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La fuerza lastimosa es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.
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Seitenzahl: 110
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
La fuerza lastimosaCopyright © 1775, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont
All rights reserved ISBN: 9788726617887
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Sale la infanta DIONISIA sola, de caza, con un venablo en la mano
DIONISIA
Si por sendas tan estrechas
al ligero viento igualas,
que yo soy viento sospechas,
o muestras que llevas alas
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en las plumas de mis flechas.
Párate, ciervo, un momento,
a ver mi cansancio atento,
si algún descanso te da.
¿Piensas que siguiendo va
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tu curso mi pensamiento?
¡Oh, notable ligereza,
que a la del tiempo equipara
la común naturaleza,
y en aquellas aguas para,
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bañando pies y cabeza!
¡Dichoso tú, que, afligido,
llegaste al centro querido
de ese arroyo puro y manso!,
que tarde llega al descanso
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un corazón afligido.
Sale el conde ENRIQUE, de caza
ENRIQUE
Enramadas arboledas,
yedra que las vas vistiendo,
y por sus ramas te enredas;
aguas que, estando corriendo,
25
parece que os estáis quedas;
sombras que el temor alteran,
y contra el sol perseveran;
montes, de aspereza llenos,
para pensamientos buenos,
30
si en vosotros se perdieran;
veis aquí un hombre dichoso
si no estuviera confuso;
pero el punto venturoso,
en que mi estrella te puso,
35
tiene el fin dificultoso.
Donde el alma apenas toca,
en una fortuna loca,
soy Tántalo de mi bien,
que, por más que me le den,
40
no puedo llegar la boca.
DIONISIA
¡Enrique!
ENRIQUE
Señora mía...
No en balde esta fuente hermosa
sus márgenes excedía,
y con envidia la rosa
45
más vivo color tenía.
No en balde el viento le daba
música al monte, y tocaba
estas hojas a concierto.
No en balde el sol descubierto
50
las verdes cumbres doraba.
No en balde este claro río,
detenido entre esas piedras,
paraba su curso frío,
y abrazaban estas yedras
55
este olmo, retrato mío.
No en balde por ver, señora,
aquesas plantas ligeras,
todas las flores ahora
se quitan las vidrïeras
60
del rocío de la aurora.
No en balde estaba este prado
de más cambiantes pintado
que del cielo el arrebol,
sirviendo de alfombra al sol,
65
adonde está reclinado.
Que esas estrellas dichosas
alegran, con dar sus lumbres,
al sol, montes, fuentes, rosas,
olmos, ríos, yedras, cumbres,
70
prados y flores hermosas.
DIONISIA
Mucho aquestas soledades
me obligan a que te diga,
del alma, grandes verdades.
ENRIQUE
Harto más mi fe te obliga
75
si a mi amor te persüades.
No mires a tu valor;
aparta de tu grandeza
los ojos de mi favor,
que no viendo mi bajeza,
80
es la distancia menor.
Quien en alto está subido
ya no es bien que mire al suelo;
que no me mires, te pido,
que soy suelo de ese cielo,
85
de mil estrellas vestido.
De amor las ciertas señales
es igualar desiguales,
que en su mano celestial
tiene una balanza igual,
90
que hace las almas iguales.
DIONISIA
Conde, si tanta humildad
os detiene a mi valor
para tener igualdad,
pensaré de vuestro amor
95
que no me tratáis verdad.
Que como no he de tener
en pensamiento jamás
que menos pudistes ser,
vos os habéis de atrever
100
a no pensar que soy más.
ENRIQUE
¡Oh, divino entendimiento!
¡Por qué camino ha igualado
su amor y mi pensamiento,
y a su grandeza animado
105
mi cobarde atrevimiento!
DIONISIA
Dejemos divinidades
y la grandeza humanemos;
desnudemos las verdades,
y, si es posible, juntemos
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a un alma dos voluntades.
ENRIQUE
Decid, mi bien, que aquí estoy.
Sale el duque OTAVIO
OTAVIO
Siguiendo mi muerte voy,
perseguido de una fiera,
que hasta que en sus manos muera,
115
ignorante Adonis soy.
¿Quién ha visto que el que caza
vaya de la fiera huyendo
como del toro en la plaza,
sino yo, que voy siguiendo
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la que mi muerte amenaza?
¿Qué fuerza puede tener
contra un hombre una mujer?
Pero, pues que vence a un hombre,
sin duda es fuerza del nombre,
125
que no valor de su ser.
No es la fortuna importuna
porque tiene fuerza alguna,
ni la muerte tiene ser;
mata el nombre de mujer,
130
si lo son muerte y fortuna.
