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Más pueden celos que amor es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias palatinas del teatro del Siglo de Oro Español, narra la historia de un malentendido amoroso al que siguen numerosas situaciones de enredo en tono desenfadado y humorístico.
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Seitenzahl: 77
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
Más pueden celos que amorCopyright © 2012, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726618631
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Salen Octavia dama, y Marcelo criado
MARCELO
Hermosa Octavia, si posible fuera,
que igualara mi amor tu entendimiento,
con lealtad de vasallo respondiera
a tu desesperado pensamiento
5
y con ejemplos vivos presumiera,
si no la causa, reducir tu intento
al más seguro medio que han tenido,
contra fuerzas de amor, armas de olvido.
¿Tú a Francia, tú corriendo disfrazada
10
de Navarra a Paris, tú sin sosiego,
de tu honor y tus deudos olvidada,
te precipitas a un error tan ciego?
¿Qué simple mariposa enamorada,
no huye veloz la actividad del fuego,
15
costándole las alas la porfía,
después que conoció que no era el día?
OCTAVIA
Marcelo, si tú propones
de amor la invencible fuerza
para persuadir mis celos,
20
más me animas que me templas.
Y para que no presumas
que te llamé de la aldea,
sin notable confïanza
de tu hidalga gentileza,
25
aunque solo te he contado
que amor a Francia me lleva,
con el disfraz atrevido
que mi pensamiento intenta,
agora de todo punto,
30
quiero, Marcelo, que sepas
que es amor y quién me obliga
a que tal hazaña emprenda;
pero advirtiendo primero
que de locuras como estas
35
y en mujeres de valor
están las historias llenas.
El Conde de Ribadeo
vino, Marcelo, a esta tierra
a ver una hermana suya,
40
—bien conoces la condesa
de Lerín— que está casada,
si de sus bodas te acuerdas,
con don Carlos de Beamonte;
convidada estuve a ellas.
45
Las galas, la bizarría,
y algún despejo, o ya sea
mi entendimiento, que algunos,
aunque engañados, celebran,
dieron ocasión al Conde
50
—que quien dice que es estrella,
mucho quita a lo bizarro
y mucho a lo hermoso niega—,
para que pusiese en mí
los ojos con tanta fuerza
55
que le costó la porfía
lo que el desprecio me cuesta.
Un año estuvo en Navarra,
donde no sé cómo pueda
pintarte su loco amor
60
y mi rebelde aspereza.
Intentaba siempre el Conde
con servicios y con fiestas,
vencer mi necia porfía,
si no habiendo amor es necia.
65
¿Qué mañana puso el alba
sobre los montes apenas
los pies de rosa en la nieve
primero que en verdes hierbas,
que no le hallase mirando
70
por los hierros de mis rejas
si era el sol el que salía
por el Oriente o por ellas?
Nunca en brazos de la noche,
con amores de su ausencia,
75
cayó desmayado el día
que no le hallase a mis puertas;
no negaba a sus visitas
la cortés correspondencia
debida a la obligación;
80
mas quiero también que adviertas
que mesurado en la silla,
yo en la almohada compuesta,
él era Adonis pintado
y yo era Venus de piedra.
85
A sus cartas amorosas
nunca yo negué respuesta,
mas tan frías, que iban todas
con su firma y con su fecha,
porque papeles sin alma
90
son rótulos de comedia
que solo dicen el nombre
para que vayan a ella.
Venció el oro muchas veces
—que es el rey de los planetas
95
como retrato del sol
y de sus rayos materia—,
las crïadas de mi casa,
porque doncellas y dueñas
nunca son para las damas
100
los dragones de Medea.
Dieron la puerta a un jardín
donde una fuente risueña
me llevaba algunas noches
a ver sus fingidas perlas.
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No me enojé, que antes quise
que cortésmente creciera,
que no teme quien no ama
aunque los sucesos tema.
En unos asientos verdes,
110
amor y desdén se asientan;
él se turba y yo me burlo,
murmura el agua y se queja.
Perdió el Conde la ocasión,
que aunque no sufriera fuerza,
115
cuando no se coge el fruto
hay flores que le prometan.
Necio es el hombre que a solas
así los efectos trueca,
que aguarda, siendo él galán,
120
a que la dama lo sea.
Ya se asomaba la aurora
por el balcón de azucenas
con lucientes intervalos
de su dorada cabeza
125
para darle más lugar,
como piadosa tercera.
Mas cuando le vio tan mudo,
que quien ama no respeta,
arrojó de un golpe el día,
130
él se halló del jardín fuera
y yo fuera de peligro
vengándome de mis dueñas.
Si hasta allí me parecía
el Conde como una de ellas,
135
mucho más de allí adelante;
que tan pocas diligencias
a nuestra imaginación
arguye muchas flaquezas;
que para guerras de amor
140
acobardan tales señas,
porque los buenos soldados
no hay cosa que no acometan.
