Obras completas. Tomo 2. Obras dramáticas - Gertrudis Gómez de Avellaneda - E-Book

Obras completas. Tomo 2. Obras dramáticas E-Book

Gertrudis Gómez de Avellaneda

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Recopilación de dramas históricos de Gertrudis Gómez de Avellaneda: "Munio Alfonso", una tragedia en verso de ambientación medieval, "El príncipe de Viana", sobre el fin del príncipe Carlos de Navarra, "Recaredo", sobre el rey visigodo Recaredo I, "Saúl", un drama bíblico, "Baltasar", sobre la caída de Babilonia y "Catilina", adaptación de la obra de Dumas y Maquet.-

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Gertrudis Gómez de Avellaneda

Obras completas. Tomo 2. Obras dramáticas

Munio Alfonso. El Príncipe de Viana. Recaredo. Saul. Baltasar. Catilina.

Saga

Obras completas. Tomo 2. Obras dramáticas

 

Copyright © 1877, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726679809

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

MUNIO ALFONSO,

DRAMA TRÁGICO ORIGINAL EN CUATRO ACTOS Y EN VERSO.

Fué estrenado en Madrid durante la primavera de 1844.

PREFACIO.

En 1844—es decir, hace veinte y cuatro años — escribí y dí á la escena en Madrid el drama trágico titulado Alfonso Munio, que hoy encabeza la coleccion de mis obras teatrales con el nombre de Munio Alfonso, y quiero dedicar breves líneas á la explicacion de los motivos que me han decidido á alterarle el título, y á presentar completamente refundido el mencionado drama.

Fué éste el primero que me aventuré á someter al fallo del público, pero no tuve tal intencion al escribirlo; pues sólo me propuse satisfacer un deseo que me asaltó desde que en los archivos de mi familia paterna tuve ocasion de conocer y admirar la severa figura del décimo alcaide de Toledo, que me pareció muy propia para el coturno, probando una vez más que la edad media — desdeñada por la mayoría de los autores clásicos dramáticos — podia suministrar argumentos y caractéres no ménos dignos de la tragedia que los rebuscados todavía en las historias de los antiguos Griegos y Romanos.

Escribí, pues, en ménos de ocho dias mi incorrecto ensayo, que conocido poco despues casualmente por el gran actor D. Cárlos de Latorre, tuvo la buena suerte de agradarle, hasta el punto de instarme repetidas veces para que le permitiera ponerlo en escena en el teatro que por entónces dirigia, y en el que trabajaban la mayor parte de los artistas distinguidos que poseia entónces la capital de España. Cedí al cabo á tan lisonjeras invitaciones, animada por algunos amigos inteligentes, que se atrevian á pronosticarme un éxito extraordinario, como felizmente se realizó sorprendiéndome, y superando con mucho á mi ambicion más alta. No me desvanecieron, sin embargo, los elogios y aplausos que la prensa y el público dispensaron tan generosamente á mi obra, desmintiendo la vulgar opinion de que la tragedia habia caido para no volver á levantarse: comprendí perfectamente, al presenciar sus representaciones primeras, que Alfonso Munio adolecia de todos los defectos consiguientes á la inexperiencia de la autora, á la precipitacion con que fué concebido y escrito, y á lo poco que me habia cuidado de las conveniencias escénicas, á causa de no destinarle á la ejecucion en el teatro. Resolví, por tanto, desde entónces mismo, refundir mi drama, y lo hubiera hecho en seguida, si compromisos con algunos actores y algunas empresas no me hubiesen obligado á ocuparme de nuevas producciones análogas, que precipitadamente fueron apareciendo en la escena, tan incorrectas como la primera, y áun algunas de ellas con pésimo plan y pésima ejecucion, porque puedo decir con verdad, como el Fénix de los ingenios,

que en horas veinte y cuatro

pasaron de mi mente hasta el teatro.

Miéntras tanto iba retardándose de año en año la refundicion de Alfonso Munio, porque bien conocia yo que no era ya sólo ese drama el que pedia imperiosamente un trabajo concienzudo para corresponder al favor con que me honraba el público, cerrando los ojos á los abultados defectos de mis casi improvisadas obras, por benevolencia al sexo, á la falta de estudios y á la juventud de la autora. Solamente cuando la madurez de la edad y los pesares de la vida hicieron declinar la actividad febril que me aguijoneaba á producir incesantemente nuevas composiciones; cuando la severidad del público comenzó, ademas, á advertirme que habia cesado de merecerle aquella tolerancia de que abusé, y que me exigia, con justicia, obras más dignas de la reputacion que debia á sus benévolos fallos; solamente entónces volví á pensar en la refundicion de las publicadas anteriormente; pero grandes disgustos, alteraciones de salud, y accesos de desaliento y de pereza—que siempre acompañan á las fatigas del corazon y del espíritu—han impreso tal lentitud á mis trabajos de correccion, que apénas algunos pocos de mis dramas han logrado mejoramiento digno de atencion; pero uno de ellos es indudablemente Alfonso Munio, que, á fuer de primogénito, merecia el cuidado especial de que ha sido objeto. No me lisonjea la esperanza de haber hecho desaparecer todos los lunares que le afeaban; pero creo que lo he purgado de los más capitales, todos ellos de forma; pues no he querido — ni en él ni en ninguna de mis obras — mudar el pensamiento ni el plan: eso hubiera sido hacer otras nuevas, y yo no he tratado sino de justificar cuanto me sea posible la sancion lisonjera concedida á las antiguas por el público, á quien ofrezco esta coleccion en despedida irrevocable; entrando por última vez en el palenque literario, no con ambiciosas aspiraciones de nuevos triunfos, sino con humilde anhelo de mostrar que he sabido agradecer los que antiguamente se me dispensaron 1 .

Réstame decir por qué he trocado la colocacion del doble nombre de mi protagonista, y voy á hacerlo en pocas palabras.

Bien que en la historia general de España no haya visto mencion especial del héroe de mi drama, éste no es una creacion mia, pues existió realmente tal como lo presento.

Con el nombre de Nuño Alfonso lo hallará cualquiera que se tome la pena de buscarlo en las viejas memorias de Toledo (cuyo décimo alcaide fué), alcanzando en ellas el dictado de vir bellicosissimus. Los grandes hechos de tan extraordinario varon se encuentran consignados, ademas, en la obra Dignidades seglares del Dr. Salazar de Mendoza; en la Historia del Emperador Alfonso VII, que escribió el obispo y cronista D. Prudencio de Sandoval; en el Nobiliario del jesuita Fr. Jerónimo Roman de la Higuera, sobre los linajes de Toledo; en la Historia de Africa de que es autor D. Luis de Mármol; y en la de los Árabes de España, en la que Conde lo compara con el Cid. Pero el libro de donde yo he sacado mayor número de materiales para mi drama, el que me ha suministrado casi la totalidad del argumento, es el que dió á la estampa, el año 1648, en Madrid, el cronista general de S. M. Católica, D. Rodrigo Mendez y Silva, con el título de Ascendencia ilustre, gloriosos hechos y posteridad noble del famoso Nuño Alfonso, Alcayde de Toledo, Príncipe de su milicia y rico-home de Castilla. En dicho libro — que se conserva con veneracion en el archivo de mi familia — se halla íntegro el testamento del héroe, del que no puedo ménos que copiar aquí algunas líneas.

El encabezamiento dice: En el nombre de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Criador de todas las cosas, y de la bienaventurada Santa María nuestra Señora, Madre de Dios; Yo, Munio Alfonso (hijo de Alfonso Munio, y nieto del Conde Munio Alfonso), Alcayde y Príncipe de la milicia de Toledo (guárdela Dios y ensálcela), temiéndome de la muerte que á toda carne sobreviene, estando en mi entero juicio, cual Dios me lo dió, hago mi testamento y declaro mi última voluntad en la forma que sigue. Despues de ofrecer su alma á Dios, el testador dispone el lugar de su enterramiento con la su bandera y seña, ordena sufragios por el eterno descanso del Emperador Alfonso VI (de quien dice haber recibido, siendo mozuelo, la torre de Cervatos y heredamiento de Figares), por su propia alma, y tambien por las de su difunta mujer y sus antepasados, añadiendo las siguientes palabras, que envuelven la catástrofe de mi drama: — Item: mando se digan doscientas misas por la desdichada de mi hija Fronilde, que yo maté.

