La infanta desesperada - Lope de Vega - E-Book

La infanta desesperada E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

La infanta desesperada es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.

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Seitenzahl: 64

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Lope de Vega

La infanta desesperada

 

Saga

La infanta desesperadaCopyright © 1916, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617955

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Elenco

EL REY CASTOREO. EL PRÍNCIPE DORISTÁN, su hijo. NICEDIO, capitán. LUCINIO, capitán. ERÁFILO. FENAMOR, rey de Arabia. LAVINIA, infanta, su hija. CELESTIO, escudero. DUQUE LANDINO. LAERCIO, conde. CLEANTO, criado. DOS CRIADOS. CLORINDA, dama. CASTALIO NEMOROSO, pastor. CORIDÓN, pastor. BELARDO, pastor. BELISA, pastora. FELISARDA, dama. LAVIDORO, niño. Dos o tres SENADORES. UN ALGUACIL. UN CIUDADANO. UN RELATOR. UNA MUJER, presa. DOS PRESOS. BELISA.

Jornada I

(Salen el REY CASTOREO y NICEDIO, LUCINIO, y ERÁFILO, capitanes y gente de acompañamiento.)

REY.

Agrádame por extremo

del campo el asiento y traza.

 

NICEDIO.

Hay poca plaza.

 

REY.

Eso temo;

mas no quedará por plaza

5

si el monte descubro y quemo.

 

LUCINIO.

Si se descubre este monte,

no hay en todo este horizonte

mejor asiento y campaña.

 

REY.

¿Qué río estas sierras baña?

 

NICEDIO.

10

El famoso Licaonte.

 

REY.

¿Es esta mi tienda?

 

LUCINIO.

Aquí,

por más segura, se planta.

 

REY.

¿Qué hay de espías?

 

ERÁFILO.

Yo fuí.

 

REY.

¿Llega mi enemigo?

 

ERÁFILO.

Espanta

15

el arrogancia que vi.

Detrás de este monte tiene

puesto su campo.

 

REY.

Conviene

saber su designio bien.

 

ERÁFILO.

Presumí de ellos también

20

que a darnos batalla viene.

 

REY.

¡Ya se atreviese el cobarde!

 

LUCINIO.

Yo te dijo que es tan loco,

que poco en hacello tarde.

 

REY.

Su arrogancia tengo en poco.

25

¿Qué viste más?

 

ERÁFILO.

Vi su alarde.

 

REY.

¿Qué gente trae de batalla?

¿Quién en su campo se halla?

 

ERÁFILO.

Tres mil caballos conté,

y seis mil hombres de a pie

30

de pavés, espada y malla.

Taerá bien dos mil camellos,

sin los carros y bagaje.

 

REY.

Rica presa haréis en ellos

el día que el cielo baje

35

a vuestras plantas sus cuellos.

Hágase cuerpo de guarda,

que me aflige un poco el sueño.

 

(Vase el REY.)

NICEDIO.

La cena y cama te aguarda.

 

LUCINIO.

Tengan esas armas dueño,

40

soldados.

 

NICEDIO.

¡Ah, de la guarda!

¿En qué podremos pasar

aqueste rato?

 

LUCINIO.

En jugar.

 

ERÁFILO.

No, no; de damas hablemos.

 

LUCINIO.

Son dos viciosos extremos.

 

ERÁFILO.

45

Buen medio es no las usar.

Al que no juega, ni ama

cuéntale por piedra o nieve.

 

LUCINIO.

¿Tenemos alguna dama?

 

ERÁFILO.

¿Cómo es una? Más de nueve.

 

LUCINIO.

50

¿Qué gente?

 

ERÁFILO.

Es ropa de fama.

Hoy llegó una forastera

que tañe y canta, y pudiera

ser del príncipe mujer.

 

NICEDIO.

¡Brava cosa!

 

LUCINIO.

Para ver.

 

NICEDIO.

55

¿Cómo se llama?

 

ERÁFILO.

Glicera.

 

LUCINIO.

Ya debe de tener cuyo.

 

ERÁFILO.

A no estar acomodada

ya yo fuera dueño suyo.

 

NICEDIO.

Eso de dueño me agrada:

60

todo quieres que sea tuyo.

 

LUCINIO.

¿Es bizarra?

 

ERÁFILO.

Grandes galas.

 

NICEDIO.

Pues, por Dios, que no son malas

la Sinarda y Doriclea.

 

LUCINIO.

La una es vieja y la otra fea.

 

ERÁFILO.

65

Si las quiere, alabaralas.

 

NICEDIO.

Tú debes de ser en esto

de gran voto y elección.

 

LUCINIO.

Siempre el pensamiento he puesto

en la mejor ocasión,

70

que suelo preciarme de esto.

 

NICEDIO.

Servirás reinas de Troya,

que es la grandeza en que apoya

tu entendimiento su gala.

 

LUCINIO.

¿Era Clarinda muy mala?

 

NICEDIO.

