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Las burlas del amor es una de las primeras comedias teatrales de Lope de Vega. Sigue la línea de las comedias del teatro del Siglo de Oro Español y narra la historia de amor en clave de humor a la que seguirán numerosas situaciones de enredo. Se la considera uno de los ensayos en los que están presentes los rasgos principales de las comedias más famosas de Lope.
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Seitenzahl: 90
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
Las burlas de amorCopyright © 1916, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726618174
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
(Salen JACINTA, pastora, y RICARDO, caballero mozo, con espuelas y botas de camino.)
JACINTA.
No me pellizque otra vez,
que alzaré el cayado.
RICARDO.
Alzalde,
que no he de comprar de balde
el bien de que soy juez;
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antes quedo enriquecido
si recibo bien como ese.
JACINTA.
Y aun podría ser que os pese
del haberle recibido.
RICARDO.
No hará; que un dichoso palo
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de tan hermosa villana,
de la dama cortesana
excede al mayor regalo.
JACINTA.
¡Oh! Cuántos necios sustenta
la corte.
RICARDO.
Tal es su fama.
JACINTA.
15
Al palo dichoso llama,
siendo la mayor afrenta.
RICARDO.
Pues ¿puede un palo afrentar
de esa mano?
JACINTA.
¿Dais licencia?
Remítolo a la experiencia.
RICARDO.
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Tened.
JACINTA.
Dejadme probar.
RICARDO.
Dejádmelos merecer.
y quedaré satisfecho.
JACINTA.
¿Cómo?
RICARDO.
Tocando a ese pecho,
adonde me siento arder.
JACINTA.
25
¿No digo yo que sois necio?
Si os estáis ardiendo en él,
¿para qué os llegáis a él?
RICARDO.
Porque arderme estimo y precio.
JACINTA.
Tiémplese vuestra merced
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en la nieve de esa sierra.
RICARDO.
Agua le falta a la tierra
que pueda templar mi sed,
mas sobrará de mis ojos.
JACINTA.
No habláis palabra, en verdad,
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que no sea necedad.
RICARDO.
Más necios son mis antojos.
JACINTA.
Requebráis una villana
que guarda gansos allí,
y estaisle diciendo aquí
40
regalos de cortesana;
no gastéis vuestras dulzuras
en el picote y sayal,
guardad tan fino caudal
para mayores venturas,
45
y seguid vuestro camino,
que os daña el sol.
RICARDO.
Sólo el vuestro.
JACINTA.
De freno dais en cabestro
y de humanista en divino.
Andad con Dios.
RICARDO.
¡Brava cosa,
50
por la fe de caballero!...
JACINTA.
¿Vos caballero?
RICARDO.
Y primero
que fuérades vos hermosa.
Tengo tanta calidad,
que me pesa, pues por ella
55
pierdo la cosa más bella
que adora mi voluntad.
JACINTA.
¡Qué! ¿por ser mi desigual
perdéis tanto bien, señor?
RICARDO.
Dislustra un sayo de honor
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cualquier jirón de sayal;
que, si no, prometo a Dios,
a quien pongo por testigo,
de que os llevara conmigo
y me loara con vos;
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que habéis de tal manera
olvidado de mi ser,
que fuérades mi mujer
como yo vuestro igual fuera.
JACINTA.
Si en eso os debo, señor,
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también me debéis a mí,
que desde el punto que os vi
sospechoso que os tuve amor;
y, por vida de los dos,
que me sois prenda tan cara,
75
que con vos me desposara
a no ser mejor que vos.
Que estos ánades que guardo
por dicha vasallos fueron,
y algunas telas cubrieron
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lo que agora es sayal pardo.
soy tan bien nacida, que...
Baste... No más.
RICARDO.
Si eso fuese,
obligárame a que os diese
la mano, palabra y fe;
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que aún podría ser verdad;
pero podeisme creer,
que el igualarme ha de ser
con muy grande calidad.
JACINTA.