El cronista añade, detallando el trágico hecho, que cuatro años ántes de hacer este testamento, como Munio Alfonso se ofendia hasta de los átomos del sol, si llegaban á cosas de su honra, hirió con ímpetu violento de ira á su propia hija, por haberla sorprendido en conversacion de amores, y que cuantos de este caso tratan, tienen por injusta aquella muerte. El mismo Munio, añade el citado autor, lo reconoció así, pues quiso ir á Jerusalen pobremente, en penitencia de aquel pecado, y lo hubiera hecho si el Emperador, el Arzobispo de Toledo — su amigo — y otros respetables prelados no se lo estorbáran, juntando un concilio que determinó, — visto ser el varon más importante que tenía España para defensa de la fe, — se le conmutase aquella pena por la de pasar el resto de su vida en guerra contra los moros; y así lo cumplió el penitente, cuya muerte acaeció en encarnizada batalla algunos años despues, cuando contaba 53 de edad. Tan grande era el respeto que habia sabido imponer al enemigo, que recogiendo su cadáver del sangriento campo y envolviéndolo en riquísimas telas bordadas de oro, lo envió con decoroso acompañamiento á los cristianos, para que se le diese digna sepultura, lo cual se verificó por mandato del Emperador — segun palabras del cronista — con majestuosa pompa y con lágrimas y profundo dolor de toda España.

El precioso libro que me suministró — con estos y otros detalles, — no solamente la épica figura de Munio Alfonso, sino tambien el argumento del drama que lleva este prefacio, contiene versos pomposos en alabanza del héroe, y entresacarémos de ellos dos sonetos que se hallarán á continuacion de los presentes renglones, á los que doy fin diciendo que si al escribir por primera vez mi drama llamé Alfonso Munio al protagonista, y no Nuño Alfonso, que es como vulgarmente se le nombraba, ni tampoco Munio Alfonso — como se halla en su testamento, — fué simplemente por las circunstancias de haberse llamado Alfonso Munio el padre del héroe, y Alfonso Munio tambien aquel de sus hijos, del segundo matrimonio, que mi familia cuenta entre sus progenitores. Ahora, en la refundicion, le restituyo su nombre tal cual él mismo se lo da en el testamento, no obstante ser Nuño el que se encuentra en la generalidad de las crónicas.

__________

SONETO DE DON JUAN DE MATA FRAGOSO, A LA TUMBA DE NUÑO ALFONSO.

Sella, encubre esta piedra venerada

Otro nuevo Anibal, Marte cristiano,

Cuya memoria eterna el tiempo cano

Dejó en admiraciones vinculada;

Pues armado de cólera sagrada

Contra el bárbaro orgullo del pagano,

Cuanto fingió su idea obró su mano,

Siendo trueno la voz, rayo la espada.

Ofendes su esplendor si no te espantas

Del varon que, con fe y acero ardiente,

Supo á sus piés postrar régias gargantas.

¡Mira si es grande, pues heroicamente

Coronas que estuvieron á sus plantas,

Del monarca español ciñen la frente!

__________

SONETO DE LA SEÑORA DOÑA MARÍA NIETO DE ARAGON, A LA MUERTE DEL GRAN NUÑO ALFONSO.

Grande, más que Pompeyo y que el Troyano

En heroica virtud, en esta admira,

Melancólica á par que hermosa pira,

Cómo duerme el valor del brazo hispano.

Aquí, pues, el asombro mauritano,

Desatado en cenizas, áun respira.....

Al formidable trueno imitó en ira,

Siendo en la ejecucion rayo su mano.

No cede al fatal sueño el varon fuerte,

Cayendo vencedor en la campaña,

Pues la fama le forma eterno templo.....

Envidia dejó al mundo con su muerte,

Inmarcesible gloria á nuestra España,

Y á la posteridad triunfante ejemplo.

__________

A MI QUERIDO HERMANO

SR. D. MANUEL GOMEZ DE AVELLANEDA.

Dedicando á la capital de la Isla de Cuba este primer drama que dí al teatro y á la prensa, cumplí un deber sagrado para con mi patria hace veinte y cuatro años; pero hoy, que la consagro en su totalidad cuantas producciones han salido de mi pluma — como pequeño tributo de mi amor y del reconocimiento que la debo por la singular honra que me dispensó, coronándome solemnemente al regresar á su querido suelo en 1860, — miro como desempeño de otra grata obligacion, hermano mio, el poner tu nombre en esta página. En nuestra ya casi extinguida familia paterna, tú representas la rama de Munio Alfonso de que descendemos; tú, ademas, conservas y amas ese viejo archivo, donde hallé los materiales con que formé la presente obra; y tú tambien — con tus observaciones inteligentes y leales — has contribuido en gran manera á hacerme conocer y enmendar los defectos de que salió plagada cuando la lancé á la escena precipitadamente.

Recibe, pues, en el Munio Alfonso refundido, una prenda de fraternal cariño y una muestra de deferencia hácia el vástago masculino que puede considerarse jefe hoy dia de la antigua familia que tan justamente se gloriaba de contar por tronco al héroe castellano, á cuya gran figura debí mi primer triunfo dramático.

Tu amante hermana,

 

Gertrudis.

Sevilla, Junio de 1868.

INTERLOCUTORES. LA EMPERATRIZ DOÑA BERENGUELA, esposa de Alfonso VII. . . . . . . . . .FRONILDE, hija de Munio Alfonso . . . . . . . . .DOÑA BLANCA, infanta de Navarra . . . . . . . . .MUNIO ALFONSO, rico home de Castilla . . . . . . . . .DON SANCHO DE CASTILLA. . EL ARZOBISPO DE TOLEDO. . EL CONDE DON PEDRO GUTIERREZ DE TOLEDO. . . . Un paje . . . . . . . . . .

 

ACTORES que tomaron parte en sus primeras representaciones.D.a bárbara lamadrid. D.a teodora lamadrid. Señorita tablares. D. Cárlos latorre. D. Francisco lumbreras. sr. Lopez. sr. Barroso. sr .....

damas.— caballeros.— guerreros.

 

La escena pasa en Toledo, año de 1142.

MUNIO ALFONSO.

ACTO PRIMERO.

Cámara de la Emperatriz en el real alcázar de Toledo. Ventana y puertas laterales: otra más grande al fondo. A derecha é izquierda del proscenio sillones del gusto de la época, y una mesa al primero de dichos lados. Es de mañana. (Siempre que se nombre derecha ó izquierda es con referencia al actor).

ESCENA PRIMERA.

FRONILDE. — BLANCA.

 

BLANCA aparece dormida, reclinada en un sillon cerca de la mesa, con traje que indica haberse acabado de levantar del lecho: un libro de oraciones, en el que se supone leia al sorprenderla el sueño, se halla caido en la mesa.— FRONILDE entra al levantarse el telon y se adelanta hácia la ventana.

 

fronil. Bello en oriente resplandece el dia

Que gozoso saluda todo un pueblo,

Mas ¡ay, cuál hiere con su luz mis ojos,

Tras largas horas de un insomnio acerbo!

(Acercándose á la Infanta.)

Tú, en tanto ¡oh Blanca! apénas perezosa

Te has apartado del mullido lecho,

Cuando en tus preces matinales vuelve

Grato á halagarte bienhechor beleño,

De la santa oracion entre tus labios

Dulce apagando el religioso acento.

blanca . (Entre sueños.)

¡Cuán dulce libertad!..... ¡Calma apacible!

fronil. ¡Cómo se ve que el devorante incendio

Desconoces de amor! — Pero ¡ah Dios mio!

En ella fuera dicha el sentimiento

Que es para mí tremenda desventura.

¿Por qué no se lo das, y de este pecho

Lo arrancas para siempre?

blanca . (Todavía dormida, pero agitada.)

No..... ¡dejadme!

De aquella pompa el esplendor detesto.....

¡Dejadme! (Despertando.)

¿Dónde estoy?.....

fronil.

(Áun no me ha visto.)

blanca . (Despues de reconocer con la mirada el sitio en que se halla.)

Soñaba..... mas ¡cuán pronto me despierto!

fronil. (Acercándose.)

Señora, tiempo es ya; pues en palacio

Todo es júbilo hoy.

blanca.

Sí..... lo recuerdo.....

Mas ¡oh Fronilde! júbilo más grande

Me daba, hace un instante, falaz sueño.

fronil. ¿Y era.....

blanca . Me hallé en Navarra; vi sus montes

Las cumbres levantar al firmamento,

Y por doquier gozaron mis sentidos

De un aire puro, de un espacio inmenso.

No era yo allí princesa, condenada

A soportar de la etiqueta el tedio,

Sino feliz y libre pastorcilla,

Con otras mil trepando por los cerros,

Sin más corona que fragantes flores

Ni más cuidados que infantiles juegos.

Tras meses tanto de opresion y enojos,

¡Cómo mi corazon se ensanchó ledo!.....

