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Los españoles en Flandes es una comedia teatral de capa y espada de Lope de Vega. Se articula en torno a la victoria de España en Gembloux en 1578, presentada a lo largo de varias situaciones en tono desenfadado sin por ello renunciar a su carácter histórico y aventurero.
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Seitenzahl: 94
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
Los españoles en FlandesCopyright © 1997, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726618488
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
(Salen MADAMA MARÍA y el PRÍNCIPE DE PARMA.)
ALEJANDRO
No puedo significalla
a vuestra Alteza el contento
que tengo de visitalla,
pues hablando el pensamiento,
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la lengua enmudece y calla.
Muchas más veces viniera,
si el tiempo lugar me diera,
a Nápoles a servilla,
no por ver su maravilla,
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madama, aunque mayor fuera,
sino por solo asistir
a vuestra real presencia.
MADAMA
Alejandro, si el sentir
de un hijo cualquier ausencia
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no es menos mal que morir,
mucho mayor le conviene
a quien tan bueno le tiene,
y que por más que le guarde,
o viene a verla muy tarde,
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o para volverse viene.
ALEJANDRO
Como me dieran lugar
tan graves ocupaciones,
no se pudiera quejar
vuestra Alteza.
MADAMA
Obligaciones
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de hijo le suelen dar.
Dirás que vienes de prisa.
ALEJANDRO
Lo que profeso os avisa.
MADAMA
Hoy la nave detendrás;
pueda esta rémora más
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que el mar, cuyas ondas pisa.
ALEJANDRO
No es rémora vuestra Alteza,
que es para serlo muy grande;
y fuera de su grandeza,
cuando como madre mande,
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sus pies pongo en mi cabeza.
MADAMA
Un mes estarás conmigo.
ALEJANDRO
Poco es un mes a mi amor;
para mis negocios, digo
que es gran término.
MADAMA
Es mayor
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este con que yo te obligo;
no hay que replicar.
ALEJANDRO
Señora,
fuera de serlo, sois madre.
(Entra PEDRO DE CASTRO.)
CASTRO
El Príncipe.
ALEJANDRO
¿Qué hay ahora?
CASTRO
Ninguna cosa que cuadre
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a quien tu presencia adora.
Mas digo, con tu licencia,
que hay un correo de España,
y creo que obliga a ausencia.
MADAMA
Como sombre se acompaña
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de mi mal mi bien. ¡Paciencia!
Dile que entre.
CASTRO
Entrad, correo...
CORREO
Dadme, señor, vuestros pies,
y gracias a Dios que os veo,
que para el negocio que es,
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dañado habrá mi rodeo.
Fui derecho a Lombardía,
y en Nápoles me dijeron
que vuestra Alteza venía.
MADAMA
Tras mis venturas corrieron
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postas de España este día.
ALEJANDRO
La carta es del Rey, mi tío.
MADAMA
¿Cómo está su Majestad?
CORREO
Bueno, y con gallardo brío.
MADAMA
Dios le guarde. Comenzad
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la carta, Alejandro mío.
ALEJANDRO
‟Sobrino, los Estados de Flandes guardan mal las promesas que me han hecho, si sacaba de ellos los españoles; tanto que don Juan, mi hermano, se halla descontento, y en peligro de la vida. Yo envío orden al marqués de Ayamonte para que os entregue los españoles que están alojados en el Estado de Milán. Partíos luego con ellos a Flandes, a socorrer a mi hermano, que, fuera de lo que me obligaréis, estimaré este cuidado con particular amor y satisfacción. Dios os guarde como deseo.”
¿Qué responde vuestra Alteza?
MADAMA
Alejandro, que os partáis,
y que esa carta pongáis
encima de la cabeza.
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Ya que en esto os anticipe,
juntos forzándome están
el peligro de don Juan
y la firma de Felipe.
Partid, Alejandro, luego;
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Dios os dé su bendición.
(Vase.)
ALEJANDRO
Fuese.
CASTRO
¡Gran resolución!
ALEJANDRO
Pártome al fin cuando llego.
