Los prados de León - Lope de Vega - E-Book

Los prados de León E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

Los prados de León es una comedia teatral del autor Lope de Vega. Uno de los textos de los que más se enorgullecía el dramaturgo, sigue la línea de las comedias del teatro del Siglo de Oro Español y narra la historia de un malentendido amoroso al que siguen numerosas situaciones de enredo en tono desenfadado y humorístico.

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Seitenzahl: 100

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Lope de Vega

Los prados de León

Comedia

Saga

Los prados de LeónCopyright © 1946, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726618570

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Nota preliminar

—345→

Es ésta una de sus obras dramáticas de las que más se enorgullecía Lope. En el prólogo dialogístico de la Parte XVI de sus comedias, habla Lope por boca del Teatro y dice: «Mirad a quién alabáis, El Perseo, El Laberinto, Los Prados, El Adonis y Felisarda, están de suerte escritas, que parece que se detuvo en ellas.» Y añade Menéndez y Pelayo: «Respecto de Los Prados, tal predilección es justa si se atiende a la frescura poética con que la obra está concebida, y ejecutada, y al prestigio irresistible de la versificación.» Y Schack corrobora que nadie como Lope ha sabido pintar y cantar tan hermosamente los tiempos del primer renacimiento de la monarquía hispanocristiana.

La famosa comedia Los Prados de León está situada en la segunda lista de El peregrino en su patria e impresa en la Parte XVI -Madrid, 1621- de las comedias de Lope. En este volumen va dedicada la obra al duque de Huéscar.

Realmente apenas hay una parte histórica en Los Prados de León. Sí hay unos personajes históricos: los reyes don Bermudo y don Alfonso II, «el Casto». Pero las acciones de estos dos únicos históricos personajes nada tienen que ver con la historia. De cuento popular y genealógico ha sido calificada también esta historia.

Los Prados de León iniciaron su genealogía en un don Nuño de Prado, llamado así por haber sido hallado, de recién nacido, por el rey don Bermudo, en un prado «de flores lleno». El rey lo entregó para su crianza a unos labradores, y cuando renunció don Bermudo a la corona en don Alfonso «el Casto», recomendolo muy encarecidamente que recogiese y favoreciese a Nuño del Prado, cuyo misterioso hallazgo le refirió. Nuño, ya mancebo y viviendo aún la existencia patriarcal de los campesinos, se enamoró de la hermosísima Nise, pastora igualmente hallada en abandono, de niña. Nuño de Prado llega a ser el brazo derecho del rey, excitando así las envidias y falsedades de los cortesanos. Se enamora de él la infanta doña Blanca, a la que él desdeña siempre, fiel a su Nise. Infanta despechada y cortesanos envidiosos lo gran persuadir al rey de que Nuño le engaña con los musulmanes. Don Alfonso destierra a Nuño. Pero al cabo todo se arregla. Nise resulta una princesa, hija natural de doña Leonor, tía del rey, y de un conde de Castilla. Y Nuño de Prado, según declara a tiempo el labrador Mendo, que le crió cariñosamente, es nada menos que hermano del rey, hijo del rey Fruela, que lo tuvo con una hermosa aldeana de un pintoresco pueblecillo de poético nombre: Flor.

Como fácilmente se entiende, el argumento es una pura invención, con ciertos anacronismos sumamente graciosos, como el uso en pleno siglo VIII de grandes carrozas barrocas y ciertos giros y modismos de un renacentismo decaído.

Delicioso de poesía lírica es el primer acto, que se desarrolla en una aldea donde viven felices

los campesinos, —346→ y entre ellos los platónicos enamorados Nise y Nuño Tello. Acto en que

Lope ensalza la vida rústica, ni más ni menos que un fray Luis de León...

NISE.

Bajar, Nuño querido,

contigo destos montes a estas huertas,

en el abril florido,

a ver las rosas a la aurora abiertas...

Ver al junio la fruta

colgar de aquestas ramas sazonada,

en el invierno enjuta

la verde pera y carmesí granada,

a tu dichoso lado,

no es envidioso bien, sino envidiado...

