La hermosura aborrecida - Lope de Vega - E-Book

La hermosura aborrecida E-Book

Лопе де Вега

0,0

Beschreibung

La hermosura aborrecida es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 98

Veröffentlichungsjahr: 2020

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Lope de Vega

La hermosura aborrecida

 

Saga

La hermosura aborrecidaCopyright © 1928, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617924

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES

DON SANCHO DOÑA JUANA LA REINA DOÑA ISABEL EL REY DON FERNANDO GARCILASO DE LA VEGA EL MAESTRE DE SANTIAGO EL [MAESTRE] DE CALATRAVA TELLO, soldado LEONARDO DON LOPE GUZMÁN DON LUIS DE NARVÁEZ VARGAS, montero URBANO, criado RICARDO UN PORTERO ARNALDO, criado UNA MUJER UN SOLDADO UN VIEJO MATEO, villano CRISPÍN, [villano] DOS MÚSICOS FLORA CONSTANZA BARTOLO, villano ENIO, [villano] BELARDO EL BENEFICIADO EL BARBERO EL REGIDOR EL CHANCILLER DOS CABALLEROS MAURICIO FABRICIO [FÉLIX]

Acto I

Salen don Sancho de camino, y doña Juana, su mujer, deteniéndole

 

DOÑA JUANA

No me has de dejar.

 

SANCHO

Advierte

que eres tú quien no me dejas.

 

DOÑA JUANA

Daré mil voces.

 

SANCHO

Tus quejas

serán causa de tu muerte.

 

DOÑA JUANA

5

Ya me has traído hasta aquí

porque me quieres dejar.

 

SANCHO

Dejarte no, que a buscar

voy algún bien para ti.

 

DOÑA JUANA

Si para mí buscar bien

10

en ti solo está cifrado,

mientras estás a mi lado

no hay mayor bien que me den.

 

SANCHO

Mi grande necesidad

me ha obligado a huir de ti.

 

DOÑA JUANA

15

Ya para buscarte, a mí

me obliga mi voluntad.

 

SANCHO

Yo me vine a ser soldado

porque tan pobre me vi.

 

DOÑA JUANA

Yo lo soy tanto sin ti,

20

que te he seguido y buscado.

Y si yo soy tu mujer,

¿cuál te parece mejor,

ser pobre de oro o de honor?

 

SANCHO

Quisiérate responder

25

haciendo lengua esta daga.

 

DOÑA JUANA

Pues si tan pobre me dejas,

¿qué te espantas que en mis quejas

estos disparates haga?

 

SANCHO

Mujer que desde Navarra

30

hasta Granada ha venido

y con tan pobre marido

viene tan loca y bizarra,

siendo, aunque hidalga mujer,

de humildes padres, sospecho

35

que responde lo que ha hecho

o dice lo que ha de hacer.

¡Vive Dios que estoy por darte

lo que tu infamia merece!

 

DOÑA JUANA

¡Buen premio tu amor me ofrece

40

de seguirte y de buscarte!

Yo soy quien soy, y por mí

no estás pobre, mas bien sé

que el aborrecerme fue

causa de dejarme así.

45

Gastaste mi rica hacienda

en tus vicios, juego y damas,

y ahora, don Sancho, infamas

que por seguirte me venda.

Si yo quien tú dices fuera

50

en Navarra me quedara,

donde mi vida empleara

en quien amor me tuviera,

pero bien se echa de ver

lo que por dejarme intentas,

55

pues ya llegan tus afrentas

a llamarme vil mujer.

Siempre me has aborrecido,

siempre olvidado y dejado,

y ahora piensas, soldado,

60

remediar lo que has perdido.

Vuelve, que yo tengo aquí

una joya que vender,

con que te podrás volver.

 

SANCHO

¿Contigo?

 

DOÑA JUANA

¡Mi bien, sí!

65

Si guerra quieres tener

y gustas de pelear,

¿qué guerra puedes buscar

como la propia mujer?

 

SANCHO

¡No eres guerra, infierno eres!

 

DOÑA JUANA

70

Luego dan en ser soldados

todos los hombres casados

que aborrecen sus mujeres.

 

SANCHO

Pues si lo sabes, yo soy

uno de ellos.

 

DOÑA JUANA

Tente, espera.

 

SANCHO

75

¡Antes a las manos muera

de un moro, que a morir voy!

