La Filisarda - Lope de Vega - E-Book

La Filisarda E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

La Filisarda es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo. -

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Lope de Vega

La Filisarda

 

Saga

La FilisardaCopyright © 1916, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617573

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Elenco

LISAMANTE FÉLIX FELISARDA FLORA LELIO EMBAJADOR SOLDADO ISBELLA ERGASTO REY ARIODANTE ARMINDA CRIADO MARINERO FABIO JULIO ALBANIA APOLO

Dedicatoria

Comedia famosa de Lope de Vega Carpio dirigida a don Juan Antonio de Vera y Zúñiga, comendador de la barra y señor de las villas de Sierrabrava y san Lorenzo. Quisiera dar a V. m. el parabién de su Embajador, libro doctísimo y provechoso a los Reyes y repúblicas, si no me acordara de haber leído en su discurso tercero el peligro que en iguales sucesos corre la tardanza y entre otros ejemplos el de los Embajadores de Troya a Nerón por la muerte de Druso, cuando el referido César estaba tan olvidado que pudo responderle graciosamente que también él estaba con gran sentimiento de la muerte de su ciudadano Héctor; mas como las vidas de los hombres se olviden, y no las virtudes y glorias, que quedan a cuenta de la inmortalidad de quien supo adquirillas, no es fuera de propósito hablar en este libro, pues vive y ha de vivir sin que le pueda el tiempo olvidar ni el olvido escurecer. En la comedia de Los Esclavos libres, que dirigí a V. m., me di el parabién de la esperanza del Embajador, y ahora se la doy a V. m. de la posesión y del gusto con que ha sido recebido de los doctos, de cuyos

desapasionados pechos huye la envidia por natural antipatía, que, como muchos animales ponzoñosos de algunas plantas aromáticas, así la calumnia huye de los hombres sabios y bien nacidos, que no lejos de este propósito dijo Epiteto: Nam si substancia boni in iis est quae sunt in nobis, ibi neque invidia, neque aemulatio locum habet, que por esotra parte diremos al Embajador lo que Marcial a su libro quinto: Et sis invidia favente foelix; sólo quisiera ahora, por lo que amo a V. m., que el premio de tanto estudio y cuidado: Non est enim quod aestimes (como dijo Séneca) ullam esse sine labore virtutem, se luciera en ocupar el mismo lugar que con tanta erudición enseña y decir con Herodiano (aunque él habla de los espectáculos del Amphiteatro en tiempo de Cómmodo): Ac tunc primum vidimus, quae antea in picturis mirabamur. La Felisarda sale a luz en nombre de V. m.; la traza es de la ilustrísima señora madama Capela, cuando asistió en Palacio a la Reina nuestra señora, que Dios tiene. Digna por esto de tan gallardo caballero, así los versos con que la vestí lo fueran de tan culto ingenio; pero quiero decirme a mí mismo lo que Marcial en la epístola del segundo libro: Quid nobis, inquis, cum Epistola? parumne tibi praestamus, si legimus epigrammata? Quid hic porro dicturus est quod non possis versibus dicere? Dios guarde a V. m.- Su capellán y aficionadísimo servidor, Lope de Vega Carpio.

Acto I

(Salen LISAMANTE y FÉLIX.)

LISAMANTE

En efeto ¿está cautivo

el Rey de Persia?

 

FÉLIX

Señor,

la nueva es cierta.

 

LISAMANTE

A mi amor

hoy el parabién le escribo.

5

Después, Félix, que murió

el padre de Felisarda,

sólo a que se case aguarda

el reino que le perdió.

Fue persona tan amada,

10

que hasta la envidia pudiera

llorarle, si no estuviera

en Felisarda ocupada,

cuyas gracias tienen ciego

a Amor, pues Naturaleza

15

perfeccionó su belleza

y rompió la estampa luego,

de tal color esmaltada,

que, al arte poniendo fin,

dejó de ser el jazmín

20

blanco y la rosa encarnada.

Con artificio sutil

parece que dio invención

al sabio Pigmaleón

para labralla en marfil.

25

Corrida la intacta nieve

en su competencia miro;

ni la púrpura de Tiro

a sus claveles se atreve.

 

FÉLIX

Para que pintes, señor,

30

sus jazmines y claveles

te ha dado Amor sus pinceles,

que es gran lisonjero Amor;

que es tal su belleza creo,

si de tus ojos la fío.

 

LISAMANTE

35

Si del pensamiento mío

fuera intérprete el deseo,

de otra suerte la alabara.

Aquí la verdad habló,

que sólo el Cielo pintó,

40

Félix, su divina cara.

El de Persia ya tenía

tratado su casamiento;

con igual aplauso atento

el reino lo recibía.

45

Pero si cautivo está,

que fue notable desdicha,

dará lugar a mi dicha,

que le ha sucedido ya.

Es posesión el amor

50

que le suele suceder

por querer o no querer

faltando el competidor.

Aquí falta, y yo sucedo

a su esperanza cautiva,

55

porque no hay cosa que viva

segura en amor de miedo.

