La intensidad del corazón - Patricia Thayer - E-Book
SONDERANGEBOT

La intensidad del corazón E-Book

Patricia Thayer

0,0
2,99 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Reese McKellen, especialista de cine, había prometido darle a su sobrina huérfana la infancia tranquila de pueblo que él no había tenido. Pero Emily Hunter, aquella belleza de ojos azules, tenía otros planes… La guionista Emily Hunter había eliminado el romance del guión de su vida… hasta que Reese entró en escena. Pero, ¿merecía la pena sacrificar sus sueños por aquel guapo vaquero y por su pequeña?

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 141

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2005 Patricia Wright

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

La intensidad del corazón, n.º 2164 - octubre 2018

Título original: Lights, Action…Family!

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-1307-060-5

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

Territorio de Arizona, 6 de junio de 1904

Hoy, mi querida esposa, Rebecca, y yo, hemos encontrado un sitio perfecto para construir nuestra casa: un valle fértil rodeado de majestuosas montañas. Aquí es donde empezará todo…

 

El diario de Jacob

 

Desde el sombrero texano, pasando por la enorme hebilla del cinturón, hasta las viejas botas, aquel tipo era un auténtico vaquero.

Emily Hunter lo sabía porque había vivido entre vaqueros toda la vida. Los de verdad y los de mentira.

Apoyada en la barra del café, miró descaradamente al hombre que ocupaba todo el umbral de la puerta: camisa de color tierra que parecía a punto de estallar por los hombros, vaqueros gastados que arropaban unas caderas estrechas, unas piernas largas y fuertes…

Emily miró su rostro impenetrable y sus ojos profundos esperando que se acercase más para ver de qué color eran.

El extraño la saludó con la cabeza y, de repente, su corazón se aceleró. Pero antes de que pudiera devolverle el saludo, el hombre se inclinó hacia una niña que iba con él. La niña, con una masa de rizos oscuros enmarcando su carita, tenía unos ojos tan profundos como los de su padre. Y unas pestañas igualmente largas.

El hombre la tomó de la mano para dirigirse a la barra y, sin esfuerzo, la sentó en un taburete. Debía tener unos cuatro años y era una preciosidad. Claro que era comprensible sólo con mirar al padre…

Y eso era precisamente lo que hacía Emily mientras él se quitaba el sombrero, revelando una mata de pelo negro y unos ojazos casi del mismo color.

Pero no podía pensar tonterías, se dijo. Aquel hombre estaba casado y tenía una hija, por el amor de Dios.

Se recordó a sí misma que estaba allí para trabajar. Cuando terminó la carrera pensó que sus días como camarera habían terminado, pero entonces un amigo de la familia, Sam Price, propietario del café Good Time, le pidió que hiciera el turno de una de sus camareras, que se había puesto enferma. Emily tenía un par de días libres hasta que las cosas estuvieran terminadas en el Doble H para el rodaje de la película, de modo que… ¿por qué no?

–Buenos días –sonrió, ofreciéndole un menú al recién llegado–. ¿Van a comer algo?

Mientras miraba los ojos negros del hombre, de repente se dio cuenta de que le costaba trabajo respirar.

Era más guapo de cerca.

–Por ahora, un café. Solo.

Después de servirle el café, Emily miró a la niña, que llevaba una camiseta arrugada y demasiado grande para ella. No, su padre no era un experto en moda.

–¿Y tú qué quieres, un zumo, un vaso de leche?

–Un vaso de leche –contestó él–. Sophie, ¿quieres comer algo?

La niña levantó unos ojos que parecían demasiado grandes para su cara y se encogió de hombros. Emily decidió entonces que debía animarla un poco.

–Sophie, qué nombre tan bonito. Yo me llamo Emily. Debes tener… ¿cuatro años? –le preguntó. La niña asintió con la cabeza–. Cuando yo tenía tu edad, mi padre solía traerme aquí. ¿Y sabes lo que más me gustaba? Las tortitas con nata que hace Sam. ¿Quieres probarlas?

La niña no contestó.

–Mi sobrina es un poco tímida con los extraños –la disculpó el hombre.