¡Cómo al querido ambiente de la patria

Se abrieron con afan mis labios secos!

Así respira en ignorado asilo,

Cuando logra burlar tenaces perros,

Despues de fuga peligrosa y larga,

El perseguido y fatigado ciervo.

fronil. ¿Es posible, Señora? Vuestra suerte

— Tan bella y envidiable —¿á tal extremo

Puede seros penosa?

blanca.

Buena amiga,

Nací sin ambicion, te lo confieso.

Odio la régia pompa.

fronil.

Mas si el trono

No alcanza á fascinar los ojos vuestros,

Pensé bastára á haceros venturosa

La dulce mágia del amor primero.

blanca . ¿El amor? Yo no sé si con tal nombre

Lo que Sancho me inspira llamar debo.

Dos reyes concertaron la alianza

Que era de paz apetecido sello,

Y que mi extrema juventud tan sólo

Les hizo retardar. Bajo este techo

Desde entónces viviendo, como á hermano

He visto de Castilla al heredero;

Y hoy, que se acerca presuroso el dia

Del enlace que anhelan los dos reinos,

Si pavor no me infunde su llegada,

Sin ánsia ni placer venir le veo.

fronil. ¡No amais, Infanta, no!..... bien lo conozco.

blanca . Es muy gallardo el Príncipe..... le aprecio.....

Pero tan jóven soy, cara Fronilde,

Que ese amor, de que me hablas, no comprendo;

Y áun dudo que tú misma lo explicáras.

fronil. (Turbada.)

¡Yo!..... Señora.....

blanca . (Levantándose.) Tu amor lo absorbe entero

— Segura estoy — el héroe sin mancilla

Que por glorioso padre te dió el cielo;

Y alegrarme contigo deber juzgo

Hoy que, ceñido de laureles nuevos,

Volverás á abrazarle.

(Se empiezan á oir, lejanos todavía, rumores de aplausos y vítores, los cuales se repiten á intérvalos durante las siguientes escenas.)

fronil.

Mucho estimo.....

blanca. ¿Oyes?..... De aplauso jubilosos ecos

Resuenan por doquier: en tan gran dia

Fuerza es lanzar de mi fastidio el peso,

Para admirar al adalid bizarro

Que renueva del Cid los altos hechos.

A mi cámara voy. (Se retira por la izquierda.)

ESCENA II.

FRONILDE, — y despues D. SANCHO.

 

fronil.

¡Munio..... mi padre,

Vencedor vuelve, y conturbada tiemblo,

Pareciéndome oir una amenaza

En cada vítor que me trae el viento!.....

¡De la insana pasion que me devora

Tal es el triste y vergonzoso efecto!.....

Ella me representa juez terrible,

Al que siempre encontré protector tierno.

Se acercan..... (Mirando dentro.)

Es don Sancho.

sancho.

¡Con qué gozo,

Bien de mi vida, á saludarte llego,

Miéntras aclama multitud ferviente

De tu padre feliz el nombre egregio!

Pero ¿ qué miro?..... pálida, turbada,

La luz me niegas de tus ojos bellos?

fronil. ¡Ah Príncipe!.....

sancho.

¿Qué tienes, mi Fronilde?

Dilo presto, por Dios; ¿qué tienes?

fronil.

Miedo.

¡Miedo de que mi padre en mis miradas

Del corazon descubra los secretos!

¡Miedo de que mi falta sepa el hombre

Que siempre ha sido de virtud modelo!

sancho. ¡Tu falta!..... ¿Qué pronuncias? ¿No eres pura

Como esa luz, Fronilde? ¿Mi respeto

No se iguala á mi amor? ¿No sabes cuánto

Tu honor, tu dicha, á mi existir prefiero?

¿De qué te acusas, pues? ¿ De que conoces

De mi pasion fogosa los tormentos,

Y tras de larga resistencia, al cabo

Dulce y tierna piedad me das por premio?

fronil. ¡Ah, no, Príncipe, no! Buscar disculpas

Quereis en vano para mí; primero

Debí morir que confesar insana

Que era sensible á vuestro amor funesto.

sancho. ¿Qué dices?

fronil.

Sí, señor; morir debia,

Y no olvidar en mi delirio ciego

La gran distancia que al destino plugo

Poner entre los dos.

sancho.

Eso no es cierto.

¡Hija de Munio Alfonso! Si su frente

Sólo se adorna de laurel eterno,

Régias coronas á sus plantas postra,

Y otras sostiene con su invicto acero.

¿Qué augusta estirpe desdeñar podria

A la del héroe que dilata imperios

Y abate pueblos, de su gloria al soplo?

¿Quién más digna que tú del sólio excelso?

fronil. No á tal grandeza mi ambicion aspira;

Pues me pesa, don Sancho, que el derecho

De remontaros á suprema altura

No os hubiera negado el nacimiento.

Entónces, más dichoso, fuerais libre.....

Fuerais, señor, de vuestra mano dueño.

sancho. (Con pasion.)

¡Idolo de mi amor!

fronil.

Mas ¿qué esperanza

En la actual situacion concebir puedo?

¿No estais ligado á Blanca por un pacto

Que ha de tener en breve cumplimiento?

sancho. ¿Y no pueden romper mil circunstancias

— Como se ha visto ya — tales empeños?

fronil. La fratricida guerra que ensañados

Dos católicos reyes sostuvieron

— Y que Navarra, cual Castilla, llora —

Término fausto tuvo en el convenio

Que, á las augustas casas enlazando,

De ambas naciones cimentó el sosiego.

¿Cómo, sin promover grandes desastres,

Desbaratar, Señor, un himeneo

Por tan solemne pacto asegurado

Y de esperanzas tantas fundamento?

sancho. Otro infante tambien tiene Castilla,

Del trono de Leon digno heredero,

Y el grande Emperador, nuestro buen padre,

Llenará de aquel pacto el noble objeto

Si por esposo se lo ofrece á Blanca,

De quien ninguna preferencia obtengo.

fronil. (Con súbita esperanza.)

Es verdad.....

sancho.

Pues desecha tus temores,

Y acoge el bienhechor presentimiento

Que hoy más que nunca fortalece mi alma.

fronil. Si Dios escucha mis amantes ruegos.....

sancho. (Tomándola la mano.)

No lo dudes: Él te hizo tan hermosa

Para inspirarme generoso aliento

Que de Castilla labre la ventura,

Con mayor lustre abrillantando el cetro.

fronil. (Con ternura.)

¡Sancho!.....

sancho.

Sabe, ademas, que Berenguela

— Esa reina, esa madre, en cuyo seno

Bondad, ternura y religion rebosan —

Ya nuestro amor sospecha, por lo ménos.

fronil. ¡Qué decis?.....

sancho.

No te asuste, vida mia,

Lo que acaso es un bien; tal lo contemplo.

fronil. ¿Presumis, pues.....

sancho.

Que si mi pecho le abro

Con franqueza filial; si á ella le entrego

De nuestro amor el porvenir, segura

Su poderosa proteccion tendrémos.

fronil. Me trastorna entrever dicha tan grande.

sancho. (Mirando dentro.)

Mi madre con el conde.

fronil.

Yo me alejo,

Pues me vendiera la emocion; mas gracias,

Gracias os doy, porque esperanzas llevo!

(Se va por la puerta por donde ántes se retiró Doña Blanca.)

ESCENA III.

SANCHO. — EMPERATRIZ.— CONDE.

 

sancho. (Saliendo al encuentro de su madre.)

Señora.....

emper.

¡Oh hijo! la feliz noticia

Que desde ayer regocijó á Toledo,

Nos viene á confirmar tan buen testigo.

(Indicando al conde.)

sancho. Decid cuanto sepais, conde don Pedro.

conde. De Alcántara la puerta atravesando,

Por entre olajes del alegre pueblo,

Ya el triunfador ejército penetra

En la imperial ciudad: lo vi yo mesmo.

emper. ¡Gloria al Omnipotente!

sancho.

¡Fausto dia!

conde. Delante numerosos prisioneros,

Con abatida faz, abren la marcha:

La infantería, con bizarro arreo,

Viene en seguida: rotos estandartes,

Tomados al vencido sarraceno,

Ensangrentadas muestran en sus puntas

Dos testas coronadas por trofeos.

Flotando al aire, en undulantes rizos,

La bandera de Munio se alza en medio.....

Bien cual en campo de cipreses tristes

Descuella á veces majestuoso cedro.

Mil acémilas marchan perezosas,

Del inmenso botin llevando el peso.....

