La vida de Herodes - Tirso de Molina - E-Book

La vida de Herodes E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

La vida y muerte de Herodes es un drama bíblico de Tirso de Molina. Aquí el autor entreteje lo histórico y lo novelesco, lo trágico y lo cómico y combina motivos propios de la comedia palatina (ambiente cortesano y conspiraciones palaciegas) con otros de la tragedia. En esta obra se suceden escenas cargadas de dramatismo y de crueldad, llevando así al extremo la idea lopesca de la deleitosa variedad. En La vida y muerte de Herodes, Tirso aúna el esfuerzo imaginativo y la fuerza poética. Hay también un continuo manejo de fuentes histórico-bíblicas que son un punto de partida. La libertad de creación de Tirso se muestra en todo su esplendor en esta obra llena de ingenio para unir historia y espectacularidad.

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Tirso de Molina

La vida de Herodes

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La vida de Herodes.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-799-3.

ISBN rústica: 978-84-9816-523-4.

ISBN ebook: 978-84-9953-268-4.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 57

Jornada tercera 105

Libros a la carta 153

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria en 1600 y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias, al tiempo que viajaba por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana), regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

Personajes

Antipatro, rey viejo

Faselo, su hijo, príncipe

Herodes, su hermano

Salomé, infanta

Josefo

Mitilene

Augusto César

Herbel

Hircano, rey viejo

Aristóbulo, príncipe

Mariadnes, infanta

Eliacer

Efraím

Tirso, pastor

Pachón, pastor

Fenisa, pastora

Una Judía

Un Verdugo

Zafiro

Jabel

Bato

Liseno

Niso

Una Mujer

Pastores

Jornada primera

(Salen Antipatro, viejo, Josefo, Faselo y Salomé, dama.)

Josefo Después de besar tus pies,

que en el humano teatro

siempre, invencible Antipatro,

pisando coronas ves;

porque a la Fortuna des

las gracias de tu grandeza

y porque estimes la alteza

de tus inmortales glorias,

en premio de tus vitorias

te da el Amor su belleza.

Contra su rueda voltaria

has triunfado de Idumea,

conquistado a Galilea

y sujetado a Samaria;

y porque con dicha varia

la vejez que se te atreve

al templo tus triunfos lleve

del tiempo inmortal tesoro,

hijos te dio en siglos de oro

restauración de tu nieve.

Dióte al príncipe Faselo,

fénix nuevo en quien se ve

tu imagen, y a Salomé,

bella exhalación del cielo;

dióte a Herodes, que en el suelo,

mientras a Alejandro imita,

para que con él compita,

y el mundo admire su fama,

en vez de Alejandro llama

a Herodes Ascalonita.

Filipo al nacerle un hijo

asombro de Babilonia

y blasón de Macedonia,

que era venturoso dijo,

no tanto porque predijo

en él su gloria real,

cuanto porque en tiempo tal

Aristóteles vivía,

porque a su filosofía

su valor hiciese igual.

Pero tú con más certeza

decirlo puedes mejor,

pues cría a un tiempo el Amor,

si hijos tú, Judá belleza;

que si la naturaleza

hace con ellos seguras

de Dios en vivas figuras

imágines naturales,

suerte es que para hijos tales

te dé tales hermosuras.

Antipatro Tú seas, Josef, venido,

a nuestro Ascalón con bien,

pues que de Jerusalén

tales nuevas me has traído.

Sagaz medianero he sido

con el senado romano

para entronizar a Hircano,

que ya sepultaba el ocio,

en el reino y sacerdocio

que quiso usurpar su hermano.

Rey y sacerdote sumo

su Jerusalén le llama,

y en altar de Thimiama

aromas ofrece en humo,

reinando por mí, presumo,

si agradecido repara

en mi amistad noble y clara,

que estimé por justa ley

juntar sacerdote y rey,

la corona a la tiara.

Descendiente generoso

es de Judas Macabeo,

que al linaje Asamoneo

dio blasón limpio y glorioso;

el sacerdocio piadoso

que honró en el desierto a Arón,

propagó su sucesión

contra ambiciosos engaños

por ciento y setenta años

de varón siempre en varón.

Ilustrar mi descendencia

con renombre soberano

y emparentar con Hircano

apetece mi experiencia.

A Mariadnes, excelencia

de cuanta belleza ha habido,

para el príncipe he pedido,

como Aristóbulo dé

con la mano a Salomé

envidia al amor y olvido.

De Hircano hijos los dos son,

como Salomé y Faselo

míos, si permite el cielo

darme en ellos sucesión,

del alcázar de Sión

poseerán el solio real

y con ventura inmortal

gozará sangre idumea

mezclándole con la hebrea

un reino sacerdotal.

Si esto Hircano me concede

largas albricias me pide.

