La dama del olivar - Tirso de Molina - E-Book

La dama del olivar E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

En La dama del olivar, de Tirso de Molina, las alusiones a la Orden de la Merced en la obra se vinculan a su misión redentora y a su devoción a la Virgen María como intercesora y protectora de los cautivos secuestrados durante las cruzadas o los altercados navales en el Mediterráneo. La construcción del monasterio en el olivar, solicitada por la Virgen en la obra, refleja el compromiso de la orden de establecer lugares sagrados y centros de culto para honrar a la Virgen y fortalecer la fe de los fieles. En el primer acto de La dama del olivar, se menciona la fiesta en honor a la Virgen organizada por Maroto, el pastor devoto. Esta fiesta está relacionada con la fundación de la Orden de la Merced, ya que la Virgen María es considerada la redentora de los cautivos. A través de la alabanza y la devoción de los pastores hacia la Virgen, se establece una conexión entre la devoción mariana y la labor redentora de la orden. Además, durante la primera aparición de la Virgen María en el olivar, se mencionan los votos y fundamentos de los mercedarios. La Virgen explica que aquellos que sean miembros de la orden deben mortificar sus gustos y someterse a la voluntad ajena. Esta referencia muestra cómo la devoción y la obediencia de Maroto, el devoto pastor, se alinean con los valores y la disciplina de la Orden de la Merced. Asimismo, la aparición de la Virgen en el olivar y sus peticiones a Maroto y don Gastón están relacionadas con la construcción de un monasterio. La Virgen les pide que levanten un templo en el olivar, lo cual está vinculado a la edificación de monasterios por parte de la Orden de la Merced. Esta referencia destaca la importancia de la devoción mariana y la construcción de lugares sagrados en el contexto de la orden religiosa. La misión principal de la Orden de la Merced, también conocida como Orden de Nuestra Señora de la Merced, era la redención y liberación de los cristianos cautivos en manos de los musulmanes durante la Edad Media. Fue fundada en el siglo XIII en Barcelona, España, por San Pedro Nolasco y otros religiosos con el propósito de rescatar a aquellos que habían sido capturados y estaban sufriendo esclavitud o prisión. Los mercedarios se comprometieron a realizar misiones de rescate, recolectar fondos para el rescate de cautivos y establecer acuerdos con los gobernantes musulmanes para liberar a los prisioneros. Su labor se centraba en llevar a cabo acciones heroicas y arriesgadas para rescatar a los cristianos que se encontraban en peligro y sufrían persecución.

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Seitenzahl: 92

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Tirso de Molina

La dama del olivar

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La dama del olivar.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-260-6.

ISBN rústica: 978-84-9816-507-4.

ISBN ebook: 978-84-9953-780-1.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 59

Jornada tercera 99

Libros a la carta 141

Brevísima presentación

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

Personajes

Don Gastón, caballero

Don Guillén, Comendador de Santiago

Niso, pastor viejo

Corbato, pastor

Nuestra Señora la Virgen María

Roberto, bandolero

Doña Petronila

Gallardo

Maroto, pastor

Ardenio, pastor

Montano, pastor

Laurencia, pastora

Marbelio, bandolero

Lirano, bandolero

Jornada primera

(Salen Niso, pastor viejo, Maroto, Corbato, Ardenio, Montano, y labradores.)

Niso ¡Brava fiesta!

Corbato Y la señora

por quien se hizo, hermosa y mansa.

Montano Quien en servirla se cansa

lo mucho que pierde ignora.

Ardenio ¡Buen mayordomo!

Niso Y devoto.

Montano Pastor que el ganado deja

por tan blanca y pura oveja,

dichoso él.

Niso En fin, Maroto,

vos habéis dejado el cargo

con honra y fama.

Maroto Y vendrá

otro que me sacará

de la puja rico y largo.

Niso ¡Qué buena estaba la igreja!

Maroto Como pude la compuse;

claveles en ella puse

desde el altar a la reja.

Verbena, espadaña y juncia

por el suelo derramé;

agua de trébol eché

en las pilas.

Ardenio Bien anuncia

vuesa mucha devoción

la que en el alma encubrís.

Niso Galán, Maroto, venís.

Maroto Yo saco en la procesión

todas las galas que tengo.

El más pobre de Estercuel

soy.

Corbato Y el más devoto de él.

Montano Alegre en extremo vengo

de haber visto cuán compuestas

las calles de nuestra aldea

estaban.

