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La Santa Juana es una de las comedias religiosas de Tirso de Molina, un género en el que alcanzó gran altura, con trama de trasfondo religioso pero con protagonistas que se alejan de la alegoría y la abstracción y abrazan la humanidad, con motivaciones más cercanas a los sentimientos y no tanto a los prodigios religiosos.
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Seitenzahl: 110
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Tirso de Molina
(Gabriel Téllez)
Saga
La Santa Juana, primera parteCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726549072
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Salen ELVIRA y GIL de las manos, la SANTA al lado deELVIRA, como su madrina; JUAN Vázquez, su padre,padrino;CRESPO, TORIBIO y LLORENTE, los MÚSICOS, cantandotodos, dePASTORES, con mucha grita
MÚSICOS: "Novios son Elvira y Gil,
él es mayo y ella abril;
para en uno son los dos,
ella es luna y él es sol."
TORIBIO: "Elvira es tan bella."
TODOS: "Como un serafín."
TORIBIO: "Labios de amapola."
TODOS: "Pechos de jazmín."
TORIBIO: "Carrillos de rosa."
TODOS: "Hebras de alelís."
TORIBIO: "Dientes de piñones."
TODOS: "Y aliento de anís."
TORIBIO: "Gil es más dispuesto..."
TODOS: "...que álamo gentil."
TORIBIO: "Tieso como un ajo."
TODOS: "Fuerte como un Cid."
TORIBIO: "Ella es hierbabuena."
TODOS: "Y él es peregil."
TORIBIO: "Ella la altemisa."
TODOS: "Y él el torongil.
Novios son Elvira y Gil,
él es mayo y ella abril;
para en uno, son los dos,
ella es luna y él es sol."
LLORENTE: ¡Par Dios que habéis cantado
bravamente!
TORIBIO: ¿Ha estado bueno?
LLORENTE: ¡No lo entonara Galeno
tan bien!
GIL: Habéisnos honrado.
JUAN: Aquí los novios se asienten
mientras se pasa la siesta.
GIL: Apacible sombra es ésta.
CRESPO: A docenas, Gil, se cuenten
los hijos que os diere Dios,
y para cada cual de ellos
más ducados que cabellos
tengáis. Gocéisos los dos
más que Sara y Abrahán,
y calme Dios con ventajas
de vino vuestras tenajas
y vuestras trojes de pan.
Y por decir cuanto puedo,
por junto, hágaos el Señor
el más rico labrador
de la Sagra de Toledo.
Todo el mundo os quiera bien,
honrándoos por varios modos;
y pues he habrado por todos,
respondan todos, Amén.
TODOS: Amén.
GIL: Todo ese bien y ventura
que nos habéis deseado,
os vuelva el cielo doblado
con la bendición del cura;
que ya mi Elvira imagina
que, con favores sin tasa,
Dios bendice nuesa casa
por virtud de la madrina.
Pues si en tales regocijos,
porque más dicha nos cuadre,
la madrina es casi madre
y los novios son los hijos,
el bien que el cielo la ofrece
es bien que a los novios caya,
porque nos digan, "Bien haya
quien a los suyos parece."
Juana es la vertú de España
tan buena como el buen pan.
Juan Vázquez, su padre, es Juan,
que basta, y aquí en Hazaña,
nueso puebro, es tan amado
del poderoso y del chico,
que con ser hombre tan rico
de ninguno es envidiado.
Quien los conoce, los llama
de toda esta Sagra espejos;
él es dechado de viejos
y ella de doncellas fama.
Y así padrinos los nombra
por participar su estima;
que al que buen árbol se arrima
le cobija buena sombra.
JUAN: Basta, Gil, no digáis más;
págueos la alabanza Dios,
que es propio al bueno, cual vos,
decir bien de los demás.
Yo y mi Juana, a vos y a Elvira
os quedamos obligados,
que sois ya nuesos ahijados;
y, pues mi afición os mira
cual hijos, ved lo que os cuadre
en mi casa, que desde hoy
hijos sois y padre soy.
LOS DOS: ¡Viváis mil años, compadre!
JUAN: Hablad, Juana, a vuestra ahijada.
SANTA: Vos, padre, habláis por los dos.
Hágaos sierva suya Dios,
Elvira, y muy bien casada.
LLORENTE: Propia bendición de santa;
breve, en fin, y compendiosa.
TORIBIO: Siesta hace rigurosa,
vuestro sosiego me espanta.
Hagamos algo.
GIL: Mi bien,
no sale el.sol tan bizarro
cuando en su lucido carro
alumbra el mundo.
CRESPO: ¡Qué bien!
Reírme del dicho quiero.
Muy bien sabéis requebrar,
mas quiérote preguntar,
Gil, si el sol es carretero.
Que si en carro le rotulas,
cuando muestra su arrebol,
podrá ser que quiera el sol
comprarme mi par de mulas.
GIL: Crespo, déjanos aquí.
