Otra vez tú - Patricia Thayer - E-Book
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Otra vez tú E-Book

Patricia Thayer

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Beschreibung

Al regresar al rancho Lazy S después de diez años de ausencia, Josie Slater volvió a encontrarse con el increíblemente atractivo Garrett Temple. A pesar de que no tenía tiempo para distracciones de antaño porque el rancho necesitaba desesperadamente su ayuda, una tormenta de nieve los dejó atrapados juntos y les obligó a darse cuenta de que los sentimientos que tenían el uno por el otro eran innegables...

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2013 Patricia Wright

© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.

Otra vez tú, n.º 2554 - noviembre 2014

Título original: Proposal at the Lazy S Ranch

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-687-5563-2

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño

Capítulo 1

ERA una cobarde.

Josefina Slater se montó en su BMW y se marchó del rancho Lazy S, que había sido el hogar de su infancia. Dos días atrás, antes de que abandonara California para dirigirse a Montana, se había asegurado que podría regresar al rancho para ayudar a su padre a recuperarse del ictus cerebral que había sufrido. Sin embargo, cuando llegó a la casa y vio a Ana, su hermana mayor, se dio cuenta de que no estaba preparada para enfrentarse a Colton Slater ni a su pasado.

Cuando Josie llegó al rancho y vio a Ana, le resultó imposible reaccionar. Necesitaba más tiempo. Le dijo a su hermana que no estaba preparada, se metió en su coche y se marchó de allí. Sin rumbo fijo.

Había crecido en aquel rancho con un hombre que no quería a las hijas que Lucia Slater le dejó cuando se marchó. Aparte de Tori, su melliza, Ana, su hermana mayor y Marissa, la más pequeña, nada más la había animado a quedarse. Aquella era la primera vez que Josie regresaba después de casi diez años.

A unos tres kilómetros del rancho, abrió la ventanilla. El aire era frío, recordándole que faltaba muy poco para el invierno. Gracias al suave ronroneo del motor y de la música que sonaba en la radio, comenzó a relajarse. Observó los verdes pastos que parecían extenderse hasta el horizonte, donde se erguían las Montañas Rocosas. Altos pinos adornaban las laderas de las majestuosas cumbres, que parecían alcanzar un cielo increíblemente azul.

Era un paisaje muy diferente al de su hogar en Los Ángeles. Todo era muy diferente a su vida. El éxito en su profesión como coordinadora de eventos iba acompañado de mucho trabajo y pocas horas de sueño. Desgraciadamente, le habían dicho que si no empezaba a llevar una vida más ordenada, su salud corría un serio peligro. Para ayudarla a aliviar su estrés, el médico le había recomendado que se tomara unos días de vacaciones. Tori, su hermana melliza y socia en Slater Style, le había insistido mucho para que regresara al rancho y tratara de relajarse. Seguramente, regresar al rancho iba a ayudarla a aliviar su estrés.

Nada más lejos de la realidad. Ni siquiera había podido atravesar la puerta.

Asió con fuerza el volante. No. No iba a permitir que Colt Slater volviera a convertirla de nuevo en una niña insegura. Sacudió la cabeza.

–Nunca más.

No permitiría que ningún hombre volviera a hacerla sentirse así.

Siguió avanzando por la carretera hasta que vio parte del río Big Hole. Los recuerdos se apoderaron de ella. Sus hermanas y ella se escapaban con frecuencia para ir a nadar allí. Sonrió. Aquel era también el lugar elegido por Ana para construir un pequeño hotel junto con unas pequeñas cabañas para pescadores. Habían esperado que, de ese modo, generarían ingresos para ayudar con el otro problema, la delicada situación financiera del Lazy S.

La curiosidad hizo que Josie tomara el desvío de tierra para recorrer la escasa distancia que la separaba del lugar en el que estaban aparcados unos camiones. Aparcó junto a una furgoneta pickup que tenía el logotipo de GT Construction impreso en el costado.