75

¡Por Apolo, linda joya!

 

ERÁFILO.

Por lo que de reina dices

bien será que la belleza

de otra reina solemnices,

en quien la naturaleza

80

puso divinos matices;

en quien se extremó de forma

que, según la fama informa,

y los retratos hoy vemos,

Circe en Arabia tenemos

85

que hechiza, mata y transforma.

 

NICEDIO.

¿Quién es?

 

ERÁFILO.

Lavinia, divina,

hija del rey Fenamor,

nuestro contrario.

 

LUCINIO.

Esa es dina

de eterna fama y loor,

90

por su beldad peregrina;

esa es la mujer más bella

que ha visto el cielo, que de ella

puede testimonio hacer

de su infinito poder.

 

NICEDIO.

95

Muerte el príncipe por ella.

 

LUCINIO.

Pues ¿hala visto?

 

NICEDIO.

En retrato.

Él sale.

 

(Sale el PRÍNCIPE DORISTÁN.)

PRÍNCIPE.

Pues, caballeros,

¿no jugaremos un rato?

 

LUCINIO.

Rebozos hay forasteros;

100

juéguese y dese barato.

 

PRÍNCIPE.

¿De qué se hablaba?

 

NICEDIO.

De damas.

 

PRÍNCIPE.

De damas, armas y juego.

 

NICEDIO.

Eso es guerra.

 

PRÍNCIPE.

Bien la llama:

todo es furor, todo es fuego.

 

LUCINIO.

105

Y mucho mayor si amas.

 

PRÍNCIPE.

Sí amo, y pluguiera a Apolo

que fuera mi daño solo

amar.

 

NICEDIO.

¿Luego es más terrible?

 

PRÍNCIPE.

Amo, amigos, lo imposible,

110

y a lo mejor de este polo.

Amo mi propia enemiga;

¿puede haber más mal que os diga?

Amo a Lavinia por fama.

 

NICEDIO.

Ella es tan hermosa dama

115

que al más enemigo obliga.

Peor un retrato no más

¿te tiene ya de esa suerte?

 

PRÍNCIPE.

Aquí, Nicedio, verás

la extrañeza de mi muerte.

 

NICEDIO.

120

¿Qué muerto, en efecto, estás?

 

PRÍNCIPE.

Apártate aquí, conmigo.

 

LUCINIO.

Si este no fuera enemigo

de nuestro rey, fácil fuera

que la gozara y tuviera…

 

ERÁFILO.

125

¿Como a mujer?

 

LUCINIO.

Eso digo;

y aun tengo en el pensamiento

que han de parar estas guerras

en aqueste casamiento,

y volver a nuestras tierras

130

llenos de paz y contento.

 

ERÁFILO.

Deseo colgar la espada

y de la sangre manchada

hasta guarnición y pomo...

 

LUCINIO.

De mejor gana la tomo

135

que la más limpia y dorada.

 

(NICEDIO, algo apartado con el PRÍNCIPE DORISTÁN.)

NICEDIO.

Si vas con tanto secreto

en casa de tu enemigo,

tu deseo tendrá efeto.

 

PRÍNCIPE.

A cualquier daño me obligo.

 

NICEDIO.

140

De acompañarte prometo.

 

PRÍNCIPE.

Ella no sabrá quien soy

si solo contigo voy,

con otros vestidos varios.

 

NICEDIO.

En ser los padres contarios

145

confuso, príncipe, estoy;

mas si tú mueres por ella,

siendo su enemigo, ¿es mucho

que haga lo mismo ella?

 

PRÍNCIPE.

Como a oráculo te escucho,

150

de aquel Dios que adoro en ella.

Nicedio, yo muero.

 

NICEDIO.

Basta.

En balde el tiempo se gasta:

disfrázate y caminemos.

 

PRÍNCIPE.

¿Cómo del campo saldremos?

 

NICEDIO.

155

Con dos caballos de casta.

 

PRÍNCIPE.

Di que me quieres llevar

a ver alguna mujer,

para que nos den lugar.

 

NICEDIO.

Ya comienza a anochecer.

 

PRÍNCIPE.

160

Bien podemos caminar.

 

(Habla NICEDIO con los otros.)

NICEDIO.

El príncipe, caballeros,

quiere ver a cierta dama:

bien podéis entreteneros.

 

LUCINIO.

Muestre en esto si nos ama

165

y estima nuestros aceros,

que acompañarle queremos.

 

PRÍNCIPE.

Solos me importa que andemos;

vuestra voluntad estimo.

 

ERÁFILO.

Solo a servirte me animo.

 

LUCINIO.

170

Si sale el rey, ¿qué diremos?

 

PRÍNCIPE.

Que he visto el campo le di,

y que le asiento también.

 

LUCINIO.

Harase, señor, así.

 

PRÍNCIPE.

¿Sabes el camino bien?

 

NICEDIO.

175

Calla y sigue.

 

PRÍNCIPE.

Voy tras ti.