Vase

 

DOÑA JUANA

Espera, ingrato, y mira lo que debes

a quien te ha dado el alma que desprecias.

¡Oh, cómo somos las mujeres necias,

80

y en resolvernos al peligro breves!

¿Qué ejércitos, qué mar, qué heladas nieves,

si precias el honor, si el amor precias

hierro y fuego de Porcias y Lucrecias

defenderá que mi constancia pruebes?

85

Si me aborreces, ¿quién habrá que crea

que al paso que tu ingrato desdén crece

crezca mi amor, sin que locura sea?

Mucho a la mujer la mujer parece,

que huye quien la busca y la desea

90

y se cansa en buscar quien la aborrece.

Salen la reina doña Isabel, y Garcilaso y otros soldados

 

ISABEL

De mujer fueron las voces.

¿Si es fuerza de algún soldado?

¡Por vida del Rey!

 

DOÑA JUANA

Yo he dado

en mi muerte.

 

GARCILASO

¿No conoces

95

que está aquí Su Majestad

de la Reina, mi señora?

 

DOÑA JUANA

No pudiera el cielo ahora

en tanta necesidad

darme consuelo mayor.

 

ISABEL

100

Levanta, amiga, del suelo.

 

DOÑA JUANA

Temo que se enoje el cielo,

que te dio tanto valor.

 

ISABEL

Levanta y quién eres di,

en este traje.

 

DOÑA JUANA

No sé,

105

mi señora, si podré

decir quién soy y quién fui.

 

ISABEL

Bien podrás, que tu belleza

y tu dolor harto obligan

a escucharte.

 

DOÑA JUANA

Cuando digan

110

mis desdichas su firmeza,

de veras lastimarán

tus generosos oídos.

 

ISABEL

Di, que todos mis sentidos

atentos contigo están.

 

DOÑA JUANA

115

Nací de padres hidalgos,

aunque en calidad humildes,

¡oh, cristiana y sacra tea

que laurel y espada ciñes!,

en un lugar de Navarra

120

que los dos reinos divide;

humildes en calidad,

como lo son los que viven

de las haciendas del campo,

teniendo quien las cultive,

125

pero, como digo, hidalgos

de pecho exentos y libres.

Es mi nombre doña Juana

de Navarra, aunque de Enríquez

algo tuve por mi madre.

130

Porque a escucharme te inclines,

tuve en tierna edad belleza

por todo aquel reino insigne,

cuya fama me ofrecía

mil casamientos felices

135

a mis padres, entre algunos

menos ilustres, me pide

un don Sancho de Guevara,

sangre de aquel que dio origen

a los Ladrones, de quien

140

tantas hazañas se escriben.

Era don Sancho segundo

de su casa. Al fin eligen

a don Sancho, a cuyas manos

para mis desdichas vine.

145

No pasaron cuatro meses

cuando comenzó a sentirse

el curso desenfrenado

de sus años juveniles.

Gastó la suya y mi hacienda,

150

porque ni pude ni quise

temiendo que me dejase,

rogarle ni resistirle.

Comenzome a aborrecer.

¿Aborrecer? ¡Qué mal dije,

155

que lo que nunca se amó

no puede ser que se olvide!

Llamábanme entonces todos,

viendo su rigor terrible,

la hermosura aborrecida

160

y la desdichada firme.

Como le desvanecían

tantas Medeas y Circes,

sus palabras y sus obras

trataron de perseguirme.

165

Si al verle alzaba los ojos,

no hay víbora que la pise

pie de labrador en hierba

que tanto la lengua vibre.

Si me llegaba de noche

170

por las espaldas a asirle,

aunque estuviese dormido

bramaba por desasirse.

Si le hacía algún regalo

(si regalos hay que obliguen

175

a un hombre cuando aborrece),

no podía reducirle

a que solo le mirase,

cuanto más a que le estime.

Camisa le di una vez

180

que, acabando de vestirse,

se la volvió a desnudar

porque supo que la hice.

Su mejor edad y hacienda,

el juego y mujeres viles,

185

finalmente consumieron,

como al principio te dije.

Y para que en mis exequias

cantase amor como cisne

cuando de la dulce vida

190

tiernamente se despide,

una mañana que el alba,

en vez de rosa y jazmines

furiosamente arrojaba

truenos y rayos horribles,

195

salió como quien de Argel,

temiendo el dueño que sirve,

huyó con ansias y miedos

de que otra vez le cautive.