En este primer acto, el cortesanísimo Lope nos descubre toda la reacción que producía en su sensibilidad la descansada y sencilla vida del campo, toda la fuerza con que sabe pintar -joyante-los amores y los celos rústicos, los bailes y canciones campesinos, el hechizo íntimo de cada hora en un ambiente limpio en el que el tiempo se desvive con éxtasis, las gracias y los chistes que delatan su ingenio debajo de las palabras torpes. Resulta sumamente interesante el cotejo de los finales del primero y del segundo actos. Al fin de aquél, el rey transforma al villano Nuño en cortesano. Al fin de éste, el rey destierra al cortesano, no sin antes haberle reducido a su condición de rústico.

Deja ese traje villano,

y toma el de caballero;

ceñirte la espada quiero,

Nuño, de mi propia mano...

Declama don Alfonso «el Casto» al fin de la primera jornada. Y, declama, al fin de la segunda:

¡ Vuelve, villano y perjuro,

al azadón y al arado!

Pon a tus bueyes el yugo...

Yo, que te ceñí la espada,

te la desciño, y renuncio

la nobleza que te di.

Los Prados de León es una de las obras de Lope con más quilates de oro lírico. Apenas hay una escena donde no nos sorprenda una imagen incomparable engastada en la música más inolvidable de una melodía infinita. Ciertas cancioncillas con reminiscencias populares excitan la emoción más viva:

Dadme vuestra mano;

vámonos, mi vida,

a la mar, que tengo

cuatro naves mías.

¡Ay Dios, que me fuerzan!

¡Ay Dios, que me obligan!

Tómala en los brazos,

y a la mar camina.

—347→

Comedia

dedicada a don Fernando Jacinto de Toledo,

Duque de Huéscar

¿A quién se podían dirigir unos Prados, como a un hijo del Alba, pues tantos poetas de la antigüedad dieron este nombre al rocío, mayormente siendo tan estériles y incultos, como labrados de mi rudo ingenio? Pero, pues ningunos dan flores sin el beneficio del cielo en el principio del día, ¿qué cosa pude hacer más acertada para que las tengan, que dirigirlos a Vueseñoría, en cuyo nacimiento, como del Sol en Alba (sirviendo a su Excelentísimo padre), escribí versos? Dios guarde a Vueseñoría.

LOPE FÉLIX DE VEGA CARPIO.

PERSONAS

EL REY BERMUDO. ARIAS BUSTOS. TRISTÁN GODO. NUÑO DE PRADO. NISE SILVERIO, labradorBATO. LUCINDO. EL CONDE DON SANCHO. EL REY DON ALFONSO EL CASTO. DOÑA BLANCA. DOÑA JIMENA. ORDOÑO, soldado.VELA, capitán.MENDO, labrador.FERNÁN NÚÑEZ, embajador.DÓRIDA. MARCIA. UN PORTERO. Músicos.Acompañamiento.

La escena es en León, en sus cercanías y en las de una aldea.

Acto primero

Escena I

Sala en el real alcázar de León.

EL REY BERMUDO, DON ARIAS, TRISTÁN.

 

REY Vasallos, no hay que tratar:

yo envío por mi sobrino;

mi sobrino ha de reinar.

DON ARIAS Señor, don Alfonso es dino

de ocupar vuestro lugar: 5

pero mientras vos vivís,

¿por qué razón?, ¿por qué ley?

REY Don Arias, ¡vos me argüís!

DON ARIAS Tenemos en vos buen rey.

No os espantéis.

REY Bien decís; 10

pero si estoy ordenado

de Evangelio, y por la muerte

de Mauregato he dejado,

—348→

aunque la ocasión es fuerte,

aquel hábito sagrado; 15

si con la reina Emilena

me casé por vuestro gusto,

que a veces lo injusto ordena,

bien sabe Dios mi disgusto,

y es buen testigo mi pena. 20

Ya que dos hijos os dejo,

y ella queda en religión,

¿paréceos que es mal consejo

que reine Alfonso en León,

de virtud heroica espejo? 25

Alfonso, como sabéis,

fue hijo del rey Fruela,

y su reino le volvéis;

no porque a mí por cautela

en su lugar me tenéis, 30

pues que Mauregato ha sido

quien el reino le ha quitado,

y por quien siempre ha vivido

en Navarra desterrado,

y sin razón perseguido. 35

Dos años reiné en León;

a Ramiro y a García

os dejo de bendición;

pero, de un año y un día,

muy pequeños reyes son: 40

fuera de que a mi sobrino

le toca el reino, y no a ellos.

