La locura por la honra - Lope de Vega - E-Book

La locura por la honra E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

La locura por la honda es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a la historia del conde Floraberto, quien enloquece a raíz de la muerte de su esposa hasta convertirse en el hazmerreír de sus vasallos.

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Seitenzahl: 91

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Lope de Vega

La locura por la honra

 

Saga

La locura por la honraCopyright © 1612, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved

ISBN: 9788726617986

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES

EL CONDE FLORABERTO DOÑA BLANCA, infanta DON CARLOS, delfín EL REY, su padre FLORANTE, caballero RICARDO, caballero UN CRIADO NORANDINO, moro EL DUQUE BALDUINO ISABELA, criada FLORDELÍS, dama MIRÓN, criado RINIERO, escudero viejo CELIO, paje LEONARDO, paje FABIO, paje PIERRES, cazador MARIN, cazador LANFREDO, cazador LISUARTE, [caballero] MELANTO, [labrador] SERRANO, [labrador] BELARISO, labrador LAURETA, villana DOÑALDA, hermana del Conde MÚSICOS

Acto I

Salen el CONDE FLORABERTO y DOÑA BLANCA, infanta de Francia, y venga detrás MIRÓN, a la traza, de criado gracioso.

MIRÓN

La Infanta llama

 

CONDE

No puedo

detenerme.

 

MIRÓN

No es razón.

 

CONDE

Dame el caballo, Mirón,

que voy temblando de miedo.

 

MIRÓN

5

Mira que viene tras ti.

 

CONDE

¿Tras mí? ¿Cómo puede ser?

 

MIRÓN

Puede ser, porque es mujer.

 

CONDE

¡Qué desdichado nací!

Espero, pues mi desdicha

10

quiere que espere mi muerte.

 

Sale la INFANTA.

BLANCA

¿Pensarás que vengo a verte?

 

CONDE

No tengo yo tanta dicha.

 

BLANCA

No vengo a verte, ni es justo.

Solo, conde Floraberto,

15

vengo a darte el parabién

de tu noble casamiento,

que si bien ha más de un mes

que gozas tan alto empleo,

para dártele no tuve

20

lugar, ocasión ni tiempo.

Muchos años goces, Conde,

lo que mereces, que creo

que tienes en Flordelís

tu propio merecimiento.

25

Y gócesla tantos años,

que alcances a ver tus nietos,

con hijos que te conozcan

abrazados de su cuello.

No tengas jamás disgusto

30

con tus cuñados ni suegros,

aunque parezca imposible

en el mejor casamiento.

Ni te agrade otra hermosura,

ni la suya te dé celos,

35

ni el mucho trato jamás

te descubra algún defecto.

En todas las ocasiones

te dé tan buenos consejos,

que tengas mujer y amigo,

40

que no es poco en un sujeto.

Cuando vinieres airado

de algún siniestro suceso,

tenga su rostro en el tuyo

la condición del espejo.

45

Tan benignamente acuda

a vuestra familia el cielo,

que como crezcan los hijos

reciba la hacienda aumento.

No veáis morir ninguno,

50

siempre los veáis comiendo;

que coronen vuestra mesa,

que es de los casados reino.

Tú parezcas, finalmente,

una oliva en medio de ellos,

55

que de fértil abundancia

brota mil verdes renuevos.

A mí, Conde, no podrás

darme recompensa de esto,

que por quererte yo tanto

60

burlaste mis pensamientos.

Dirás que el Rey te forzó,

celoso de mis deseos,

a casar con Flordelís;

dirás verdad, no me quejo.

65

Pero si hubieras querido

pagar con valiente pecho

el valor de una mujer,

no te faltaran remedios.

Puertas tienen los jardines,

70

ventanas los aposentos,

la tierra tiene caballos,

navíos el mar soberbio;

cabellos da la ocasión

y caballos los sucesos.

75

Pero tu amor no querrá

ni caballos, ni cabellos;

perdiose la que tuviste

de asirlos y de correrlos,

y fui la corrida yo,

80

por la burla que me has hecho.

No sé yo si de esta suerte

proceden los caballeros

que tienen obligación

a sus nobles nacimientos.

