y aun estoraque, que el huego
no quemase en escodillas,
que por las calles a trechos
daban gusto y devoción.
Maroto ¡Oh, qué incienso es la oración,
y qué grandes sus provechos!
Niso La fiesta, en fin, de septiembre
en que nació nuesa estrella,
ha estado extremada y bella.
Maroto El labrador are y siembre
los granos que el hielo cubre
y restituye en agosto.
Llene las cubas de mosto;
coja la fruta en Octubre.
Compre y venda el mercader
en las herias y mercados,
traten de armas los soldados,
vista galas la mujer.
Los sabios estudien leyes,
tienten pulsos los dolores,
dense placer los señores
y ganen tierra los reyes.
Mientras yo apaciento el hato
donde el manso me conoce,
el corderillo retoce
y se encarame el chivato.
Que más precio los halagos
con que el mastín me hace fiestas,
la leche en tarro, las fiestas
que dan el deleite a tragos;
a la noche en casa la olla,
y al amanecer las migas,
que de los ajos amigas,
son deudos de la cebolla;
y tras ellas una misa
al alba en que el sacristén
dice cantando el amén
sobre el sayo la camisa,
que cuanta riqueza guarda
el avaro.
Montano A eso me acoto.
Corbato Venturoso vos, Maroto,
que el temor no os acobarda
del señor, como al privado.
Maroto Bueno me le ha dado Dios.
Ardenio Medra su hacienda por vos.
Niso A buen amo, buen criado.
Maroto Don Gastón de Bardají,
noble señor de Estercuel,
ni es soberbio ni cruel.
Desde que su pan comí
mil mercedes Dios me hace.
Niso Mucho priva con el reye.
Maroto Conoce su esfuerzo y leye,
por eso le satisface.
A conquistar a Valencia
el rey don Jaime partió
y consigo le llevó.
Niso Tiene en la guerra experiencia.
Que os hallase me holgaría,
cuando volviese, Maroto,
casado.
Maroto ¿A mí?
Montano ¡Juro al soto
que había de her aquel día
mil locuras de placer!
Maroto No sabré yo her buen casado.
Niso Ya que en esto hemos tocado,
hombre que está sin mujer,
Maroto, no es hombre entero,
pues le falta la mitad.
Maroto La mitad, ¿cómo?
Niso Escuchad.
¿De nueso padre primero
no dice el cura que a Eva
durmiendo un día sacó?
Maroto De sus huesos la formó.
Niso ¿Luego la mitad le lleva?
Maroto No me casaré, aunque pueda,
con mujer que en eso da,
que al hombre le quitará
la otra mitad que le queda.
Y a fe que es cosa inhumana
que, formándose de un hueso
tan firme, tan duro y tieso,
la mujer sea tan liviana.
Dadla a la buena ventura;
que es, al fin, la más hermosa,
si de carne, peligrosa;
y si de hueso, muy dura.
Ardenio No decís mal.
Maroto Y aun por eso
las mujeres, Niso, son
de tan mala digestión:
que no se digiere el hueso.
Niso Pues mi Laurencia no es tal,
ni en liviana o dura peca,
que en lo amoroso es manteca
y en lo honrado pedernal.
No hay en Aragón mujer
que mijor os pueda estar,
y si os la vengo a pintar
yo sé que la heis de querer.
Sus años verdes y en flor,
y su hermosura en la aldea,
no hay borrico que la vea
que no rebuzne de amor.
Es de una imagen su cara.
¿Con qué la lava? Dirás
con lleve el diablo lo más
que un caldero de agua clara.
Los cabellos, no dirán,
son que al Sol causan vergüenza,
y cuando en cola los trenza
en las rodillas la dan.
La frente bruñida y lisa,
las cejas son de amor arcos,
los ojos, si no son zarcos,
provocan a amor y a risa.
Pues los carrillos, no hay mozo
que no cante al descobrillos:
«Más valen vuesos carrillos
que el carrillo de mi pozo.»
De las narices no pocos
han dicho: «Alegre estuviera,
Laurencia, si amor me hiciera
de vuesas narices mocos».
¿Pues qué la boca? Aunque pasa
de raya, limpia y risueña;
que no es bien que sea pequeña
la portada de la casa.
