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Gracias a las cartas que Cecilia Böhl de Faber intercambiaba con amigos y familiares, podemos conocer la parte más íntima de su pensamiento. Este decimocuarto volumen de «Obras completas de Fernán Caballero» recoge la correspondencia entre la importante escritora española y sus amistades, reconocidas personalidades de la época, como José Fernández Espino, Fermín de Iribarren, el coronel Miguel de Velarde y otros. Igualmente, se recogen dos poemas finales, uno de Guillermo Fortaleza y otro de Pedro Madrazo, como homenaje al escritor Fernán Caballero, seudónimo bajo el que Cecilia Böhl de Faber publicaba sus obras.
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Seitenzahl: 431
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Cecilia Böhl de Faber
Saga
Obras completas de Fernán Caballero. Tomo XIV
Copyright © 1912, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726875294
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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EPISTOLARÍO
Á
DON JOSÉ FERNÁNDEZ ESPINO
___________
Querido amigo y señor:
Tengo ya en mi poder la otra y última interesantísima carta sobre Cisneros. Tengo un recado del que las escribió para usted. Tengo deseos de recomendarle la inserción en el próximo número de la Revista de unos versos preciosos de un sobrino de Alcalá Galiano, que di y que recibió con entusiasmo Fernando.
Todo esto ¡cuánto mejor lo diría de palabra que no con la pluma su más sincera amiga y segura servidora
Fernán!
Señor mío y amigo:
Si no necesita usted ya la novela de Guichot, agradecería á usted me la devolviera para enviársela á Mr. de Latour, con objeto que vea cuán justos son los elogios que con su superior crítica ha hecho de ella en la Revista.
Mucho tendría que comunicar á usted; pero como usted está en Australia y yo en Sevilla (ó viceversa), á esa distancia las cosas pierden su interés.
Primero Velázquez y Sánchez, después Huidobro, ¿cuál será el tercer Sevillano que se ensañe con Fernán? Lo que más siento es que los solos golpes que he llevado sean de manos de mis paisanos y dados en la ciudad de mis predilecciones. Barrantes, que dijo que mis diálogos eran impíos, es jerezano.
¡Bien se ha dicho que nadie es profeta en su tierra!
Su más amiga
Cecilia.
Mi querido amigo:
Ha llegado el caso que admita sus sinceras y amistosas ofertas de correr con las pruebas de mi infeliz impresión, en vista de que Antequera, que cuidaba de la corrección de la Familia de Alvareda, ha salido de Madrid. Parece mentira que hay más de dos meses que se está imprimiendo esta novelita, que es tan corta que no alcanza á llenar 300 páginas pequeñas, y que aún no se haya concluído. Bien que en la Gaviota, que son dos tomitos, se invirtieron ocho meses. Lo peor es que hay que completar el tomo de la Familia, agregándole otra cosa. Yo desearía que fuese la Noche buena y el día de Reyes, que se encuentra en el tomito de cuadros de costumbres (que se imprimió en Sevilla y que se halla de venta en ésa, en la librería de Villaverde, calle de Carretas), por ser el asunto popular, como lo es la novela, y más propio para completar el tomo, que no la relación de Callar en vida y perdonar en muerte, como quería Fermín Puente, y que yo, para complacer en todo como debo á tan excelente y celoso amigo, remití á Antequera.
No pido á usted excusas ni le doy anticipadas gracias; ambas están demás entre personas que une tan íntima amistad y paridad de ideas y sentimientos que no necesitan desvirtuarse en el frío ambiente de las locuciones. ¡ Qué da que hacer á mis amigos materialmente y á mí moralmente esa dichosa edición! ¡ Cómo se vuelve todo hiel en su vida para su pobre amiga! Pero un consuelo existe que todo lo endulza, la amistad.
Fernán.
Señor y amigo mío:
Suplico á usted encarecidamente que me devuelva mi Excursión á Waterloo, no por otra razón sino por no tener más que ese ejemplar que en breve tendré que remitir á Madrid para que se imprima en la edición en el lugar que le corresponda.
Mucho estimaría que remitiese usted un ejemplar al autor de la preciosa composición El ambicioso y el templo. Su dirección es: “Sr. D. Antonio Alcalá Galiano y Trujillo, Arco de Santa María, núm. 4, principal izquierda.”
Asustadísima, muerta de calor, pero siempre de usted su más afecta y agradecida amiga
Cecilia.
Sábado 4. [Julio 1857.]