85

Pero pues tú me dejaste,

ya podrán cuantos lo fueron

volver la espalda a su honor

y el rostro al cobarde miedo.

Pensaba yo que los dos

90

fuéramos del Rey huyendo,

y eres tú solo quien huyes,

pues alcanzarte no puedo.

No huyas más, Conde amigo;

oye, que te guarde el cielo,

95

siquiera palabras tristes

de una mujer sin remedio,

que por postreras merecen

oídos, si no consuelos.

Mas, ¡ay, Dios, que estás casado!

100

Ya de hablarte me arrepiento.

 

Váyase.

CONDE

¡Señora, señora, advierte...!

 

MIRÓN

No hay que advertir; ya se fue.

 

CONDE

No soy yo quien me casé,

casome mi triste suerte.

105

Como don Carlos, tu hermano,

tanto a Flordelís amó,

y el Rey también entendió

que tú me amabas en vano,

con acuerdo de un amigo

110

que le dijo esta afición,

por quitaros la ocasión

casó a Flordelís conmigo.

No le pude replicar,

que es absoluto señor.

115

La deslealtad no es valor,

¿de qué me puedes culpar?

Pues si culparme no puedes,

la voluntad me asegura.

 

MIRÓN

¿Echas de ver, por ventura,

120

que hablas con las paredes,

y que a peligro te pones

con esos atrevimientos

de hacer de tus pensamientos

pregoneras tus razones?

125

Siempre es justo que te advierta

un ignorante cual yo.

 

CONDE

Sospecho que se quedó

detrás de aquella antepuerta.

 

MIRÓN

A lo menos los chapines

130

se ven, que es la humanidad

que descubre a la deidad

de estos bellos serafines.

Si es ella o no, no lo sé,

mas sé que es bien que supiera

135

que quien ama huye y espera,

y más si airado se fue.

Quítate, por Dios, de aquí,

no vuelva otra vez a hablarte.

 

CONDE

Tú puedes, Mirón, quedarte,

140

quizá quiere hablarte en mí.

Si te habla en mí, ya tú sabes

qué disculpa le has de dar.

 

MIRÓN

Nunca yo quisiera hablar,

señor, en materias graves.

145

Viendo mi humor me sacaste

de la cocina a servirte

de lacayo, que es decirte

la escuela donde me hallaste.

Pareciéndote entendido

150

de lacayo me has sacado

a tu gentilhombre honrado,

de tu lado y tu vestido.

Mi fortuna sube así,

y aunque he mudado lugar

155

no fue posible mudar

el humor en que nací.

Para cosas de importancia

nunca fíes de hombre vil.

 

CONDE

Mirón, tu ingenio sutil

160

hace a mi amor consonancia.

No desconfíes de ti,

que te dio naturaleza

en el alma la grandeza

por quien mi lado te di.

165

¿Cómo puede ser errar

lo que tan sabido tienes,

y más donde sé que vienes

con ánimo de acertar?

La Infanta me quiso bien,

170

súpolo el Rey, y enojado,

no por hallarme culpado,

aunque pudiera también,

con Flordelís me casó,

a quien el Príncipe amaba,

175

que temiendo de él estaba

lo que he remediado yo.

De suerte que dos cuidados

remedió conmigo el Rey.

Ya, pues, que vivo en la ley

180

pacífica de casados,

quiero a mi mujer, Mirón;

amo a Flordelís.

 

MIRÓN

Y es justo,

y que no le des disgusto

por alta o baja afición.

185

Yo quedo bien advertido;

vete, que si ella me hablare

yo haré que el intento pare

que de tu daño ha tenido.

Que es muy propio en la mujer

190

aborrecer lo que amó,

si la esperanza perdió

de que suyo pueda ser.

 

CONDE

Voyme, que en tu discreción

bien me puedo yo fiar.

 

MIRÓN

195

¿Adónde te he de buscar?

 

CONDE

En cas del conde León.

 

Váyase.

MIRÓN

¡Qué paz gozara el mundo si no hubiera

nacido amor ni su furor mostrara!

Troya estuviera en pie, Grecia reinara,

200

ociosa y sin valor la guerra fuera.

