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La moza de cántaro es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias del Siglo de Oro Español, narra varias situaciones humorísticas y de enredo, en este caso articuladas en torno a la venganza de la joven doña María ante la ofensa hecha a su padre, y su posterior exilio, en el que vivirá numerosas aventuras.
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Seitenzahl: 81
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
La moza de CántaroCopyright © 1618, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617634
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
La escena es en Ronda, en Adamuz y Madrid
Sala en casa de don Bernardo, en Ronda.
Doña María y Lüisa, con unos papeles
LUISA
Es cosa lo que ha pasado
Para morirse de risa.
DOÑA MARÍA
¿Tantos papeles, Lüisa,
Esos Narcisos te han dado?
LUISA
¿Lo que miras dificultas?
DOÑA MARÍA
¡Bravo amor, brava fineza!
LUISA
No sé si te llame alteza
Para darte estas consultas.
DOÑA MARÍA
Á señoría te inclina,
Pues entre otras partes graves,
Tengo deudo, como sabes,
Con el duque de Medina.
LUISA
Es título la belleza
Tan alto, que te podría
Llamar muy bien señoría,
Y aspirar, Señora, á alteza.
DOÑA MARÍA
¡Lindamente me conoces!
Dasme por la vanidad.
LUISA
No es lisonja la verdad,
Ni las digo, así te goces.
No hay en Ronda ni en Sevilla
Dama como tú.
DOÑA MARÍA
Yo creo,
Lüisa, tu buen deseo.
LUISA
Tu gusto me maravilla.
Á ninguno quieres bien.
DOÑA MARÍA
Todos me parecen mal.
LUISA
Arrogancia natural
Te obliga á tanto desdén.—
Éste es de don Luis.
DOÑA MARÍA
Lo leo
Sólo por cumplir contigo.
LUISA
Yo soy de su amor testigo.
DOÑA MARÍA
Y yo de que es necio y feo.
(Lee.) «Considerando conmigo á solas,
señora doña María...»
No leo. (Rompe el papel.)
LUISA
¿Por qué?
DOÑA MARÍA
¿No ves
Que comienza alguna historia,
Ó que quiere en la memoria
De la muerte hablar después?
LUISA
Éste es de don Pedro.
DOÑA MARÍA
Muestra.
LUISA
Yo te aseguro que es tal,
Que no te parezca mal.
DOÑA MARÍA
¡Bravos rasgos! ¡Pluma diestra!
(Lee.) «Con hermoso, si bien severo,
no dulce, apacible sí rostro, señora
mía, mentida vista me miró vuestro
desdén, absorto de toda humanidad, rígido
empero, y no con lo brillante solícito,
que de candor celeste clarifica vuestra
faz, la hebdómada pasada.»
¿Qué receta es ésta, di? (Rómpele.)
Qué médico te la dió?
LUISA
Pues ¿no entiendes culto?
DOÑA MARÍA
¿Yo?
¿Habla de aciértame aquí?
LUISA
Hazte boba, por tu vida.
¿Puede nadie ser discreto
Sin que envuelva su conceto
En invención tan lucida?
DOÑA MARÍA
¿Ésta es lucida invención?
Ahora bien, ¿hay más papel?
LUISA
El de don Diego, que en él
Se cifra la discreción.
DOÑA MARÍA
(Lee.) «Si yo fuera tan dichoso como
vuestra merced hermosa, hecho estaba
el partido.»
¿Qué es partido? No prosigo. (Rómpele.)
LUISA
¿Qué nada te ha de agradar?
DOÑA MARÍA
Pienso que quiere jugar
Á la pelota conmigo.
Lüisa, en resolución,
Yo no tengo de querer
Hombre humano.
LUISA
¿Qué has de hacer,
Si todos como éstos son?
DOÑA MARÍA
Estarme sola en mi casa.
Venga de Flandes mi hermano,
Pues siendo tan rico, en vano
Penas inútiles pasa.
Cásese, y déjeme á mí
Mi padre; que yo no veo
Dónde aplique mi deseo
De cuantos andan aquí,
Codiciosos de su hacienda;
Que, si va á decir verdad,
No quiere mi vanidad
Que cosa indigna le ofenda.
Nací con esta arrogancia.
No me puedo sujetar,
Si es sujetarse el casar.
LUISA
Hombres de mucha importancia
Te pretenden.
DOÑA MARÍA
Ya te digo
Que ninguno es para mí.
LUISA
Pues ¿has de vivir ansí?
DOÑA MARÍA
¿Tan mal estaré conmigo?
Joyas y galas ¿no son
Los polos de las mujeres?
Si á mí me sobran, ¿qué quieres?
LUISA
¡Qué terrible condición!
DOÑA MARÍA
Necia estás. No he de casarme.
LUISA
Si tu padre ha dado el sí,
¿Qué piensas hacer de ti?
DOÑA MARÍA
¿Puede mi padre obligarme
Á casar sin voluntad?
LUISA
Ni tú tomarte licencia
Para tanta inobediencia.
DOÑA MARÍA
La primera necedad
Dicen que no es de temer,
Sino las que van tras ella,
Pretendiendo deshacella.
LUISA
Los padres obedecer
Es mandamiento de Dios.
DOÑA MARÍA
¿Ya llegas á predicarme?
