La estrella de Sevilla - Lope de Vega - E-Book

La estrella de Sevilla E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

La estrella de Sevilla es un drama teatral de corte histórico del autor Lope de Vega. En el s. XIII, el Rey Sancho llega a Sevilla y se enamora de la hermosa Estrella Tavera. El monarca moverá cielo y tierra para ver culminado su deseo.-

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Lope de Vega

La estrella de Sevilla

 

Saga

La estrella de SevillaCopyright © 1614, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617856

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA:

El REY don Sancho Don ARIAS Don PEDRO de Guzmán, Alcalde mayor FARFÁN de Ribera, Alcalde mayor Don GONZALO de Ulloa FERNÁN Pérez de Medina Don SANCHO Ortiz BUSTO Tavera ESTRELLA, dama TEODORA NATILDE ÍÑIGO Osorio Don MANUEL CLARINDO, gracioso PEDRO DE CAUS, Alcalde

ACTO PRIMERO

Salen El REY, Don ARIAS, Don PEDRO DE Guzmán, y FARFÁN de Ribera

 

REY: Muy agradecido estoy

al cuidado de Sevilla,

y conozco que en Castilla

soberano rey ya soy.

Desde hoy reino, pues desde hoy

Sevilla me honra y ampara;

que es cosa evidente y clara,

y es averiguada ley,

que en ella no fuera rey

si en Sevilla no reinara.

Del gasto y recebimiento,

del aparato en mi entrada,

si no la dejo pagada,

no puedo quedar contento.

Mi Corte tendrá su asiento

en ella, y no es maravilla

que la Corte de Castilla

de asiento en Sevilla esté;

que en Castilla reinaré

mientras reinare en Sevilla.

PEDRO: Hoy sus Alcaldes Mayores

agradecidos pedimos

tus pies, porque recebimos

en su nombre tus favores.

jurados y regidores

ofrecen con voluntad,

su riqueza y su lealtad,

y el Cabildo lo desea,

con condición que no sea

en daño de tu ciudad.

REY: Yo quedo muy satisfecho.

PEDRO: Las manos nos da a besar.

REY: Id, Sevilla, a descansar;

que con mi gozo habéis hecho

como quien sois, y sospecho

que vuestro amparo ha de hacerme

rey de Gibraltar, que duerme

descuidado en las colunas,

y con prósperas fortunas

haré que de mí se acuerde.

FARFÁN: Con su lealtad y su gente

Sevilla en tan alta empresa

le servirá a Vuestra Alteza,

ofreciendo juntamente

las vidas.

ARIAS: Así lo siente

su Majestad, de los dos;

y satisfecho de vos

queda, de vuestro deseo.

REY: Todo, Sevilla, lo creo

y lo conozco. Id con Dios.

 

Vanse [don PEDRO y FARFÁN]

 

ARIAS: ¿Qué te parece, señor,

de Sevilla?

REY: Parecido

me ha tan bien, que hoy he sido

sólo rey.

ARIAS: Mucho mejor,

mereciendo tu favor,

señor, te parecerá

cada día.

REY: Claro está;

que ciudad tan rica y bella,

viviendo de espacio en ella,

más de espacio admirará.

ARIAS: El adorno y las grandezas

de las calles, no sé yo

si Augusto en Roma las vio,

ni tuvo tantas riquezas.

REY: Y las divinas bellezas,

¿por qué en silencio las pasas?

¿Cómo limitas y tasas

sus celajes y arreboles?

Y di, ¿cómo en tantos soles,

como Faetón, no te abrasas?

ARIAS: Doña Leonor de Ribera

todo un cielo parecía;

que de su rostro nacía

el sol de la primavera.

REY: Sol es, si blanca no fuera;

y a un sol con rayos de nieve

poca alabanza se debe,

si, en vez de abrasar, enfría.

Sol que abrasase querría,

no sol que helado se bebe.

ARIAS: Doña Elvira de Guzmán,

que es la que a su lado estaba,

¿qué te pareció?

REY: Que andaba

muy prolijo el alemán;

pues de en dos en dos están

juntas las blancas ansí.

 

ARIAS: Un maravedí vi allí.

REY: Aunque Amor anda tan franco,

por maravedí tan blanco

no diera un maravedí.

ARIAS: Doña Teodora de Castro

es la que viste de verde.

REY: Bien en su rostro se pierde

el marfil, y el alabastro.

ARIAS: Sacárala Amor de rastro,

si se la quisiera dar,

porque en un buen verdemar

engorda como en favor.

REY: A veces es bestia Amor,

y el verde suele tomar.

 

ARIAS: La que te arrojó las rosas,

doña Mencía, se llama,

Coronel.

REY: Hermosa dama,

mas otras vi más hermosas.

ARIAS: Las dos morenas brïosas

que en la siguiente ventana

estaban, eran doña Ana

y doña Beatriz Mejía,

hermanas, con que aun el día

nuevos resplandores gana.

REY: Por Ana es común la una,

y por Beatriz la otra es

sola como el fénix, pues

jamás le igualó ninguna.

ARIAS: ¿La buena o mala fortuna

también se atribuye al nombre?