Ni tortolilla en álamo gimiera,

ni toro en bosque de dolor bramara,

ni su cama el celoso ensangrentara

ni el mar tranquilo arar sus campos viera.

205

No tuviera las almas el profundo

que le dieron Briseida, Elena y Cava,

Cava española y el Sinón segundo.

Pero perdona, amor, que me olvidaba

de que por ti se ha conservado el mundo,

210

pues más engendras que la muerte acaba.

 

Sale DOÑA BLANCA.

BLANCA

No te vayas.

 

MIRÓN

Ni podré,

deteniéndome tu mano.

Haz la boca de un villano

digna estampa de tu pie.

 

BLANCA

215

Levanta, Mirón, del suelo;

levanta, que quiero hablarte.

 

MIRÓN

¿Puedo yo en algo mostrarte

mi lealtad, mi amor, mi celo?

Suplícote, gran señora,

220

me mandes.

 

BLANCA

¿Qué calidad

tienes?

 

MIRÓN

Esta habilidad

que a mi dueño engaña agora.

Padres humildes me dieron

principio; el Conde, valor,

225

que sirviendo a buen señor

servicios no se perdieron.

Mas si para tus secretos

buscas, señora, lealtades,

no te engañen calidades,

230

ponlos en hombres discretos.

 

BLANCA

¿Eres tú discreto?

 

MIRÓN

Sí.

 

BLANCA

¿Sí dices, y dices que eres

discreto?

 

MIRÓN

Sí, pues que quieres

poner tu secreto en mí.

235

Porque llamarme discreto

no como a necio me ultraja,

pues es abrirte la caja

donde pongas tu secreto.

 

BLANCA

Mucho tengo que fiarte,

240

mas no ha de ser de una vez,

que quiero, como juez,

más despacio preguntarte.

Solo agora hacer quisiera

una cierta información,

245

principio de confesión.

 

MIRÓN

Comienza y pregunta.

 

BLANCA

Espera.

¿Quiere bien a Flordelís

Floraberto, tu señor?

 

MIRÓN

Celos bastardos de amor,

250

¿esta ignorancia sufrís?

Si al Conde, señora, amaras

y de Flordelís tuvieras

celos, yo sé que creyeras

lo que no me preguntaras.

255

Perdona si, lisonjero,

no correspondo a tu gusto:

él la quiere, como es justo.

 

BLANCA

¿Qué amor?

 

MIRÓN

Amor verdadero.

 

BLANCA

Ya mientes en presumir

260

que eres discreto.

 

MIRÓN

¿Por qué?

 

BLANCA

Porque amando pregunté

y no supiste mentir.

 

MIRÓN

Señora, el decir verdad

es la mayor discreción,

265

porque en ninguna ocasión

puedes la verdad culpar.

 

BLANCA

¿De qué sabes que la quiere?

 

MIRÓN

De su boca.

 

BLANCA

No es la boca

cristal del alma.

 

MIRÓN

No es poca

270

la causa de que se infiere

lo que la boca pronuncia,

porque las palabras son

instrumento de su acción,

en quien su poder renuncia.

 

BLANCA

275

Muchas veces, si lo sientes,

como suele suceder,

las palabras suelen ser

de las obras diferentes.

 

MIRÓN

Yo veo a los dos comiendo

280

como palomas en nido,

con amoroso ruïdo

el uno al otro poniendo

al pico el sabroso grano;

yo escucho dulces amores,

285

como de dos ruiseñores

a la entrada del verano.

Yo veo que duermen juntos,

sin que en esta posesión

dividan jurisdicción

290

ni anden por el campo en puntos.

Sin faltar noche ninguna,

veo que en este teatro,

saliendo el sol a las cuatro,

les amanece a la una.

295

Yo veo...

 

BLANCA

¡No veas más!

¡Que te quite Dios la vista,

enfadoso coronista,

que tan loco y necio estás!

Mas, ¿cómo surtir efeto

300

pudiera mejor aquí

de hombre que dice de sí

que es entendido y discreto?

¡Vete, quítate delante,

que te haré matar, villano!

 

MIRÓN

305

En fin, por verdades gano

estipendio semejante.

Si yo fuera mentiroso,