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Las bizarrías de Belisa es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias palatinas de enredo del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.
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Seitenzahl: 80
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
Las bizarrías de Belisa Copyright © 1634, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726618235
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
[La escena es en Madrid y extramuros.]
[Sala en casa de BELISA.]
Sale BELISA con vestido entero de luto galán, flores negras en el cabello, guantes de seda negra, y valona y FINEA.
FINEA ¿Así rasgas el papel?
BELISA Cánsame el Conde, Finea.
FINEA ¡Qué ingratitud!
BELISA Que lo sea
me manda amor.
FINEA Fuego en él,
que pienso que no es tan vario 5
en sus mudanzas el viento.
BELISA Navega mi pensamiento
por otro rumbo contrario:
castigó mi voluntad
el cielo.
FINEA No sé si diga, 10
que justamente castiga,
señora, tu libertad.
Tanto despreciar amantes,
tanto desechar maridos,
tanto hacer de los oídos 15
arracadas de diamantes,
claro está, que habían de dar
[esa] ocasión al amor,
para vengar tu rigor.
BELISA Bien se ha sabido vengar. 20
FINEA ¡Oh qué bien los has vengado
con querer agora bien
a quien, ni aun sabes a quién,
ni él tampoco tu cuidado!
Tus desdenes con razón 25
agora diciendo están:
«¿qué se hizo el Rey Don Juan?
los Infantes de Aragón
¿qué se hicieron?»
BELISA No presumas
que desta mudanza estoy 30
arrepentida, aunque doy
agua al mar, al viento plumas;
porque tengo la memoria
deste necio amor tan llena,
que juzgo poca la pena 35
para tan inmensa gloria.
¿Llaman?
FINEA Sí.
BELISA Pues quiero hablarte
con más espacio después;
mira quién es.
FINEA Celia es,
que ha venido a visitarte. 40
[Vase.]
[CELIA, BELISA.]
CELIA Prospere tu vida el cielo.
BELISA No sé, Celia, si querrá
tener ese gusto ya.
CELIA Ya la novedad recelo:
dijéronme que te habían 45
visto con luto en la calle
Mayor, aunque gala y talle
la causa contradecían:
y hallo que todo es verdad;
pero tanta bizarría 50
no es tristeza.
BELISA Celia mía,
murió.
CELIA ¿Quién?
BELISA Mi libertad.
CELIA Es imposible que en ti
haya faltado el desdén.
BELISA ¿No es faltarme querer bien? 55
CELIA ¿Tú quieres bien?
BELISA Yo.
CELIA ¿Tú?
BELISA Sí,
ya cesaron mis rigores.
CELIA Veré primero sembrado
de estrellas del cielo el prado,
y el cielo de hierba y flores, 60
y trocando el natural
efeto veré también
a la envidia decir bien,
y a la virtud hablar mal;
veré la ciencia premiada 65
y a la ignorancia abatida,
que es la verdad bien oída,
y que la lisonja enfada,
y el imposible mayor
dar honra al que está sin ella, 70
que crea, Belisa bella,
que puedes tener amor.
BELISA Una tarde (cuando el sol
dicen que en el mar se esconde,
y se le ponen delante 75
las cabezas de los montes,
cuando por aquella raya,
que con varios tornasoles
divide el cielo y la tierra,
y los días y las noches, 80
nubes de púrpura y oro
van usurpando colores
a las plumas de los aires,
y a las ramas de los bosques)
iba sola con Finea, 85
amiga Celia, en mi coche,
tan sol de mi libertad,
cuanto luego fui Faetonte,
que nunca verás tan altas
las soberbias presunciones, 90
que no las fulminen rayos
como a las soberbias torres.
Era en la parte del Prado,
que igualmente corresponde
a esa Fuente, Castellana 95
por la claridad del nombre,
que también hay fuentes cultas,
que, aunque obscuras, al fin corren
como versos y abanillos,
quiera el cielo que se logren. 100
Iba Finea cantando
en gracia de mis blasones
finezas del Conde Enrique
(que ya conoces al Conde,
y a sus papeles escritos, 105
para que, cuando me toque,
como papel de alfileres,
tenga papeles de amores)
y a mis locas bizarrías,
desprecios y disfavores, 110
como si hubiera nacido
de las entrañas de un roble,
cuando veo un caballero
con el semblante conforme
al suceso que esperaba. 115
Volvió la cara, y paróse
a escuchar quién le seguía
pero con pocas razones
desnudando las espadas
los ferreruelos descogen. 120
El que digo, el pie delante,
con el contrario afirmóse,
gala y valor, que en mi vida
vi hombre tan gentilhombre.
No era el otro menos diestro. 125
No te parezca desorden,
que siendo mujer te cuente
lo que es bien que ellas ignoren
que aunque aguja y almohadilla
son nuestras mallas y estoques, 130
mujeres celebra el mundo,
que han gobernado escuadrones:
Semíramis y Cleopatra,
poetas e historiadores
celebran, y fue Tomiris 135
famosa por todo el orbe.