Señor y amigo mío:
No hay quien vea á usted. Mas no tengo derecho á quejarme, pero sí precisión de molestarle por escrito para decirle lo que me escribe Cabanillas:
Copio:
“He recibido la segunda carta publicada en la Revista, no la primera. Las armas del Cardenal son quinas no grimas. En Alcalá hubo Sínodos y Senados. Dígaselo usted á Espino por si quiere corregirlo en el número próximo.”
Contesto:
“No veo apenas á nuestro amigo, pero le he escrito las graves faltas de imprenta que usted ha hallado y no dudo que las haga poner en nota en el primer número de la Revista.
Usted dispondrá, pero sobre todo dispondrá del sincero afecto de su más amiga
Cecilia.
Aunque es por de contado lo más inoportuno ocuparme de mi pobre publicación, de la que no sé ni hoja ni rama, no obsta para que dé á usted las más sinceras y afectuosas gracias por su amable oferta de ocuparse entre todos de la corrección de un tomo. La pobre publicación, aunque no se ha pronunciado ni despronunciado, está dada de baja y arrestada en la imprenta. ¡ Paciencia! La paciencia á veces es virtud; en mí no tiene ese mérito, porque es simplemente una necesidad. Me dice usted que no conocía á Bonald. Esto es mi sempiterna desesperación, que no hay en España hombre que lea que no conozca á Voltaire, Rousseau y á los enciclopedistas y sus sucesores, y que estos mismos no conozcan á Bonald, De Maistre, Frévée Baruel, al Lammenais primitivo, ni aún á Chateaubriand completo, Mr. de Haller, Saint Martin y miles otros. ¡ Qué encanto tiene esa desenvuelta filosofía, esa insolente é impúdica Lais para eclipsar tan de un todo la pura y santa Virgen cristiana!!!
Eso es la infamia de las Universidades, la maldad de los profesores que han formado la era presente. ¡ Cómo, pues, no habían de aborrecer la enseñanza de los Jesuítas! ¡ Oh! infausta era, ciega y perversa, que pudo lograr hacer reina á la injusticia y axioma á la mentira.
¡Ya sabrá usted cómo se ha sublevado parte de Sevilla y se han hecho fuertes en el barrio de la Feria, consecuencia necesaria del sistema del señor O. ¿ Por qué no se destierra al rebelde, que es cabeza (aunque hueca) de las revoluciones? ¿ A qué esa impunidad que sostiene la anarquía? Ronda se ha pronunciado en contra del Gobierno, y esto sucederá en todas partes en que no haya tropa y nadie que impida que los alborotadores, animados con la impunidad, hagan lo que les dé la gana. Sólo el miedo hubiese contenido esto, y se hace todo lo posible por disiparlo. ¡ Parece mentira! Se da á un señor H. un gran empleo; se le hace la corte á un ayuntamiento rebelde que guardaba armas y municiones. Esto parece increíble, y ya el momento propicio se perdió! ¿ Quién aconseja á O’Donnel? ¿Qué dicen los demás generales de provecho? Muchas recompensas; ningún castigo; aires de magnanimidad contra conciencia, y que parecen miedo, y nos van á inundar de sangre! ¡ Pobre España!
(Hojita autógrafa de Fernán, trozo sin duda de una carta á Fernández Espino, de la que no se encuentra ni el principio ni el fin.)
3 Enero 56.
He recibido su fina y amable carta, y, por cierto que me pongo á contestarla sin saber cómo hacerlo. Por galantes y lisonjeras que sean las cosas que usted me dice en ella, no las puedo dar crédito, aun rebajando toda aquella parte de cumplido propio de un caballero cuando habla á una señora.
Si mi novela fuera, no digo preciosa, pero siquiera digna de leerse, no traería las estupendas faltas que trae, que la ponen, así como á su autor, en un completo ridículo, y que hacen que los pasajes, los más sentidos, en lugar de serlos por el lector, le arranquen una estrepitosa carcajada. Usted es autor y habrá tenido siempre la suerte de poder por sí mismo cuidar de la impresión de sus escritos, por lo que no podrá comprender la clase de angustia y desconsuelo que siente aquel que escribe, por ejemplo, puras palmas y viene puesto penas de ley. Así es que todo esto desanima en extremo. Usted tiene poco tiempo, y así no quiero ocupárselo con la lectura de esta carta. Vengamos, pues, al caso sobre lo que á usted interesa. Usted no ignora mi compromiso para escribir en La Moda, periódico de Cádiz. Así es que no puedo dar abasto á aquél en punto á novelas, que es lo que todos desean, y más con mi espíritu caído y desanimado.