Josefo No solo a tu gusto mide

el suyo, pero aún le excede.

(Dále a Faselo un retrato.)

Sacar de esta copia puede

el príncipe que se nombra

su esposo, si no se asombra

la luz que su cielo da,

qué tan bello el Sol será

siendo tan bella su sombra.

(A Salomé otro.) Mire en éste vuestra alteza

a Aristóbulo en bosquejo.

Salomé Hermoso asombro, Josefo.

Josefo No pudo la sutileza

del pincel en tal belleza

ostentar más su primor,

y aunque honrando a su pintor

Apeles se ha aventajado,

con ser éste su traslado

parece su borrador.

Aquí solo no permite

la naturaleza sabia,

por más que el arte la agravia,

que sus estudios imite;

porque ni el oro compite

con sus cabellos, ni toca

su frente el cristal de roca,

ni hay clavel, rosa o jazmín

que se opongan al jardín

de sus mejillas y boca.

Vueltos aquí barbarismos

los hipérboles verás,

porque estos dos son no más

hipérboles de sí mismos;

de libertades abismos,

por no llamarles prisión,

y milagrosa lección

donde tomó en sus trasuntos

la Naturaleza puntos

para leer de ostentación.

Faselo No lisonjero procedes

en su alabanza, si es cierta

la fama con que despierta

Amor almas y armas redes;

pues no estiman las paredes

reales soberbios ornatos,

ni en doseles y aparatos

funda la ambición sus galas,

mientras no adorna sus salas

con estos bellos retratos.

Egipto dé testimonio,

pues sabe bien que idolatra

en Aristóbol Cleopatra,

en Mariadnes Marco Antonio.

¡Oh lazos del matrimonio

que por mi amor habéis vuelto!

A seguir estoy resuelto

vuestra recíproca ley

adonde el esclavo es rey

y cautivo el que anda suelto.

Salomé Yo, bellísimos despojos,

no os hablo, que estoy en calma,

mientras la lengua y el alma

se trasladare a los ojos.

Si quitáis, pintado, enojos,

¿qué haréis, príncipe, presente?

Calle el alma lo que siente

porque sienta lo que calla,

que amor que palabras halla

tan falso es cuanto elocuente.

(Sale Herodes, bizarro, a lo soldado.)

Herodes A tus pies, invicto padre,

trofeos mis dichas postran,

si imitación de tus hechos,

primicias de tus victorias;

que, puesto que comparadas

a las tuyas, serán pocas

las de Alejandro en Asiria

y las de Aníbal en Roma,

por ser las primera, creo

que antepondrás a las propias

las alabanzas de un hijo

enigma de tus memorias.

Salí de Ascalón, mi patria,

cuando el toro que hurtó a Europa

en oro pagaba al Sol

un mes de hospicio y lisonjas,

y con doce mil soldados,

feliz número si notas

que con otros tantos puso

freno al Asia Macedonia,

cerqué a Pacono en Petrea;

Pacono, aquél con que asombran

los partos las cuatro letras

que Craso en Grecia enarbola.

Y de su madre sacando

al Ganges, porque se corra

que en los brazos de su madre

un hijo tan viejo corra,

guiado por el silencio,

una noche oscura y sorda,

restituí a sus cristales

sangre, que aumentó sus olas.

Y degollando a su rey,

el alma, que iba a la boca,

saliendo por la garganta

la jornada halló más corta.

No perdoné ningún sexo;

lirio cano, joven rosa,

caña humilde, roble fuerte,

madre casta ni hija hermosa.

Pero donde se ve más

mi venganza victoriosa

fue en la pueril inocencia,

pues de las madres piadosas

arrancando tiernos hijos,

mostré que mi sed provoca

sangre en leche de inocentes

medio blanca y medio roja.

Bajé a Armenia desde allí,

y destruyendo sus tropas,

en púrpura de sus venas

teñí sus listadas tocas.

Encastillóse su rey

en un castillo, una roca

tan alta, que su cabeza

coronó del Sol la zona.

Era de peña tajada

y con una entrada sola

tan inexpugnable y fuerte,

que haciendo dificultosa

su conquista, aseguraba

al rey la vida y las joyas

que atesoró en su homenaje

la codicia temerosa.

Pero como el interés

tiene alas, sus puertas rotas,

sirvió de escala una pica

por donde subió la honra.

Y franqueando las llamas

la entrada a mi gente heroica,

retrató el fuego en Armenia

venganzas griegas de Troya.

Di a saco la fortaleza,

y mientras el metal roban

que la codicia persigue,

aunque más el Sol la esconda,

despeñando al rey armenio,

quedaron las peñas toscas

cada cual con un pedazo,

que también ellas despojan.

