La fuerza lastimosa - Lope de Vega - E-Book

La fuerza lastimosa E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

La fuerza lastimosa es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.

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Seitenzahl: 110

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Lope de Vega

La fuerza lastimosa

 

Saga

La fuerza lastimosaCopyright © 1775, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont

All rights reserved ISBN: 9788726617887

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Elenco

EL CONDE ENRIQUE EL DUQUE OTAVIO EL REY DE IRLANDA DOS VILLANOS BELARDO, criado del Conde Enrique HORTENSIO, criado del Conde Enrique CLENARDO, secretario del Rey CELINDA, dama de la Infanta EL MARQUÉS FABIO DOÑA ISABEL, mujer del conde Enrique DON JUAN, niño, su hijo POLIBIO, criado del duque Otavio TEREO, criado del duque Otavio DOS PESCADORES EL CONDE DE BARCELONA SOLDADO ESPAÑOL SOLDADO ESPAÑOL EL CAPITÁN CARLOS, español MÚSICOS [SOLDADOS] [CRIADOS]

Jornada I

Sale la infanta DIONISIA sola, de caza, con un venablo en la mano

 

DIONISIA

Si por sendas tan estrechas

al ligero viento igualas,

que yo soy viento sospechas,

o muestras que llevas alas

5

en las plumas de mis flechas.

Párate, ciervo, un momento,

a ver mi cansancio atento,

si algún descanso te da.

¿Piensas que siguiendo va

10

tu curso mi pensamiento?

¡Oh, notable ligereza,

que a la del tiempo equipara

la común naturaleza,

y en aquellas aguas para,

15

bañando pies y cabeza!

¡Dichoso tú, que, afligido,

llegaste al centro querido

de ese arroyo puro y manso!,

que tarde llega al descanso

20

un corazón afligido.

Sale el conde ENRIQUE, de caza

 

ENRIQUE

Enramadas arboledas,

yedra que las vas vistiendo,

y por sus ramas te enredas;

aguas que, estando corriendo,

25

parece que os estáis quedas;

sombras que el temor alteran,

y contra el sol perseveran;

montes, de aspereza llenos,

para pensamientos buenos,

30

si en vosotros se perdieran;

veis aquí un hombre dichoso

si no estuviera confuso;

pero el punto venturoso,

en que mi estrella te puso,

35

tiene el fin dificultoso.

Donde el alma apenas toca,

en una fortuna loca,

soy Tántalo de mi bien,

que, por más que me le den,

40

no puedo llegar la boca.

 

DIONISIA

¡Enrique!

 

ENRIQUE

Señora mía...

No en balde esta fuente hermosa

sus márgenes excedía,

y con envidia la rosa

45

más vivo color tenía.

No en balde el viento le daba

música al monte, y tocaba

estas hojas a concierto.

No en balde el sol descubierto

50

las verdes cumbres doraba.

No en balde este claro río,

detenido entre esas piedras,

paraba su curso frío,

y abrazaban estas yedras

55

este olmo, retrato mío.

No en balde por ver, señora,

aquesas plantas ligeras,

todas las flores ahora

se quitan las vidrïeras

60

del rocío de la aurora.

No en balde estaba este prado

de más cambiantes pintado

que del cielo el arrebol,

sirviendo de alfombra al sol,

65

adonde está reclinado.

Que esas estrellas dichosas

alegran, con dar sus lumbres,

al sol, montes, fuentes, rosas,

olmos, ríos, yedras, cumbres,

70

prados y flores hermosas.

 

DIONISIA

Mucho aquestas soledades

me obligan a que te diga,

del alma, grandes verdades.

 

ENRIQUE

Harto más mi fe te obliga

75

si a mi amor te persüades.

No mires a tu valor;

aparta de tu grandeza

los ojos de mi favor,

que no viendo mi bajeza,

80

es la distancia menor.

Quien en alto está subido

ya no es bien que mire al suelo;

que no me mires, te pido,

que soy suelo de ese cielo,

85

de mil estrellas vestido.

De amor las ciertas señales

es igualar desiguales,

que en su mano celestial

tiene una balanza igual,

90

que hace las almas iguales.

 

DIONISIA

Conde, si tanta humildad

os detiene a mi valor

para tener igualdad,

pensaré de vuestro amor

95

que no me tratáis verdad.

Que como no he de tener

en pensamiento jamás

que menos pudistes ser,

vos os habéis de atrever

100

a no pensar que soy más.

 

ENRIQUE

¡Oh, divino entendimiento!

¡Por qué camino ha igualado

su amor y mi pensamiento,

y a su grandeza animado

105

mi cobarde atrevimiento!

 

DIONISIA

Dejemos divinidades

y la grandeza humanemos;

desnudemos las verdades,

y, si es posible, juntemos

110

a un alma dos voluntades.

 

ENRIQUE

Decid, mi bien, que aquí estoy.

Sale el duque OTAVIO

 

OTAVIO

Siguiendo mi muerte voy,

perseguido de una fiera,

que hasta que en sus manos muera,

115

ignorante Adonis soy.