Eso temo yo de vos,
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creyendo que ha de faltar
de vuestra parte el llegar
adonde me puso Dios.
RICARDO.
Creo que estáis engañada.
Decidme, ¿seréis condesa?
JACINTA.
95
Ni duquesa, ni marquesa,
ni princesa estimo en nada.
RICARDO.
Pues ¿qué sois?
JACINTA.
Emperatriz.
RICARDO.
¡Válgame Dios!
JACINTA.
Cuando menos.
RICARDO.
¡Y guardáis gansos ajenos!
100
¿Cómo os llamáis?
JACINTA.
Beatriz.
Mirá si me igualaréis.
RICARDO.
Si aqueso fuese verdad,
mucha mayor calidad,
señora Beatriz, tenéis;
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mas yo soy un mayorazgo
de un reino, y perdido voy,
aunque ya ganado estoy,
y a vos se os debe el hallazgo.
Si os viene bien que me deis
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la mano, el alma juntad,
el reino y la calidad
al imperio que tenéis.
JACINTA.
Si pensáis que os he burlado
haced conmigo una cosa:
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que yo sea vuestra esposa
cuando estéis desengañado,
y también que cuando vos
probéis ser príncipe, sea
el bien que el alma desea
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celebrarlos entre los dos;
pero hasta entonces no hay orden
de otra cosa.
RICARDO.
Aunque me mate
el deseo, es disparate
que llegue a tanta desorden.
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Vos misma sois la defensa;
venid conmigo, que os doy
palabra, a fe de quien soy,
de no haceros ofensa.
JACINTA.
Y ¿adónde me llevaréis?
RICARDO.
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Peregrinando conmigo
hasta daros un testigo
y porque vos me le deis;
y cuando probado hayamos
que somos reyes, seré
135
muy vuestro marido.
JACINTA.
¿A fe?
RICARDO.
Sí, por Dios.
JACINTA.
Pues vamos.
RICARDO.
Vamos.
(Vanse, y sale FRONIMO, villano mozo, con una honda tras de ellos.)
FRONIMO.
¿Dónde lleváis la zagala?
¡Hola! ¡Hao! Mas no responda,
que al disparar la bala,
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si me desciño la honda,
ningún arcabuz le iguala.
¡Oh, hi de puta, ladrón!
Luego vi que eras halcón,
porque la dorada espuela
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me pareció la pigüela
y la lengua el corazón.
Mirad que sus gansos lloran
lo la laguna esparcidos,
y los prados, que la adoran,
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de su ausencia entristecidos,
se marchitan y desfloran.
Ya toma sus manos blancas,
tanto ya las hace francas
del favor que nunca tuve;
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en el caballo la sube
y se la lleva a las ancas.
(Coge el villano piedras y sale FABIO, criado de RICARDO, de estudiante capigorrón.)
FABIO.
Mancebo, ¿has visto por dicha
a un caballero galán
en un potrillo alazán?
FRONIMO.
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No, sino por mi desdicha.-
Dejad la moza, rufián.
FABIO.
¿Qué buscas?
FRONIMO.
Piedras apaño
para un gavalucho extraño
que me lleva una paloma.
FABIO.
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¡Con qué cólera las toma!
FRONIMO.
Es pajarote de hogaño.
FABIO.
Oye acá, deja las piedras;
responde a lo que te digo.
FRONIMO.
Cosa que si no te arriedras
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las hayas de haber conmigo,
porque veas lo que medras.
¿Por ventura no lo ves
que pone al caballo pies
y las manos a aquel pecho
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por quien tomo a mi despecho
las piedras de tres en tres?
FABIO.
¡Oh, villano, casta infame!
¿A mi señor? ¡Suelta, suelta!
FRONIMO.
Paso, no me las derrame.
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¿Queréis andar de revuelta
y que mis zagales llame?
(Sale TIMBRIO, villano viejo.)
TIMBRIO.
. Dejad al zagal, hidalgo;
mientras no os ofende en algo,
que lo habéis de ver con dos.