Puso gran virtud el cielo
en palabras, piedras, yerbas,
que dice y que tiene el suelo,
y aquí, fiero amor, reservas
135
tu poder de fuego y hielo.
En la yerba de tu flecha
hay virtud, piedra en el pecho
que adoro, y que no aprovecha;
pero palabras han hecho
140
más daño que se sospecha.
Y la de mayor poder
es el nombre de mujer;
luego bien se ve que el nombre
es el de la muerte al hombre,
145
que no la fuerza del ser.
¡Ay, enemiga! ¿Aquí estás?
Déjame, amor, que publique
mi pena esta vez no más.
Mas aquí está el conde Enrique.
Hablan los dos aparte, y escúchalos el DUQUE sin que le vean
ENRIQUE
150
¿Esa palabra me das?
DIONISIA
Esta palabra te doy.
OTAVIO
Palabras se dan. ¿Qué escucho?
Aquí más oculto estoy.
DIONISIA
¿Puedo hacer más?
ENRIQUE
155
Esto es mucho.
DIONISIA
Tu mujer digo que soy.
OTAVIO
¿Cómo? ¡Ay, cielos! ¡Que la Infanta
confiese que es su mujer!
ENRIQUE
Prenda mía, en merced tanta,
160
el callar, al responder
muchas leguas se adelanta.
Él diga lo que no digo.
Pero con gusto del Rey
ya sabes que el viento sigo,
165
y antes, por justa ley,
me amenaza su castigo.
¿Quién os ha de dar consejo?
DIONISIA
No me querer yo casar,
y estar mi padre tan viejo.
ENRIQUE
170
Luego, ¿quieres aguardar
a que se rompa su espejo?
DIONISIA
Si quedo sola, ¿no puedo
hacer mi gusto sin miedo?
ENRIQUE
Sí; mas ¿adónde, hasta su muerte,
175
habrá paciencia tan fuerte,
ni amor, que quiera estar quedo?
Yo a lo menos, a esperar,
sin sus ayudas de costa,
no sé si podré llegar.
OTAVIO
180
Este amor va por la posta;
en mi muerte ha de parar.
DIONISIA
Verdad es que es largo plazo;
pero el papel, el abrazo,
y la esperanza con él,
185
bien podrán.
ENRIQUE
Deja el papel,
y al abrazo alarga el brazo;
que amor de papel no es bueno
para andar tanto camino,
ni estar de noche al sereno;
190
que, en fin, el papel más fino
viene de lisonjas lleno.
Que si se viene a olvidar,
cree que el papel mejor
es, llegando a pleitear,
195
cédula por donde amor
a nadie obliga a pagar.
Pero para esperar años
son menester desengaños
que entretengan el deseo.
DIONISIA
200
No lo digas con rodeo.
ENRIQUE
Temo tu enojo y mis daños.
DIONISIA
Ahora bien, mañana quiero
que vengas por el terrero,
y en mi aposento entrarás.
ENRIQUE
205
No hay que dar ni pedir más.
Dame esas manos.
OTAVIO
¿Qué espero?
Ya de mi muerte inhumana
Ha llegado la sentencia.
DIONISIA
¿Qué dificultad no allana
210
amor?
ENRIQUE
¿Quién tendrá paciencia
para esperar a mañana?
DIONISIA
Pues ¡cómo! ¿Aún no estás contento?
ENRIQUE
Como soy buen comprador,
regateo del tormento,
215
porque son años de amor
esperanzas de un momento.
DIONISIA
¿Tormento de la esperanza?
ENRIQUE
Mientras el bien no se alcanza,
y mayor cuando es mayor.
DIONISIA
220
De aquí a mañana el favor,
¿eso es poca confianza?
ENRIQUE
De hoy a mañana se vio
Troya famosa abrasada,
Roma su lustre perdió,
225
deshizo el viento la armada
que más gallarda se vio.
De hoy a mañana acontece
que el rico pobre amanece,
el privado aborrecido,
230
el levantado abatido,
y que la mar mengua y crece.
De hoy a mañana está el cielo
más sereno, más nublado;
está seco y verde el suelo,
235
y el pájaro más atado
por el aire esparce el vuelo.
Vemos un almendro en flor,
y helado todo mañana;
vemos esclavos al señor,
240
la sierra más alta, llana,
y más mudable el favor.
Entre la taza y el labio
dijo, en cierto pasatiempo,
que había peligro, un sabio;
245
que en dos minutos de tiempo
puede caber un agravio.
OTAVIO
¡Cómo, si es cuerda la Infanta,
debe al Conde aborrecer,
pues cuando ella se adelanta
250
a lo que no puede hacer,
la aprieta con fuerza tanta!
