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«La hija de las flores o todos están locos» (1845) es una comedia en tres actos de Gertrudis Gómez de Avellaneda que critica la hipocresía social, la discriminación hacia la mujer y los matrimonios arreglados. Luis está comprometido con Inés, una mujer mayor, pero se enamora de la joven Flora, hija de Inés.
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Seitenzahl: 100
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Gertrudis Gómez de Avellaneda
O TODOS ESTÁN LOCOS
Saga
La hija de las flores
Copyright © 1845, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726679717
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
La escena pasa en una casa de campo de las inmediaciones de Valencia, y a corta distancia del mar. Época para los trajes, siglo presente, allá por los años de 10 a 20.
Jardín espacioso, con grupos de frondosos rosales y otros arbustos floridos. A la derecha del actor, fachada y puerta de una casa de campo; al fondo, una verja con puerta que da entrada al jardín; detrás de la verja, casi en el centro, un poco hacia la izquierda, pero también en el foro, una pequeña glorieta o cenador, cubierto de verdura. Dos bancos de piedra a derecha e izquierda del proscenio, y algunas sillas rústicas. Al levantarse el telón comienzan a aparecer los albores matinales.
TOMASA y JUAN. (Salen ambos de la casa.)
TOMASA
¡Jesús! si amanece apenas.
¿A qué privarme del sueño
a tales horas?
JUAN
¡Eh! calla;
que es un potro de tormento
la cama, con calor tanto.
TOMASA
Para mí no; sin objeto,
sin motivo madrugar...
JUAN
Mujer, según reza el pliego
recebido ayer, ¿no vienen
de aquesta finca los dueños,
hoy veintisiete de junio
TOMASA
¿Y qué?
JUAN
¡Qué!... seis aposentos
mandan preparar; ¡es nada!
y hay que tenerles almuerzo
prevenido, y muy temprano.
TOMASA
¡Ya! Si te tomas a pecho
lo que no es de tu encumbencia...
Somos aquí jardineros
y nada más.
JUAN
Yo no digo
que no; pero el amo mesmo,
desque murió el tío Robles
(que Dios lo tenga en su reino),
de su propio puño y letra
me escrebió en estos conceutos:
«Juan, en tanto que decido
quién ha de ocupar su puesto,
tú harás en todo y por todo
las veces del probe muerto.»
De lo dicho acá, dos meses
van corridos, y de nuevo
nada ocurrió; conque, ansí,
soy mayordomo de hecho.
TOMASA
¡Pues!, ¡oficio sin salario
le place al amo, lo creo!
Como te ven un Juan Lanas,
abusan.
JUAN
Que agusen, bueno;
el caso es que yo hablo gordo
y gozo todo el respeuto
de mayordomo. ¿No has visto
que a mí mismo, a Juan Cantueso,
vuelve a escrebirle nuestro amo,
y con letrones tan gruesos?
(Saca un papel.)
TOMASA
Dame acá. Con mi jaqueca de ayer, casi no recuerdo
lo que dice la tal carta.
JUAN
Lee y verás.
TOMASA
Sí que leo.
(Leyendo.)
«Buen Juan, tu antigüedad en mi servicio, y las otras circunstancias que te recomiendan, merecen la preferencia que hago de ti, para anunciarte que mi hija y yo hemos determinado pasar algunas semanas en esa casa de campo, donde almorzaremos, si Dios quiere, mañana veintisiete de junio.»
JUAN
¿Ves?
TOMASA
¡Qué antojo repentino!
JUAN
¿Qué hemos de hacer?... lo tuvieron.
TOMASA
(Que continúa leyendo.)
«Acaso antes que nosotros, llegarán mis amigos el conde de Mondragón y su sobrino don Luis»...
Conque, ¿también convidados?
(Representando.)
Pues, señor, yo me divierto.
¡Tanta gente a que atender,
sin más criada que el trastuelo
de Blasa, que es tan inútil,
tan holgazana!...
JUAN
Pacencia.
El amo...
TOMASA
El amo es un viejo
insufrible, estrafalario.
Ha seis años por adviento,
que pisó aquellos umbrales
la vez postrera.
JUAN
Es muy cierto;
un día estuvo y no más.
TOMASA
Como es la corte su anhelo,
allá se fue desde entonces
hasta hace poco que ha vuelto
a Valencia, y —según dicen-
más maniático y más terco
que nunca.