CRESPO: ¡Quién oyera al sol ligero
decir siendo carretero,
¡arre, mula, pesia á mí;
y de Madrid a Toledo,
cuando llueve o hace barro,
junto a Cabañas el carro
atascado, tieso y quedo,
echar votos!
TORIBIO: Majadero,
¿el sol había de votar?
CRESPO: Sí, par Dios, y aun renegar,
si es que el sol es carretero.
¡La necedad en que ha dado
nuestro lenguaje español!
No hay estrellas, luna o sol,
plata, oro o cristal helado,
que luego no dé con ello
en la cara de su dama.
El hombre que quiere y ama,
la hace de oro el cabello,
porque tiene algunos rojos;
perlas los dientes; cristal
la frente; el labio coral,
y soles después los ojos.
¡Válgate el diablo! Repara,
amante, que una mujer
es imposible traer
tanto en un palmo de cara.
LLORENTE: Calla, necio, antes trae más.
CRESPO: ¿Más?
TORIBIO: Sí.
LLORENTE: Pues ¿no es cosa llana?
Mira tú una cortesana
con atención y verás
en la más honesta y casta
sueltas todas esas dudas.
Cara hay que ha gastado en mudas
de huevos una banasta,
cien cantarillas de miel,
veinte cofines de pasas;
pues ¿qué si al solimán pasas,
turco del rostro crüel,
que la destruye y jalbega?
No gasta en un año entero
tanta cal un pastelero
cuando la Pascua se llega,
como una cara pringada,
pues la de más bizarría
no es más que pastelería
por la Pascua jalbegada.
La color, pues, que codicia
encubrir la opilación,
no gasta más bermellón
una casa a la malicia.
Pues el sebo que hace hermosas
las manos, ya es tanto y tal,
que sin ser de Portugal
las pueden llamar sebosas.
Eso es lo que yo más llevo
de su engañoso arrebol;
¿por qué ha de ser luna y sol
lo que es solimán y sebo?
¿No fuera menos trabajo,
sin andar de Ceca en Meca,
llamar la cara manteca
y a los dientes, dientes de ajo,
que son blancos y son dientes;
a los cabellos esparto,
que es rubio a veces y hay harto,
y no rayos transparentes,
el sol y la luna clara
con que amantes y poetas
dicen que andan los planetas
saltando de cara en cara?
LLORENTE: Al menos las de la Sagra
no se afeitan.
TORIBIO: ¿No? Verá.
Todas son de corte ya,
cualquier per signum se almagra.
GIL: Dejemos eso y tratemos
algo que nos entretenga.
ELVIRA: Bien dices. Un juego, venga.
LLORENTE: Di,¿ queréis jugar? Juguemos
a los propósitos.
ELVIRA: Son
melancólicos.
TORIBIO: No hay juego
de más gusto y más sosiego
que buena conversación.
Proponed alguna enigma,
y la novia dé un favor
al que la acierte mejor.
JUAN: Si mi parecer se estima,
cada cual, por varios modos,
pinte aquí las propiedades,
efetos y calidades
del amor; y el que entre todos
mejor al rapaz pintare,
Elvira le dé un listón.
GIL: Nuesamo tiene razón.
LLORENTE: Cada cual piense y repare.
SANTA: Padre: dejémonos de eso
que es ocioso disparate.
JUAN: ¿De qué quieres que se trate?
SANTA: De algún ejemplo o suceso
en que dos buenos casados
y santos nos entretengan,
y de ellos a aprender
vengan su virtud los desposados.
Éste es lindo pasatiempo.
Cuentos sé yo, no sé cuántos,
de algunos casados santos.
JUAN: Quien da lo que es suyo al tiempo
es discreto, y el que ves
es más de entretenimientos,
hija, que de tales cuentos;
guárdalos para después.
Que si al tiempo te acomodas,
has de hablar, según mi ejemplo,
en el templo, como en templo,
y en las bodas como en bodas.
En boda estás; esta vez
goza su conversación.
SANTA: Obedecerte es razón.
JUAN: Vaya, que yo seré el juez.
CRESPO: Yo os sacaré a la vergüenza,
Amor, si os llego a pintar.
Llorente, tú has de empezar.
LLORENTE: ¿Yo?
GIL: Tú.
LLORENTE: Comienza.
TORIBIO: Comienza.
LLORENTE: Paréceme a mí que Amor
será un pequeñuelo infante
de alegre y bello semblante,
trapacista, enredador,
desnudo por el calor
de su irreparable fuego,
con dos alas, medio ciego
y amigo de hallarse en todo,
con el indio, con el godo,
con el español y el griego.
Serán sus propios efetos
sujetar con dulces daños
floridos y verdes años
y engañar libres sujetos;
volver los necios discretos
y Demóstenes los mudos,
romper de Gordio los ñudos
y oprimir con leyes graves,
desde las vestidas aves
hasta los peces desnudos.
Son los efectos de amor
mezclar penas con consuelos,
satisfaciones con celos
y esperanzas con temor;
el favor y el disfavor,
lo amargo con lo sabroso,
lo cierto con lo dudoso,
como yo he experimentado,
pues que vivo enamorado,
triste, confuso y celoso.