TRISTÁN Es un hecho peregrino

en Alfonso, en ti y en ellos,

y más que humano, divino: 45

y ansí no será razón

ir contra la tuya en esto.

REY Si Alfonso en esta ocasión,

por ser tan casto y honesto

como se tiene opinión, 50

hijos no tuviere, creo

que os será bueno Ramiro,

aunque de un año le veo;

porque de velle me admiro,

si no me engaña el deseo. 55

Un moro ayer me decía

que Ramiro y don García

serán reyes; mas yo sé

que no es conforme a la fe

tenerla en astrología: 60

Dios da reinos, Dios vitorias.

Hidalgos, Alfonso es bueno:

reine Alfonso.

DON ARIAS A tantas glorias,

de que está tu nombre lleno

con inmortales memorias, 65

ésta faltaba no más.

¿Quién mandas vaya por él?

REY Arias amigo, tú irás;

que yo sé bien que con él

no poco alegre vendrás. 70

Y vaya Tristán contigo,

pues es tu deudo y amigo,

si te parece.

DON ARIAS Señor,

de tu virtud y valor

es todo el mundo testigo. 75

Seis batallas has vencido

en dos años que has reinado.

El reino hallaste perdido;

porque como fue comprado,

andaba también vendido. 80

Grandes desdichas causó

el tirano Mauregato,

que con los moros trató;

porque de aquel falso trato

todo este daño nació. 85

Contra los justos decoros

de cristianos, dio a los moros

nuestras hijas (¡feudo y parias

injustas!) y en partes varias

distribuyó sus tesoros. 90

Mucho en poco tiempo has hecho;

más se esperaba de ti;

pero pues tu santo pecho

quiere proceder ansí

y dar a Alfonso el derecho, 95

no me parece razón

replicar a tu intención

justa, santa, noble y cuerda;

pues ya que un Bermudo pierda,

gana un Alfonso León. 100

TRISTÁN Si él es tal como el primero,

que Católico se llama,

gran bien de su reino espero.

REY A no ser cierta la fama

de que es tan gran caballero, 105

no os quiero, amigos, tan mal,

que os diera un rey desigual

al que decís que tenéis;

pero en Alfonso hallaréis

vivo un sujeto real. 110

Yo desde aquí me resuelvo

en que a mis órdenes vuelvo.

Dios es Rey sobre los reyes:

adoro sus santas leyes,

y de su ofensa me absuelvo. 115

Quien piensa en el bien que encierra

ser rey en el mundo, yerra;

querer es más justo celo

reinar con Dios en el cielo,

que no sin Dios en la tierra. 120

 

(Vanse.)

 

—349→

Escena II

Campo y fuente en las inmediaciones de una aldea.

NUÑO, de labrador, solo.

 

NUÑO Verdes y ásperas sierras,

montañas de León, claros testigos

de aquellas fieras guerras,

inmensas peñas, árboles amigos,

que fuistes barbacanas 125

contra tantas banderas africanas:

selvas, profundos valles,

arroyos cristalinos, que corriendo

por arenosas calles

hacéis un dulce y agradable estruendo, 130

y no como algún día

que humor sangriento ese cristal teñía:

claras, músicas aves,

que al órgano del agua sonorosa

cantáis versos suaves, 135

entonando sus ondas la amorosa

mano del vago viento,

que forma en ellas tan acorde acento:

¿cuál labrador del campo

desta pequeña aunque dichosa aldea 140

en la arena que estampo,

hoy puede ser que tan dichoso sea?

Pero agravio mi gloria

si mis iguales traigo a la memoria.

Entren los altos reyes 145

que en cerco de oro sus cabezas ponen,

dando y quitando leyes

(los príncipes, los césares perdonen):

oro vista, oro pise

el rey, y a mí no más me quiera Nise. 150

Baja la blanca aurora

por la escala de lirios y azucenas

al suelo, y borda y dora

los prados de sus lágrimas, y llenas

las parvas, la ribera 155