JUAN
Vamos, Tomasa,
recuerda que el pan comemos
en su casa, y no te pongas
a murmurar sus defeutos.
Cada uno cual Dios lo hizo.
TOMASA
De lo que más me sorprendo
es de que venga su hija.
JUAN
Por conocerla me huelgo.
TOMASA
Yo, de moza, tuve entrada
en aquel semiconvento
de su tía.
JUAN
En paz descanse.
TOMASA
Como hay algún parentesco
entre Beatriz, su nodriza,
y mi padre, el privilegio
de visitarla alcanzaba,
y en verdad que era un portento
de hermosura por entonces
doña Inés; no sé si luego...
JUAN
¡Bah! de aquel tiempo al presente,
veinte años hay de por medio.
TOMASA
Dime, ¿y vendrá la Beatriz
con doña Inés?
JUAN
Volveremos
a ver la carta.
(La saca.)
TOMASA
No, hombre.
Si Beatriz viene, me alegro
del antojo del Barón;
llegue en buen hora.
JUAN
Tu afeuto
por ella es justo; no hay cosa
más natural.
TOMASA
(Con ironía.)
¡Por supuesto!
¡Como se porta tan bien!...
Ya ves, no rompe el silencio
que guarda, va para un año;
y aun hace más no merezco
que, de memoria en señal,
me haya mandado un pañuelo,
una cinta, un alfiler...
¡Venga! ¡Venga! Yo prometo
que me ha de hallar una cara,
que, quiera o no, la dé miedo.
JUAN
Mujer, pues no haces justicia;
que a la Beatriz le debemos
el estar doce años hace
en posesión del empleo
que nos da el pan.
TOMASA
Me parece
que no estábamos hambrientos
allá en casa del Marqués,
cuidando su hermoso huerto,
cuando el Barón nos llamó
—de la nodriza al empeño-
para darte plaza igual
a la que dejabas.
JUAN
Niego
la igualdá, que gano aquí
el doble, y a más campeo
por mi respeuto en la casa.
TOMASA
Y a no ser por mis aumentos,
¿hubiera yo a Castellón
dejado? No, ni por pienso.
El Marqués era un buen amo,
¡y qué jardines aquéllos!...
JUAN
Allá, Tomasa, hizo Dios
un milagro en favor nuestro;
pues —a falta de hijos propios-
nos dio el ángel a quien quiero
más que a mi alma.
TOMASA
Le hace daño
de ese cariño el exceso.
JUAN
¿Daño?
TOMASA
No poco: tu primo,
que hoy logra ser nada menos
que capitán de un buen buque
mercante, con más dinero
que un judío, y con más años
que...
JUAN
De ese asunto no hablemos.
¡Mujer! Me tiemblan las carnes,
¿qué digo carnes?, los güesos,
al recordar que has querido
entregarle mi embeleso
a un extraño.
TOMASA
A un viejo rico,
solterón sin heredero,
y pariente tuyo.
JUAN
¡Calla!
TOMASA
Quiere tener el consuelo
de prohijar a una joven
honrada...
JUAN
Yo no me meto
en lo que él quiera.
TOMASA
¡Egoísta!
¿No ve tu cariño ciego
lo mucho que gana Flora
si, según promete hacerlo,
tu anciano primo la adopta,
y cuando muera...?
JUAN
Acabemos.
¿Quisieras tú que mi niña,
revuelta con marineros,
corriese por esos mundos
siempre al capricho del viento?
TOMASA
A México va Beltrán,
y éste es su viaje postrero.
Bien sabes piensa fijarse
en aquel tan rico suelo,
donde ya tiene una casa
y tierras, y...
JUAN
Buen provecho.
TOMASA
Si adopta por hija a Flora,
como anhela...
JUAN
No consiento.
TOMASA
Pues le impides su ventura.
JUAN
¡Llevársela allá, tan lejos!
¡No quiero, no! ¡Voto a cribas!
TOMASA
Conque, ¿no cedes?
JUAN
No cedo.
TOMASA
¿No me das gusto?
JUAN
No doy.
TOMASA
¿Te rebelas?
JUAN
Me rebelo.
TOMASA
Saldrá del puerto mañana
la Tisbe.
JUAN
¿Sí? Le deseo
feliz viaje.
TOMASA
Y por ser tú
tan obstinado y tan necio,
pierde la niña un buen padre
que la deparaba el cielo.