FRONIMO.
185
Dejádmelo, padre, vos;
quizá veréis lo que valgo.
FABIO.
¿Es vuestro?
TIMBRIO.
Debe de ser,
que así lo dijo su madre.
FABIO.
Muy bien que se os echa de ver;
190
cual el hijo, tal el padre.
TIMBRIO.
. A fe que sois bachiller.
FABIO.
Dios me libre de villanos
si a las armas ponen manos
y decienden en cuadrilla.
FRONIMO.
195
¿Esto poco os maravilla?
FABIO.
Quedaos en buen hora, hermanos,
que se aleja mi señor.
FRONIMO.
No, no; direisme primero
quien ha sido el robador.
FABIO.
200
Es un pobre caballero
aventurero de amor.
(Vase FABIO.)
TIMBRIO.
Pues ¿qué? ¿llévanse a tu hermana?
FRONIMO.
Para bella cortesana.
¿Luego no lo habías sabido?
TIMBRIO.
205
De esta vez quedo perdido.
¡Oh rapacilla liviana!
FRONIMO.
Timbrio, si tú permites que Jacinta, TERCETOS
el alma propia de esta vida ajena,
como el temor se me figura y pinta;
210
si aquella que a la muerte me condena,
por quien el alma toda arder se siente
a veces gloria como a veces pena,
de mis ojos permites que se ausente
y que la lleve aqueste peregrino,
215
cuéntame, por ejemplo, de la gente;
cuéntame, Timbrio, si mi sol divino
un punto deja de alumbrar mi vida
en la noche mortal de su camino.
De mi propio ser seré homicida;
220
de aquesta sangre tú verás la imagen
de un Isis ciego en este robre asida.
TIMBRIO.
Tus palabras y lágrimas se atajen,
caro Fronimo, y esos torpes miedos
no mi valor y voluntad ultrajen.
225
¿Cuándo para mi bien tus brazos quedos
viste jamás ni mi opinión contraria
a la disposición de tus enredos?
No piense agora la fortuna varia
quitarnos de las manos la vistoria,
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que yo pondré la fuerza necesaria.
Tras tanto mal y perdición notoria,
tras tanta ausencia de la patria amada,
que ahora me enternece su memoria,
solo por la pasión desenfrenada
235
con que siguiendo vas esta doncella,
cual roble dura, como nieve helada,
se quiere la fortuna alzar con ella.
¿No verán sus ojos que a seguilla
nos fuerza a entrambos una misma estrella?
240
Ellos irán del monte media milla;
y pues ella se va como liviana,
cosa que me enloquece y maravilla,
rogar que vuelva es cosa incierta y vana;
mejor será decir que soy su padre,
245
y tú, quejoso, llamarasla hermana.
Diré yo a voces que su muerta madre
ha sido causa de su vida libre,
y todo lo que a nuestro engaño cuadre.
Con esto cuanta gente bebe el Tibre,
250
para favorecernos juntaremos,
y no hayas miedo que de mí se libre.
FRONIMO.
¡Oh, Timbrio generoso, a quien debemos
cuantos a tu favor nos aplicamos
la vida y sangre, el alma que tenemos!
255
En seguimiento de Jacinta vamos,
que con aqueste engaño convencida,
sospecho que a la villa la volvamos.
TIMBRIO.
Hoy, ¡oh, Fronimo! perderé la vida.
(Vanse y salen CAMILA, reina, y SEVERO, secretario, vestidos de caza, y CRIADOS con ellos.)
REINA.
¿Qué? ¿se fue el corcillo herido?
SEVERO.
260
La hierba le hará parar
cuando le venga a tocar
el corazón encendido.
REINA.
¡Que no llegaras a tiempo!
SEVERO.
Llegué, señora, después;
265
que por aquesto sus pies
son comparados al tiempo.
REINA.
El que hace me ha cansado
y agrádame la floresta.
SEVERO.
Convida a pasar la siesta
270