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La vida de Herodes es una de las comedias religiosas de Tirso de Molina, un género en el que alcanzó gran altura, con trama de trasfondo religioso pero con protagonistas que se alejan de la alegoría y la abstracción y abrazan la humanidad, con motivaciones más cercanas a los sentimientos y no tanto a los prodigios religiosos.
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Seitenzahl: 103
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Tirso de Molina
Saga
La vida de Herodes
Cover image: Shutterstock
Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726548921
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Salen ANTIPATRO, viejo, JOSEFO, FASELO ySALOMÉ, dama
JOSEFO: Después de besar tus pies,
que en el humano teatro
siempre, invencible Antipatro,
pisando coronas ves;
porque a la Fortuna des
las gracias de tu grandeza
y porque estimes la alteza
de tus inmortales glorias,
en premio de tus vitorias
te da el Amor su belleza.
Contra su rueda voltaria
has triunfado de Idumea,
conquistado a Galilea
y sujetado a Samaria;
y porque con dicha varia
la vejez que se te atreve
al templo tus triunfos lleve
del tiempo inmortal tesoro,
hijos te dio en siglos de oro
restauración de tu nieve.
Dióte al príncipe Faselo,
fénix nuevo en quien se ve
tu imagen, y a Salomé,
bella exhalación del cielo;
dióte a Herodes, que en el suelo,
mientras a Alejandro imita,
para que con él compita,
y el mundo admire su fama,
en vez de Alejandro llama
a Herodes Ascalonita.
Filipo al nacerle un hijo
asombro de Babilonia
y blasón de Macedonia,
que era venturoso dijo,
no tanto porque predijo
en él su gloria real,
cuanto porque en tiempo tal
Aristóteles vivía,
porque a su filosofía
su valor hiciese igual.
Pero tú con más certeza
decirlo puedes mejor,
pues cría a un tiempo el Amor,
si hijos tú, Judá belleza;
que si la naturaleza
hace con ellos seguras
de Dios en vivas figuras
imágines naturales,
suerte es que para hijos tales
te dé tales hermosuras.
ANTIPATRO: Tú seas, Josef, venido,
a nuestro Ascalón con bien,
pues que de Jerusalén
tales nuevas me has traído.
Sagaz medianero he sido
con el senado romano
para entronizar a Hircano,
que ya sepultaba el ocio,
en el reino y sacerdocio
que quiso usurpar su hermano.
Rey y sacerdote sumo
su Jerusalén le llama,
y en altar de Thimiama
aromas ofrece en humo,
reinando por mí, presumo,
si agradecido repara
en mi amistad noble y clara,
que estimé por justa ley
juntar sacerdote y rey,
la corona a la tiara.
Descendiente generoso
es de Judas Macabeo,
que al linaje Asamoneo
dio blasón limpio y glorioso;
el sacerdocio piadoso
que honró en el desierto a Arón,
propagó su sucesión
contra ambiciosos engaños
por ciento y setenta años
de varón siempre en varón.
Ilustrar mi descendencia
con renombre soberano
y emparentar con Hircano
apetece mi experiencia.
A Mariadnes, excelencia
de cuanta belleza ha habido,
para el príncipe he pedido,
como Aristóbulo dé
con la mano a Salomé
envidia al amor y olvido.
De Hircano hijos los dos son,
como Salomé y Faselo
míos, si permite el cielo
darme en ellos sucesión,
del alcázar de Sión
poseerán el solio real
y con ventura inmortal
gozará sangre idumea
mezclándole con la hebrea
un reino sacerdotal.
Si esto Hircano me concede
largas albricias me pide.
JOSEFO: No sólo a tu gusto mide
el suyo, pero aún le excede.
Dále a FASELO un retrato
Sacar de esta copia puede
el príncipe que se nombra
su esposo, si no se asombra
la luz que su cielo da,
qué tan bello el sol será
siendo tan bella su sombra.
A SALOMÉ otro
Mire en éste vuestra alteza
a Aristóbulo en bosquejo.
SALOMÉ: Hermoso asombro, Josefo.
JOSEFO: No pudo la sutileza
del pincel en tal belleza
ostentar más su primor,
y aunque honrando a su pintor
Apeles se ha aventajado,
con ser éste su traslado
parece su borrador.
Aquí sólo no permite
la naturaleza sabia,
por más que el arte la agravia,
que sus estudios imite;
porque ni el oro compite
con sus cabellos, ni toca
su frente el cristal de roca,
ni hay clavel, rosa o jazmín
que se opongan al jardín
de sus mejillas y boca.