Ya yo he dicho, Elvira hermosa.
ELVIRA: Y harto bien.
LLORENTE: Ese favor
quiero agradecerle a Amor.
JUAN: Diga Toribio.
TORIBIO: ¿Yo en prosa?
Harto mejor os prometo
que en poesía lo dijera.
ELVIRA: Vaya en verso.
CRESPO: ¡Copla fuera!
TORIBIO: Tomad allá este soneto:
Amor, deidad que lo imposible alcanza,
es propensión violenta en quien se inclina,
celeste influjo, en cuanto predomina,
pues si éste cesa, entibia la mudanza;
Amor es relación de semejanza
que al objeto su movil se encamina;
sangre nos dice que es la medicina
y un mixto del temor y la esperanza.
La dama en interés funda su empleo;
el torpe afirma ser sólo apetito,
pero unidad el lícito deseo.
El del alma es virtud, pero delito
el material, mudable, torpe y feo,
que Amor es dios, y aspira a lo infinito.
CRESPO: Como en Alcalá estodiabas
tienes pergeño sotil.
JUAN: Ea, diga agora Gil.
GIL: Digo, pues.
LLORENTE: ¿Y en qué?
GIL: En octavas.
Amor, conforme yo le he imaginado,
será como quien es, hijo de herrero,
un muchacho mal hecho, corcovado,
asido de los fuelles, negro y fiero;
su madre enredadora le habrá dado
algunas licioncillas de hechicero,
con que las brasas sopla y fuego atiza
del descuidado amante a quien hechiza.
Su propiedad y efeto no consiste
sino en quitar el seso y sufrimiento
al pobre amante en cuya esfera asiste,
obligando a locuras su tormento;
y así ya está el amante alegre y triste,
celoso, confïado, descontento;
ya teme, ya es valiente, ya travieso.
¡Mal haya, amén, amor que quita el seso!
LLORENTE: ¿Cómo, Gil, recién casado.
y amor tan aborrecido?
O tu estás arrepentido
o sin duda que has hablado
por boca de ganso.
CRESPO: ¿Hay tal?
GIL: Por mi honra volver quiero;
yo, el amor que vitupero
no es el amor conyugal,
que aquése es tan atinado
que idolatro en sus favores.
LLORENTE: Pues ¿cuál?
GIL: Hay dos amores,
soltero uno, otro casado.
El soltero es el dimonio
y sus faltas saco a luz.
CRESPO: ¿Y esotro?
GIL: No, porque es cruz.
CRESPO: Si cruz es el matrimonio,
yo he de decir maravillas,
porque he de entrar en más hondo.
GIL: ¿Y en qué?
CRESPO: Mi ingenio es redondo,
y así diré en redondillas:
Considero yo al Amor
que será por su desastre,
como un aprendiz de sastre
o mozo de tundidor.
De una personilla chica
que con interés se encarna,
todo cubierto de sarna,
que por eso come y pica.
La vista llorosa y ciega,
una nube en cada niña
y la cabeza con tiña,
que amor cual tiña se pega.
Trampista que compra y vende
y engaña a quien por él pasa,
ladrón ratero de casa
que se esconde como duende.
O será, un animalejo
al modo de un arador,
pues cual él se mete Amor
entre la carne y el hueso.
Mona que todo lo imita,
y, en fin, a mi parecr,
pues está en hombre y mujer,
Amor es hermafrodita.
LLORENTE: Gil: tápale aquesa boca.
ELVIRA: Esto escucha quien consiente
hablar un necio entre gente.
CRESPO: Yo soy necio y vos sois loca.
Gritan dentro LILLO, lacayo, FRANCISCOLoarte, suamo, y don JUAN
LILLO: ¡To, to, capitán! ¡marquesa!
FRANCISCO: ¡Cita, zagala, zagala!
LILLO: Al viento la liebre iguala.
FRANCISCO: Dificultosa es la presa.
LILLO: Traspúsose por el cerro.
FRANCISCO: Perdióse.
LILLO: ¡Buena demanda!
Salen LILLO, FRANCISCO Loarte, yDONJUAN
LILLO: ¡Oh lleve el diablo quien anda
hecho loco tras un perro!
¡Que ha de andar un hombre
a caza para cansarme y cansarse
por lo que puede comprarse
por dos reales en la plaza!
¡Qué de esto gusto reciba
y no le aten a un pesebre!
FRANCISCO: No hay galgo que alcance liebre
cogiendo una cuesta arriba.
DON JUAN: Si el camino le atajamos
no se nos escapa.
FRANCISCO: No.
LILLO: Galgos, los mozos llamó
un discreto, de sus amos,
y dijo verdad expresa,
pues el que sirve a un hidalgo,
no comiendo como galgo
más que huesos de su mesa,
con él alcanza la liebre
de la otra, que a mensajes
de los galgos o sus pajes,
la fuerza a que rompa o quiebre
su cazador o galán
con su inclinación honesta,
y aunque corra por la cuesta
del soy y del quedirán.
La diligencia del galgo