¿Quién ha visto que el que caza

vaya de la fiera huyendo

como del toro en la plaza,

sino yo, que voy siguiendo

120

la que mi muerte amenaza?

¿Qué fuerza puede tener

contra un hombre una mujer?

Pero, pues que vence a un hombre,

sin duda es fuerza del nombre,

125

que no valor de su ser.

No es la fortuna importuna

porque tiene fuerza alguna,

ni la muerte tiene ser;

mata el nombre de mujer,

130

si lo son muerte y fortuna.

Puso gran virtud el cielo

en palabras, piedras, yerbas,

que dice y que tiene el suelo,

y aquí, fiero amor, reservas

135

tu poder de fuego y hielo.

En la yerba de tu flecha

hay virtud, piedra en el pecho

que adoro, y que no aprovecha;

pero palabras han hecho

140

más daño que se sospecha.

Y la de mayor poder

es el nombre de mujer;

luego bien se ve que el nombre

es el de la muerte al hombre,

145

que no la fuerza del ser.

¡Ay, enemiga! ¿Aquí estás?

Déjame, amor, que publique

mi pena esta vez no más.

Mas aquí está el conde Enrique.

Hablan los dos aparte, y escúchalos el DUQUE sin que le vean

 

ENRIQUE

150

¿Esa palabra me das?

 

DIONISIA

Esta palabra te doy.

 

OTAVIO

Palabras se dan. ¿Qué escucho?

Aquí más oculto estoy.

 

DIONISIA

¿Puedo hacer más?

 

ENRIQUE

155

Esto es mucho.

 

DIONISIA

Tu mujer digo que soy.

 

OTAVIO

¿Cómo? ¡Ay, cielos! ¡Que la Infanta

confiese que es su mujer!

 

ENRIQUE

Prenda mía, en merced tanta,

160

el callar, al responder

muchas leguas se adelanta.

Él diga lo que no digo.

Pero con gusto del Rey

ya sabes que el viento sigo,

165

y antes, por justa ley,

me amenaza su castigo.

¿Quién os ha de dar consejo?

 

DIONISIA

No me querer yo casar,

y estar mi padre tan viejo.

 

ENRIQUE

170

Luego, ¿quieres aguardar

a que se rompa su espejo?

 

DIONISIA

Si quedo sola, ¿no puedo

hacer mi gusto sin miedo?

 

ENRIQUE

Sí; mas ¿adónde, hasta su muerte,

175

habrá paciencia tan fuerte,

ni amor, que quiera estar quedo?

Yo a lo menos, a esperar,

sin sus ayudas de costa,

no sé si podré llegar.

 

OTAVIO

180

Este amor va por la posta;

en mi muerte ha de parar.

 

DIONISIA

Verdad es que es largo plazo;

pero el papel, el abrazo,

y la esperanza con él,

185

bien podrán.

 

ENRIQUE

Deja el papel,

y al abrazo alarga el brazo;

que amor de papel no es bueno

para andar tanto camino,

ni estar de noche al sereno;

190

que, en fin, el papel más fino

viene de lisonjas lleno.

Que si se viene a olvidar,

cree que el papel mejor

es, llegando a pleitear,

195

cédula por donde amor

a nadie obliga a pagar.

Pero para esperar años

son menester desengaños

que entretengan el deseo.

 

DIONISIA

200

No lo digas con rodeo.

 

ENRIQUE

Temo tu enojo y mis daños.

 

DIONISIA

Ahora bien, mañana quiero

que vengas por el terrero,

y en mi aposento entrarás.

 

ENRIQUE

205

No hay que dar ni pedir más.

Dame esas manos.

 

OTAVIO

¿Qué espero?

Ya de mi muerte inhumana

Ha llegado la sentencia.

 

DIONISIA

¿Qué dificultad no allana

210

amor?

 

ENRIQUE

¿Quién tendrá paciencia

para esperar a mañana?

 

DIONISIA

Pues ¡cómo! ¿Aún no estás contento?

 

ENRIQUE

Como soy buen comprador,

regateo del tormento,

215

porque son años de amor

esperanzas de un momento.

 

DIONISIA

¿Tormento de la esperanza?

 

ENRIQUE

Mientras el bien no se alcanza,

y mayor cuando es mayor.

 

DIONISIA

220

De aquí a mañana el favor,

¿eso es poca confianza?

 

ENRIQUE

De hoy a mañana se vio

Troya famosa abrasada,

Roma su lustre perdió,

225

deshizo el viento la armada

que más gallarda se vio.

De hoy a mañana acontece

que el rico pobre amanece,

el privado aborrecido,

230

el levantado abatido,

y que la mar mengua y crece.

De hoy a mañana está el cielo

más sereno, más nublado;

está seco y verde el suelo,

235

y el pájaro más atado

por el aire esparce el vuelo.

Vemos un almendro en flor,

y helado todo mañana;

vemos esclavos al señor,

240

la sierra más alta, llana,

y más mudable el favor.

Entre la taza y el labio

dijo, en cierto pasatiempo,

que había peligro, un sabio;

245

que en dos minutos de tiempo

puede caber un agravio.