¿No has visto cuando dos juegan,
que sin conocerse escoge
uno de los dos quien mira,
sin que el provecho le importe, 140
y quiere que el otro pierda,
sin saber que esto se obre
por conformidad de estrellas,
que infunden inclinaciones?
Pues desa suerte mi alma 145
súbitamente se pone
al lado del que juzgaba
por más galán y más noble.
Alzó el contrario de tajo,
a quien mi ahijado embebióle 150
una punta, con que dio
en tierra, mas levantóse
presto, porque después supe
que traía un peto doble
de Milán, labrado a prueba 155
del plomo, que muros rompe.
Acudieron a este punto,
tirándole varios golpes,
tres hombres a mi galán,
cosa indigna de españoles. 160
Pero dicen entre amigos,
que el enemigo perdone,
que sólo es vil el que huye,
y valiente el que socorre.
Con razón, o sin razón, 165
salto de mi coche entonces,
quito la espada al cochero,
que arrimado a los frisones
miraba a pie la pendencia,
todo tabaco y bigotes, 170
como si estuviera el necio
de la plaza en los balcones
y el Conde de Cantillana
acuchillando leones:
y partiendo al caballero, 175
me pongo de Rodamonte
a su lado. ¡Cosa extraña!
En fin, hombres de la Corte,
pues se volvieron humildes,
los que llegaron feroces. 180
Agradecido el galán
de dos tan nuevas acciones,
comenzó a hablarme, y no pudo,
porque de lejos dan voces
que la justicia venía, 185
que no hay Santelmo en el tope
después de la tempestad,
que como una vara asome.
Díjele: «En mi coche entrad,
que si los caballos corren 190
(porque éstos no son de aquellos
que repiten para cofres),
presto estaremos en salvo.»
Entró el galán y sentóse
en la proa, y yo en la popa, 195
como campos fronte a fronte.
Viendo que nadie venía
templó el cochero el galope,
y en la Fuente Castellana
para descansar, paróse. 200
Yo siempre que voy al Prado
llevo un búcaro, tomóle
el cochero, y dionos agua,
dile yo una alcorza, y diome
las gracias en un requiebro 205
que la mano agradecióle.
Con esto le persuadí
a que dejando favores,
me contase la ocasión
de la pendencia, que sobre 210
cosas de amor sospechaba,
que hay profetas corazones,
pues antes que la dijese,
celos me daban temores,
que el que ha de matarla, sabe 215
la garza entre mil halcones.
En fin, dijo de esta suerte...
(Agora a escucharme ponte,
para que como él a mí,
de mi desdicha te informe): 220
«Yo soy don Juan de Cardona,
hijo del señor don Jorge
de Cardona, aragonés,
y doña Juana de Aponte;
nací segundo en mi casa, 225
y así mi padre envióme
a Flandes, donde he servido
desde los años catorce
hasta la edad en que estoy;
volvieron informaciones 230
de mis servicios, y cartas
de aquel ángel, que coronen
los cielos, Infanta de Austria,
de divinos resplandores,
tía del Rey, que Dios guarde. 235
Pretendí luego en la Corte
a guisa de otros soldados;
pero entre otras pretensiones
de un hábito, vi una tarde
con otro de chamelote, 240
un serafín de marfil
con toda el alma de bronce:
quedé sin ella, seguíla,
servíla, y agradecióme
la voluntad, retirando 245
todo lo que no es amores.
Gasté, empobrecí; mi padre,
enojado, descuidóse
de mi socorro, y Lucinda
(que éste es de esta dama el nombre), 250
desdeñosa, a puros celos
me mata viéndome pobre:
que no hay finezas que obliguen,
ni lágrimas que enamoren.»
Cuando esto dijo, quisiera 255
sacar los ojos traidores,
que por otra habían llorado.
¡Mirad qué envidia tan torpe!
Prosiguió que la pendencia
fue por ser competidores 260
él y el galán, porque teme
que si la obliga, la goce.
Finalmente paró el caso
en tantas lamentaciones,
que sin saber por qué causa, 265
quise arrojarle del coche.
Él llorando y yo sin alma
llegamos casi a las once
a mi posada. Roguéle
que me viese, y respondióme, 270
que sería esclavo mío,
con mil tiernas sumisiones,
y despedido e ingrato
a ver su dama partióse.
Quedé tan necia que apenas 275
sé por qué, cómo ni dónde
amo, envidio, y con los celos
temo que loca me torne,
porque pienso que es castigo
de aquellos tiranos dioses 280
Venus y Amor, de quien hice
burla, y los llamé embaidores.
Troqué las galas en luto,
la libertad en prisiones,
la bizarría en descuidos, 285
y en humildad los rigores.
Ni voy al Prado ni al río,
no hay cosa que no me enoje;
a la música soy áspid,
veneno a fuentes y flores, 290
soy, no soy, vivo, no vivo,
y entre tantas confusiones,
ni sé dónde he puesto el alma,