¡Cuán diferente que fuera,
si ese bien me prometiera
de aquí a una semana, a un mes,
255
a un año, a un siglo y después,
que nunca más lo cumpliera!
DIONISIA
Para darte ese contento,
es fuerza que al punto vuelva
a la ciudad.
ENRIQUE
Ahora siento
260
tu grande amor. Esta selva
no fuera mal aposento;
pero no todas las Didos
agua y cuevas han de hallar.
OTAVIO
Ciegos están y perdidos.
265
Su gusto quiero estorbar
y el fuego de mis sentidos.
[Llégase el duque OTAVIO a ellos.]
¿Ha llegado por aquí,
que habrá mucho que aquí estáis,
gran Dionisia, el jabalí?
DIONISIA
270
(El hora mala vengáis.)
ENRIQUE
(Y habrá de ser para mí.)
OTAVIO
Pienso que va a esta fuente,
bañando en espuma el diente.
ENRIQUE
A lavárselos vendría.
275
(Vamos de aquí, prenda mía.)
DIONISIA
Buscad, Otavio, la gente.
Vanse, y queda el duque OTAVIO solo.
OTAVIO
Buscaré mi muerte fiera,
y haré mucho si la hallo,
cuando va huyendo ligera,
280
¿por qué me detengo y callo?
¡Muera el conde Enrique! ¡Muera!
¿Direlo al Rey? Pero no,
que si en desdichas iguales
solo el ingenio ayudó,
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siendo las que tengo tales,
¿quién las tendrá como yo?
Mía será esta mujer.
¿Qué dices, alma? –Sin duda,
digo que tuya ha de ser.
290
–¿Quién me ayuda? –Amor te ayuda.
–Pues si es dios, tendrá poder.
¿Gozarela? –Bien podrás;
pues, ¿cómo te atreverás?
–Esta noche ir al terrero,
295
donde llegaré primero...
Y haga el amor lo demás.
Árboles con altas copas,
a quien dio librea junta
el tiempo, de verdes ropas;
300
monte, que con esa punta
en los mismos cielos topas;
prados, hechos a colores
con aromáticas flores,
manchados de varias tintas,
305
ajironados de cintas
de arroyos murmuradores;
animales escondidos,
altas y parleras aves,
que habláis por cuevas y nidos,
310
unas con voces süaves,
otras con fuertes bramidos:
Cáuseos risa, aunque no sea
vuestro el reír ni entender,
que diga un hombre y que crea
315
que gozará una mujer
que a otro esta noche desea.
Pero no importa creello
si así tengo de vivir;
intentallo será hacello,
320
que con ello he de salir,
y de sentido sin ello.
Sale el rey de Irlanda, de caza, con gabán, y dos villanos.
REY
¿Que no habéis visto la Infanta?
VILLANO 1º
¡Par Dios, señor, que en correr
de tal suerte se adelanta,
325
que al viento quiere exceder,
y atrás dejar a Atalanta!
REY
Que se recoja esa gente
será ahora conveniente,
y que a la ciudad volvamos.
VILLANO 2º
330
Ella suena entre esos ramos...
pero no, que es una fuente.
Allá en su busca partimos.
Su merced sobre esta piedra
se siente, mientras venimos.
[Vanse los VILLANOS.]
335
Será do sale esa yedra
con sus hojas y racimos.
REY
Id, y diréis que aquí aguardo.
OTAVIO
Cansado estará su Alteza.
REY
¡Oh, Duque!
OTAVIO
Cuando gallardo
340
joven corrió esta aspereza,
venciera al más suelto pardo.
REY
Pasa, Otavio, nuestra edad
como el sol que da la sombra.
Eso llaman mocedad,
345
esto, en fin, vejez se nombra,
y es la misma enfermedad.
¿Cómo os habéis alejado?
OTAVIO
Porque solo te he buscado
desde los rayos de Apolo,
350
y, en fin, quiere Dios que solo
te haya en este monte hallado.
REY
¿A qué efecto solo a mí?
OTAVIO
No habrá sido sin efeto.
Dame la palabra aquí
355
de guardarme...
REY
¿Qué?
OTAVIO
Un secreto
REY
¡Secreto!
OTAVIO
Sí, señor.
REY
Di.
OTAVIO
Pero no lo digo bien.
Prende aquesta noche a un hombre.
REY
¿Quién?
OTAVIO
El Conde Enrique.
REY
¿Quién?
OTAVIO
360
El Conde.
REY
Dudaba el nombre.
OTAVIO
Duda la prisión también.
La causa no has de saber
hasta mañana.
REY
¿A qué efeto
sin causa le he de prender?
OTAVIO
365
En eso estriba el secreto.
REY