 

OTAVIO

¡Cómo, si es cuerda la Infanta,

debe al Conde aborrecer,

pues cuando ella se adelanta

250

a lo que no puede hacer,

la aprieta con fuerza tanta!

¡Cuán diferente que fuera,

si ese bien me prometiera

de aquí a una semana, a un mes,

255

a un año, a un siglo y después,

que nunca más lo cumpliera!

 

DIONISIA

Para darte ese contento,

es fuerza que al punto vuelva

a la ciudad.

 

ENRIQUE

Ahora siento

260

tu grande amor. Esta selva

no fuera mal aposento;

pero no todas las Didos

agua y cuevas han de hallar.

 

OTAVIO

Ciegos están y perdidos.

265

Su gusto quiero estorbar

y el fuego de mis sentidos.

[Llégase el duque OTAVIO a ellos.]

¿Ha llegado por aquí,

que habrá mucho que aquí estáis,

gran Dionisia, el jabalí?

 

DIONISIA

270

(El hora mala vengáis.)

 

ENRIQUE

(Y habrá de ser para mí.)

 

OTAVIO

Pienso que va a esta fuente,

bañando en espuma el diente.

 

ENRIQUE

A lavárselos vendría.

275

(Vamos de aquí, prenda mía.)

 

DIONISIA

Buscad, Otavio, la gente.

Vanse, y queda el duque OTAVIO solo.

 

OTAVIO

Buscaré mi muerte fiera,

y haré mucho si la hallo,

cuando va huyendo ligera,

280

¿por qué me detengo y callo?

¡Muera el conde Enrique! ¡Muera!

¿Direlo al Rey? Pero no,

que si en desdichas iguales

solo el ingenio ayudó,

285

siendo las que tengo tales,

¿quién las tendrá como yo?

Mía será esta mujer.

¿Qué dices, alma? –Sin duda,

digo que tuya ha de ser.

290

–¿Quién me ayuda? –Amor te ayuda.

–Pues si es dios, tendrá poder.

¿Gozarela? –Bien podrás;

pues, ¿cómo te atreverás?

–Esta noche ir al terrero,

295

donde llegaré primero...

Y haga el amor lo demás.

Árboles con altas copas,

a quien dio librea junta

el tiempo, de verdes ropas;

300

monte, que con esa punta

en los mismos cielos topas;

prados, hechos a colores

con aromáticas flores,

manchados de varias tintas,

305

ajironados de cintas

de arroyos murmuradores;

animales escondidos,

altas y parleras aves,

que habláis por cuevas y nidos,

310

unas con voces süaves,

otras con fuertes bramidos:

Cáuseos risa, aunque no sea

vuestro el reír ni entender,

que diga un hombre y que crea

315

que gozará una mujer

que a otro esta noche desea.

Pero no importa creello

si así tengo de vivir;

intentallo será hacello,

320

que con ello he de salir,

y de sentido sin ello.

Sale el rey de Irlanda, de caza, con gabán, y dos villanos.

 

REY

¿Que no habéis visto la Infanta?

 

VILLANO 1º

¡Par Dios, señor, que en correr

de tal suerte se adelanta,

325

que al viento quiere exceder,

y atrás dejar a Atalanta!

 

REY

Que se recoja esa gente

será ahora conveniente,

y que a la ciudad volvamos.

 

VILLANO 2º

330

Ella suena entre esos ramos...

pero no, que es una fuente.

Allá en su busca partimos.

Su merced sobre esta piedra

se siente, mientras venimos.

[Vanse los VILLANOS.]

335

Será do sale esa yedra

con sus hojas y racimos.

 

REY

Id, y diréis que aquí aguardo.

 

OTAVIO

Cansado estará su Alteza.

 

REY

¡Oh, Duque!

 

OTAVIO

Cuando gallardo

340

joven corrió esta aspereza,

venciera al más suelto pardo.

 

REY

Pasa, Otavio, nuestra edad

como el sol que da la sombra.

Eso llaman mocedad,

345

esto, en fin, vejez se nombra,

y es la misma enfermedad.

¿Cómo os habéis alejado?

 

OTAVIO

Porque solo te he buscado

desde los rayos de Apolo,

350

y, en fin, quiere Dios que solo

te haya en este monte hallado.

 

REY

¿A qué efecto solo a mí?

 

OTAVIO

No habrá sido sin efeto.

Dame la palabra aquí

355

de guardarme...

 

REY

¿Qué?

 

OTAVIO

Un secreto

 

REY

¡Secreto!

 

OTAVIO

Sí, señor.

 

REY

Di.

 

OTAVIO

Pero no lo digo bien.

Prende aquesta noche a un hombre.

 

REY

¿Quién?

 

OTAVIO

El Conde Enrique.

 

REY

¿Quién?

 

OTAVIO

360

El Conde.

 

REY

Dudaba el nombre.

 

OTAVIO

Duda la prisión también.

La causa no has de saber

hasta mañana.

 

REY

¿A qué efeto

sin causa le he de prender?

 

OTAVIO

365

En eso estriba el secreto.

 

REY