Y al fondo de aquel cuadro sorprendente;

De punta en blanco; en el bruñido peto

Reflejando del sol la viva lumbre;

Sobre los lomos de alazan soberbio,

Que — en mil corbetas — de nevada espuma

Cubre tascando el acerado freno,

Se presenta, por fin, el gran caudillo,

Cercado de sus bravos compañeros.

Las anchas plumas de su rico casco,

Del aura mueve el hálito ligero,

Y la visera levantada deja

Su varonil semblante descubierto.

Con gritos de placer y alegres cantos

Le saluda doquier gentío espeso,

Y rosas y laureles las beldades,

Desde cada balcon, lanzan al viento.

Devuelve el héroe sus saludos gratos,

Inclinando con gracia el limpio acero,

Y envuelto en el tumulto se aproxima

— Pisando flores — al alcázar régio.

emper. Toda la Córte á recibirle acuda;

Que se sucedan públicos festejos,

Y que esta noche espléndido sarao

— Celebrado del héroe en digno obsequio —

De este palacio alegre los salones.

conde. Todo cual lo ordenais será dispuesto.

( Vase por donde vino.)

emper. Y tú, hijo caro, manda sin demora

Noticias de tan plácido suceso

Al grande Emperador, tu augusto padre.

sancho. Saldrá al instante rápido correo.

(Deja la escena por distinta puerta que el conde.)

ESCENA IV.

EMPERATRIZ, — y luégo el CONDE.

 

emper. (Sentándose.)

¡Cómo es verdad que en esta infausta vida

Nunca logra el mortal gozo perfecto!

Al que hoy mi corazon, cual reina, inunda,

Se mezcla de la madre afan inquieto.

Sancho á Fronilde con su amor persigue.....

Sí; mis sospechas crecen por momento.

¿Será pasion que fuerte lo avasalla,

O tan sólo lo agita un devaneo?

Si es del primer amor fuerza invencible,

¡Cuántos motivos de alarmarme tengo!.....

La palabra real, que está empeñada.....

El interes de dos cristianos reinos.....

Todo se opone á que consiga Sancho

La ventura, que darle á cualquier precio

Mi corazon quisiera. — Y si es capricho.....

¡Oh! sólo de pensarlo me avergüenzo. (Se levanta.)

¿Mi hijo intentára mancillar ingrato

El gran nombre de Munio..... del guerrero

Sosten del trono, de la patria gloria?.....

No, no permita Dios baldon tan negro

En la corona de Castilla..... Que ántes

Venga el conflicto horrible que preveo.

El conde. (Mirando dentro.)

conde.

Perdonadme, gran Señora,

Si presuroso á vuestras plantas vuelvo,

Y á la Córte — que invade esos salones —

Por un instante breve aquí precedo.

De vuestra alteza el patrocinio augusto

Necesito implorar, para un empeño

En que mi gloria y mi ventura cifro.

emper. Sabes que por tu suerte me intereso.

Habla, conde.

conde.

Señora, llamar padre

Al héroe castellano, á quien venero,

Es mi ardiente ambicion.

emper. (Con interes.) ¡Cómo!..... ¿Fronilde.....

conde. Su hermosa mano merecer anhelo.

emper. ¿Y ella.....

conde.

Áun no sé si me será propicia.

emper. (De esclarecer mis dudas toco un medio.)

(Se oyen los sones de la música, que acompaña un momento despues el himno cantado por la Córte.)

Esos sones anuncian que el gran Munio

Pisa nuestros umbrales: vé á su encuentro;

Que favorable á tu amorosa instancia

Hablarle hoy mismo, conde, te prometo.

conde. (Besándole la mano.)

Gracias, señora, gracias. (Vase.)

emper.

(Mis temores

Quedarán confirmados ó deshechos.)

ESCENA V.

EMPERATRIZ. — Damas y Caballeros de la Córte, que entonan al entrar el siguiente himno, durante el cual aparecen tambien en la escena BLANCA y FRONILDE, sentándose la primera al lado de la Emperatriz, á una señal de ésta, y permaneciendo la otra de pié junto á la Infanta.

HIMNO.

¡Viva Munio Alfonso!

¡Muchos años viva!

¡Azote de infieles

Y honor de Castilla!

Dispersa su espada

La turba enemiga,

Cual viento impetuoso

Las leves aristas.

La patria gozosa

Laureles le ciña,

Las bellas le canten,

Los nobles le sigan.

¡Viva Munio Alfonso!

¡Muchos años viva!

¡Azote de infieles

Y honor de Castilla!

ESCENA VI.

Los mismos. — DON SANCHO.

 

sancho. Señora, permitid que olvide un tanto

De mi sangre real los privilegios,

Y os presente yo mismo al héroe invicto,

Que, con el gran prelado de Toledo,

Vuestra vénia allí aguarda.

emper.

Que éntre al punto.

(Se ra Don Sancho y la Emperatriz se pone en pié.)

¡Y tú, Rey de los reyes, Juez supremo,

Que premias con mercedes tan sublimes

De mi querido esposo los desvelos,

Bendice siempre la bandera hispana,

Para que pronto, hasta el confin ibero,

Bajo la sombra de la Cruz tremole,

Los árabes lanzando á sus desiertos!

ESCENA VII.

Los mismos .— MUNIO, que aparece con DON SANCHO, — EL ARZOBISPO DE TOLEDO, — EL CONDE — y Guerreros , que traen los trofeos de la victoria.

 

emper. Llega, gran capitan, sosten del trono,

Llega á besar la mano que te tiendo.

munio. De vuestra alteza las bondades suplan

Por mi poco ó ningun merecimiento.

(Pone la rodilla en tierra y besa la real mano.)

Las invencibles armas del cristiano

Y heroico emperador Alfonso Sétimo,

Alcanzaron el triunfo de que he sido,

Por voluntad de Dios, flaco instrumento,

Y á vuestras régias plantas, con mi vida,

Pongo de la victoria los trofeos.

emper. ¡Rico hombre de Castilla! autorizada

Por mi consorte augusto los acepto,

Y pues de su milicia ya eres príncipe,

Te hago desde hoy Alcaide de Toledo.

munio. ¡Ah! Las nuevas mercedes que recibo.....

emper. Son para hazañas tales corto premio.

munio. Señora.....

emper.

¡Basta!— De la gran victoria

Te quisiera escuchar relato extenso.

( Vuelve á sentarse.)

munio. Débil en fuerzas, mas pujante en ánimo,

Situéme en la eminencia de Montelo,

Y allí esperar dispuse al enemigo,

Que casi al punto apareció á lo léjos.

Los monarcas de Córdoba y Sevilla

Acaudillaban tan crecido ejército,

Que el polvo que elevaban sus bridones

Bastára á sepultar los pocos nuestros.

Con corazon tranquilo y confiado

Doblamos las rodillas en el suelo,

Para implorar del árbitro divino

Nos diese dicha, cual nos daba esfuerzo;

Y tremolando la sagrada insignia

Descendimos al llano, en gran silencio.

La ventaja del número, tan loca

Seguridad inspira al agareno,

Que, haciendo alarde de desden, prorumpe

En insolente grita. — Con sosiego,

Cual calma precursora de huracanes,

A su algazara necia respondemos.

Se nos acerca al cabo; nos provoca

Con insultos sin fin; mudo lo espero,

Y cual olas del mar en roca inmóvil,

Llega á estrellar sus ímpetus violentos.

Ensordecen los montes convecinos

De la batalla al pavoroso estruendo:

Preces, blasfémias, ayes, maldiciones,

Se alzan del campo fatigando al viento.

Las ricas armas — que entre joyas miles

Eran del sol purísimos espejos —

De polvo y sangre por doquier teñidas,

Crujen al golpe del templado acero:

Se matizan del prado los verdores

Con el rojo color que les da el riego,

Y del Adoro los cristales frios

Con hirviente licor corren revueltos.

Siembran despojos la llanura vasta,

Cascos y miembros por doquier dispersos:

Aquí se encuentra un tronco mutilado.....

Allá una frente que áun sostiene el yelmo.....

Acá una mano solitaria y fria,

Que, de la vida en el afan postrero,

Con crispatura tal asió la espada,

Que áun clava en ella los sangrientos dedos!

emper. ¡Qué horror!

sancho.

¡Prosigue!

munio.

¿Para qué fatigo

Vuestra atencion rëal? Todo lo expreso

Con decir que por nuestro quedó el campo,

De despojos riquísimos cubierto.....

Y entre sus estandartes en jirones

Las dos cabezas de los reyes, muertos

Al filo de mi espada, uno tras otro,

En singular combate, cuerpo á cuerpo.

emper. (Levantándose.)

