La gallega Mari-Hernández - Tirso de Molina - E-Book

La gallega Mari-Hernández E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

La gallega Mari-Hernández es una de las comedias religiosas de Tirso de Molina, un género en el que alcanzó gran altura, con trama de trasfondo religioso pero con protagonistas que se alejan de la alegoría y la abstracción y abrazan la humanidad, con motivaciones más cercanas a los sentimientos y no tanto a los prodigios religiosos.

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Seitenzahl: 79

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Tirso de Molina

La gallega Mari-Hernández

 

Saga

La gallega Mari-HernándezCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726549027

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Las personas que hablan son las siguientes

Don Álvaro Doña Beatriz Caldeira, lacayo El rey de Portugal Don Egas Dos criados Otero, serrano Gilote, serrano Martín, serrano Carrasco, serrano Benito, serrano Corbato, serrano Mari Hernández, gallega Dominga, gallega Garci Fernández, viejo El conde de Monterrey [Soldado i] [Soldado 2]

ACTO PRIMERO

(Salen don Álvaro y doña Beatriz de

Noroña.)

Álvaro De dos peligros, Beatriz,

por excusar el más grave,

se ha de escoger el menor.

¿Qué importa que el rey me mate?

Ya sé que a voz de pregones 5

me busca, y por desleales

condena a cuantos supieren

de mí sin manifestarme.

El rey don Juan el Segundo

de Portugal y el Algarbe 10

(que, aunque airado contra mí,

mil años el cielo guarde),

dando a traidores orejas,

que persiguiendo leales

quieren de bajos principios 15

subir a cargos gigantes,

ha cortado la cabeza

a don Fernando Alencastre,

primo suyo y duque ilustre

de Berganza y Guimaranes, 20

por unas cartas fingidas

que su secretario infame

contrahizo y entregó,

en que da muestras de alzarse

con la corona, escribiendo 25

a los reyes, que ignorantes

deste insulto, las reliquias

destierran del nombre alarbe;

a Fernando e Isabel,

digo, que a Castilla añaden 30

un nuevo mundo, blasón

de sus hechos alejandres.

Verisímiles indicios

no admiten en pechos reales,

cuando la pasión los ciega, 35

argumentos disculpables.

Andaba el rey receloso

del duque, porque al jurarle

en las Cortes, cuando en Cintra

llevó Dios al rey su padre, 40

reparando en ceremonias,

por no usadas, excusables,

quiso según las antiguas

hacerle el pleito homenaje.

Valiéronse deste enojo 45

lisonjeros, y parciales

le indignaron, que en los reyes

son crímines los achaques.

Siguiéronse cartas luego

contrahechas, que a indiciarle 50

bastaron con tanta fuerza,

que aunque el duque era su sangre,

en Évora le justicia,

sin que lágrimas le aplaquen

de la reina, hermana suya, 55

de sus privados y grandes.

Huyen parientes y amigos,

porque a enojos majestades,

en los ímpetus primeros,

no hay ignocencias que basten. 60

Dos hermanos y tres hijos

van a Castilla a ampararse

de Fernando e Isabel:

¡quiera el cielo que en él le

hallen!

Al conde de Montemor, 65

su hermano y gran condestable

de Portugal, aunque ausente,

ha mandado el rey sacarle

en estatua y en la villa

y plaza mayor de Abrantes, 70

la espada y banda le quita

cuadrada, que es degradarle

de condestable y marqués,

y luego degollar hace

el simulacro funesto, 75

saliendo (¡rigor notable!)

sangre fingida del cuello

de la inanimada imagen.

Yo, que como primo suyo,

soy también participante, 80

si no en la culpa, en la pena,

para que también me alcance,

estoy dado por traidor;

y por la lealtad de un paje,

que, despreciando promesas 85

y no temiendo crueldades

con que amenazan los jueces,

dos meses pude ocultarme

en un sepulcro, que antiguo,

en vida las honras me hace. 90

Pero ahora que estoy cierto

que el rey, declarado amante

de tu hermosura, ha venido

a esta villa a visitarte,

atropellando consejos, 95

perdiendo al temor cobarde

el respeto, que la vida

y la honra es bien que guarde,

si desesperado no,

celoso mi agravio sale 100

de sí y del sepulcro triste,

asilo hasta aquí, ya cárcel;

celos, Beatriz, poderosos

han bastado a levantarme

del sepulcro: muerto estoy, 105

bien puedo decir verdades.

Dos años ha que te sirvo,

sin que haya, por adorarte,

estorbos que no atropelle,

imposibles que no pase. 110

Con palabras y promesas

esperanzas alentaste,

que dudosas que las niegues,

hoy vienen a ejecutarte.

Ser mi esposa has prometido; 115

pero ya ¡qué ciega y fácil

la Fortuna, en fin, mujer,

firme solo en ser mudable,

levanta tus pensamientos

cuando mis dichas abate, 120

tú, igualándote a coronas;

yo, indigno ya, que me iguale

al más rústico pastor;

tú, marquesa respetable;

yo, sin estados ni hacienda! 125

¡Ay, Beatriz! No hay que culparte,

que me aborrezcas y olvides.

Gócete el rey; muera inhábil

de merecer tu belleza

un conde ayer, hoy imagen 130

y sombra de lo que ha sido,

que cuando el rey aquí me halle,

porque de mí quedes libre

yo gustaré que me mate.

Beatriz Tan desacordado vienes, 135

que a no ocasionar tus males

a llorar desdichas tuyas,

riyera tus disparates.

