Los guanches de Tenerife - Lope de Vega - E-Book

Los guanches de Tenerife E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

Los guanches de Tenerife es un drama teatral de corte histórico de Lope de Vega. En la línea de este subgénero, reinterpreta el episodio histórico de la conquista de Tenerife por parte de las tropas españolas.

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Seitenzahl: 92

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Lope de Vega

Los guanches de Tenerife

 

Saga

Los guanches de TenerifeCopyright © 1604, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726618495

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Elenco

DON ALONSO DE LUGO, español LOPE FERNÁNDEZ, español CAPITÁN TRUJILLO, español CAPITÁN CASTILLO, español SOLDADO, español REY BENCOMO DÁCIL, su hija TINGUARO, general SILEY, capitán MANIL FIRÁN AGORERO, bárbaro PALMIRA VALCÁZAR ERBASIA ARFINO MÚSICOS ARCÁNGEL SAN MIGUEL

Acto I

(Dando una vuelta un monte, por la otra parte será una media nave con muchos estandartes; tocaráse una trompeta, y dirán en la proa el maestre de campo DON LOPE FERNÁNDEZ de Guerra, el GENERAL DON ALONSO de Lugo y los CAPITANES TRUJILLO de la Coba y CASTILLO:)

ALONSO

Valerosos españoles,

que en la patria fuisteis soles,

Alejandros en la guerra,

Catones para la tierra,

5

y para la mar faroles;

vosotros que en las conquistas

de naciones nunca vistas

habéis hecho hazañas tales,

que los tiempos inmortales

10

serán vuestros coronistas,

tercera vez animosos

a Tenerife volvéis,

a probar los belicosos

brazos que ya conocéis,

15

de sus bárbaros famosos.

Tercera vez este mar

habemos vuelto a pasar,

y desde la Gran Canaria,

por tanta fortuna varia,

20

nos dan sus puertas lugar.

Bárbara es esta nación

y desnuda de riqueza,

mas nuestra justa intención

es resistir su fiereza.

25

¡Ah, piadosa religión!

Eche al demonio de sí,

como salió de Canaria

por vosotros, y por mí;

que es cosa a razón contraria

30

sufrir tal vecino aquí.

Aquel Arcángel divino

con quien tengo devoción,

y que en nuestra guarda vino,

nos dará en nuestra ocasión

35

luz, puerto, amparo y camino.

Él nos sirve de fanal,

cuya espada celestial

pondrá a estos bárbaros yugo.

 

LOPE

Gran don Alonso de Lugo,

40

nuestro invicto General,

la razón que os ha traído

a la conquista presente,

justa, heroica y santa ha sido,

y a España tan conveniente

45

como cuantas ha tenido.

Sola Tenerife queda,

de estas islas de Canaria,

que resistírsenos pueda,

y así, es cosa necesaria,

50

puesto que en valor exceda

a los bárbaros pasados,

o conquistarla, o morir

como españoles soldados;

que esta empresa no es seguir

55

las fortunas ni los hados,

sino la fe, la razón,

el honor, la religión

y la gloria del laurel.

 

CASTILLO

Lope Fernández, si en él

60

consiste nuestra opinión,

después de lo que debemos

a la fe que profesamos,

hasta morir seguiremos

los dos nortes que llevamos,

65

por cuyas estrellas vemos.

Si en este blanco arenal

una vez la planta estampo,

ganaré fama inmortal,

con tal Maestre de campo,

70

y con noble General.

Las ondas no sean contrarias;

écheme en tierra un esquife,

y veréis si os rinden parias

los guanches de Tenerife,

75

como las otras Canarias.

 

TRUJILLO

Castillo, vuestro valor,

no estas islas, todo el mundo

le reconoce.

 

CASTILLO

Señor

Trujillo, yo en vos lo fundo,

80

como del mundo el mayor;

que puesto vos a mi lado,

¿qué bárbaros, qué demonios

no han de temblar, si han temblado

los que hoy rinden testimonios

85

por todo el mar conquistado?

¿Es tierra, por dicha, aquella?

 

TRUJILLO

Parécelo en los celajes.

 

ALONSO

¡Tierra, tierra!

 

CASTILLO

¡Oh, quién en ella

pusiera el pie!