LUISA
Nuño acaba de avisarme
Que estaban juntos los dos...
DOÑA MARÍA
¿Quién?
LUISA
Mi señor y don Diego.
DOÑA MARÍA
¿Qué importa que hablando estén,
Si no me parece bien,
Y le desengaño luego?
LUISA
Y don Luis ¿no es muy galán?
DOÑA MARÍA
Tal salud tengas, Lüisa.
Muchas se casan aprisa,
Que á llorar despacio van.
LUISA
Ésa es dicha, y no elección;
Que mirado y escogido
Salió malo algún marido,
Y otros sin ver, no lo son.
Que si son por condiciones
Los hombres buenos ó malos,
Muchas que esperan regalos,
Encuentran malas razones.
Pero en don Pedro no creo
Que haya más que desear.
DOÑA MARÍA
Sí hay, Lüisa...
LUISA
¿Qué?
DOÑA MARÍA
No hallar
Á mi lado hombre tan feo.
LUISA
Mil bienes me dicen dél,
Y tú sola dél te ríes.
DOÑA MARÍA
Lüisa, no me porfíes;
Que éste es don Pedro el Cruel.
LUISA
Tu desdén me maravilla.
DOÑA MARÍA
Pues ten por cierta verdad
Que es rey de la necedad,
Como el otro de Castilla.
LUISA
Don Diego está confiado;
Joyas te ha hecho famosas.
DOÑA MARÍA
¿Joyas?
LUISA
Y galas costosas;
Hasta coche te ha comprado.
DOÑA MARÍA
Don Diego de noche y coche.
LUISA
¡De noche un gran caballero!
DOÑA MARÍA
Mas ¡ay Dios! que no le quiero
Para don Diego de noche.
Otra le goce, Lüisa,
No yo. ¡De noche visiones!
LUISA
Oigo unas tristes razones.
DOÑA MARÍA
Volvióse en llanto la risa.
¿No es éste mi padre?
LUISA
Él es.
Don Bernardo, de hábito de Santiago, con un lienzo en los ojos.—Dichas
DON BERNARDO
¡Ay de mí!
DOÑA MARÍA
Señor, ¿qué es esto?
Vos llorando y descompuesto,
¡Y yo no estoy á esos pies!
¿Qué tenéis, padre y señor,
Mi solo y único bien?
DON BERNARDO
Vergüenza de que me ven
Venir vivo y sin honor.
DOÑA MARÍA
¿Cómo sin honor?
DON BERNARDO
No sé.
Déjame, por Dios, María.
DOÑA MARÍA
Siendo vos vida en la mía,
¿Cómo dejaros podré?
¿Habéis acaso caído?
Que los años muchos son.
DON BERNARDO
Cayó toda la opinión
Y nobleza que he tenido.
No es de los hombres llorar;
Pero lloro un hijo mío
Que está en Flandes, de quien fío
Que me supiera vengar.
Siendo hombre, llorar me agrada;
Porque los viejos, María,
Somos niños desde el día
Que nos quitamos la espada.
DOÑA MARÍA
Sin color, y el alma en calma,
Os oigo, padre y señor;
Mas ¿qué mucho sin color,
Si ya me tenéis sin alma?
¿Qué había de hacer mi hermano?
¿De quién os ha de vengar?
DON BERNARDO
Hija, ¿quiéresme dejar?
DOÑA MARÍA
Porfías, Señor, en vano.
Antes de llorar se causa
La excusa, pero no agora;
Que siempre quiere el que llora
Que le pregunten la causa.
DON BERNARDO
Don Diego me habló, María...
Contigo casarse intenta...
Respondíle que tu gusto
Era la primer licencia,
Y la segunda del Duque.
Escribí, fué la respuesta
No como yo la esperaba;
Que darte dueño quisieran
Estas canas, que me avisan
De que ya mi fin se cerca.
Puse la carta en el pecho,
Lugar que es bien que le deba;
Que llamarme deudo el Duque
Fué de esta cruz encomienda.
Vino á buscarme don Diego
Á la Plaza (¡nunca fuera
Esta mañana á la Plaza!),
Y con humilde apariencia
Me preguntó si tenía
(Aunque con alguna pena)
Carta de Sanlúcar. Yo
Le respondí que tuviera
Á dicha poder servirle:
Breve y bastante respuesta.
Dijo que el Duque sabía
Su calidad y nobleza;
Que le enseñase la carta,
Ó que era mía la afrenta
De la disculpa engañosa.
Yo, por quitar la sospecha,
Saqué la carta del pecho,
Y turbado leyó en ella
Estas razones, María.—
Quien tal mostró, que tal tenga.—
«Muy honrado caballero
Es don Diego; pero sea
El que ha de ser vuestro yerno
Tal, que al hábito os suceda
Como á vuestra noble casa.»
Entonces don Diego, vuelta
La color en nieve, dice,
Y de ira y cólera tiembla:
«Tan bueno soy como el Duque.»
Yo con ira descompuesta
Respondo: «Los escuderos,
Aunque muy hidalgos sean,
No hacen comparación
Con los príncipes; que es necia.
Desdecíos, ó le escribo
Á don Alonso que venga
Desde Flandes á mataros.»
Aquí su mano soberbia...
Pero prosigan mis ojos
Lo que no puede la lengua.