¿Por qué no comprobar cómo iban las obras? En realidad, solo buscaba cualquier excusa que retrasara su inevitable regreso al rancho. Se bajó del coche y se alegró de llevar puestas unas botas y unos vaqueros. Se arrebujó en su chaqueta para protegerse del ambiente fresco del mes de octubre y se dirigió hacia el río para observar el progreso del proyecto que estaba tomando forma a pocos metros de allí.

–Buen trabajo, Ana –susurró.

De repente, alguien gritó. Sin embargo, antes de que pudiera darse la vuelta, sintió que algo le golpeaba en la espalda y la hacía caer. Josie dejó escapar un grito cuando se golpeó contra el duro suelo.

Garrett Temple sintió un fuerte dolor por todo su cuerpo tras cubrir el de la menuda mujer. Tardó unos segundos en poder comenzar de nuevo a respirar tras el impacto, pero al menos había evitado que ella fuera golpeada por el camión. Consiguió incorporarse cuando sus hombres comenzaron a acudir.

–¡No la vi, jefe! –exclamó Jerry mientras se inclinaba sobre ellos–. ¿Está usted bien?

Garrett asintió, pero su atención se centraba en el cuerpo inmóvil de la mujer, que yacía aún boca abajo sobre el suelo. Se arrodilló junto al menudo cuerpo y lo examinó para comprobar si tenía algún hueso roto o había alguna herida visible.

–¿Quiere que llame a una ambulancia? –le preguntó otro de sus hombres.

–Un momento –dijo Garrett. Apartó el largo cabello castaño del rostro de la mujer y se quedó helado al reconocerla. La piel olivácea, el delicado rostro, las largas pestañas oscuras... Bajo aquellos párpados cerrados había unos maravillosos ojos azules. El corazón empezó a latirle rápidamente.

–¿Josie?

Ella lanzó un gruñido, por lo que Garrett volvió a llamarla por su nombre.

–Josie, ¿me oyes?

Ella lanzó otro gruñido y comenzó a levantar la cabeza. Garrett se lo impidió y captó su familiar aroma. ¿Cómo era posible que se acordara de cómo olía ella? Al sentir de nuevo la atracción por aquella mujer, se apartó un poco de ella. Habían pasado casi diez años...

Ella se puso de costado.

–Tranquila. ¿Te duele algo? –le preguntó Garrett.

–El pecho... Me cuesta respirar.

–Se te ha cortado la respiración...

Ella parpadeó y, por fin, abrió los ojos. Garrett se convirtió en el centro de aquella mirada azul. Josie parecía confusa. Entonces, exclamó:

–¡Garrett!

–Hola, Josie –dijo él poniéndose de rodillas.

–¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó perpleja.

Garrett tampoco parecía muy contento de verla.

–Tratando de salvarte el pellejo.

–Como si yo necesitara tu ayuda para algo –replicó ella. Había varios hombres contemplando la escena–. Estoy bien –añadió mientras se sacudía los vaqueros para fingir que no pasaba nada–. Solo necesitaba un minuto.

Ninguno de los hombres se marchó hasta que Garrett tomó la palabra.

–Esta es Josie, la hermana de Ana Slater.

Los hombres murmuraron algo a modo de saludo y regresaron a sus puestos de trabajo. Cuando volvieron a quedarse solos, Josie se volvió a mirar al hombre con el que nunca más había esperado volver a encontrarse. El hombre que hizo pedazos todos sus sueños y la última persona que necesitaba ver en aquellos momentos.

–¿Te duele algo? –le preguntó él una vez más.

El corazón, tal vez.

–No, estoy bien –mintió. Le dolía mucho un tobillo.

–Veo que sigues tan testaruda como siempre...

Josie miró a Garrett. Era un hombre muy alto. En cuanto a su físico, nada había cambiado. Seguía siendo muy guapo con su cabello negro y ondulado y su sexy sonrisa. Sintió una extraña sensación en el estómago. Ni hablar. No pensaba permitir que volviera a ocurrir.

Apoyó algo de peso sobre el tobillo. No le dio buena impresión.