 

LOPE

Los paisajes

90

descubren los lejos de ella.

¡Ea, españoles valientes,

que saltan los corazones

por ver los guanches presentes!

 

CASTILLO

Si he dicho algunos blasones

95

los enemigos ausentes,

aquí los haré verdad.

 

TRUJILLO

Ondas, el puerto nos dad.

 

ALONSO

¡Favor, divino Miguel!

 

TRUJILLO

Puerto es este.

 

CASTILLO

Echadme en él.

 

LOPE

100

Detén la temeridad.

 

CASTILLO

Yo procuro vuestra gloria

más que mi honor y memoria.

 

LOPE

Toma ejemplo de Trujillo.

 

CASTILLO

Salte en la tierra Castillo;

105

que él os dará la victoria.

 

(Vaya dando la vuelta la nave, de suerte que vuelva a quedar como monte. Entre el REY BENCOMO, bárbaro, en aquel traje de pieles; SILEY, capitán, y DÁCIL, hija del Rey, tendido el cabello, con su arco y flechas.)

BENCOMO

¿Qué es lo que quieres de mí?,

que tan humilde te veo.

 

DÁCIL

Que me cumplas un deseo,

pues de tu sangre nací.

 

BENCOMO

110

Pues ¿para deseos tuyos

buscas encarecimientos,

si el alma tus pensamientos

aún no sabe si son suyos?

¿Qué puedes tú desear,

115

hija, que yo no lo quiera?

 

DÁCIL

En esa verde ribera,

cuya selva pisa el mar,

hay una fresca laguna

que vierte una fuente bella;

120

quisiera bañarme en ella,

porque no he visto ninguna

de tanta hermosura y flores

por las márgenes y orillas,

donde otras mil fuentecillas

125

le pagan censos menores.

El armonía y concierto

de los pajarillos varios,

jilguerillos y canarios,

volverán el alma a un muerto.

130

Míranse en su claridad

tantos árboles frondosos,

que se enloquecen de hermosos,

con ver sombra y novedad.

Tal copia de ánades llueve,

135

y tanto en sus aguas medran,

que parece que la empiedran

de copos de blanca nieve.

Si el viento incita las olas,

forma unas labores tales,

140

que no se labran iguales

si no es en tus tocas solas.

Las copas que en torno están,

cuando las sacude el viento,

¿qué cuerdas en instrumento

145

más suave acento dan?

En los árboles ya secos,

dentro del agua hacen nidos

mil pájaros, escondidos

entre los ramillos huecos

150

porque entretejen, señor,

de los que traen en los picos,

unos edificios ricos

de nunca vista labor.

De los árboles de enfrente

155

comen sin pena ninguna,

y beben de la laguna

el agua seguramente.

Alrededor, todo el suelo

de tantas flores se tiñe,

160

que parece que la ciñe

el arco del mismo cielo.

Y porque a cosa tan bella

no ser muerta le conviene,

jurarías que alma tiene

165

cuando el sol se mira en ella;

porque de su cuerpo fragua

un recogido arrebol,

con que el retrato del sol

le sirve de alma en el agua.

 

BENCOMO

170

Hija, de suerte has pintado

esa laguna, esa fuente,

que a ser un padre decente,

me viera en ella a tu lado.

No quiero estorbar tu gusto;

175

pero advierte que tememos

los españoles; que habemos

probado ya su disgusto.

Dos veces se han atrevido

a esta isla con su armada,

180

y dos veces de su espada

nos habemos resistido.

Tememos la vez tercera

por la gente que nos falta,

cuya sangre roja esmalta

185

toda esa blanca ribera.

Hoy hemos de consultar

a nuestro Dios sobre el caso;

el más peligroso paso

es de esa laguna al mar.

190

Irán cincuenta soldados

en guarda tuya, y la harán,

bañándote, aunque estarán

lejos del agua alojados;

de otra suerte, no es razón.

 

DÁCIL

195

Digo, señor, que eso es justo,

y que a mi quietud y gusto

de mucha importancia son.

Con ellos y tu licencia

parto a la fuente.

 

BENCOMO

Siley,

200

mira que el honor del Rey

consiste en tu diligencia.