Se ha dicho que no hay hombre sin hombre. Si esto se dice del sexo fuerte y emprendedor, ¿qué se dirá de las pobres mujeres? No tengo quien me guíe, quien me comprenda, quien me imprima con interés, quien me diga una opinión seriamente formulada sobre lo que publico... nada. Sólo me dicen: “Escriba usted. Está bonito... Siga usted.” Todo esto reunido con el agregado más del señor Mellado que, con el pretexto de no tener papel, ha parado la impresión de mis escritos, puede usted pensar que son unos estimulantes soberbios para escribir. No obstante, al recibir su fina, grata y amistosa, tomo la pluma, no para escribir de mi cosecha (mi granero está vacío); pero para sacar unas joyas de mi joyero, esto es, de los papeles de mi padre, y estuve anoche copiando hasta las diez el magnífico trozo de genuina y elevada ortodoxia, tan necesaria en nuestros días de confusión de ideas y de confusión de cosas. Si tiene usted letras de oro, imprímalo con ellas.
Enviaré á usted un trozo ó ensayo (ensayo, no; los grandes maestros producen las ideas como Júpiter á Minerva) sobre poesía en general, y otro sobre los géneros clásico, romántico y fantástico. Un amigo mío me ayuda y está traduciendo una linda Nouvelle norteamericana, que remitiré á usted el miércoles por conducto de Pancha Castro. Por hoy remito á usted (porque crea usted que la falta de materiales de que usted se queja me duele, como dolía al pecho de María de Sevigné la tos de su hija) unos preciosísimos versos genuinos españoles, esto es, con aquella seductora agudeza á que hoy ha reemplazado la declamación, poco simpática á la índole española, en particular en la poesía lírica y amorosa. Son del difunto Brigadier don Estanislao Solano, hermano del desgraciado Marqués de la Solana. El Brigadier fué uno de los hombres de más español y aristocrático talento que he conocido; culto á lo sumo, sin nunca haber dejado de ser genuino español, no sólo por la pureza de su lenguaje, sino por la pureza de todo lo noble, chistoso y elevado de su español modo de sentir y pensar.
Ahora voy á poner á usted una lista de lo que, además de lo prometido, podré enviarle, y le suplico que me avise lo que pueda mejor acomodarle, para ponerme á traducir ó copiarlo al instante:
El Manfredo de Byron.
Trozos escogidos de las cartas de Mme. de Sévigné. Extractos de Schlosser, en su correspondencia con Priévia (magnífico, muy profundo y de la buena escuela política); otras poesías del Brigadier Solano.
Voces españolas que no se encuentran en el Diccionario.
Extractos de Bossuet, Mme. de Stael, etc.
Suplico á usted, por Dios, que cuide de la impresión de Creer y obrar; en cosa tan grave una sola palabra cambiada puede dar pábulo á acerbas críticas; es necesario que tenga usted á la vista el original, ya que en él se encuentran palabras poco usadas y que no comprenderán los cajistas, como son sindicar, omnisciencia, etc. El miércoles enviaré á usted con la novelita las definiciones de la poesía y de los tres géneros, según le he prometido. Hoy, con la lluvia, que me desalienta, y lo que he escrito, tengo la cabeza Dios sabe cómo, y ni sé cómo he podido escribir esta carta, que es una ensarta incoordinada de cosas inconexas y mal expresadas. Tuve carta de Cañete, escrita antes que se fuese. Mucho he sentido su ida por más de un estilo. ¡Dios le dé templanza, que por muchos estilos la necesita en su nueva posición!
Entre los recopiladores modernos, en su artículo sobre A. F. Guerra, él, que á nadie olvida, omite á mi padre!!! El más sabio, el más ufano, el que más tiempo y dinero gastó toda su vida en formar una librería que se disputaron dos Estados. ¡ Eso ha sido siempre en España la suerte de ese hombre tan superior (no en uno, sino en todos ramos) á los que compitieron ó le atacaron, como lo es la encina á las carrascas! Este último desdeñoso olvido no le alcanza con la muerte; cesó su amor á la literatura y se hizo su corazón insensible á desdenes; al que ha herido este último de lleno es al corazón de la hija que lo amaba con tanta ternura como entusiasmo.
El papel me dice: “basta”. No firma por vergüenza su amiga y m. s. s., q. s. m. b.
Si no le parece á usted que las anecdotas son propias para su periódico, le agradeceré que me las devuelva; las aprovechará la Moda.
