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La infanta desesperada es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.
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Seitenzahl: 64
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
La infanta desesperadaCopyright © 1916, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617955
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
(Salen el REY CASTOREO y NICEDIO, LUCINIO, y ERÁFILO, capitanes y gente de acompañamiento.)
REY.
Agrádame por extremo
del campo el asiento y traza.
NICEDIO.
Hay poca plaza.
REY.
Eso temo;
mas no quedará por plaza
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si el monte descubro y quemo.
LUCINIO.
Si se descubre este monte,
no hay en todo este horizonte
mejor asiento y campaña.
REY.
¿Qué río estas sierras baña?
NICEDIO.
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El famoso Licaonte.
REY.
¿Es esta mi tienda?
LUCINIO.
Aquí,
por más segura, se planta.
REY.
¿Qué hay de espías?
ERÁFILO.
Yo fuí.
REY.
¿Llega mi enemigo?
ERÁFILO.
Espanta
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el arrogancia que vi.
Detrás de este monte tiene
puesto su campo.
REY.
Conviene
saber su designio bien.
ERÁFILO.
Presumí de ellos también
20
que a darnos batalla viene.
REY.
¡Ya se atreviese el cobarde!
LUCINIO.
Yo te dijo que es tan loco,
que poco en hacello tarde.
REY.
Su arrogancia tengo en poco.
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¿Qué viste más?
ERÁFILO.
Vi su alarde.
REY.
¿Qué gente trae de batalla?
¿Quién en su campo se halla?
ERÁFILO.
Tres mil caballos conté,
y seis mil hombres de a pie
30
de pavés, espada y malla.
Taerá bien dos mil camellos,
sin los carros y bagaje.
REY.
Rica presa haréis en ellos
el día que el cielo baje
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a vuestras plantas sus cuellos.
Hágase cuerpo de guarda,
que me aflige un poco el sueño.
(Vase el REY.)
NICEDIO.
La cena y cama te aguarda.
LUCINIO.
Tengan esas armas dueño,
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soldados.
NICEDIO.
¡Ah, de la guarda!
¿En qué podremos pasar
aqueste rato?
LUCINIO.
En jugar.
ERÁFILO.
No, no; de damas hablemos.
LUCINIO.
Son dos viciosos extremos.
ERÁFILO.
45
Buen medio es no las usar.
Al que no juega, ni ama
cuéntale por piedra o nieve.
LUCINIO.
¿Tenemos alguna dama?
ERÁFILO.
¿Cómo es una? Más de nueve.
LUCINIO.
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¿Qué gente?
ERÁFILO.
Es ropa de fama.
Hoy llegó una forastera
que tañe y canta, y pudiera
ser del príncipe mujer.
NICEDIO.
¡Brava cosa!
LUCINIO.
Para ver.
NICEDIO.
55
¿Cómo se llama?
ERÁFILO.
Glicera.
LUCINIO.
Ya debe de tener cuyo.
ERÁFILO.
A no estar acomodada
ya yo fuera dueño suyo.
NICEDIO.
Eso de dueño me agrada:
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todo quieres que sea tuyo.
LUCINIO.
¿Es bizarra?
ERÁFILO.
Grandes galas.
NICEDIO.
Pues, por Dios, que no son malas
la Sinarda y Doriclea.
LUCINIO.
La una es vieja y la otra fea.
ERÁFILO.
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Si las quiere, alabaralas.
NICEDIO.
Tú debes de ser en esto
de gran voto y elección.
LUCINIO.
Siempre el pensamiento he puesto
en la mejor ocasión,
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que suelo preciarme de esto.
NICEDIO.
Servirás reinas de Troya,
que es la grandeza en que apoya
tu entendimiento su gala.
LUCINIO.
¿Era Clarinda muy mala?
NICEDIO.
75
¡Por Apolo, linda joya!
ERÁFILO.
Por lo que de reina dices
bien será que la belleza
de otra reina solemnices,
en quien la naturaleza
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puso divinos matices;
en quien se extremó de forma
que, según la fama informa,
y los retratos hoy vemos,
Circe en Arabia tenemos
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que hechiza, mata y transforma.
NICEDIO.
¿Quién es?
ERÁFILO.