Lo que mis ojos hicieron

200

pienso que aún aquí lo dicen.

¡Cuántas veces envidié

las almas de los gentiles!

Él se procuró esconder,

pero como amor es lince,

205

luego supe el blanco honroso

donde sus pasos dirige.

A la Granada, que presto

tu gran Fernando conquiste

y de sus granos de nácar

210

su escudo real matice,

viene Sancho a ser soldado,

que pretende ser Aquiles

con los moros quien ha sido

con los cristianos Ulises.

215

Seguile, alcancele, hablele,

y hoy, cuando el alba se ríe,

lloré a sus pies, que pudieran

las mismas piedras oírme,

pero sacando la daga

220

a matarme se apercibe,

y ojalá, pues no hay distancia

desde matarme a morirme.

Fuese, jurando arrojarse

entre los que el muro embisten,

225

por morir y por librarse

de una mujer que le sigue.

En esta razón me hallaste;

no tengo más que decirte

de que sola tú pudieras

230

ser sol de mi noche triste.

Esta, señora, es la historia

y la conquista imposible

de la aborrecida amante

y la desdichada firme.

 

ISABEL

235

Bien creerás que me has movido,

doña Juana, a compasión.

 

DOÑA JUANA

Efectos, señora, son

de tu generoso oído.

 

ISABEL

El Rey asalta una torre

240

y yo estoy con gran cuidado;

si sabes que me has hallado

sabes que mi amor te socorre.

A mí me es fuerza volver

donde mi Fernando está;

245

si está tu marido allá

será fácil de saber.

Quedarás en mi servicio

mientras eres más dichosa.

 

DOÑA JUANA

De tu mano generosa

250

será ilustre beneficio

amparar mi soledad.

 

ISABEL

Sígueme y no tengas pena.

 

DOÑA JUANA

Tu sol divino serena

el mar de mi tempestad.

255

Plegue a los cielos que veas

esta ciudad a tus pies,

que sé, gran señora, que es

la cosa que más deseas.

Vanse. Suena ruido de guerra, y salgan con las espadas desnudas algunos soldados, y el Maestre de Santiago y el de Calatrava, y el rey don Fernando y don Sancho de Guevara

 

REY

Habeislo hecho todos como buenos;

260

no menos prometía la nobleza

de quien tanta virtud tuvo principio.

Pero acercadme presto aquel soldado

que a un tiempo limpia el rostro y el acero:

de aquel sudor, y este roja sangre.

 

MAESTRE DE SANTIAGO

265

¡Hola, soldado!

 

SANCHO

Gran señor, ¿qué mandas?

 

MAESTRE DE SANTIAGO

Su Majestad te llama.

 

SANCHO

Invicto Príncipe,

¿en qué te sirvo? ¿Por ventura quieres

que reconozca el muro? ¿Qué me mandas,

en que pueda mostrar mi buen deseo?

 

REY

270

No quiero agora más de conocerte,

porque te he visto con valor notable

entre los moros del presente asalto,

tanto, que si igualara con tu ánimo

mi fortuna, este día fuera el último

275

que esta Granada fuerte conquistara,

como el primero que su muro entrara.

 

SANCHO

Fernando insigne, a quien darán los cielos

de este bárbaro imperio la corona

porque te deba España su limpieza,

280

yo soy un caballero de Navarra

que he venido a servirte por mi gusto,

sin otro sueldo ni ocasión. Mi nombre

es el mismo que tuvo el padre mío;

don Sancho de Guevara me apellido,

285

sangre de los Ladrones, a quien debe

España ilustre las abarcas de oro

con que ha pisado la cerviz al moro.

 

REY

Mucho huelgo el haberte conocido

y que de tu virtud, no mis oídos,

290

pero mis ojos, me hayan informado.

Yo te he visto de suerte en el asalto

que te he cobrado amor, y este confirman

las nuevas de tu ánimo y la sangre

que has heredado de tan noble estirpe.

295

Yo gusto de que quedes en mi casa

y que me sirvas en mi mesa gusto,

que esto se debe y más a los que vienen

con ánimo tan noble como el tuyo

a la sagrada empresa que prosigo.

 

SANCHO

300

Beso tus pies.

 

MAESTRE DE SANTIAGO

La Reina, mi señora,

te viene a ver, señor.

 

REY

Venga en buen hora.