–Sé por qué estoy yo aquí, pero, ¿y tú?

Garrett se cruzó de brazos, lo que resaltó aún más su amplio torso. No quedaba rastro en él del muchacho flacucho que Josie conoció en el instituto.

–Soy el dueño de GT Construction. Ana me ha contratado.

No. Su hermana no le haría algo así cuando sabía bien el daño que Garrett le había hecho y lo mucho que la había humillado.

–Eso ya lo veremos.

Trató de echar a andar, pero el tobillo no la sostenía. Estuvo a punto de caerse.

–Vaya –dijo él tomándola entre sus brazos. Unos brazos fuertes y grandes–, veo que te has hecho daño.

–No. Solo me he torcido el tobillo. Me pondré bien en cuanto regrese al rancho.

–No vas a ir a ninguna parte hasta que lo haya examinado.

–Tú no vas a examinar nada –replicó cuando él la tomó en brazos como si fuera una niña–. Déjame en el suelo –le exigió, pero solo consiguió que él la sujetara con más fuerza.

Garrett la llevó hasta su furgoneta. Uno de sus hombres se apresuró a abrirle la puerta del pasajero. Garrett la colocó en el asiento.

–No puedes hacer esto, Garrett... –protestó. Él estaba tan cerca de ella que pudo captar el aroma tan familiar de la piel del hombre al que había amado más que a nadie.

–Estás en mi obra, por lo que yo soy responsable de lo que te ocurra. Iremos a Urgencias y luego te llevaré a tu casa.

Josie trató de protestar, pero él le cerró la puerta en las narices. Unos instantes más tarde, reapareció en la puerta del conductor. Entonces, le entregó el bolso.

–Deberías llamar a tu hermana para decirle adónde vas.

–No. Se preocuparía mucho y ya tiene suficiente en lo que pensar –replicó ella. No pudo evitar girarse un instante para mirar al hombre que tenía a su lado y estudiar su perfil–. ¿Y mi coche?

–Haré que uno de mis hombres lo lleve a la casa.

Josie se cruzó de brazos. Garrett arrancó el coche y se dirigió hacia la carretera.

–Josie, tal vez esta sea una buena oportunidad para hablar...

Ella lo miró con desprecio.

–¿Y qué es lo que tenemos que decirnos el uno al otro, Garrett? Lo comprendí todo muy bien hace nueve años cuando me dijiste que lo sentías mucho pero que ibas a casarte con otra mujer –le espetó. Le fastidiaba mucho que el hecho de repetir aquellas palabras aún le doliera–. Por lo tanto, no gastes saliva.

Consiguió retener las lágrimas. Tenía que hacer todo lo posible por superar estar de nuevo junto al hombre que le rompió el corazón. No pensaba consentir que él volviera a hacerlo, por lo que decidió que se marcharía a Los Ángeles tan pronto como le fuera posible.

Una hora más tarde en las Urgencias de Dillon, Garrett estaba sentado junto a Josie mientras esperaban al médico. Incluso con la ridícula bata que le habían ordenado que se pusiera, estaba muy guapa. No se podía negar que volver a verla le había supuesto un fuerte impacto, más de lo que él hubiera creído posible.

Desde el momento en el que se fijó en Josie Slater en el instituto de Royerton y vio sus enormes ojos azules, sintió que ella le había robado el corazón. Fueron pareja durante todos los años de instituto e incluso después de que él se graduara y se marchara a la universidad. Josie terminó el instituto dos años más tarde y fue a una universidad de la zona. Entonces, Garrett regresó a casa un fin de semana para decirle lo de sus prácticas. Se habían peleado por el hecho de que él estuviera fuera todo el verano y rompieron. Josie se negó a hablar con él durante meses. Entonces, Garrett conoció a Natalie...

Después de tantos años, Josie había regresado. Verla le había resultado más duro de lo que nunca había imaginado. Sin embargo, la reacción que ella había mostrado hacia él resultaba difícil de malinterpretar. No tenía que preocuparse por el hecho de que ella albergara aún sentimientos por él.

