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La locura por la honda es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a la historia del conde Floraberto, quien enloquece a raíz de la muerte de su esposa hasta convertirse en el hazmerreír de sus vasallos.
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Seitenzahl: 91
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
La locura por la honraCopyright © 1612, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved
ISBN: 9788726617986
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Salen el CONDE FLORABERTO y DOÑA BLANCA, infanta de Francia, y venga detrás MIRÓN, a la traza, de criado gracioso.
MIRÓN
La Infanta llama
CONDE
No puedo
detenerme.
MIRÓN
No es razón.
CONDE
Dame el caballo, Mirón,
que voy temblando de miedo.
MIRÓN
5
Mira que viene tras ti.
CONDE
¿Tras mí? ¿Cómo puede ser?
MIRÓN
Puede ser, porque es mujer.
CONDE
¡Qué desdichado nací!
Espero, pues mi desdicha
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quiere que espere mi muerte.
Sale la INFANTA.
BLANCA
¿Pensarás que vengo a verte?
CONDE
No tengo yo tanta dicha.
BLANCA
No vengo a verte, ni es justo.
Solo, conde Floraberto,
15
vengo a darte el parabién
de tu noble casamiento,
que si bien ha más de un mes
que gozas tan alto empleo,
para dártele no tuve
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lugar, ocasión ni tiempo.
Muchos años goces, Conde,
lo que mereces, que creo
que tienes en Flordelís
tu propio merecimiento.
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Y gócesla tantos años,
que alcances a ver tus nietos,
con hijos que te conozcan
abrazados de su cuello.
No tengas jamás disgusto
30
con tus cuñados ni suegros,
aunque parezca imposible
en el mejor casamiento.
Ni te agrade otra hermosura,
ni la suya te dé celos,
35
ni el mucho trato jamás
te descubra algún defecto.
En todas las ocasiones
te dé tan buenos consejos,
que tengas mujer y amigo,
40
que no es poco en un sujeto.
Cuando vinieres airado
de algún siniestro suceso,
tenga su rostro en el tuyo
la condición del espejo.
45
Tan benignamente acuda
a vuestra familia el cielo,
que como crezcan los hijos
reciba la hacienda aumento.
No veáis morir ninguno,
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siempre los veáis comiendo;
que coronen vuestra mesa,
que es de los casados reino.
Tú parezcas, finalmente,
una oliva en medio de ellos,
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que de fértil abundancia
brota mil verdes renuevos.
A mí, Conde, no podrás
darme recompensa de esto,
que por quererte yo tanto
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burlaste mis pensamientos.
Dirás que el Rey te forzó,
celoso de mis deseos,
a casar con Flordelís;
dirás verdad, no me quejo.
65
Pero si hubieras querido
pagar con valiente pecho
el valor de una mujer,
no te faltaran remedios.
Puertas tienen los jardines,
70
ventanas los aposentos,
la tierra tiene caballos,
navíos el mar soberbio;
cabellos da la ocasión
y caballos los sucesos.
75
Pero tu amor no querrá
ni caballos, ni cabellos;
perdiose la que tuviste
de asirlos y de correrlos,
y fui la corrida yo,
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por la burla que me has hecho.
No sé yo si de esta suerte
proceden los caballeros
que tienen obligación
a sus nobles nacimientos.
85
Pero pues tú me dejaste,
ya podrán cuantos lo fueron
volver la espalda a su honor
y el rostro al cobarde miedo.
Pensaba yo que los dos
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fuéramos del Rey huyendo,
y eres tú solo quien huyes,
pues alcanzarte no puedo.
No huyas más, Conde amigo;
oye, que te guarde el cielo,
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siquiera palabras tristes
de una mujer sin remedio,
que por postreras merecen
oídos, si no consuelos.
Mas, ¡ay, Dios, que estás casado!
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Ya de hablarte me arrepiento.
Váyase.
CONDE
¡Señora, señora, advierte...!
MIRÓN
No hay que advertir; ya se fue.
CONDE
No soy yo quien me casé,
casome mi triste suerte.
105
Como don Carlos, tu hermano,
tanto a Flordelís amó,
y el Rey también entendió
que tú me amabas en vano,
con acuerdo de un amigo
110
que le dijo esta afición,
por quitaros la ocasión
casó a Flordelís conmigo.
No le pude replicar,
que es absoluto señor.
115
La deslealtad no es valor,
¿de qué me puedes culpar?
Pues si culparme no puedes,
la voluntad me asegura.
MIRÓN
¿Echas de ver, por ventura,
120
que hablas con las paredes,
y que a peligro te pones
con esos atrevimientos
de hacer de tus pensamientos
pregoneras tus razones?
125
Siempre es justo que te advierta
un ignorante cual yo.
CONDE
Sospecho que se quedó
detrás de aquella antepuerta.
MIRÓN
A lo menos los chapines
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se ven, que es la humanidad
que descubre a la deidad
de estos bellos serafines.
Si es ella o no, no lo sé,
mas sé que es bien que supiera
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que quien ama huye y espera,
y más si airado se fue.
Quítate, por Dios, de aquí,
no vuelva otra vez a hablarte.
CONDE
Tú puedes, Mirón, quedarte,
140
quizá quiere hablarte en mí.
Si te habla en mí, ya tú sabes
qué disculpa le has de dar.
MIRÓN
Nunca yo quisiera hablar,
señor, en materias graves.
145
Viendo mi humor me sacaste
de la cocina a servirte
de lacayo, que es decirte
la escuela donde me hallaste.
Pareciéndote entendido
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de lacayo me has sacado
a tu gentilhombre honrado,
de tu lado y tu vestido.