 

SILEY

Dame tu cuidado a mí,

y vive sin él, señor.

 

(Váyanse la INFANTA y SILEY.)

BENCOMO

¡Hola! ¿Qué es ese rumor?

 

CRIADO

205

Tus nobles vienen aquí.

 

(Entra el general TINGUARO y otros bárbaros y un agorero.)

TINGUARO

Aquí viene Silenio, tu agorero,

para saber, señor –como has mandado-,

si a tu famosa isla, Tenerife,

volverán otra vez los españoles.

 

BENCOMO

210

Mis recelos habéis adivinado.

Di, Silenio, ¿qué sientes?

 

SILENIO

Rey invicto

de esta famosa isla que ya sola

queda en la sangre antigua de los guanches,

que tantos siglos se llamaron dueños

215

de las Canarias, yo he mirado atento

todas las cosas que al servicio tuyo

han sido convenientes estos días,

y he hallado, en la observancia de los árboles,

en las ondas del mar, en las estrellas,

220

en el salir del sol y en el ponerse,

en los nocturnos cantos de las aves,

en las entrañas de las muertes fieras

y en otras cosas mil, que a Tenerife

vuelven tercera vez con alas blancas

225

aquellos negros pájaros de España

que, como ya sabéis, llaman navíos.

La determinación con que ya llegan

es de morir o conquistar la isla.

Esto alcanza, esto sé, esto te digo;

230

ahora, ordene el cielo tu remedio,

que aún está la fortuna de por medio.

 

BENCOMO

¡Oh poderoso y ínclito planeta,

que con tu resplandor el mundo ilustras!

¿Cómo permites que las claras ondas

235

en que se miran tus divinos rayos

enturbien estos pájaros de España,

que con alas de cuerdas y de lienzo

vuelan encima de la mar furiosos,

trayendo en sus entrañas esta gente

240

que nos molesta con tan varias armas,

y nos quiere arrojar injustamente

de aquella patria que nos diste propia,

desde que nos hiciste entre estos montes?

¿Voy yo, por dicha, a conquistar a España?

245

¿Tengo pájaros yo que allá me lleven?

¿Codicio las mujeres de su tierra,

las galas que se visten y las cosas

de que adornaste sus dichosos reinos?

¿Qué me quieren a mí, qué me persiguen?

250

¿Qué tengo yo que de su gusto sea?

¿Qué riquezas me ven, qué plata y oro?

 

TINGUARO

No te entristezcas, gran señor, ni al cielo

te quejes de las cosas; que es más justo

rendirle gracias, que enviarle quejas.

255

Vengan los españoles, vengan; traigan

riquezas, que nos dejen, de sus tierras,

y cosas peregrinas que nos honren,

como otras veces de experiencia sabes;

vasallos tienes que sabrán quitárselas

260

y resistir su furia. ¿De qué temes

la fuerza de unos hombres embaidores

que fingen fuego, truenos y relámpagos,

y no saben luchar, correr, dar saltos,

jugar un árbol, esgrimir un pino,

265

tirar un arco, derribar un toro

asido por los cuernos diestramente?

 

SILENIO

Dice Tinguaro bien; y es cosa indigna

de tu valor temer los españoles,

que solo con embustes son valientes.

270

¡Quién supiera como ellos hacer aves

de madera labrada, lienzo y cuerdas,

con que volar encima de las aguas!

¡Quién armas de metal resplandeciente,

con que resisten nuestras duras flechas!

275

¡Quién vestidos tan ricos de colores!

¡Quién aquellos cañones embutidos

de voces, de centellas y de bodas,

que vienen por los aires resonando!

Si ellos fueran valientes, cuerpo a cuerpo

280

probaran nuestras fuerzas, o esgrimiendo

como dice Tinguaro, un fresno, un pino.

 

BENCOMO

Conozco, amigos, que esta gente astuta,

lo que le falta en fuerzas, tiene en ánimo;

pero debo estimar el alto ingenio

285

con que saben hacer cosas tan raras.

Bien sé que tengo yo vasallos tales,

que sabrán defenderme y ofendellos;

mas bien puedo quejarme de su fuerza,

tirana para mí, pues no ofendiéndoles,

290

ni teniendo riquezas que codicien,