Maroto Toda desea

her a nuestra Virgen fiestas.

Montano ¡Qué de pinos que plantaron

por ellas! Y las mujeres

con qué gustos y praceres

que las ramas adornaron

con sus basquiñas de grana.

Corbato No dejaron paramento,

cual si huera el monumento,

cortina o red aldeana

que en las puertas y paredes

no colgasen.

Niso Pescarán

si en el mar del mundo están,

el cielo con tales redes.

Ardenio Pues a falta de pastillas

no faltó incienso y espliego

y aun estoraque, que el huego

no quemase en escodillas,

que por las calles a trechos

daban gusto y devoción.

Maroto ¡Oh, qué incienso es la oración,

y qué grandes sus provechos!

Niso La fiesta, en fin, de septiembre

en que nació nuesa estrella,

ha estado extremada y bella.

Maroto El labrador are y siembre

los granos que el hielo cubre

y restituye en agosto.

Llene las cubas de mosto;

coja la fruta en Octubre.

Compre y venda el mercader

en las herias y mercados,

traten de armas los soldados,

vista galas la mujer.

Los sabios estudien leyes,

tienten pulsos los dolores,

dense placer los señores

y ganen tierra los reyes.

Mientras yo apaciento el hato

donde el manso me conoce,

el corderillo retoce

y se encarame el chivato.

Que más precio los halagos

con que el mastín me hace fiestas,

la leche en tarro, las fiestas

que dan el deleite a tragos;

a la noche en casa la olla,

y al amanecer las migas,

que de los ajos amigas,

son deudos de la cebolla;

y tras ellas una misa

al alba en que el sacristén

dice cantando el amén

sobre el sayo la camisa,

que cuanta riqueza guarda

el avaro.

Montano A eso me acoto.

Corbato Venturoso vos, Maroto,

que el temor no os acobarda

del señor, como al privado.

Maroto Bueno me le ha dado Dios.

Ardenio Medra su hacienda por vos.

Niso A buen amo, buen criado.

Maroto Don Gastón de Bardají,

noble señor de Estercuel,

ni es soberbio ni cruel.

Desde que su pan comí

mil mercedes Dios me hace.

Niso Mucho priva con el reye.

Maroto Conoce su esfuerzo y leye,

por eso le satisface.

A conquistar a Valencia

el rey don Jaime partió

y consigo le llevó.

Niso Tiene en la guerra experiencia.

Que os hallase me holgaría,

cuando volviese, Maroto,

casado.

Maroto ¿A mí?

Montano ¡Juro al soto

que había de her aquel día

mil locuras de placer!

Maroto No sabré yo her buen casado.

Niso Ya que en esto hemos tocado,

hombre que está sin mujer,

Maroto, no es hombre entero,

pues le falta la mitad.

Maroto La mitad, ¿cómo?

Niso Escuchad.

¿De nueso padre primero

no dice el cura que a Eva

durmiendo un día sacó?

Maroto De sus huesos la formó.

Niso ¿Luego la mitad le lleva?

Maroto No me casaré, aunque pueda,

con mujer que en eso da,

que al hombre le quitará

la otra mitad que le queda.

Y a fe que es cosa inhumana

que, formándose de un hueso

tan firme, tan duro y tieso,

la mujer sea tan liviana.

Dadla a la buena ventura;

que es, al fin, la más hermosa,

si de carne, peligrosa;

y si de hueso, muy dura.

Ardenio No decís mal.

Maroto Y aun por eso

las mujeres, Niso, son

de tan mala digestión:

que no se digiere el hueso.

Niso Pues mi Laurencia no es tal,

ni en liviana o dura peca,

que en lo amoroso es manteca

y en lo honrado pedernal.

No hay en Aragón mujer

que mijor os pueda estar,

y si os la vengo a pintar

yo sé que la heis de querer.

Sus años verdes y en flor,

y su hermosura en la aldea,

no hay borrico que la vea

que no rebuzne de amor.

Es de una imagen su cara.

¿Con qué la lava? Dirás

con lleve el diablo lo más

que un caldero de agua clara.

Los cabellos, no dirán,

son que al Sol causan vergüenza,

y cuando en cola los trenza

en las rodillas la dan.

La frente bruñida y lisa,

las cejas son de amor arcos,

los ojos, si no son zarcos,

provocan a amor y a risa.

Pues los carrillos, no hay mozo

que no cante al descobrillos:

«Más valen vuesos carrillos

que el carrillo de mi pozo.»