En medio de estos desdenes
y de estas frías finezas,
145
tuvo cartas de Castilla
y fue forzosa su ausencia.
Mandole el rey don Alonso
que partiese a Francia apriesa,
particular embajada,
150
digna de su sangre y prendas,
que pide el francés Delfín
la castellana princesa
y para conclusión,
es la embajada postrera.
155
¿Quieres, Marcelo, creer
una cosa, la más nueva
que has oído, o yo me engaño?
Que en nuestra naturaleza
puso una veleta el cielo,
160
de tan mudable asistencia,
que no hay viento que la embista
que pueda tener firmeza.
Apenas se partió el Conde,
dejándome de sus penas
165
en sus lágrimas testigos
y lástima de sus quejas,
cuando comencé a pensar
y, pensando en mí y en ellas,
echaron menos mis burlas
170
tantas amorosas veras.
De imaginar mis desdenes
y aquellas finezas tiernas
vine a enfadarme de mí
y vengueme en mi tristeza.
175
Pero pasando los días,
que no hay cosa que no envuelvan
en su olvido, me espanté
de imaginación tan necia.
En esta sazón de Francia,
180
vino a Navarra don Vela,
preguntele por el Conde
y diome de él estas nuevas:
«Tiene el duque de Alansón,
Octavia, una hermana bella,
185
Leonor en nombre; en la gracia,
Venus, Sol en la belleza.
El Conde de Ribadeo,
perdido de amor por ella,
tan castellano la adora,
190
tan portugúes la festeja,
que en todo París se dice
que se casará con ella,
que de públicos favores
esto es justo que se entienda».
195
¿Quién dirá que puede ser
del alma tan grande ofensa
que lo que no pudo amor
celos tan ya justos puedan?
A tanto llegó mi envidia
200
—si es bien que la envidia sea
difinición de los celos—
que solamente me queda
para no perder la vida,
una esperanza tan negra
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como es ir a ver al Conde
y estorbar con diligencias
que no se case, si amor
de lo que olvida se acuerda.
No quiero consejo ya
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que perdida, estoy resuelta,
enamorada, celosa,
ausente, de temor llena,
arrepentida por loca,
desesperada por cuerda,
215
sin remedio por mi culpa,
sin gusto por mi soberbia,
y finalmente, tan triste,
que entre celos y sospechas,
retrato una muerte viva
220
y soy una vida muerta.
Sale Nuño, criado, de camino
NUÑO
Para la priesa que has dado,
señora, en esta partida,
o ya estás arrepentida
o es descuido tu cuidado.
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¿Quedámonos en Navarra
o habemos de ir a París?
OCTAVIA
(Pensamiento, ¿qué decís?)
NUÑO
Ponte a caballo bizarra
con el traje de varón
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en que disfrazarte quieres.
OCTAVIA
Si sabes de las mujeres
la inconstante condición
Nuño, ¿para qué te admiras
de que tan suspensa esté?
NUÑO
235
Pues, si relámpago fue
de aquellas celosas iras,
serena, señora, el cielo
y cese la tempestad,
si con debida lealtad
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te desengaña Marcelo,
y dame el vestido a mí
que bien le habré menester
y haré las postas volver.
OCTAVIA
Hablaré conmigo en mí.
245
(– En tal determinación
y como loca imposible,
dime, amor: ¿será posible
tan injusta ejecución?
– Pregúnteselo a los celos.
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– Celos, ¿iremos o no?
Porque quedándome yo
me matareis a desvelos.
– Parte con ánimo, Octavia,
porque si somos locura,
255
quien darnos seso procura,
lo mismo que quiere agravia.
Parte con igual valor
pues el agravio te esfuerza,
que aunque amor tiene gran fuerza,
260
más pueden celos que amor).
NUÑO
¿Qué salió de la consulta?
OCTAVIA
Que parta a Francia decreto
de mis celos.
NUÑO
En efeto,
son celos locura oculta,
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y en ti declarado pica.
Adonde te pierdas parte
que no quiero replicarte,
pues Marcelo no replica.
MARCELO
Yo, Nuño, ¿qué puedo hacer?
NUÑO
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Bien dices, solo partir.
MARCELO
Una ley tiene el servir.
NUÑO
¿Y es?
MARCELO
Callar y obedecer.
Vanse
Salen [n] el Conde de Ribadeo, Leonor, dama, y criados
LEONOR
Suplico a vueseñoría
se quede, que no es razón.
CONDE
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Quejarase la ocasión
y negará que fue mía.
LEONOR
Aunque es cortés, es porfía.
CONDE
¿Cuándo el amor no lo fue?
Y más que es justo que esté
280
quejoso de ser cobarde