Bañado en sangre enemiga,

cantando el valor vitoria

a las voces destempladas

de los míseros que lloran,

entré en una galería

que por treinta claraboyas

de alabastro, jaspe y mármol

los bastidores de Flora

enamoradas miraban,

y en los cristales que adorna

con marcos de primavera,

se retratan majestuosas.

Colgaban de sus paredes

cuadros, en lugar de joyas,

si desvelos del pincel

emulación de la gloria,

pues retratando bellezas

refrescaban la memoria,

tal del milagro de Chipre

y tal de la virgen diosa.

Allí la griega robada,

si del pastor robadora,

que hurtó en las huertas de Venus

la manzana a la discordia,

a amor y aborrecimiento

provocaba a las historias,

por liviana aborrecible,

y adorada por hermosa.

Allí al honor consagraba

la, tarde cuerda, Matrona,

Tarquinos atrevimientos,

recuerdos tristes de Roma.

Y allí, en fin, la hermosa reina

que África estima y adora,

holocausto de sí haciendo,

dejaba ejemplos a Porcia.

Pero, entre tantas bellezas,

la que por fénix de todas

gozaba el lugar supremo

en la mitad de la lonja

era una hermosa judía,

perdone el dios de Helicona,

que no igualó a su hermosura

la ninfa que le corona.

Bien pudo Dina a Sichén

ser tragedia lastimosa,

librar Judith a Bethulia

del furor de Babilonia,

hacer Raquel que Jacob

juzgase distancia corta

catorce años de servicio,

poner a Amán en la horca

el casto hechizo de Asuero,

precipitar vitoriosa

Bersabé al profeta rey,

que aun cantando creo que llora,

y, en fin, bien pudo rendir

las letras, que el Amor postra,

del rey pacífico y sabio

la hermosura de Etiopia.

Mas con éstas comparada

es lo que el Sol con la sombra,

con la ciencia la ignorancia,

con la verdad la lisonja.

Supe quién era, aunque callo,

porque la lengua no osa

dar celos al corazón,

que los tendrá si la nombra.

Y como una alma pintada,

dejando en prendas la propia,

salí de mí y del castillo

sin libertad ni memoria.

Doce mil hombres llevé,

y con ellos vuelvo agora

sin que falte, padre invicto,

ni de su sangre una gota.

Sola una alma vuelve menos

que por los ojos me roban,

para ofrecer a su origen

su más que divina copia.

Triunfa en Ascalón con ellos,

pisa reinos, trofeos goza,

premia heridas, honra hazañas,

haz mercedes, da coronas,

y a mí licencia que busque

en premio de esta vitoria

un alma que, fugitiva,

es vencida vencedora.

Antipatro No hallo coronas a tu nombre iguales,

hijo invencible, que tu fortaleza

premien mejor que abrazos paternales;

ceñir tu cuello en vez de tu cabeza

las cívicas no bastan, ni murales,

ni cuantas dio de Roma la grandeza

a la ambición que eternizó su fama,

puesto que junte al oro, al roble y grama.

Conquista reinos que dichoso goces,

gana blasones que te inmortalicen,

plumas tu fama añada que veloces

el valor te aseguren que predicen,

y mientras la Fortuna que conoces

en tu favor los tiempos autoricen,

antes que acabe el círculo su rueda

un clavo al eje pon, y estará queda.

Si enamorado vuelves, no me espanto,

que Marte y Venus al amor producen,

pues sus hazañas triunfarán en tanto

que sus aceros a sus llamas lucen.

Tus dos hermanos a su yugo santo

dos cuellos dichosísimos reducen,

los más hermosos que en su ardiente carro

puso coyundas el Amor bizarro.

Hircano, rey y sacerdote sumo,

al reino y templo que eterniza el Arca

y a Dios da habitación en niebla y humo,

entre las alas que el querub abarca,

en premio del favor —según presumo—

con que se ve sacerdotal monarca,

sus dos hijos ofrece, luz del cielo,

a tus hermanos Salomé y Faselo.

Importa que prevenga su partida

por lo que el nombre ganará idumeo,

si a la corona aspira apetecida

que restauró a su sangre el Macabeo.

(Vase Antipatro.)

Salomé Perdona si no doy a tu venida,

invicto hermano, a gusto del deseo

parabienes retóricos, que duda

de hablar quien ama agradecida y muda.

(Vase Salomé.)

Faselo Yo, que sin alma todo me vuelvo ojos,

salamandra de amor, vivo en su llama,

puesto que ufano de que a tus despojos

cinceles del valor, plumas la fama,

pues adoras del Sol los rayos rojos,

mi cortedad perdona, y con tu dama

coteja esa belleza, aunque en pintura,

y alaba, si no envidia, mi ventura.

(Dale el retrato y vase Faselo.)

Herodes ¿Si no envidio tu ventura?