Corramos á rendir esas coronas

A la suprema Emperatriz del cielo.

Que el Arzobispo venerable guie

Con digna pompa nuestra planta al templo,

Y nos siga la Córte, el pueblo todo,

Para dar gracias del favor inmenso.

 

(Vuelve á sonar la música, y miéntras que la Emperatriz, con Munio, Sancho, el Arzobispo, la Infanta y Fronilde se dirige al foro por medio de la comitiva — que debe seguirla al templo — el telon va descendiendo lentamente.)

 

fin del acto.

ACTO SEGUNDO.

La misma decoracion del primero, pero iluminada la escena y adornada con todo el brillo correspondiente al sarao que tiene lugar en los regios salones, viéndose atravesar de vez en cuando por el del fondo damas y caballeros.

ESCENA PRIMERA.

EMPERATRIZ Y MUNIO. (Entrando.)

 

emper. Miéntras la juventud risueña goza

La fiesta que hoy le brinda nuestro alcázar,

De más serios asuntos platiquemos,

Si lo tienes á bien, en esta estancia.

munio. Mucho me honra con ello vuestra alteza.

emper. (Sentándose.)

Segun me comunica extensa carta,

Presto el emperador deja á Segovia.

munio. Sé que Toledo con afan le aguarda,

Porque su vuelta apresurar parece

Muy plausible motivo.

emper.

Sí; ya Blanca

Cumple la edad que prefijó el convenio

Para el enlace regio, que Navarra

Con grande anhelo espera.

munio.

Y en Castilla

No es, señora, menor la ardiente ánsia

Por ver llegar el plácido momento

Que cumpla tan risueñas esperanzas.

emper. Lo que ignoran quizás, aunque ya sea

Cosa ¡oh Munio! resuelta y decretada,

Es que Sancho, al tomar de esposo el nombre,

Recibirá tambien el de monarca.

Quiere el Emperador que sus dos hijos,

A quienes tanto considera y ama,

En vida suya las coronas lleven

Conforme se las tiene destinadas.

La del noble Leon tendrá Femando;

Sancho se ceñirá la castellana.

munio. Y esta nacion, señora, que en las sienes

De tan ilustre príncipe al mirarla,

Verá cumplidos sus fervientes votos

— Pues hace tiempo que cual rey le acata, —

Podrá exigir que la futura historia,

De su reinado al escribir las páginas,

Don Sancho el Deseado le apellide,

Magüer su posesion temprano alcanza.

emper. Sí; soy madre feliz, pues me da el cielo

Prole de la que puedo estar ufana:

Y á par me considero feliz reina,

Pues súbditos cual tú tronos realzan.

munio. Me confundis, señora.....

emper.

No pretendo

Mi afecto demostrar con alabanzas;

Que más útiles muestras, más sencillas,

Hoy me dictan quizás las circunstancias.

munio. Vuestra bondad real.....

emper.

No: deber juzgo

Lo que á decirte voy. Con toda el alma

De tu Fronilde la ventura anhelo;

Y pues nuestro servicio ausencias largas

Te impone, noble Munio, con zozobra

Sus pocos años, su belleza rara

Contemplo, entre peligros de la córte

De la custodia paternal privada.

munio. A su lado la acoge vuestra alteza

Cuando á los campos el deber me llama,

Y su inocencia peligrar no puede

Bajo la sombra de virtud tan santa.

¡Ni nunca, nunca con recelo injusto

Este paterno corazon la ultraja.....

Porque la sangre que en sus venas corre

Es mi sangre, señora, y eso basta!

emper. Lo sé; mas si el decoro no peligra

En quien virtudes cuenta hereditarias,

La ventura tambien corre sus riesgos

En esa edad, de inexperiencia incauta;

Y pienso, Munio, que pues yo á Fronilde

Privo de la paterna vigilancia,

De un digno esposo los cuidados tiernos

Me corresponde por justicia darla.

Tal es mi parecer.

munio.

Que acato humilde.

emper. Conoces cuán ilustre es la prosapia

De don Pedro Gutierrez de Toledo.

munio. Sé que no tiene en sus blasones mancha.

emper. Y es galan, opulentó, cual cumplido

Caballero doquier se le señala.

munio. Como á tal siempre lo estimé, señora.

emper. Pues bien, de tu hija en el amor se inflama,

Tu vénia pide, y yo le patrocino.

munio. Honra habré de ganar con su alianza;

Y áun cuando no juzgase su valía

Tan verdadera y de grandeza tanta,

Para alcanzar mi aprobacion al punto,

Con merecer la vuestra le bastára.

emper. La de Fronilde consultar debemos,

Pues de su suerte y porvenir se trata,

Y enlace que repugna el albedrío

Nunca, buen Munio, la ventura labra.

munio. Para súbditas nobles, de su reina

Es ley la voluntad.— ¿Ni en qué fundára

De un enlace tan digno la repulsa

Fronilde, siempre dócil y sensata?

emper. Si de otro amor su pecho sorprendido.....

munio. ¡No es posible, señora!

emper.

¿Por qué causa?

munio. Nadie — del rey abajo — hay en Castilla

Que se contemple en posicion tan alta,

Para osar presumir que impunemente

A la hija mia alzára sus miradas

Sin impetrar primero mi permiso.

emper. La pasion nace ciega, involuntaria,

Sabe comunicarse áun siendo muda,

Y cuanto más se oculta más se arraiga.

munio. Pero si por alguno preferencia

Sintiese ya Fronilde, noble y franca

Confesion nos hiciera; ¿qué motivo

Puede existir que exija el recatarla,

Como si fuese un crímen?

emper.

No aseguro.....

Mas ella aquí dirige sus pisadas. (Levantándose.)

Te dejo en libertad para decirla

Del noble conde la amorosa instancia,

Que con justicia ¡oh Munio! recomiendo.

Penetra tú su corazon..... indaga.....

Y si por dicha con placer la acoge,

Sepa por tí que á las nupciales aras

Su reina misma conducirla quiere,

Rogando al cielo que feliz la haga.

munio. Tal honra, gran señora.....

emper.

Pero entienda

Tambien que no queremos violentarla.

Si otro afecto la liga, si otro amante

Puede hacerla dichosa en union santa.....

Que venga á mí sin miedo..... que confie.....

Pues con gran voluntad todo se allana.

 

(La Emperatriz se va por el foro; y Munio, despues de acompañarla hasta la puerta y hacerla profunda reverencia, sale al encuentro de su hija, que entra en la escena por una de las puertas laterales.)

ESCENA II.

MUNIO.— FRONILDE.

 

munio. ( Con ternura.)

¡Fronilde!

fronil.

¡Padre!..... Al fin os hallo solo,

Y puedo veces mil, como anhelaba,

Vuestra mano besar. (Queriendo hacerlo.)

munio. (La abraza.) Vén á mis brazos!

¿Qué ventura ¡gran Dios! á ésta se iguala?

fronil. es para mí tan grande, padre mio,

Que un sueño me parece. ¡Nos separa

Con tal frecuencia la enemiga suerte!.....

munio. No; di, más bien, la obligacion sagrada.

Pero aunque en breve á abandonarte vuelva

Por interes augusto de la patria,

No ya otra vez me apenará, Fronilde,

Pensar que aquí te dejo desolada,

Sin un afecto protector y tierno

Que te consuele de mi ausencia amarga.

La gran princesa que en su sólio augusto

Con orgullo y placer contempla España,

Supliendo de la madre cariñosa

— Que el cielo te quitó — la triste falta,

Digno esposo te elige, y de su mano

Quiere que lo recibas sin tardanza.

fronil. (Con agitacion.)

¡Cómo!..... ¿La emperatriz.....

munio.

Con afan vivo

Parece desear verte casada,

Y ninguna objecion oponer puedo

Al pretendiente ilustre á quien ampara.

fronil. (Con ansiedad de temor y de esperanza.)

Pero..... ¿ Sabeis quién es?.....

munio.

Don Pedro el conde.

fronil. (Aterrada.)

¡Don Pedro!.....

munio.

Su cariño te consagra,

Y pues tan impaciente por tu dicha

Se muestra la benigna Soberana,

Puede tu boda hacerse al mismo tiempo

Que la de nuestro príncipe y la infanta.

fronil. (¡Ah!!)

munio. Mas ¿qué es eso?... ¿Tiemblas?... ¿Palideces?

¡Fronilde!.....

fronil.

(¡Yo fallezco!..... )

munio.

¿Tan extraña,

Tan terrible impresion puede causarte

De un enlace feliz le nueva grata?

fronil. ( Con gran desconcierto.)