Vueltos aquí barbarismos
los hipérboles verás,
porque estos dos son no más
hipérboles de sí mismos;
de libertades abismos,
por no llamarles prisión,
y milagrosa lección
donde tomó en sus trasuntos
la Naturaleza puntos
para leer de ostentación.
FASELO: No lisonjero procedes
en su alabanza, si es cierta
la fama con que despierta
Amor almas y armas redes;
pues no estiman las paredes
reales soberbios ornatos,
ni en doseles y aparatos
funda la ambición sus galas,
mientras no adorna sus salas
con estos bellos retratos.
Egipto dé testimonio,
pues sabe bien que idolatra
en Aristóbol Cleopatra,
en Mariadnes Marco Antonio.
¡Oh lazos del matrimonio
que por mi amor habéis vuelto!
A seguir estoy resuelto
vuestra recíproca ley
adonde el esclavo es rey
y cautivo el que anda suelto.
SALOMÉ: Yo, bellísimos despojos,
no os hablo, que estoy en calma,
mientras la lengua y el alma
se trasladare a los ojos.
Si quitáis, pintado, enojos,
¿qué haréis, príncipe, presente?
Calle el alma lo que siente
porque sienta lo que calla,
que amor que palabras halla
tan falso es cuanto elocuente.
Sale HERODES, bizarro, a lo soldado
HERODES: A tus pies, invicto padre,
trofeos mis dichas postran,
si imitación de tus hechos,
primicias de tus victorias;
que, puesto que comparadas
a las tuyas, serán pocas
las de Alejandro en Asiria
y las de Aníbal en Roma,
por ser las primera, creo
que antepondrás a las propias
las alabanzas de un hijo
enigma de tus memorias.
Salí de Ascalón, mi patria,
cuando el toro que hurtó a Europa
en oro pagaba al sol
un mes de hospicio y lisonjas,
y con doce mil soldados,
feliz número si notas
que con otros tantos puso
freno al Asia Macedonia,
cerqué a Pacono en Petrea;
Pacono, aquél con que asombran
los partos las cuatro letras
que Craso en Grecia enarbola.
Y de su madre sacando
al Ganges, porque se corra
que en los brazos de su madre
un hijo tan viejo corra,
guïado por el silencio,
una noche obscura y sorda,
restitüí a sus cristales
sangre, que aumentó sus olas.
Y degollando a su rey,
el alma, que iba a la boca,
saliendo por la garganta
la jornada halló más corta.
No perdoné ningún sexo;
lirio cano, joven rosa,
caña humilde, roble fuerte,
madre casta ni hija hermosa.
Pero donde se ve más
mi venganza victoriosa
fue en la pueril inocencia,
pues de las madres piadosas
arrancando tiernos hijos,
mostré que mi sed provoca
sangre en leche de inocentes
medio blanca y medio roja.
Bajé a Armenia desde allí,
y destruyendo sus tropas,
en púrpura de sus venas
teñí sus listadas tocas.
Encastillóse su rey
en un castillo, una roca
tan alta, que su cabeza
coronó del sol la zona.
Era de peña tajada
y con una entrada sola
tan inexpugnable y fuerte,
que haciendo dificultosa
su conquista, aseguraba
al rey la vida y las joyas
que atesoró en su homenaje
la codicia temerosa.
Pero como el interés
tiene alas, sus puertas rotas,
sirvió de escala una pica
por donde subió la honra.
Y franqueando las llamas
la entrada a mi gente heroica,
retrató el fuego en Armenia
venganzas griegas de Troya.
Di a saco la fortaleza,
y mientras el metal roban
que la codicia persigue,
aunque más el sol la esconda,
despeñando al rey armenio,
quedaron las peñas toscas
cada cual con un pedazo,
que también ellas despojan.
Bañado en sangre enemiga,
cantando el valor vitoria
a las voces destempladas
de los míseros que lloran,
entré en una galería
que por treinta claraboyas
de alabastro, jaspe y mármol
los bastidores de Flora
enamoradas miraban,
y en los cristales que adorna
con marcos de primavera,
se retratan majestuosas.
Colgaban de sus paredes
cuadros, en lugar de joyas,
si desvelos del pincel
emulación de la gloria,
pues retratando bellezas
refrescaban la memoria,
tal del milagro de Chipre
y tal de la virgen diosa.
Allí la griega robada,
si del pastor robadora,
que hurtó en las huertas de Venus
la manzana a la discordia,
a amor y aborrecimiento
provocaba a las historias,
por liviana aborrecible,
y adorada por hermosa.