CASTRO
Gravemente lo ha sentido,
pues que se ha partido así.
ALEJANDRO
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Con apartarse de mí,
el corazón me ha partido;
volveréla a hablar, que creo
que será bien menester.
CASTRO
No te puedes detener,
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según me ha dicho el correo,
porque el marqués de Ayamonte
despachó ya los soldados.
ALEJANDRO
¡Cómo! ¿Ya están despachados?
CORREO
Señor, a caballo ponte;
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que con postas podrá ser
que los puedas alcanzar,
que no te pudiendo hallar,
no pudo otra cosa hacer.
Ya marchan los españoles
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a Flandes, con gran contento,
del antiguo alojamiento.
ALEJANDRO
Pues ¿cuál orden llevan?
CORREO
Dioles
la que verás cuando llegues,
aunque tan aprisa van,
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que ya en Flandes estarán,
si no es que a madama niegues
el rostro en esta partida,
porque de su llanto temo,
y de su amoroso extremo,
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que la brevedad te impida.
Van locos de la venganza
que han tomado, con razón,
de la nueva rebelión,
de que a tantos parte alcanza.
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Porque al echarlos de Flandes,
como tú sabes, lloraban,
que al señor don Juan dejaban
entre enemigos tan grandes;
y volviendo la cabeza
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a los Países, decía
todo español: ‟Vendrá día
que se arrepienta su Alteza.”
Y así, ahora, como ven
que se cumplió su temor,
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y por el notable amor
que a don Juan tienen también,
vuelven los famosos godos,
para hacer hechos romanos,
con alas en pies y manos,
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vueltos en Mercurios todos.
Camina, porque sin ti
no lleguen a los Estados.
ALEJANDRO
Hoy se verán mis cuidados.
¿Dónde iremos desde aquí?
CORREO
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A Alejandría, señor.
ALEJANDRO
¡Postas, Castro, que ya alarma
toca el príncipe de Parma
dentro del mismo valor!
CASTRO
Justos cuidados te dan.
ALEJANDRO
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Ninguno se iguala al mío
de obedecer a mi tío
y socorrer a don Juan.
(Váyanse. Salen el SEÑOR DON JUAN, el DUQUE DE ARISCOTE, el MARQUÉS DE ABRE, DON RODRIGO PIMENTEL, DON GABRIEL NIÑO, OCTAVIO GONZAGA.)
ARISCOTE
No se lamente vuestra Alteza tanto.
Fortifique a Anamur, ya que ha querido
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saliese con temor de los Estados;
que ni será verdad que se rebelan,
ni necesarios son los españoles.
JUAN
Yo, señor duque de Ariscote, había
avisado a mi hermano muchas veces
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que aquesta gente solo pretendía
echar de Flandes nuestros españoles,
basas y fundamento del sosiego
de estos Estados; y que son fingidas
las promesas que hicieron y homenajes
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se ve muy claro, pues apenas fueron
desterrados de todos los Países,
cuando, arrastrando el yugo, levantaron
la soberbia cerviz contra su dueño.
Sentí su ausencia, y siento verme ahora
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retirado a Anamur, y que no tengo
fuerza con que resista a tantos daños.
ABRE
Engañan pensamientos y aun amigos
a vuestra Alteza, guarde Dios su vida;
que los Estados estarán seguros
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a devoción de su señor legítimo.
GABRIEL
¿Que tan seguros estarán ahora,
señor marqués de Abre, los Estados,
armando en Alemania el Casimiro
y tratando tan mal de nuestras cosas,
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Arsi, Duay, Artués, Henao y Lila?
Pues no hay criado de su Alteza en Flandes
que no sufra mayores improperios
que si fuera en Argel de un moro esclavo.
ARISCOTE
Los españoles no son bien sufridos.
RODRIGO
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Pues ¿cómo han de sufrir los españoles,
que los maltrate quien servirlos debe?
ARISCOTE
Ya don Rodrigo Pimentel se enoja,
y lo que digo yo a don Gabriel Niño
no es hacerlos soberbios, porque solo
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los quisiera obligar a más paciencia.