Perdonadme, señor..... no presumia.....

munio. Me quisiera explicar lo que te pasa.

¿Tendrá razon la emperatriz? ¿ Tu pecho

Leyó, tal vez, su grande perspicacia?

fronil. (Con espanto.)

¡Ah!..... ¿ Qué piensa? ¿ Qué os dijo?.....

munio.

Que los votos

Del noble conde acaso rechazáras,

Porque á otro amor tu voluntad rindieras.

fronil. Y por eso..... ¡lo entiendo!..... (Ilusion vana,

¡Cuán presto te deshaces!)

munio.

¿ Qué murmuras?

fronil. Señor….. pretendo, en balde, hallar palabras

Con que.....

munio.

¡Fronilde, escucha! Soy guerrero

Que educado entre el ruido de las armas,

No supe nunca encarecer ternezas

Ni provocar amantes confianzas.

Pero jamas — lo sabes — jamas viste

Un padre en mí de condicion tirana.....

Del entrañable amor que te profeso

Juzgo que pruebas mil te tengo dadas.

Ábreme, pues, tu corazon, no temas.

Si el amor de don Pedro no te halaga,

Dime qué caballero hay en Castilla

Que, mereciendo tu ternura casta,

Pueda á tí unirse en lazo venturoso.

fronil. (Más y más turbada.)

¡Ah!..... ninguno, señor.....

munio.

Los ojos bajas

Llena de confusion, y se sonroja

De súbito tu frente.....

fronil.

¿Yo?.....

munio.

¡Me engañas!

fronil. (¡Qué suplicio!..... )

munio. (Con autoridad.) ¡Fronilde! sé sincera.

Lo exijo!.....

fronil.

Pues rendida á vuestras plantas

Vedme, padre!.....

munio.

¿Por qué? ¿Cuál es tu anhelo?

¿Qué pretendes de mí?..... ¡Responde!

fronil.

Nada

Me puede dar, señor, tanta ventura

Como jamas abandonaros.

munio. (La levanta con cariño.) ¡Alza! —

Me hiciste tener miedo. — ¿Con que todo

Significa, Fronilde, que te espantas

De dejar á tu padre?.....

fronil.

Sí..... quisiera

Bajo aquel techo que abrigó mi infancia,

Mi vida terminar.

munio.

¡Qué niña eres!.....

¿No sabes que el deber de tí me aparta

— Cual dijiste tú misma — con frecuencia?

¿Quieres pasar tu vida solitaria?

No olvides cuán ligera ¡oh hija mia!

Vuela la juventud, del tiempo en alas,

Y cómo es yerta, tenebrosa y triste,

En hondo desamor vejez cansada.

fronil. ¿Me negais, pues.....

munio.

Conmigo, y esta noche,

Quiero que vuelvas á adornar mi casa,

Y á ser encanto de las breves horas

En que dar puedo á los combates pausa.

Mas despues, mi Fronilde, ¡te lo ordeno!

Desecha los caprichos que te asaltan,

Y justa con don Pedro — que te adora —

Para ser digna esposa te prepara.

Busca á la emperatriz: rendirla debes

Por su nueva merced fervientes gracias;

Y de volver al paternal asilo

Pide licencia, pues la noche avanza,

Y mis cansados miembros necesitan

Pronto reposo tras fatigas tantas.

fronil. Seréis obedecido. (Se va por el fondo.)

ESCENA III.

MUNIO, — y despues CONDE.

 

munio. (Siguiendo á su hija con la vista.)

¡Va llorando!.....

Su corazon purísimo se alarma

Sólo al oir el nombre de himeneo.....

conde. Buscándoos vengo: de decirme acaba

La buena emperatriz, que favorable

De mi amor escuchasteis la demanda,

Y es tal mi gratitud que en vano ansío

Términos encontrar con que expresarla.

munio. Sí, conde, juzgaréme venturoso

Si cumplida mirais vuestra esperanza.

conde. ¿Y Fronilde?.....

munio.

Fronilde — lo confieso —

Del encanto de amor en la ignorancia,

Sintiéndose feliz junto á su padre,

Teme — y es natural — toda mudanza.

Yo su esquivez combato con consejos,

Y os corresponde á vos el disiparla.

conde. Lo espero así, señor, pues pueden mucho

Rendimiento y amor, celo y constancia.

munio. La villa de Ajofrin tendrá por dote.

conde. Dote no busca quien de véras ama.

munio. Mas las crecidas rentas de esa villa,

Ménos, don Pedro, su valor realzan,

Que el haber sido galardon honroso

Que mi padre ganó con sus hazañas,

El yugo quebrantando que á Toledo

Le impuso el musulman.

conde.

Y no rebaja

De recuerdos tan nobles la valía

Mi corazon. La gloria que en su fama

Sus abuelos legaron á Fronilde,

Y que hoy la vuestra por el orbe ensancha,

No es la prenda menor que en ella admiro,

Ni lo que ménos mi pasion exalta.

Dadme, pues, vuestra mano. Yo la estrecho

Cual la de un padre..... un héroe, que entusiasma

Mi mente, casi á par que el amor mismo.

munio. Conde.....

conde.

No lo dudeis. — Que agora os plazca

Permitirme rogaros, Munio ilustre,

Venir conmigo á la vecina sala,

Donde para rendiros sus respetos

Os esperan personas de importancia.

munio. Vos disponeis de mí; pero querria

Retirarme temprano á mi morada.

conde. Sólo os pido un instante.

munio.

Soy, pues, vuestro.

conde. (¡Cuanto anheló mi corazon alcanza!)

 

(Se van juntos, enlazados los brazos, por donde ántes salió el Conde á la escena, y al mismo tiempo aparece Fronilde, seguida de don Sancho por el fondo.)

ESCENA IV.

FRONILDE.— DON SANCHO.

 

fronil. ¡Dejádme!

sancho. ¡No lo esperes! Cual tu sombra

Quiero seguirte por doquiera, ¡ingrata!

Para pedirte cuenta de mi vida.....

Cuenta del corazon que me desgarras.

fronil. Hablad más bajo, príncipe; mi padre

Muy próximo de aquí tal vez se halla.

sancho. Que venga, que me escuche, que conozca

Mi inalterable amor y tu inconstancia.

¡Qué puedo ya temer?.....

fronil.

¡Ah! ¿No advertisteis

Que doña Blanca, con zozobra extraña,

Al seguirme os miró?

sancho.

Sé solamente

Que con el conde de casarte tratan,

Y á mi presencia misma, á mis oidos

Por ello rindes á mi madre gracias.

Sé que, esquivando mi dolor, la ruegas

Te permita dejar el régio alcázar.....

Sé que leyendo estoy en tu semblante

La decision cruel con que me matas.

fronil. Fuera, señor, delirio, fuera crímen

Pábulo dar á la pasion insana,

Cuando deshecha como el humo miro

La que soñasteis ¡ay! loca esperanza.

Sabe la reina, sí, nuestro secreto;

Mas sólo piensa en levantar muralla

Que para siempre nos separe.

sancho.

¡Cómo!

fronil. Ella un esposo recibir me manda.....

Tambien mi padre..... ¡Oh Dios! ¿ qué resistencia

Les pudiera oponer, hija y vasalla?.....

Fuerza es doblar á la coyunda el cuello,

Si con la muerte el cielo no me salva.

sancho. Tú decidieras, sin piedad, la mia

Si al horrible consorcio te prestáras.....

Más pensarlo es demencia; nadie puede

Romper la eterna union de nuestras almas.

Júrame que jamas.....

fronil .

No emprendais lucha

Que fuera criminal y temeraria.

¡Ceder nos toca, príncipe! Nos toca

Nuestra dulce ilusion borrar con lágrimas,

Prudentes consumando el sacrificio

Que la virtud severa nos reclama.

sancho. Si eso te dicta tu razon de hielo,

Yo sólo escucho el grito que levanta

Mi ardiente corazon, y ántes que acepte

La desventura atroz que le amenaza

Con la tranquila sumision del tuyo,

¡Vén, de este pecho sin piedad lo arranca,

Y del querido esposo por trofeo

Arrójale á los piés, si así te agrada!

fronil. ¡Ah! ¡Silencio, señor! Pueden oiros:

Gentes hay por doquier.

sancho.

Si no retractas

Lo que has dicho, ¡Fronilde! ¿qué me importa

Que sobre mi cabeza el cielo caiga?

fronil. ¡Don Sancho!.....

sancho.

Mas no es cierto; tú no puedes

Ser para mí tan dura é inhumana.

Si mentira no fué tu amor primero,

Si una chispa conservas de su llama,

No desesperes con tenaz repulsa

Al amante que implora una mirada,

Que la vida le vuelva.

fronil.