Cuando el médico fue a examinar a Josie, Garrett permaneció en el exterior del pequeño cubículo.

–Bien, señorita Slater –decía el médico–. Le está saliendo un buen hematoma en la frente –añadió. Entonces permaneció en silencio durante unos instantes antes de continuar–. Tiene suerte. No parece que tenga conmoción cerebral

Garrett se apoyó aliviado contra la pared. Sabía que no estaba bien que escuchara la conversación, pero no podía evitarlo.

–Quiero que hoy se tome las cosas con calma –prosiguió el médico–. Tiene el tobillo hinchado, pero la radiografía no ha mostrado ningún hueso roto. Tendrá que aplicarse hielo. ¿Toma algún tipo de medicación?

Garrett escuchó que Josie le daba algunos nombres. Reconoció uno que era para el tratamiento de la ansiedad y otro para poder dormir. ¿Qué era lo que le pasaba?

El médico apartó la cortina.

–Está bien, aunque tendrá algunos hematomas.

–Gracias, doctor.

–Asegúrese de que descansa hoy y que no apoye el pie.

–Lo haré.

Cuando el médico se marchó, Garrett dijo contra la cortina:

–¿Estás visible?

–Sí –dijo ella de mala gana.

Garrett apartó la cortina y la encontró sentada sobre la camilla. No parecía muy contenta.

–Estoy perfectamente. ¿Me puedes llevar a casa?

Garrett asintió. De repente, deseó que aquella fuera la casa de Josie porque le daba la sensación de que ella no tardaría mucho en marcharse a California. Entonces, él la habría perdido por segunda vez.

Garrett tardó otros cuarenta minutos en llegar a casa de los Slater. El pulso de Josie comenzó a latir con fuerza al ver de nuevo la enorme casa familiar. Necesitaba una mano de pintura y un poco de trabajo. Se notaba que había muchas cosas en el rancho que no se habían arreglado desde hacía mucho tiempo.

Garrett bajó de la furgoneta y se dirigió a la puerta del pasajero. Sacó las muletas de la parte posterior y las dejó apoyadas contra el vehículo. Entonces, abrió la puerta y la tomó en brazos. En vez de dejarla en el suelo, la llevó así hacia la casa.

–¡Eh! Puedo hacerlo sola.

–Es una tontería pelearse con estos escalones cuando yo te puedo llevar a la casa mucho más rápido.

Josie decidió que no iba a perder esfuerzo alguno en discutir. Muy pronto, ella estaría en el interior de la casa y Garrett se habría marchado.

Él se detuvo frente a la pesada puerta de roble. Josie contuvo el aliento. Aquello era el colmo. No solo la llevaba en brazos el hombre del que una vez había estado perdidamente enamorada, sino que aún tenía que enfrentarse con el otro hombre de su vida: su padre.

–¿Estás bien? –le preguntó Garrett.

–Sí.

Tras mirarla durante un instante, Garrett consiguió hacer girar el pomo con una mano para abrir la puerta.

Al entrar, Josie miró a su alrededor. De niña, no había visto con mucha frecuencia aquella parte de la casa. Todos solían entrar por la cocina. Aquella era la parte más formal de la casa. Notó que a pesar de los años, las cosas no habían cambiado mucho. Garrett dejó atrás la imponente escalera y atravesó el recibidor para toparse de frente con el salón, que tenía las puertas cerradas. Ella se tensó. Aquella era la habitación de su padre desde que regresó del hospital.

Entonces, Garrett se dirigió hacia el despacho.

–Está en casa –anunció Garrett al llegar al umbral.

Ana Slater levantó la mirada de la pantalla del ordenador y se quedó muy sorprendida. Era una mujer alta y esbelta, con el cabello casi negro y unos profundos ojos azules.

–¡Josie! Dios mío, ¿qué te ha pasado?

–Tuve una pequeña colisión en la obra.

Garrett la colocó cuidadosamente sobre una butaca.