Para salir del sepulcro,

donde viven las verdades 140

entre güesos desengaños

que no admitieron en carne,

no sales con la cordura

que pudieran enseñarte

escuelas del otro siglo, 145

donde no hay ciencias que engañen.

La historia del mal logrado

duque vienes a contarme,

como si yo la ignorara,

cabiéndote tanta parte 150

a ti en ella como a mí

de lágrimas, que a enseñarte

reliquias que en lienzos viven

bastaran a acreditarme.

Antes de haber delinquido 155

en mi ofensa sentenciaste

olvidos solo en potencia.

¡Ay, don Álvaro de Ataide!

Necios jueces son los celos,

pues sus ciegos tribunales, 160

sin interrogar testigos,

condenan lo que no saben.

Aunque de lo que te imputan

enemigos criminales

inocente estés, que es cierto, 165

pues en ti traición no cabe,

solo la mala sospecha

que contra el amor constante

de mi pecho has hoy tenido

basta para condenarte; 170

porque donde el valor vive,

tal vez delitos amantes

son de más ponderación

que las lesas majestades.

De la triste compañía 175

donde vivo te enterraste

la desazón se te pega,

que muestras: no es bien me espante.

Sin estado, perseguido,

sin amigos que te amparen, 180

sin parientes que te ayuden,

sin vasallos que te guarden,

te quiero más que primero;

que porque al fino diamante

le desguarnezcan del oro, 185

no desdicen sus quilates.

Déjame pelear primero

y cuando el contrario cante

la victoria, entonces dime

vituperios que me agravien; 190

que si por ser mujer yo

temes de mi sexo frágil

banderizados empleos,

soy portuguesa, y bien sabes

que no ha habido en mi nación 195

ninguna a quien los anales,

que afrentas inmortalizan,

puedan notar de inconstante.

Amabas presuntuoso,

pretendías arrogante; 200

pudo ser por las riquezas,

siempre soberbias y graves,

y yo también pudo ser

que por ellas te estimase,

repartiendo en ti y en ellas 205

deseos interesables.

Ya podrás amarme humilde

y yo en amor mejorarme,

queriéndote por ti solo,

si tú pobre, yo constante. 210

Estado, hacienda y honor

la Fortuna, diosa frágil,

te quitó: guarda la vida,

que como esta no te falte,

sin estado, honor ni hacienda 215

te estimo en más que los reales

blasones que me persiguen

y no han de poder mudarme.

Noroña soy, si él es rey;

esposa tiene a quien ame, 220

y iligítimos empleos

no han de ofender mi linaje.

Raya es esta de Galicia,

si encubiertamente sales

con el favor de la noche, 225

amparo de adversidades,

cuando tú seguro estés

y des orden de avisarme,

te seguiré firme yo;

que empeñando mis lugares 230

y recogiendo mis joyas,

castellanas majestades

de rigores portugueses

tiene España que nos guarden.

Dame los brazos y adiós. 235

Álvaro Tu nombre en mármoles graben.

(Sale Caldeira.)

Caldeira Deja agora grabaduras

para escultores y jaspes,

¡cuerpo de Dios!, y prevén

o escondrijos o gaznates, 240

que el rey don Juan entra aquí.

Beatriz ¡Ay, mi bien!

Caldeira ¿No habrá desvanes,

chimineas, gallineros

o un cofre en que agazaparme?

Álvaro Ya, Beatriz, vuelven sospechas 245

de noche a martirizarme.

¡El rey de noche y a verte

sin tu permisión!

Beatriz No te halle

aquí: tras ese tapiz

te pon; que si has de escuchalle 250

y lo que respondo adviertes,

yo sé que de los pesares

que me das perdón me pidas.

Caldeira Que viene, que entra, que sale.

Beatriz Mi bien, ¿quieres esconderte? 255

Álvaro ¡Ay, quién pudiera feriarte

la firmeza de los montes!

Caldeira ¡Ay, quién pudiera tornarse

o chapín o bacinilla, (Escóndese.)

mono o papagayo o fraile! 260

(Salen el rey, don Egas y otros.)

Rey Para divertir, marquesa,

penas de razón de estado

que desleales me han dado

porque de mi bien les pesa,

a vuestra villa he venido, 265

y esta noche a vuestra casa.

Beatriz No sabéis honrar con tasa;

pródigo habéis, señor, sido

ilustrando estas paredes,

donde, como vos decís, 270

penas también divertís,

que en vos es hacer mercedes.

Rey Para que verifiquéis

aquesa proposición,

traigo, Beatriz, intención 275

de que mañana os caséis.

Beatriz ¿Cómo, gran señor?

Rey Yo he sido

vuestro amante, que las leyes

de amor no exceptúan reyes.

Constante habéis resistido 280

mi poder y voluntad,

porque mienta la experiencia

que afirma no hay resistencia

contra un gusto majestad;

y yo también, vuelto en mí, 285

cuerdo he juzgado a vergüenza

que una mujer reyes venza

y un rey no se venza a sí.

Soy casado, y vos doncella:

heredad que está sin dueño 290

no corre riesgo pequeño,

y más heredad tan bella.

Dueño os prevengo, en efeto,

que un marido puede tanto

que al vasallo pone espanto 295

y al rey obliga a respeto.

El conde don Egas es

en quien los ojos he puesto,

noble, leal y, sobre esto,

mi privanza. El interés 300

de ser este el gusto mío

pienso yo que bastará

a que os obligue quien da



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