Ved, don Sancho,

El llanto acerbo que mi rostro baña.....

Bien dice que desde hoy en vos no debo

Contemplar al amante que adoraba,

Sino al rey de quien soy súbdita humilde,

Y es digna esposa la princesa Blanca.

sancho. Tu compasion merece, si ese nombre

Fuerza es que lleve, al fin, la desdichada,

Pues sólo hiel, horror, ódio profundo

Mi destrozado pecho puede darla.

fronil. Terminemos, señor, una entrevista

Terrible para entrambos. — Que Dios haga

Dichosa vuestra vida, á pesar vuestro.....

No nos verémos más.....

(Hace ademan de irse por donde ántes Munio, y don Sancho la detiene.)

sancho.

¡Detente, aguarda!

fronil. ¡Dejadme por piedad!

sancho.

¡Fronilde mia!

(Doblando una rodilla. En el mismo momento aparece doña Blanca por el fondo.)

fronil. ¡Adios por siempre!..... ¡Adios! (Se va.)

blanca . (Se adelanta.) (¡Cielos!..... )

sancho. (Levantándose.)

¡La Infanta!

ESCENA V.

DON SANCHO. — DOÑA BLANCA.

 

blanca . ¡La Infanta, sí, que la conduce á tiempo

De Dios aquí la providencia sábia,

Para que evite el hórrido destino

Que iba á labrarse ciega en su ignorancia.

Si fué vuestra cautela grande abuso

De la inocencia de mi edad temprana,

No os acuso por ello, ni su herida

Quiere mostrar mi dignidad de dama.....

Cargos no lanzo ni disculpas oigo.....

Comprendo ya mi posicion..... y basta!

sancho. Lo que el acaso descubrió propicio,

No pretendo negar con lengua falsa.

Cual vos, señora, destinado á un yugo

Que no eligió mi corazon, sellaba

El respeto filial los labios mios,

Por más que á su poder recia batalla

Una pasion profunda, irresistible,

Diese sin tregua en lo interior del alma.

Justo acaté vuestra inocencia hermosa,

Homenaje rindiendo á vuestras gracias,

Pero en vano mi esfuerzo pretendia

Sofocar de mi amor la oculta llama.....

Pues cuanto más la comprimí, más fuerte

Rompe hoy el dique y con violencia estalla.

Si á la beldad que en vuestro rostro admiro

Este tirano sentimiento agravia,

Pues que escuchasteis mis dolientes quejas,

No crímen lo juzgueis, sino desgracia.

blanca. Desgracia fuera interminable, horrible,

Si nuestra triste union la consumára.....

Mas de oponerme con tenaz porfía

Yo os empeño ¡don Sancho! mi palabra.

(Se vapor donde vino á la escena.)

ESCENA VI.

DON SANCHO.

Hé aquí llegado el crítico momento

Tan anhelado cual temido. — Blanca

Romperá por sí misma el pacto odioso

Que hace la suya cual mi vida infausta,

Y el motivo sabrán entrambas córtes,

Renaciendo cruel la antigua saña.

¡Mas no me asusto! Si el desaire régio

Con la guerra vengar quiere Navarra,

Cuando me da su púrpura Castilla

Tambien me ciñe su temible espada,

Y con ella y mi amor al mundo entero

— Seguro de vencer — desafiára.

¡Ah! ¡Don Pedro! (Mirando dentro.)

ESCENA VII.

DON SANCHO.— EL CONDE.

 

conde.

¡Señor! aquí os he visto

Y á cumplir vengo obligacion muy grata,

Dándoos conocimiento de un suceso

Que, pues me hace feliz, creo os complazca.

Munio — que se retira en este instante,

Y por eso ante vos no me acompaña —

La mano me concede de su hija.

sancho. Yo, conde, te aconsejo renunciarla.

conde. (Con asombro.)

¡Cómo!..... ¡Señor!.....

sancho.

Presumo no te ofendas

De que me explique con franqueza clara.

conde. Pero..... yo no comprendo.....

sancho. Te conviene

Desistir de esa union..... que no me agrada.

conde. ¿No os agrada?..... ¿Por qué?.....

sancho. (Reprimiéndose.)

(¡Sosegad, celos!)

conde. Si vuestra alteza la razon declara.....

sancho. Pues bien, conde, tus prendas reconozco;

Mas aunque mucho las estime y valgan,

Le destino á Fronilde otro himeneo

Que oso creer que más la satisfaga.

conde. (Exaltándose.)

¡Imposible, don Sancho!..... Perdonadme

Si me atrevo á deciros — sin jactancia —

Que ninguno cual yo será acogido,

Pues proteccion me asiste soberana.

sancho. Pues yo, á mi vez, te digo que esta frente

Muy presto llevará diadema sacra,

Y que — cual rey á súbdito — repito

Que debes renunciar esa alianza.

conde. (¡Qué misterio!..... ) Señor, si la obediencia

De súbdito á su rey tanto me ata,

Que me fuerce á romper enlace digno

En que toda mi dicha está cifrada,

Considero tambien que los respetos

Que de mí exige mediacion tan alta

— Cual lo es aquella que apoyó mis votos —

No me permiten la renuncia extraña,

Sin exponer primero claramente

De mi conducta singular la causa.

sancho. Haz lo que gustes.

conde.

Bien: por mis acentos

La augusta emperatriz sabrá mañana

Que vuestra alteza con rigor prohibe

Lo que su autoridad patrocinaba;

Porque á Fronilde destinais esposo

Que — segun vuestro juicio — me aventaja.

sancho. Te autorizo á decirlo.

conde.

Vuestra alteza

Dará despues explicacion más ámplia.

sancho. Sí, conde, la prometo.

conde.

Y yo la ansío.

Dios os guarde, señor. (¡La ira me abrasa!)

(Se vapor el fondo.)

sancho. ¡Echada está la suerte! Ya no es tiempo

De miramientos y reservas vanas.....

¡Que es Fronilde mi amor, mi bien, mi esposa,

Sepa la emperatriz, sepa la España!

¡La corona real pondré en sus sienes,

O rota la verá bajo mis plantas!

 

fin del acto.

ACTO TERCERO.

Gabinete de la casa de Munio. A la izquierda puerta que lleva á los aposentos de Fronilde. Á la derecha un balcon. Al fondo otra puerta que conduce á otra sala de comunicacion con lo exterior. Está anocheciendo.

ESCENA PRIMERA.

MUNIO y el ARZOBISPO, entrando ambos por el fondo. Los precede un criado, que coloca luz sobre una mesa, y se retira.

 

munio. Pasad, digno Arzobispo; en esta estancia,

Como lo deseais, libres estamos

De cualquier importuno.

arzob.

Lo celebro;

Porque en conflicto singular me hallo

Del que quiero tratemos, y pediros

Un consejo leal.

munio.

Bien; pues dignaos

Silla aceptar, Señor.

(Se sienta el Arzobispo, y á su lado Munio.)

arzob.

Inútilmente

Por todas partes os busqué en palacio,

Cuando allá estuve hoy.

munio.

Como supuse

Fatigada á su alteza del sarao,

Recelé molestarla.— Ruboroso

Confesaré, ademas, que embelesado

Con el cariño de mi tierna hija,

De la mañana rápidas volaron

Las horas..... de tal modo, que de pronto

Vi, sorprendido, al sol tocar su ocaso.

arzob. Pues atended.— La infanta doña Blanca

Me llamó con urgencia, áun bien temprano,

Y en una larga conferencia ¡oh Munio!

Me declaró — y en términos muy claros —

Que la inspira pavura insuperable

Su enlace con el príncipe don Sancho.

munio. ¡Qué decis!.....

arzob.

Demandóme con empeño

Que la prestase proteccion y amparo,

Interponiendo toda mi influencia

Cerca de los augustos soberanos

De Castilla y Navarra; pues confia

Que han de prestarse á que se anule el pacto,

Si yo les represento que es un crímen

Sacrificarla á la razon de Estado.

munio. No encuentro voz para expresar mi asombro.

arzob. Y no menor que el vuestro fué mi pasmo.

munio. Mas ¿no dijo la Infanta en qué se funda

Ese tan loco y repentino cambio?

arzob. Á todas mis preguntas respondia

Con frases vagas, con pueriles llantos.....

Que indicó, pienso, amor por el retiro

Y repugnancia por el régio fausto.....

Todos pretextos frívolos.— Misterio

Me quiso hacer de la verdad; mas franco

Debo, Munio, deciros mis sospechas.

munio. (Con interes.)

¡Hablad, Señor!

arzob.