REY: En amor, y no te asombre,

los nombres con estrañeza

dan calidad y nobleza

al apetito del hombre.

ARIAS: La blanca y rubia...

REY: No digas

quién es ésa. La mujer

blanca y rubia vendrá a ser

mármol y azófar; y obligas,

como adelante prosigas,

a oír la que me da pena.

Una vi de gracias llena,

y en silencio la has dejado;

que en sola la blanca has dado,

y no has dado en la morena.

¿Quién es la que en un balcón

yo con atención miré,

y la gorra le quité

con alguna suspensión?

¿Quién es la que rayos son

sus dos ojos fulminantes,

en abrasar semejantes

a los de Júpiter fuerte,

que están dándome la muerte,

de su rigor ignorantes?

Una que, de negro, hacía

fuerte competencia al sol,

y al horizonte español

entre ébano amanecía

una noche, horror del día,

pues, de negro luz le daba;

y él, eclipsado, quedaba

un borrón de la luz pura

del sol, pues con su hermosura

sus puras líneas borraba.

 

ARIAS: Ya caigo, señor, en ella.

 

REY: En la mujer más hermosa

repara; que es justa cosa.

 

ARIAS: ésa la llaman la Estrella

de Sevilla.

 

REY: Si es más bella

que el sol, ¿cómo así la ofende?

Mas Sevilla no se entiende,

mereciendo su arrebol

llamarse Sol, pues es sol

que vivifica y enciende.

 

ARIAS: Es doña Estrella Tavera

su nombre, y por maravilla

la llama Estrella Sevilla.

REY: Y Sol llamarla pudiera

ARIAS: Casarla su hermano espera

en Sevilla, como es justo.

REY: ¿Llámase su hermano...?

 

ARIAS: Busto

Tavera, y es Regidor

de Sevilla, cuyo honor

a su calidad ajusto.

REY: ¿Y es casado?

ARIAS: No es casado;

que en la esfera sevillana

es sol, si Estrella es su hermana;

que Estrella y sol se han juntado.

REY: En buena Estrella he llegado

a Sevilla; tendré en ella

suerte y favor si es tan bella

como la deseo ya.

Todo me sucederá

muy bien con tan buena Estrella.

Si tal Estrella me guía,

¿cómo me puedo perder?

Rey soy, y he venido a ver

estrellas a medio día.

Don Arias, verla quería;

que me ha parecido bien.

ARIAS: Si es Estrella que a Belén

te guía, señor, ¿no es justo

que hagas a su hermano Busto

bestia del portal también?

REY: ¿Qué orden, don Arias, darás

para que la vea y hable?

ARIAS: Esta Estrella favorable

a pesar del sol verás;

a su hermano honrar podrás;

que los más fuertes honores

baten tiros de favores.

Favorécele; que el dar,

deshacer y conquistar

puede imposibles mayores.

Si tú le das y él recibe,

se obliga; y si está obligado,

pagará lo que le has dado;

que al que dan, en bronce escribe.

 

REY: A llamarle te apercibe,

y dar orden juntamente

como la noche siguiente

vea yo a Estrella en su casa,

epiciclo que me abrasa

con fuego que el alma siente.

Parte, y llámame al hermano.

ARIAS: En el Alcázar le vi;

veré, señor, si está allí.

REY: Si hoy este imposible allano,

mi reino pondré en su mano.

ARIAS: Yo esta Estrella te daré.

Vase

 

REY: Cielo estrellado seré

en noche apacible y bella;

y, sólo con una Estrella,

más que el sol alumbraré.

 

Sale Don GONZALO, con luto

 

GONZALO: Déme los pies Vuestra Alteza.

REY: Levantad, por vida mía;

día de tanta alegría

¿venís con tanta tristeza?

GONZALO: Murió mi padre.

REY: Perdí

un valiente capitán.

GONZALO: Y las fronteras están

sin quien las defienda.

REY: Sí.

Faltó una heroica persona,

y enternecido os escucho.

 

GONZALO: Señor, ha perdido mucho la

frontera de Archidona;

y puesto, señor, que igual

no ha de haber a su valor,

y que he heredado el honor

de tan fuerte general,

Vuestra Alteza no permita

que no se me dé el oficio

que ha vacado.

REY: Es claro indicio

que en vos siempre se acredita.

Pero la muerte llorad

de vuestro padre; y, en tanto

que estáis con luto y con llanto,

en mi Corte descansad.

GONZALO: Con la misma pretensión

Fernán Pérez de Medina

viene, y llevar imagina

por servicios el bastón;

que, en fin, adalid ha sido

diez años, y con la espada

los nácares de Granada

de granates ha teñido;

y por eso adelantarme

quise.

REY: Yo me veré en ello;

que, supuesto que he de hacello,

quiero en ello consultarme.

 

Sale FERNÁN Pérez de Medina

 

FERNÁN: Pienso, gran señor, que llego

tarde a vuestros altos pies;

besarlos quiero, y después ..

.

REY: Fernán Pérez, con sosiego

los pies me podéis besar;

que aun en mis manos está

el oficio, y no se da

tal plaza sin consultar

primero vuestra persona,

y otras del reino importantes,