Pienso que me eligirán,

pues no hay en Grecia señor

libre de mayor valor,

60

y que el cetro me darán.

Sabe Amor que no lo estimo

respeto del bien, que aguarda

mayor riqueza en Lisarda

el alma, que a verla animo.

65

Porque en esta pretensión

competencia no sufriera

si agora Aquiles viviera

o Alejandro Macedón.

Pero aguardemos, que viene,

70

y desde aquí miraré

sus ojos, donde se ve

cuanta luz el cielo tiene.

Perdonad, claras estrellas,

dorado sol, blanca luna,

75

que a sus dos luces ninguna

pudo igualarse con ellas.

 

(Sale FELISARDA, reina de Grecia.)

FELISARDA

Ya que llegó mi fortuna

donde pudo mi esperanza,

a estado en que la mudanza

80

no tiene fuerza ninguna,

el ciego Amor me importuna

que declare sin temor

qué rey les doy, qué señor

a mis vasallos, pues creo

85

que han igualado el deseo

y sospechado el amor.

Después de haber heredado

el mayor reino que en Grecia

de letras y armas se precia,

90

con que del mundo ha triunfado,

Grecia, que leyes le ha dado

y enseñado ilustres ciencias,

quiero que las diferencias

cesen de sus pretensores,

95

porque entre grandes señores

son grandes las competencias.

El Rey de Persia ha de ser

mi esposo.

 

LISAMANTE

(Félix, mi muerte

escucho.)

 

FELISARDA

Que de esta suerte

100

a nadie puedo temer.

¿Quién me puede defender?

¿Quién honrar con más valor?

Hoy se ha de saber mi amor,

porque la mayor ventura

105

de amor es estar segura

de hablar de amor sin temor.

 

LISAMANTE

(A dar descanso al alma, que se abrasa

de celos y de amor viendo el contento

con que dice la Reina que se casa,

110

trágico embajador salgo a su intento.)

¿No sabe vuestra alteza lo que pasa?

 

FELISARDA

¿Es cosa de mi nuevo casamiento?

 

LISAMANTE

Nuevas de Persia son.

 

FELISARDA

¿Mi esposo viene?

 

LISAMANTE

(Un engaño de Amor, qué gloria tiene.)

115

Al Rey de Persia cautivó en la guerra

el de Dalmacia.

 

FELISARDA

¿Quién está cautivo?

 

LISAMANTE

El de Persia, señora, y en su tierra

le tiene humilde y le desprecia altivo.

Así la suerte en breve tiempo encierra

120

un largo mal.

 

FELISARDA

¿Que aquesto escucho y vivo?

¡Dadme valor, pues no ventura, Cielos!

 

LISAMANTE

(No hay bien de amor como vengar los celos.)

Pésame de haber dado a vuestra alteza

tales nuevas.

 

FELISARDA

La vida me han quitado.

 

LISAMANTE

125

(Porque he visto en el sol de su belleza

triste la luz y el resplandor turbado,

y para dar lugar a su tristeza,

aunque es menor el mal acompañado,

me voy a imaginar que ser podría

130

que resultase de ella mi alegría.)

 

(Vanse LISAMANTE y FÉLIX, y quede sola FELISARDA.)

FELISARDA

¿A quién me podré quejar

de la desdicha en que ha puesto

fortuna mis confianzas

y mis firmezas el tiempo?

135

¿Qué ha durado en un estado

de cuantas cosas han hecho

los Cielos si nuestras vidas

gobiernan sus movimientos?

Siempre la felicidad

140

Fue un sol que dejó traspuesto

la noche de la desdicha,

adonde es la sombra el miedo.

Sigue a la virtud la envidia,

turba la bonanza el viento,

145

no hay bien mortal sin pensión

ni amor sin pagarla en celos.

Perdí mi bien; mas tengo un bien, ¡ay, Cielos!,

que no puedo tener más mal que tengo.

¡Qué presto camina el daño

150

a deshacer el provecho!

¡Qué poco duran las dichas!

¡Qué inciertos son los deseos!

¡Qué lejos de esta fortuna

estaban mis pensamientos!

155

¡Qué libre mi amor, que agora

está con mi esposo preso!

Pero el tiempo y sus mudanzas,

el cielo y sus movimientos,

la guerra con sus azares,

160

los hados con sus encuentros,

no me podrán impedir

que no siga mis deseos,

pues pienso buscar mi esposo

y morir si fuere muerto.

165

Perdí mi bien; mas tengo un bien, ¡ay, Cielos!,

que no puedo tener más mal que tengo.

Pero primero que intente

pasar el mar y primero

que dé principio a esta hazaña

170

de amor con tantos ejemplos,

quiero hacer llamar a Julio,

pastor que guarda en secreto

a Isabella, sobrina mía,

aunque él ignora el suceso.

175

Murió mi hermano mayor,

hice yo creer al reino

que era muerta, y de esta suerte

vine a heredar su heredero.

Pero ya que está cautivo

180

el Rey de Persia, temiendo