Mi fortuna sube así,
y aunque he mudado lugar
155
no fue posible mudar
el humor en que nací.
Para cosas de importancia
nunca fíes de hombre vil.
CONDE
Mirón, tu ingenio sutil
160
hace a mi amor consonancia.
No desconfíes de ti,
que te dio naturaleza
en el alma la grandeza
por quien mi lado te di.
165
¿Cómo puede ser errar
lo que tan sabido tienes,
y más donde sé que vienes
con ánimo de acertar?
La Infanta me quiso bien,
170
súpolo el Rey, y enojado,
no por hallarme culpado,
aunque pudiera también,
con Flordelís me casó,
a quien el Príncipe amaba,
175
que temiendo de él estaba
lo que he remediado yo.
De suerte que dos cuidados
remedió conmigo el Rey.
Ya, pues, que vivo en la ley
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pacífica de casados,
quiero a mi mujer, Mirón;
amo a Flordelís.
MIRÓN
Y es justo,
y que no le des disgusto
por alta o baja afición.
185
Yo quedo bien advertido;
vete, que si ella me hablare
yo haré que el intento pare
que de tu daño ha tenido.
Que es muy propio en la mujer
190
aborrecer lo que amó,
si la esperanza perdió
de que suyo pueda ser.
CONDE
Voyme, que en tu discreción
bien me puedo yo fiar.
MIRÓN
195
¿Adónde te he de buscar?
CONDE
En cas del conde León.
Váyase.
MIRÓN
¡Qué paz gozara el mundo si no hubiera
nacido amor ni su furor mostrara!
Troya estuviera en pie, Grecia reinara,
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ociosa y sin valor la guerra fuera.
Ni tortolilla en álamo gimiera,
ni toro en bosque de dolor bramara,
ni su cama el celoso ensangrentara
ni el mar tranquilo arar sus campos viera.
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No tuviera las almas el profundo
que le dieron Briseida, Elena y Cava,
Cava española y el Sinón segundo.
Pero perdona, amor, que me olvidaba
de que por ti se ha conservado el mundo,
210
pues más engendras que la muerte acaba.
Sale DOÑA BLANCA.
BLANCA
No te vayas.
MIRÓN
Ni podré,
deteniéndome tu mano.
Haz la boca de un villano
digna estampa de tu pie.
BLANCA
215
Levanta, Mirón, del suelo;
levanta, que quiero hablarte.
MIRÓN
¿Puedo yo en algo mostrarte
mi lealtad, mi amor, mi celo?
Suplícote, gran señora,
220
me mandes.
BLANCA
¿Qué calidad
tienes?
MIRÓN
Esta habilidad
que a mi dueño engaña agora.
Padres humildes me dieron
principio; el Conde, valor,
225
que sirviendo a buen señor
servicios no se perdieron.
Mas si para tus secretos
buscas, señora, lealtades,
no te engañen calidades,
230
ponlos en hombres discretos.
BLANCA
¿Eres tú discreto?
MIRÓN
Sí.
BLANCA
¿Sí dices, y dices que eres
discreto?
MIRÓN
Sí, pues que quieres
poner tu secreto en mí.
235
Porque llamarme discreto
no como a necio me ultraja,
pues es abrirte la caja
donde pongas tu secreto.
BLANCA
Mucho tengo que fiarte,
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mas no ha de ser de una vez,
que quiero, como juez,
más despacio preguntarte.
Solo agora hacer quisiera
una cierta información,
245
principio de confesión.
MIRÓN
Comienza y pregunta.
BLANCA
Espera.
¿Quiere bien a Flordelís
Floraberto, tu señor?
MIRÓN
Celos bastardos de amor,
250
¿esta ignorancia sufrís?
Si al Conde, señora, amaras
y de Flordelís tuvieras
celos, yo sé que creyeras
lo que no me preguntaras.
255
Perdona si, lisonjero,
no correspondo a tu gusto:
él la quiere, como es justo.
BLANCA
¿Qué amor?
MIRÓN
Amor verdadero.
BLANCA
Ya mientes en presumir
260
que eres discreto.
MIRÓN
¿Por qué?
BLANCA
Porque amando pregunté
y no supiste mentir.
MIRÓN
Señora, el decir verdad
es la mayor discreción,
265
porque en ninguna ocasión
puedes la verdad culpar.
BLANCA
¿De qué sabes que la quiere?
MIRÓN
De su boca.
BLANCA
No es la boca
cristal del alma.
MIRÓN
No es poca
270
la causa de que se infiere
lo que la boca pronuncia,
porque las palabras son
instrumento de su acción,
en quien su poder renuncia.
BLANCA
275
Muchas veces, si lo sientes,
como suele suceder,
las palabras suelen ser
de las obras diferentes.
MIRÓN
Yo veo a los dos comiendo
280
como palomas en nido,
con amoroso ruïdo
el uno al otro poniendo
al pico el sabroso grano;
yo escucho dulces amores,
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como de dos ruiseñores
a la entrada del verano.
Yo veo que duermen juntos,
sin que en esta posesión
dividan jurisdicción
290
ni anden por el campo en puntos.
Sin faltar noche ninguna,
veo que en este teatro,
saliendo el sol a las cuatro,
les amanece a la una.
295
Yo veo...
BLANCA
¡No veas más!
¡Que te quite Dios la vista,
enfadoso coronista,
que tan loco y necio estás!
Mas, ¿cómo surtir efeto
300
pudiera mejor aquí
de hombre que dice de sí
que es entendido y discreto?
¡Vete, quítate delante,
que te haré matar, villano!
MIRÓN
305
En fin, por verdades gano
estipendio semejante.
Si yo fuera mentiroso,