Los dientes altos y bajos,
en hilera y procesión,
piñones mondados son,
a lo menos dientes de ajos.
¿Qué diré de los hocicos?
Son que amapolas parecen
cuando entre los trigos crecen.
Pues los dos hoyuelos chicos
que hace en riéndose, el cielo,
a tener allá su cara,
en ellos cro que jugara
con el Amor al hoyuelo.
Pues la barba, ¿qué otra cría
más abajo de cristal?
Con ella el mejor zagal
barba a barba la abriría.
Las tetas son naterones
y los corpiños encellas,
que mamara Amor en ellas
a no, encubrir los pezones.
Las manos, que nunca adoba,
más brancas fueran que el pecho,
a no haberlas callos hecho
ya el cedazo, ya la escoba.
La cintura puede entrar
(Señala los dedos.) aquí, y si amor navegara
mejor su estrecho pasara
—¡pardiez!— que el de Gibraltar.
Pues aquella redondez,
monte de nieve y cristal,
rodará encima el brial
por ella Amor cada vez.
Pues las piernas, si en el río
lava, porque el cristal borre,
corrido de verlas corre
más aprisa y con más brío.
Los pies calzan once puntos,
cuando la aprieta el botín;
mas sea ella honrada, en fin,
que no miraréis en puntos.
Pintada os la tengo toda,
puesto que mal y en bosquejo,
lo demás allá os lo dejo
para el día de la boda.
Maroto No del todo me despido
de daros, Niso, placer,
que, en fin, la buena mujer
suele hacer bueno al marido;
pero venga mi señor,
que lo que ha de ser dirá.
Niso Rico dote se os dará,
que aunque es mi hija la menor,
por verla con vos casada,
vos prometo dar, Maroto,
un pedazo de este soto
y media fanega arada
de tierra, catorce ovejas
y seis cabras con el perro,
la barrosa y el becerro,
una casa con sus tejas
que no de techo pajizo,
una cama con su ajuar,
un San Miguel, que pintar
en una sábana hizo
mi abuela, que Dios perdone,
y dos calderas también
con su cuchar y sartén
que rojas las migas pone.
(Sale un Criado.)
Maroto Todo es bueno, y lo mejor,
ser Laurencia vuestra hija.
Criado El puebro se regocija
porque viene mi señor
de Valencia y ha dejado
al buen reye en Zaragoza.
Maroto No en balde el monte le goza
y se está riendo el prado,
que no hay señor que le iguale.
Niso Bien podéis eso decir.
Criado ¡Ao! Vámosle a recebir;
pero al encuentro mos sale.
(Sale don Gastón, bizarro de camino.)
Gastón ¡Oh, mis zagales, alcalde,
Corbato, Ardenio, Maroto!
Niso Llegad, las manos besalde.
Maroto No en balde se alegra el soto
ni está verde el prado en balde
viéndoos, señor, con salud
en vuesa tierra y vasallos.
Gastón Huélgome con su quietud,
que no puedo deseallos
mejores.
Niso Por su virtud.
Maroto ¿Cómo venís de la guerra,
buen señor?
Gastón Gracias a Dios
vitorioso.
Maroto Nuesa tierra
estaba triste sin vos
Gastón Es, en fin, mi estado y tierra.
Maroto El ganado que apaciento,
y por ser vuestro es dichoso,
sin vos dejara el sustento.
El cordero temeroso,
que da los brincos a ciento,
balaba por don Gastón;
las ovejas os llamaban;
y con ronco y triste son,
por suspirar, rebuznaban
los borricos, con perdón.
Secábase el prado ameno,
donde el hato flores pace,
de luto y tristeza lleno,
porque todo este mal hace
la ausencia de un señor bueno.
Gastón Debéisme esa voluntad.
Niso ¿Qué ha habido de guerra?
Gastón Queda
conquistada la ciudad
de Valencia, donde pueda
renacer la cristiandad
que el mahomético profeta
desterró por tantos años.
Borró de ella el rey su seta
llena de vicios y engaños.
Ya queda segura y quieta,
su mezquita consagrada,
sus cautivos redimidos,
su soberbia derribada