Reece McKellen no esperaba que Sophie contestase a la camarera. No había dicho más de una docena de palabras desde que se la llevó a vivir con él, casi un mes antes. Aunque era lógico. La pobre había sufrido mucho en su corta vida. Si fuera posible, le gustaría borrar la tristeza de sus ojos. Y para eso tenía que convencerla de que él no iba a abandonarla como habían hecho todos los demás.

–Puede ponernos unas tortitas y un vaso de leche.

–Estupendo –sonrió la camarera.

Reece observó a la bonita morena y sintió… que algo se movía en su interior. Tenía los ojos azules y unos labios que tentarían a cualquier hombre. Su uniforme, más bien ajustado, destacaba unas curvas de escándalo y sus largas piernas… eran de cine.

Reece se movió en el taburete, incómodo. Un mes antes no habría dudado en prestarle toda su atención a aquella chica, pero su una vez solitaria vida había cambiado drásticamente en cuestión de semanas.

Ahora era el tutor legal de su sobrina. Y tenía que encontrar la manera de cuidar de la niña y cumplir con sus compromisos profesionales.

A la asistente social no le había hecho ninguna gracia que se llevara a Sophie de Los Ángeles. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Tenía que ganarse la vida y, sobre todo, tenía que encontrar un hogar permanente para la niña. Y ésa era la razón por la que estaba en Haven, Arizona.

Reece tomó un sorbo de café y miró a su sobrina, que era una versión en miniatura de Carrie…

Al recordar a su hermana tuvo que tragar saliva, con un nudo en la garganta. Aunque quizá él no era la mejor elección para el papel de padre, no pensaba renegar de una promesa otra vez.

 

 

Emily sentía la formidable presencia del hombre desde el otro lado de la barra. Intentaba que no la afectase, pero no tuvo mucha suerte.

–Aquí están, tortitas con nata –dijo, sonriendo a la niña–. Sam siempre hace algo especial cuando son para una niña tan guapa como tú –añadió, señalando la sonrisa que el propietario del café había dibujado con caramelo. Espero que le gusten –dijo después, mirando al extraño.

–Seguro que sí. Además, le vienen bien unas cuantas calorías.

A Emily le habría gustado preguntar, pero sabía que no era asunto suyo. Además, sólo eran dos personas que estaban de paso… Sin embargo, la curiosidad fue más fuerte que ella.

–¿Hacia dónde se dirigen?

–Aquí mismo.

–¿Se han mudado a Haven?

–De forma temporal. Voy a trabajar a las afueras del pueblo durante unos meses.

¿Unos meses? ¿Haciendo qué?, se preguntó Emily. Ella no era particularmente cotilla, pero viviendo en un pueblo tan pequeño resultaba difícil no meterse en los asuntos de los demás. Quizá iba a trabajar en alguno de los ranchos de la zona, aunque sería raro que hubiesen contratado peones en verano. Se preguntó entonces si trabajaría por allí cerca y pasaría por el café a menudo… aunque eso daba igual porque ella tenía otras cosas que hacer.

Su carrera era lo más importante en su vida.

–Pues buena suerte –le deseó, antes de alejarse para limpiar la barra con un paño.

El café Good Time, con su buena comida y su simpático ambiente, era un sitio muy popular en Haven y lo había sido durante años. Pero a las diez de la mañana de un miércoles estaba casi desierto. El vaquero y la niña eran los únicos clientes en aquel momento.

Aunque después de servir los desayunos, Emily se alegraba de tener un descanso. Y estaba deseando volver al rancho para ver cómo iban las cosas. ¿Habría terminado su hermano de construir la réplica de la antigua cabaña? ¿Habría llegado el equipo de rodaje?

Todos los días durante las últimas dos semanas ocurría algo nuevo y emocionante. Cuando Sam le pidió que ocupase el puesto de la camarera enferma Emily vaciló, pero decidió que tenía que alejarse un poco del proyecto para verlo con cierta distancia. Y también sabía que a sus hermanos, Nate y Shane, no les importaba que se fuera. Los dos querían que los dejase en paz.