De las narices no pocos

han dicho: «Alegre estuviera,

Laurencia, si amor me hiciera

de vuesas narices mocos».

¿Pues qué la boca? Aunque pasa

de raya, limpia y risueña;

que no es bien que sea pequeña

la portada de la casa.

Los dientes altos y bajos,

en hilera y procesión,

piñones mondados son,

a lo menos dientes de ajos.

¿Qué diré de los hocicos?

Son que amapolas parecen

cuando entre los trigos crecen.

Pues los dos hoyuelos chicos

que hace en riéndose, el cielo,

a tener allá su cara,

en ellos cro que jugara

con el Amor al hoyuelo.

Pues la barba, ¿qué otra cría

más abajo de cristal?

Con ella el mejor zagal

barba a barba la abriría.

Las tetas son naterones

y los corpiños encellas,

que mamara Amor en ellas

a no, encubrir los pezones.

Las manos, que nunca adoba,

más brancas fueran que el pecho,

a no haberlas callos hecho

ya el cedazo, ya la escoba.

La cintura puede entrar

(Señala los dedos.) aquí, y si amor navegara

mejor su estrecho pasara

—¡pardiez!— que el de Gibraltar.

Pues aquella redondez,

monte de nieve y cristal,

rodará encima el brial

por ella Amor cada vez.

Pues las piernas, si en el río

lava, porque el cristal borre,

corrido de verlas corre

más aprisa y con más brío.

Los pies calzan once puntos,

cuando la aprieta el botín;

mas sea ella honrada, en fin,

que no miraréis en puntos.

Pintada os la tengo toda,

puesto que mal y en bosquejo,

lo demás allá os lo dejo

para el día de la boda.

Maroto No del todo me despido

de daros, Niso, placer,

que, en fin, la buena mujer

suele hacer bueno al marido;

pero venga mi señor,

que lo que ha de ser dirá.

Niso Rico dote se os dará,

que aunque es mi hija la menor,

por verla con vos casada,

vos prometo dar, Maroto,

un pedazo de este soto

y media fanega arada

de tierra, catorce ovejas

y seis cabras con el perro,

la barrosa y el becerro,

una casa con sus tejas

que no de techo pajizo,

una cama con su ajuar,

un San Miguel, que pintar

en una sábana hizo

mi abuela, que Dios perdone,

y dos calderas también

con su cuchar y sartén

que rojas las migas pone.

(Sale un Criado.)

Maroto Todo es bueno, y lo mejor,

ser Laurencia vuestra hija.

Criado El puebro se regocija

porque viene mi señor

de Valencia y ha dejado

al buen reye en Zaragoza.

Maroto No en balde el monte le goza

y se está riendo el prado,

que no hay señor que le iguale.

Niso Bien podéis eso decir.

Criado ¡Ao! Vámosle a recebir;

pero al encuentro mos sale.

(Sale don Gastón, bizarro de camino.)

Gastón ¡Oh, mis zagales, alcalde,

Corbato, Ardenio, Maroto!

Niso Llegad, las manos besalde.

Maroto No en balde se alegra el soto

ni está verde el prado en balde

viéndoos, señor, con salud

en vuesa tierra y vasallos.

Gastón Huélgome con su quietud,

que no puedo deseallos

mejores.

Niso Por su virtud.

Maroto ¿Cómo venís de la guerra,

buen señor?

Gastón Gracias a Dios

vitorioso.

Maroto Nuesa tierra

estaba triste sin vos

Gastón Es, en fin, mi estado y tierra.

Maroto El ganado que apaciento,

y por ser vuestro es dichoso,

sin vos dejara el sustento.

El cordero temeroso,

que da los brincos a ciento,

balaba por don Gastón;

las ovejas os llamaban;

y con ronco y triste son,

por suspirar, rebuznaban

los borricos, con perdón.

Secábase el prado ameno,

donde el hato flores pace,

de luto y tristeza lleno,

porque todo este mal hace

la ausencia de un señor bueno.

Gastón Debéisme esa voluntad.

Niso ¿Qué ha habido de guerra?

Gastón Queda

conquistada la ciudad

de Valencia, donde pueda

renacer la cristiandad

que el mahomético profeta

desterró por tantos años.

Borró de ella el rey su seta

llena de vicios y engaños.

Ya queda segura y quieta,

su mezquita consagrada,

sus cautivos redimidos,

su soberbia derribada