–Se había colocado en el camino de paso de un camión que iba cargado de madera. Yo conseguí apartarla de un empujón y cayó mal.

–Querrás decir que tú caíste sobre mí.

Ana los miraba a ambos completamente perpleja.

–Cuando me llamaste no me dijiste nada de que te hubiera pasado algo. ¿Estás bien?

–¡Sí!

–¡No! El médico le ha dicho que tiene que descansar.

–Tengo que evitar apoyar el pie, pero el médico me ha dado unas muletas para que pueda moverme.

–Voy por ellas –dijo Garrett marchándose enseguida del despacho.

Josie miró fijamente a su hermana mayor.

–¿Cuándo ibas a decirme que Garrett Temple está construyendo el hotel? ¿O acaso lo ibas a mantener en secreto?

Ana trató de hacerse la inocente sin conseguirlo.

–¿Y cómo se suponía que te lo tenía que decir?

–Diciéndome la verdad.

–Lo siento, Josie. Dado que me dijiste que no ibas a venir a casa, no pensé que tuviera que decirte nada.

A Josie le costó ocultar su ira.

–Seguramente había otros constructores a los que podrías haber contratado.

–En primer lugar, Garrett nos dio el presupuesto más barato y varios de los empleados del rancho están trabajando con él. En segundo lugar, ha regresado para vivir aquí. Ahora reside en el rancho Temple para ayudar a su padre.

Josie cerró los ojos. Ya le estaba costando bastante tener que enfrentarse con su padre como para tenerlo que hacer también con Garrett.

–En ese caso, yo me marcho a Los Ángeles.

–Josie, por favor. Necesito que te quedes, al menos durante un tiempo. Podemos organizarlo todo para que Garrett no tenga que tener contacto alguno contigo. Y Colt quiere que te quedes –añadió tras una pequeña pausa–. Se puso tan contento cuando le dije que venías a casa...

¿Su padre quería que ella regresara? Esas palabras no parecían las propias del hombre frío y distante que la había criado.

–Todos te necesitamos aquí, hermanita –añadió Ana–. No encuentro palabras para decirte lo maravilloso que es tenerte aquí, aunque solo sea por unos días. Por favor, quédate al menos hasta que tengas mejor el tobillo.

El Lazy S había sido su hogar en el pasado. Si Colt había cambiado tal y como Ana le había asegurado, quería tratar de tener algún tipo de relación con él. ¿Era una locura poder esperar que así fuera? Al menos, quería ayudar a Ana con los problemas económicos del rancho. No era ningún secreto que necesitaban más ingresos para poder sobrevivir.

Ana y Vance Rivers, su prometido y que además era el capataz del rancho, habían abierto la parte de la finca que quedaba junto al río a los pescadores y ello les había reportado un buen beneficio. Por eso habían pensado otras formas de expansión del negocio.

–El hotel fue idea tuya –comentó Ana–. ¿Es que no quieres quedarte para ver cómo lo que tú habías imaginado se hace realidad?

Efectivamente, había sido idea de Josie crear un espacio dedicado al turismo. Como coordinadora de eventos, sabía que el hotel atraería reuniones de empresa, familiares e incluso bodas. Así, podrían conseguir ingresos que los ayudaran a superar los años más flojos.

Tal vez no estaría mal quedarse un tiempo.

–¿Cuánto queda para tu boda?

–Lo menos que podamos –respondió una voz desde la puerta.

Las dos mujeres se volvieron y vieron a Vance Rivers sonriendo a su futura esposa. Ana le devolvió la sonrisa.

–Ay, cielo. No creo que pueda ser demasiado pronto.

Vance se acercó a ellas.

–Me alegro de que estés en casa, Josie –le dijo–. Ana ha echado mucho de menos a sus hermanas.

Josie sonrió.

–Pues a mí me parece que mi hermana mayor ha estado muy ocupada como para echar de menos a nadie.

Ana rodeó el escritorio y dejó que Vance la tomara entre sus brazos. Josie no pudo evitar sentir envidia de la mirada de complicidad que los dos intercambiaron.