Sin duda mal su grado

Dejó escapar á intérvalos la jóven,

Quejas que indicio son — si no me engaño —

De que siente en el alma atroces celos

Brotar al golpe de secreto agravio.

munio. ¡Celos, decis! ¿De qué? ¿Quién los motiva?

arzob. Quizás alguna dama de palacio.

munio. Todas son nobles esas damas; todas

Habrán tenido de virtud dechados

En sus madres, Señor.— No, no es posible

Que digna se haga de tan grave cargo

Hembra que lleve en la heredada sangre

El honor y el orgullo castellano.

arzob. Tal incredulidad — que os honra mucho —

Prueba no conoceis cuántos y cuántos

Desórdenes y vicios, con sus pompas

Suelen las córtes disfrazar.

munio.

¡Prelado!

Si así pensais, si presumis que existe

Una mujer que audaz y sin recato,

Del régio jóven los caprichos locos

Fomentar osa, de la patria en daño,

Á doña Berenguela sin demora

Debeis decir el torpe desacato

Que deshonra el alcázar. Su decoro,

Su ventura tal vez, la del insano

Y seducido Príncipe, dos reinos

— Que áun gimen de la guerra los estragos —

Todo exige, á mi ver, que el crímen sea

Con severa justicia castigado.

arzob. Bien quisiera seguir vuestro consejo;

Mas ¿qué mujer por criminal delato,

Si su nombre nos es desconocido

Y nos faltan los medios de indagarlo?

munio. No deben ser los régios devaneos

Para todos, Señor, profundo arcano.....

Ni el nombre de la infame que la ofende

Dejará doña Blanca de fiarlo

Á vuestra discrecion, cuando conozca

Que fuera indigno de su excelso rango

Favorecer con el silencio intrigas

De las que nacen ya frutos amargos.

arzob. Pero y si la culpable pertenece

Á una noble familia, ¿cómo un fallo

Pronunciar riguroso, los blasones

De respetable casa mancillando?

munio. ¡Señor! si los merece esa familia,

Con sangre de la vil sabrá lavarlos!

arzob. Al exceso llegais en puntos de honra,

Y no os debo seguir.— ¡Oh, bienhadado

El padre que, cual vos, en su hija mira

De su austera virtud remedo exacto!

munio. Yo el bien que el cielo me otorgó propicio

Con una inmensa gratitud le pago.....

Porque — teneis razon, — de mi Fronilde

— Que es de una santa esposa fiel retrato —

Puedo estar orgulloso.— Cuando estrecho

Á esa prenda de amor entre mis brazos,

Y entre caricias tímidas, pronuncia

De padre el nombre su inocente labio,

Os confieso, Señor, que mi destino

No quisiera trocar por el más alto

De todos los monarcas de la tierra,

Segun me siento de mi dicha ufano.

Dispuso Dios que en líbico desierto

Fresco raudal brotase del peñasco

Para alivio del triste peregrino.....

Y así á esa vírgen colocó en el campo

De mi guerrera vida, porque en ella,

Tras rudas lides, se restaure mi ánimo.

arzob. Esta mañana circuló en la córte

La nueva de que al conde da su mano,

Siendo madrina nuestra reina augusta.

munio. Su alteza así lo quiere.

arzob.

Y yo lo aplaudo.

Pero — volviendo á nuestro asunto — anhelo

Que ántes de recurrir á extremos arduos,

Con el Príncipe hableis. Vos solamente

— Pues le inspirais respeto y entusiasmo —

Del terrible conflicto que provoca

Podeis reconvenirle sin reparo.

Quizás ¡oh Munio! sienta su extravío

Al escuchar vuestros consejos sabios.....

Quizás por la prudencia se consiga

Más que con el rigor, con el escándalo.

munio. Si vos me lo ordenais, aceptar debo

— Magüer me pese — el espinoso encargo.

arzob. Pues bien, no perdais tiempo: á tales horas

(Levantándose.)

Suele precisamente estar don Sancho

Sólo en su habitacion, en donde escribe

Al buen emperador detalles largos

De todo lo que ocurre. Aprovechemos

La propicia ocasion: id sin retardo;

Miéntras que yo de nuevo, á doña Blanca

Pretendiendo aplacar, veré si indago

Cuanto saber conviene.

munio. (Tambien de pié.) Dios os guie.

arzob. Y á vos, puesto que iréis.....

munio.

Al punto marcho.

ESCENA II.

MUNIO, — y luégo FRONILDE.

 

munio. (Miéntras se ciñe la espada y toma el manto, preparándose á salir, algunos truenos, sordos todavía, empiezan á oirse, repitiéndose cada vez más fuertes, y aeompañándolos los silbidos del viento.)

Bien..... No sólo la espada al rey se debe;

Que un consejo leal sirve de algo.

fronil. (Saliendo de sus habitaciones.)

¿Vais á salir, señor, miéntras los cielos

De horrible tempestad muestran amagos?

munio. Te dediqué, Fronilde, todo el dia,

Y aprovechar la noche es necesario.

fronil. Mas ¿qué motivo urgente?.....

munio.

Tratar quiero

De muy graves asuntos con don Sancho.

fronil. ¿Con el Príncipe?.....

munio.

Sí: voy al alcázar.

fronil. (Oh Dios!..... todo me infunde sobresalto.)

munio. Pero ¿de qué te alarmas? ¿Tienes miedo

De los truenos tal vez?

(Se acerca cariñosamente á su hija.)

fronil.

Sí..... me acobardo

De quedar sola en noche tempestuosa,

Como ésta se presenta.

munio.

No tan flaco

Juzgué tu corazon, cara hija mia.

Pero sosiega; volveré á tu lado

Muy pronto.

fronil.

Mas si son esos asuntos

De tanta gravedad.....

munio.

¿Temes acaso

Que me retengan más de lo que indico?

fronil. En efecto.....

munio.

Pues quede, miéntras tanto,

Prestándote tu dueña compañía.

fronil. ¡Padre! sólo con vos valor alcanzo.

munio. ¡Pusilánime!..... Bien: torno á ofrecerte

(Afectuosamente.)

De mi ausencia abreviar el corto plazo.

Adios, pues: hasta luégo.

(Se dirige Munio á la puerta del foro, y Fronilde corre de pronto hácia él, al impulso de irresistible emocion, y le dice las palabras siguientes.)

fronil.

¡Padre mio!

(Munio se detiene.)

Concededme.....

munio.

¿Qué quieres?

fronil.

¡Abrazaros!

(Se echa en brazos de su padre con visible enternecimiento, que parece irse comunicando á Munio.)

munio. ¡Hija del corazon! (Breve pausa.)

fronil.

Segunda gracia

De vuestro afecto paternal reclamo.

¡Bendecidme!..... (Se arrodilla.)

munio. (Cuya emocion se echa de ver, no obstante la calma que quiere aparentar.) ¿Qué haces? (¡Rara cosa!

¡De su pueril pavor siento el contagio!)

fronil. Bendecidme por vos y por la madre

Que tan niña perdí.....

munio. (Más y más conmovido, y poniendo una mano sobre la cabeza de su hija.)

Bien que burlando

De tus locos terrores..... ¡te bendigo!

¡Sí!..... te bendigo, ¡oh hija!..... Que el pecado

Jamas su sello de vergüenza imprima

De este semblante en los hermosos rasgos.....

Y cuando emprendas al empíreo el vuelo,

¡Pobre ángel en el mundo desterrado!

No altere de tus alas la pureza

Ni áun leve mancha del terrestre fango.

fronil. (Levantándose y enjugando sus lágrimas.)

Ya no os detengo más, querido padre.

Con vuestra bendicion fuerte me hallo.

munio. (¿ Pero qué pasa en mí?)

fronil.

Marchad tranquilo.

munio. (Con esfuerzo.)

¡Adios!

fronil. (Aparentando serenidad.)

¡Adios!

munio. (Despues de llegar hasta el umbral de la puerta, vuelve, vencido por la emocion, á abrazar á su hija.)

¡Fronilde!.....

fronil. (Abrazándole.) ¡Padre amado!.....

munio. (Vive Cristo, que lloro..... ¡qué locura!)

(Se desprende de los brazos de su hija con cierta violencia, y se marcha por el foro.)

ESCENA III.

FRONILDE.

 

¡Ah!..... ¡partió!..... libremente puede el llanto

Brotar del pecho.

(Se deja caer en una silla: hay una breve pausa, durante la cual se oyen sus sollozos entre los ruidos de la tempestad.)

¡Oh Dios!... ¡cuánto he sufrido!...

La confesion de mi secreto infausto

Venírseme á los labios por momentos,