Lavinia, divina,
hija del rey Fenamor,
nuestro contrario.
LUCINIO.
Esa es dina
de eterna fama y loor,
90
por su beldad peregrina;
esa es la mujer más bella
que ha visto el cielo, que de ella
puede testimonio hacer
de su infinito poder.
NICEDIO.
95
Muerte el príncipe por ella.
LUCINIO.
Pues ¿hala visto?
NICEDIO.
En retrato.
Él sale.
(Sale el PRÍNCIPE DORISTÁN.)
PRÍNCIPE.
Pues, caballeros,
¿no jugaremos un rato?
LUCINIO.
Rebozos hay forasteros;
100
juéguese y dese barato.
PRÍNCIPE.
¿De qué se hablaba?
NICEDIO.
De damas.
PRÍNCIPE.
De damas, armas y juego.
NICEDIO.
Eso es guerra.
PRÍNCIPE.
Bien la llama:
todo es furor, todo es fuego.
LUCINIO.
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Y mucho mayor si amas.
PRÍNCIPE.
Sí amo, y pluguiera a Apolo
que fuera mi daño solo
amar.
NICEDIO.
¿Luego es más terrible?
PRÍNCIPE.
Amo, amigos, lo imposible,
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y a lo mejor de este polo.
Amo mi propia enemiga;
¿puede haber más mal que os diga?
Amo a Lavinia por fama.
NICEDIO.
Ella es tan hermosa dama
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que al más enemigo obliga.
Peor un retrato no más
¿te tiene ya de esa suerte?
PRÍNCIPE.
Aquí, Nicedio, verás
la extrañeza de mi muerte.
NICEDIO.
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¿Qué muerto, en efecto, estás?
PRÍNCIPE.
Apártate aquí, conmigo.
LUCINIO.
Si este no fuera enemigo
de nuestro rey, fácil fuera
que la gozara y tuviera…
ERÁFILO.
125
¿Como a mujer?
LUCINIO.
Eso digo;
y aun tengo en el pensamiento
que han de parar estas guerras
en aqueste casamiento,
y volver a nuestras tierras
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llenos de paz y contento.
ERÁFILO.
Deseo colgar la espada
y de la sangre manchada
hasta guarnición y pomo...
LUCINIO.
De mejor gana la tomo
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que la más limpia y dorada.
(NICEDIO, algo apartado con el PRÍNCIPE DORISTÁN.)
NICEDIO.
Si vas con tanto secreto
en casa de tu enemigo,
tu deseo tendrá efeto.
PRÍNCIPE.
A cualquier daño me obligo.
NICEDIO.
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De acompañarte prometo.
PRÍNCIPE.
Ella no sabrá quien soy
si solo contigo voy,
con otros vestidos varios.
NICEDIO.
En ser los padres contarios
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confuso, príncipe, estoy;
mas si tú mueres por ella,
siendo su enemigo, ¿es mucho
que haga lo mismo ella?
PRÍNCIPE.
Como a oráculo te escucho,
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de aquel Dios que adoro en ella.
Nicedio, yo muero.
NICEDIO.
Basta.
En balde el tiempo se gasta:
disfrázate y caminemos.
PRÍNCIPE.
¿Cómo del campo saldremos?
NICEDIO.
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Con dos caballos de casta.
PRÍNCIPE.
Di que me quieres llevar
a ver alguna mujer,
para que nos den lugar.
NICEDIO.
Ya comienza a anochecer.
PRÍNCIPE.
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Bien podemos caminar.
(Habla NICEDIO con los otros.)
NICEDIO.
El príncipe, caballeros,
quiere ver a cierta dama:
bien podéis entreteneros.
LUCINIO.
Muestre en esto si nos ama
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y estima nuestros aceros,
que acompañarle queremos.
PRÍNCIPE.
Solos me importa que andemos;
vuestra voluntad estimo.
ERÁFILO.
Solo a servirte me animo.
LUCINIO.
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Si sale el rey, ¿qué diremos?
PRÍNCIPE.
Que he visto el campo le di,
y que le asiento también.
LUCINIO.
Harase, señor, así.
PRÍNCIPE.
¿Sabes el camino bien?
NICEDIO.
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Calla y sigue.
PRÍNCIPE.
Voy tras ti.