–Sí, ya veo que está muy triste...

Vance sonrió.

–Ahora todos estamos trabajando mucho para sacar adelante el rancho y ayudar a papá.

–¿Y por eso contrataste a Garrett?

–Al principio, me ofrecí para ser su socio.

Josie se dio la vuelta y vio a Garrett junto al umbral de la puerta con sus muletas en la mano. Se tensó e inmediatamente le molestó mucho que él siguiera afectándola de ese modo.

–No creo que eso sea necesario.

No quería escuchar nada más de lo que él tuviera que decir. Garrett entró en el despacho. Ana y Vance se marcharon, dejándola a solas con el hombre del que ella había estado profundamente enamorada hasta que la traicionó. No. No quería estar con él. Desgraciadamente, con el estado de su tobillo, no le quedaba más remedio. Sin embargo, eso no significaba que fuera a caer de nuevo entre sus brazos.

–Simplemente estaba tratando de ayudar a una amiga –dijo Garrett–, y creo que es una buena inversión. Muchos ranchos tienen que emprender otro tipo de negocios para permanecer a flote.

–Tal vez no me quede más remedio que trabajar contigo, Temple, pero no soy la misma que se enamoró de ti. He crecido.

–Venga ya, Josie. Hace ya muchos años de lo que ocurrió entre nosotros.

Ocho años y once meses exactamente. Josie aún podía recordar aquel terrible día. Había tenido tantas ganas de volver a verlo... Habían pasado meses desde su discusión y ella, por fin, había accedido a verle. Entonces, él le dio la terrible noticia.

–Esperaba que hubiera pasado el tiempo suficiente para que...

–¿Para qué? ¿Para que yo te perdonara? ¿Para que te perdonara el hecho de que me hubieras dicho que me amabas y que luego te marcharas para dejar embarazada a otra mujer?

Más tarde, en el salón que se había convertido en dormitorio, Colt Slater estaba sentado frente a la ventana. Apretaba la pelota de goma con la mano derecha. Notaba que estaba recuperando poco a poco la fuerza, aunque no con la rapidez que a él le hubiera gustado. Su fisioterapeuta, Jay McNeal, no hacía más que decirle que tuviera paciencia. Poco a poco, recuperaría su fuerza.

En aquellos momentos, Colt estaba muy preocupado por su hija Josie. Había visto cómo se marchaba de la casa y rezaba para que regresara, pero no podía estar del todo seguro. No podía culparla. No había sido nunca un buen padre.

Hacía una hora, una furgoneta se había detenido frente a la casa. Contuvo el aliento al ver que se trataba de Garrett Temple y al ver cómo él tomaba en brazos a Josie para llevarla a la casa. Escuchó los pasos por delante de la puerta del salón.

¿Qué le habría pasado? Estaba muy preocupado. Por fin, Ana fue al salón y le explicó el accidente de Josie en la obra. Colt no estaba seguro de sentirse contento por verlos juntos de nuevo. Garrett había hecho mucho daño a Josie. Ojalá él la hubiera apoyado más en aquellos momentos tan duros...

–¿Quieres dejar de preocuparte? Vas a terminar de nuevo en el hospital.

Colt miró a su amigo. Wade Dickinson estaba sentado junto a él. Como amigo y abogado de la familia, conocía todos los secretos de los Slater.

–No puedo dejar de preocuparme por Josie.

–Las cosas se solucionaron con Ana, así que también hay esperanza para Josie –afirmó Wade poniéndose de pie–. Voy a ver qué es lo que está ocurriendo. Luego, tengo que regresar a mi despacho. Algunos tenemos que trabajar.

Colt asintió.

–Gracias por todo, Wade.

–Yo también quiero mucho a esas chicas. Ya va siendo hora de que te des cuenta de lo que tienes.

Con eso, Wade se dio la vuelta y se marchó. Cuando Colt volvió a sentirse solo, las dudas volvieron a asaltarle. ¿Iría Josie por fin a verlo?