Pero lo único que la interesaba era su proyecto. No todos los días conseguía una que un guión suyo, Los Hunter de Haven, se convirtiese en una película. Que iba a ser rodada allí mismo, donde la historia tenía lugar, en el rancho Doble H.

Cuando miró hacia la puerta vio un camión con un trailer enganchado. La matrícula no era de Arizona, pero desde allí no podía adivinar de qué estado era.

Emily se dedicó a limpiar las mesas, pero cuando volvió la cabeza descubrió que el vaquero la estaba mirando. Se quedó inmóvil cuando sus ojos se encontraron. No sabía por qué, pero no parecía capaz de apartarse. Y él tampoco…

Afortunadamente, Sam la llamó entonces desde la cocina.

Avergonzada, sacudió la cabeza y se acercó a la cocina enfadada consigo misma. Aquel hombre sólo iba a estar allí durante un tiempo y ella tenía que concentrarse en su película.

Después de contestar a la pregunta de Sam, volvió a su tarea, pero encontró a Sophie mirándola. Emily no podía evitar sentirse atraída por la solemne expresión de la niña. Por fin, la cría le sonrió… pero fue una sonrisa tímida, que desapareció tan rápido como había aparecido.

–¿Qué tal las tortitas?

–Muy ricas –contestó el vaquero, sacando unos billetes del bolsillo–. Pero será mejor que nos vayamos.

Entonces la niña tiró de la manga de su camisa y el vaquero se inclinó un poco.

–Ah… ¿dónde está el servicio, señorita?

–En la parte de atrás. Yo puedo llevarla, si quiere.

El hombre pareció dudar un momento.

–Sophie, ¿quieres que esta señorita te lleve al servicio?

La niña asintió con la cabeza.

–Muy bien, ven conmigo –Emily le ofreció su mano para llevarla al lavabo. Cuando la niña terminó y se lavó las manitas, volvió con ella a la barra.

–Gracias –dijo el hombre.

–De nada. Las chicas tenemos que cuidar unas de otras –contestó Emily. Pero no quería que se fueran.

–Sí, bueno. Muchas gracias por su ayuda.

–De nada. A lo mejor nos vemos por el pueblo –dijo Emily.

¿De dónde había salido eso?

–Lo dudo. Voy a estar muy ocupado. Pero podría decirme cómo llegar al rancho Doble H.

¿Nate lo había contratado? Qué raro que no le hubiera dicho nada.

–Dudo mucho que estén contratando peones ahora mismo.

–Me arriesgaré. ¿Sabe cómo llegar allí?

–Sí, claro. Salga a la autopista y, a unos cinco kilómetros, encontrará un letrero que dice Hunter Ridge. Está a un kilómetro de allí más o menos.

Él asintió con la cabeza. Cuando salían del café, Sophie le dijo adiós con la mano y a Emily se le encogió el corazón. Los observó por el cristal del café… el camión parecía haber recorrido muchos kilómetros. ¿Dónde estarían los padres de la niña?

–¡Sam! Tengo que volver al rancho –dijo de repente–. ¿Puedes encargarte de todo?

Un hombre de unos cincuenta años asomó la cabeza.

–Emily, necesito tu ayuda a la hora de la comida…

–¿No viene Margaret?

–Sí, bueno, pero… ¿para qué vas al rancho? Shane y Nate pueden encargarse de todo.

–Ya lo sé, no voy a molestarlos. Pero tengo que hablar con Nate para que le dé trabajo a… a una persona.

 

 

Después de parar para comprar algo de comida y poner gasolina, Reece se dirigió hacia el Doble H. Aquel nuevo trabajo no iba a ser fácil teniendo que atender a una niña de cuatro años. No el trabajo en sí ya que sólo tenía que montar a caballo, pero Sophie lo cambiaba todo. Había firmado el contrato antes de saber de la existencia de su sobrina y el productor, Jason Michael, prácticamente le había suplicado que lo hiciera. Si no hubiera insistido tanto no habría aceptado. Pero Jason le había asegurado que él se encargaría de buscarle casa y alguien que cuidase de Sophie en cuanto llegasen a Haven.