JUAN
Sin padres vino a este mundo,
y se pasará sin ellos.
TOMASA
Corriente; pero ¡cuidado
con la lengua!... Te lo advierto.
No hay que hablar con los señores
de Flora, ni del misterio
de su origen.
JUAN
¿Por qué causa?
TOMASA Primera, porque lo ordeno.
JUAN
Ya!
TOMASA
Segunda, porque a nadie
le interesa aquel secreto;
y tercera, porque basta
para callar un suceso
saber que aunque lo oigan muchos
ninguno habrá de creerlo.
JUAN
¡Eso sí! que es tan extraña
la cosa... pero ¿qué debo
responder si ven a Flora
y me preguntan?
TOMASA
¡Mostrenco!,
respondes que es hija tuya,
y hete aquí que acaba el cuento.
Además, pueden no verla;
bien sabes cuál es su genio
y cómo huye de las gentes.
JUAN
Las flores son su universo.
TOMASA
Desde que viste aquel traje
tan rico y tan pintoresco,
que hace que al verla se rían
pescadores y labriegos,
le agrada más andar sola,
y yo misma apenas puedo
echarla la vista encima.
¡Oh! ¡no sabes lo que peno
con la tal niña! Es muy mona,
tiene donaire, despejo,
buen corazón; mas carácter
tan caprichoso y travieso,
no vi jamás.
JUAN
¡Vida mía!,
me tiene embobado, lelo.
¡Es tan relinda!
TOMASA
¡Y tú eres
tan padrote!
JUAN
Lo confieso.
TOMASA
Me la pierdes con tus mimos,
y te gastas el dinero
para adornarla a su antojo.
En fin, pues huéspedes tengo,
despertaré a los criados.
Lo que es ella, ten por cierto
que ya no estará en la cama.
Por más que grito y pateo,
no consigo que la aurora
la halle jamás bajo techo.
JUAN
Bueno es que madrugue.
TOMASA
En cambio,
aún estará como un leño
la posma de Blasa.
JUAN
Escucha...
debe haber alguien dispierto:
me parece que oigo ruido.
TOMASA
Sí que lo hay, mas no es adentro.
¡Juan!, galope de caballos...
JUAN
(Acercándose a la verja.)
Serán el Conde y su deudo...
TOMASA
¡Ay Dios!, ¡tan de madrugada
se nos vienen!...
JUAN
Dicho y hecho.
Se paran ante la verja...
Echan pie a tierra...
TOMASA
Abre presto.
JUAN
(Abriendo.)
¡Qué guapo mozo es el uno!
TOMASA
El otro tampoco es feo.
Aquí están.
TOMASA, JUAN, EL CONDE y DON LUIS.
EL CONDE
¡Hola!, ¿ya hay gente
levantada?
JUAN
(Haciendo reverencias exageradas.)
El jardinero...
servidor...
EL CONDE
Cúbrete, amigo.
JUAN
¡Yo!...
EL CONDE
¡Cúbrete! Hace fresco.
JUAN
(Siempre haciendo cortesías.)
Mas en presencia de usía...
TOMASA
¡Obedece, hombre!
JUAN
(Calándose el sombrero.)
Obedezco.
Ésta es mi mujer, Tomasa,
y yo soy Juan.
EL CONDE
Lo celebro.
TOMASA
Dispongan sus señorías
lo que gusten.
JUAN
Los dos semos
uno solo a su servicio.
EL CONDE Gracias.
De polvo cubiertos,
cepillos y agua, buen hombre,
nos vendrán bien.
JUAN
Al momento.
Aquí hay de todo. Nuestro amo
—aunque muy poco lo vemos-
se ha gastado un dineral
en esta finca. Paseos,
jardines, fuentes, y...
(A TOMASA.)
Dime,
¿cómo llama a los muñecos
de piedra?
TOMASA
Estatuas.
JUAN
(Al CONDE.)
Y estuatuas
de todo hay.
EL CONDE
Sí, ya estoy viendo
parte de aquesos primores
en este vergel ameno.
TOMASA
Si gustan de entrar...
EL CONDE
La aurora
se ostenta alegre; el arreglo
dispón de cuartos y baños,
que el aviso esperaremos
aquí.
TOMASA
Todo por mí misma
va a ser al punto dispuesto.
(Saluda y se va.)
JUAN
Si me dan su permisión,
también con ella me ausento.
EL CONDE
Ve con Dios.