Mi apreciable amigo:
Según prometí á usted en mi anterior, le remito la primera parte de la novela que está traduciendo mi amigo. Advierto á usted que, por desgracia, he descubierto en ella algunas faltas de ortografía, y usted descubrirá muchas. Es una verdadera desgracia (por no darle otro nombre) al punto que los hombres más cultos descuidan este importante ramo en España.
No deseo que se diga, como él quiere, que la he traducido yo; la mentira y el fraude, por más parvulitos que sean, me horripilan. Mi conciencia en este punto tiene una pureza original que no quiero perder por nada en este mundo. Fernán no ha de hacer nunca ruborizarse á Cecilia en su tête à tête.
Van los magníficos trozos de Mme. de Stael. Estos, no sólo suplico á usted que los corrija, sino que entre varias palabras que he puesto dobles al intento, escoja la que le parezca más adecuada, y que borre la otra. Vale la pena, amigo mió, pues no es una novelita de Fernán, sino una magnífica simiente que puede hacer brotar mucho bien, y cabalmente en aquellas inteligencias que lo pueden, andando el tiempo, propagar y poner por obra. Por Dios que, en vista de esto, cuide usted de su impresión.
Quisiera pedir á usted un favor, si es que se puede hacer sin incomodidad ni perjuicio de usted. Se presenta ocasión y quisiera mandar á Antonio un ejemplar de la novela que ha traído la Revista. Necesito para eso los números de 15 de Noviembre y 1.° y 15 de Diciembre y 15 de Enero, en vista de que del primero de ese mes recibí dos ejemplares de la Revista. Usted creo que conoce á Esquivel, un apreciabilísimo joven de aquí, amigo de Cañete; su padre se halla en ésa, y si usted le da esos números, su padre me los podrá traer, y si no, otro amigo suyo.
¿Ha leído usted lo que escribí sobre los Infantes en la relación de un naufragio? Me parece que todo escritor público tiene una obligación de rendir un tributo de gracias y elogios á personas reales que se portan de la manera que lo han hecho ellos, y que la Revista les debe un articulito de elogio, como sevillana, cristiana y antidemocrática.
No quiero cansar á usted más, y me repito su amiga verdadera, q. s. m. b.,
Cecilia.
San Lúcar, 5 Febrero 56.
¿Conoce usted por casualidad á un Aguilar, nombrado Encargado de negocios en Chile en lugar de Asquerino? ¿ Será Eguilaz? Supongo que no.
Se me olvidaba lo principal, y era suplicar á usted que anunciase en su Miscelánea y dijese á sus amigos que en casa de Geoffrén se vendía á peseta La Estrella de Vandalia, novelita que pasa y en que describo á Carmona.
San Lúcar, 18 Febrero 56.
Sí, sí, mi amable, mi fino amigo, por usted y otros amigos dije aquella frase de que usted se defiende; pero hace cosa mejor, se enmienda, y así no me pesa el haberla dicho, pues me ha valido la preciosa carta que, no sólo habla á Cecilia, por su tono amable y lisonjero, sino también á Fernán, por su interés, por su tono confidencial y tenor explícito. Sé lo que han parecido á usted las cosas que envié, y eso es lo que deseo; nada de elogios en la Prensa; ya debo á usted un lisonjero y precioso juicio sobre una de mis novelas, que la encabezará en la edición que de todas ellas se está haciendo. Desde que se fué Antonio repito que no tengo quien me guíe, y espero de usted (sé toda la impertinencia de esta exigencia para quien tan atareado está como usted, pero no desisto de ella), espero de usted que las lea antes y me diga si deben ó no imprimirse; que les quite lo que le parezca que está demás; que me devuelva lo que no le parezca de la índole de su periódico; en fin, lo que haría usted con un hermano.
Mucho celebro, y es un bálsamo para mi corazón, lo que me dice usted sobre el Creer y obrar de mi padre. Mucho necesitan de estos artículos los católicos vergonzantes que no se atreven á retar la moral racionalista. Pero voy á suplicar á usted una de dos: ó lo que se sirve usted decir de mi padre como bibliófilo, literato y recopilador tiene usted la bondad de guardarlo para ponerlo en nota á los artículos sobre poesía que remitiré á usted, ó, si lo pone en éste, es preciso quitar el encabezamiento que dice que es del padre y maestro de Fernán Caballero, pues cada día (y hoy más que ayer, como el divino clamor) insisto en mi incógnito, que aunque aquí, mal que me pese, no exista, porque me conocen, existe en otras partes.