Reece apretó el volante. Le gustaría darle un hogar permanente a la niña. Con un poco de suerte, después de aquel trabajo podría irse a Texas y comprar el rancho que siempre había querido. Y así Sophie tendría un hogar de verdad.

De repente, años de culpabilidad y angustia lo inundaron. Su hermana, Carrie, tenía tres años menos que él. Ni siquiera estaba seguro de que tuviesen el mismo padre, pero si hubieran podido elegir ninguno de los dos habría elegido a Gina McKellen como madre. Por muy horrible que fuera todo, Reece y Carrie se tenían el uno al otro de niños. Cuando su madre los abandonó, los Servicios Sociales se hicieron cargo de ellos… y los separaron. Reece había prometido que encontraría a Carrie donde fuera y que volverían a estar juntos de nuevo, pero…

Llevaba algún tiempo viviendo solo, fuera de las casas de acogida, cuando por fin la localizó. Amargada y dura, Carrie se había juntado con malas compañías y no quiso su ayuda… hasta que murió. Y entonces Reece se quedó helado al saber que su hermana había querido que criase a su hija. Una hija de la que él no sabía nada.

De modo que, a los treinta y dos años, se encontró siendo padre. No lo había pensado dos veces, claro. Sophie era su familia, la única que tenía. Y no sabía lo importante que eso era para él hasta que acudió a los Servicios Sociales de Dallas y se encontró con aquella niña perdida. Sophie lo miró con sus enormes ojos y dijo simplemente:

–Tío Reece.

Y su destino estuvo sellado. En ese momento, se juró a sí mismo que le daría el hogar que Carrie no pudo darle.

Podría no ser el mejor padre del mundo. Desde luego, no tenía experiencia en ese departamento, pero las oportunidades de Sophie en la vida serían mejores estando con él que viviendo en una casa de acogida. Sólo tenía que formar un hogar para la niña. Su apartamento de un dormitorio en Los Ángeles sólo era «pasable» según la asistente social. Comprar un rancho había sido su plan durante años y la razón por la que había empezado a trabajar como especialista de cine…

Le había echado el ojo a un sitio en Texas donde podría criar caballos y quizá tener algunas cabezas de ganado. Pero, aunque había ahorrado todo el dinero que pudo, aún no tenía suficiente. De modo que aquel trabajo era justo lo que necesitaba para reunir el dinero necesario… y para convencer a la asistente social encargada del caso de Sophie, la señora Reynolds, de que estaba dispuesto a ser el padre que la niña no había tenido nunca.

Pero, por el momento, como no tenía la custodia permanente de Sophie, había tenido que pedir un permiso especial para llevarla al rodaje. Y también tenía que informar de que estaba allí y, seguramente, recibiría alguna visita de las autoridades locales.

Reece dejó escapar un largo suspiro. Lo primero que tenía que hacer era encontrar una casa. Y luego a alguien que cuidase de Sophie mientras él estaba rodando. Entonces pensó en la camarera… se le daban bien los niños, pero seguramente no querría dejar un trabajo fijo para cuidar de su sobrina. Y con las chispas que habían saltado entre ellos… no, seguramente sería una complicación. Y él ya tenía suficientes complicaciones.

Sólo esperaba que Jason hubiera solucionado todos los detalles como le había prometido.

Reece giró al ver el cartel que llevaba al rancho Doble H. El marrón y el magenta de las montañas contrastaban con el cielo tan azul. Era un paisaje precioso. Aunque él era de Texas, no sería difícil disfrutar de aquel sitio durante unos meses.

Poco después pasó bajo el letrero de hierro que anunciaba que el propietario del rancho era Nate Hunter. Y sintió envidia al ver la cerca blanca, el establo pintado de color burdeos y varios edificios más, todos recién pintados. A su izquierda, un caballo trotaba en un corral, recordándole que sus propios caballos, Toby y Shadow, necesitaban atención urgente.

Una casa de dos pisos pintada de amarillo apareció entonces ante su vista. Tenía una entrada circular rodeada de flores y un enorme porche con un balancín de madera y varios sillones de mimbre.

–Mira qué casa tan grande –exclamó Sophie.

–Desde luego que es grande –asintió Reece, sorprendido.

–Y hay muchas flores.