Allí al honor consagraba
la, tarde cuerda, Matrona,
Tarquinos atrevimientos,
recuerdos tristes de Roma.
Y allí, en fin, la hermosa reina
que África estima y adora,
holocausto de sí haciendo,
dejaba ejemplos a Porcia.
Pero, entre tantas bellezas,
la que por fénix de todas
gozaba el lugar supremo
en la mitad de la lonja
era una hermosa judía,
perdone el dios de Helicona,
que no igualó a su hermosura
la ninfa que le corona.
Bien pudo Dina a Sichén
ser tragedia lastimosa,
librar Judith a Bethulia
del furor de Babilonia,
hacer Raquel que Jacob
juzgase distancia corta
catorce años de servicio,
poner a Amán en la horca
el casto hechizo de Asuero,
precipitar vitoriosa
Bersabé al profeta rey,
que aun cantando creo que llora,
y, en fin, bien pudo rendir
las letras, que el Amor postra,
del rey pacífico y sabio
la hermosura de Etiopia.
Mas con éstas comparada
es lo que el sol con la sombra,
con la ciencia la ignorancia,
con la verdad la lisonja.
Supe quién era, aunque callo,
porque la lengua no osa
dar celos al corazón,
que los tendrá si la nombra.
Y como una alma pintada,
dejando en prendas la propia,
salí de mí y del castillo
sin libertad ni memoria.
Doce mil hombres llevé,
y con ellos vuelvo agora
sin que falte, padre invicto,
ni de su sangre una gota.
Sola una alma vuelve menos
que por los ojos me roban,
para ofrecer a su origen
su más que divina copia.
Triunfa en Ascalón con ellos,
pisa reinos, trofeos goza,
premia heridas, honra hazañas,
haz mercedes, da coronas,
y a mí licencia que busque
en premio de esta vitoria
un alma que, fugitiva,
es vencida vencedora.
ANTIPATRO: No hallo coronas a tu nombre iguales,
hijo invencible, que tu fortaleza
premien mejor que abrazos paternales;
ceñir tu cuello en vez de tu cabeza
las cívicas no bastan, ni murales,
ni cuantas dio de Roma la grandeza
a la ambición que eternizó su fama,
puesto que junte al oro, al roble y grama.
Conquista reinos que dichoso goces,
gana blasones que te inmortalicen,
plumas tu fama añada que veloces
el valor te aseguren que predicen,
y mientras la Fortuna que conoces
en tu favor los tiempos autoricen,
antes que acabe el círculo su rueda
un clavo al eje pon, y estará queda.
Si enamorado vuelves, no me espanto,
que Marte y Venus al amor producen,
pues sus hazañas triunfarán en tanto
que sus aceros a sus llamas lucen.
Tus dos hermanos a su yugo santo
dos cuellos dichosísimos reducen,
los más hermosos que en su ardiente carro
puso coyundas el Amor bizarro.
Hircano, rey y sacerdote sumo,
al reino y templo que eterniza el Arca
y a Dios da habitación en niebla y humo,
entre las alas que el querub abarca,
en premio del favor--según presumo--
con que se ve sacerdotal monarca,
sus dos hijos ofrece, luz del cielo,
a tus hermanos Salomé y Faselo.
Importa que prevenga su partida
por lo que el nombre ganará idumeo,
si a la corona aspira apetecida
que restauró a su sangre el Macabeo.
Vase ANTIPATRO
SALOMÉ: Perdona si no doy a tu venida,
invicto hermano, a gusto del deseo
parabienes retóricos, que duda
de hablar quien ama agradecida y muda.
Vase SALOMÉ
FASELO: Yo, que sin alma todo me vuelvo ojos,
salamandra de amor, vivo en su llama,
puesto que ufano de que a tus despojos
cinceles del valor, plumas la fama,
pues adoras del sol los rayos rojos,
mi cortedad perdona, y con tu dama
coteja esa belleza, aunque en pintura,
y alaba, si no envidia, mi ventura.
Dale el retrato y vase FASELO
HERODES: ¿Si no envidio tu ventura?
¿Por qué ocasión? Mas ¡ay, cielos!
¿No es ésta de mis desvelos
la causa? En esta pintura,
¿no se cifra la hermosura
que mi libertad abrasa?
Si con Faselo se casa
y mis dichos tiraniza,
celos, volad en ceniza
mi padre, hermanos y casa.
¿Qué importa que quiera Hircano
que se case con Faselo?
¿Es su padre Amor del cielo?
¿Es monarca soberano?
Antes que le dé la mano
cuando el corazón la di
un nuevo Caín en mí
verá Faselo mi hermano
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