RODRIGO
Que tenga otro sentido, o no le tenga,
yo digo que fue yerro, y muy notable,
a su Alteza dejar en el gobierno
de Flandes, como está, sin españoles,
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que mientras ellos por aquí vivían,
con menos libertades nos trataban;
y ya que de nosotros, que en fin somos
criados de tu casa, pretendieran
tomar venganza, aunque venganza injusta,
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¿por qué se han de atrever como se atreven
al sosiego, a la vida de su Alteza,
gobierno suyo y de su Rey hermano?
OCTAVIO
Don Rodrigo, no más, que tratar de esto
quiebra los corazones que le aman.
RODRIGO
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¡Ay, Octavio Gonzaga, que no puedo,
llegando a ver la mansedumbre suya,
la virtud, la bondad, la cortesía
con que es amado de naciones tantas,
que hasta los mismos turcos le respetan,
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dejar de arderme en cólera y enojo!
OCTAVIO
Tenéis razón, que apenas los poetas
de Ulises escribieron en veinte años
tantos trabajos entre monstruos fieros,
arrojado del mar en islas bárbaras,
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como en los pocos que ha vivido en Flandes
este cristiano y generoso Príncipe.
JUAN
Señor Duque y Marqués, si todos fueran
en Flandes como vuestras señorías
tan servidores de su Rey, yo creo
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que pudiera vivir seguro en Flandes;
y he escrito a España, la verdad les digo,
el peligro en que estoy, y por momentos
espero aquí los españoles mismos
que salieron de todos los Estados,
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porque su Majestad ya tiene escrito
al marqués de Ayamonte los entregue
a mi sobrino el príncipe de Parma.
ABRE
Será muy acertado y justo acuerdo.
JUAN
Don Rodrigo...
RODRIGO
Señor...
JUAN
Llamad al punto
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a Mos de Liques y Gaspar de Robles,
al conde Barlamón y al de Otopena,
a Juan Baptista Tasis; en fin, todos
los que son del Consejo, porque creo
que estaremos mejor en Lucemburque,
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y será bien que con su acuerdo sea,
para esperar allí los españoles.
RODRIGO
Yo voy.
JUAN
Y yo, a escribir a España luego.
OCTAVIO
Guarde el cielo, señor, a vuestra Alteza,
aunque pese a la envidia; que algún día
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vencerá su virtud tanta porfía.
(Váyanse todos, y queden solos el de ARISCOTE y el de ABRE.)
ABRE
¿Qué os parece de esto, hermano?
ARISCOTE
Rabio de enojo, Marqués;
quisiera ver a mis pies
a quien hoy beso la mano.
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¿Somos flamencos o esclavos?
Hoy, para nuestra fortuna,
si rueda por parte alguna,
tiene España tantos clavos.
Ya vuelven los españoles,
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los que haciendo tantos robos,
son de nuestra sangre lobos,
de nuestra plata crisoles.
Ya volvemos otra vez
a sufrir sus arrogancias.
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¿No mueven tantas instancias
al riguroso Jüez?
Felipe, en fin, ¿se resuelve
de volver a echarnos yugo?
¿Otra vez vuelve el verdugo?
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¿Otra vez su espada vuelve?
Hermano, si sois mi hermano,
no más obediencia al Rey.
ABRE
Ni era, Duque, justa ley
volver a besar la mano.
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¿No fue el concierto sacar
de todos estos Estados
los españoles soldados?
ARISCOTE
Ahora bien, no hay qué tratar.
Ellos nos han entendido;
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las máscaras nos quitemos,
y las espadas saquemos
contra el Rey.
ABRE
¿Quién se ha elegido
por General de esta empresa?
ARISCOTE
Es el conde de Bosú.
ABRE
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¿El Conde?
ARISCOTE
Bien sabes tú
cuán bien en sus hombros pesa;
pero ¿cómo podrá ser
sin que nos sientan salir
de Anamur, y al Conde huir?
ABRE
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Si nos echasen de ver,
la vida nos quitarían.