Creo que las anécdotas no pegan en su serio periódico; las mandé apurada y como para que sirviesen de remplissage para llenar, pero llenan poco y vienen como de molde á la Moda, que necesita ese género para su público y sus cortas dimensiones; así, devuélvamelas usted; en cambio mandaré á usted una novelita que creo de las menos malas que he escrito. Verdad es que salió, hay muchos años, en la España, y no con el nombre de Fernán; y no sólo se ha borrado su recuerdo en los pocos abonados que tenía entonces aquel periódico, sino que también se ha perdido ella. Por más que he hecho, no he podido hallar un ejemplar en Madrid ni en parte alguna, pues hasta el que yo tenía se perdió; así, he tenido que volverla á rehacer con pedazos del manuscrito viejo, y como puede usted pensar, ha salido mejor y más extensa; es su título Callar en vida y perdonar en muerte. No pensaba haberla sacado á luz sino en la edición; pero si usted la quiere, se la enviaré, confiada en que cuidará usted, por caridad, en cuanto pueda, que no pongan al menos de esas atrocidades que no sacan ninguno de los demás artículos y que parecen reservadas para los míos. Si á usted le parece, podría salir inmediatamente después de La Linda Norteamericana que ha traducido D. José Pastrana, para que se concluya cuanto antes, por si hiciese falta para mi edición de Madrid.
Pongo en Lágrimas, dicho por un caballero carlino, que desde que se labró el Palacio de las Cortes caducó el antiguo refrán que dice que hablando se entienden las gentes; en cambio diremos que escribiendo se entienden las gentes. Sé ahora (sea por bondad que usted lo diga ó por convencimiento) que desea usted cosas de mi padre y de su hijo Fernán, y son las primeras que van, siempre suplicando á usted que prohije á estas últimas, que desde que se fué Antonio no tienen quien mire y se interese lo suficiente en ellos para corregirlas.
Después irán los magníficos trozos de Schlosser, pues ya que con muchísimo gusto he visto que ha gustado á usted la acertada elección de los de Mme. Stael, espero que tengan éstos igual suerte. ¡Qué placer es confirmar y probar sus propias ideas con tan grandes autoridades! Después seguirá Bonald, y Dios quiera produzcan todo el bien en la esfera culta que es de esperar en una época vacilante y en que la nueva generación, sin rencores tercos y antiguos y sin volterianas preocupaciones, retroceda al ver el fruto en sazón de aquellas altisonantes y perversas ideas de la ya vieja generación liberal. Doy á usted las gracias; pero sólo necesitaba ese ejemplar de mi novela Las almas de Dios, por haberse presentado una ocasión para enviársela á Antonio, que goza lo infinito por leer lo que escribo, por lo que coincidimos en gusto y en ideas; con una me basta. Está diluviando y el día está tan cerrado como han estado en la espantosa época pasada; esto influye, no sólo en mi ánimo, sino en mi pulso, y dudo que pueda usted leer garabatos tan mal escritos ni entender ideas tan mal coordinadas. No anuncie usted La Estrella; eran pocos ejemplares y se habrán concluído.
Remitiré á usted mi paquete por una ocasión, y, entre tanto, siempre créame usted su más agradecida y simpática amiga
Cecilia.
21 Febrero 56.
¡ Qué amable y, sobre todo, bueno es usted, mi querido amigo, en tanto ocuparse del bienestar de un pobre por el que me intereso!
Jamás (¡ Dios me libre!) he pedido el bien de uno á costa del perjuicio de otro. Bien sabe usted que pedí esa justa gracia (pues entre las gracias las hay justas é injustas) cuando la plaza que se deseaba estuvo vacante; me escribió usted que estaba dada, y nunca abrigué esperanzas; las guardé en un rinconcito de mi corazón con la promesa del Sr. de Amblard de hacer la justa gracia, y la de usted de recordarla hasta que el tiempo trajese otra vacante; y tengo el gusto de saber por Barzanallana, jefe de los Consumos, que el aforador que ha venido no está satisfecho aquí y que trabaja con protectores que tiene para mudar de destino, lo que ansío porque logre en bien suyo y en el de Peña. Barzanallana (primo del Ministro), que es muy amigo de Rueda, me ha prometido avisarme cuando esto suceda.
Es natural que, como académico corresponsal, asista usted á las sesiones de la Academia; si ve usted allí á Fermín Puente y le habla, dígale usted que me tiene olvidada, pero olvidada de una manera especial.
El pobre Tubino, que tanto ha presumido y abusado de su posición de periodista, sin que nadie se opusiese ni replicase á sus sarcasmos y agresiones, halla ahora otro periódico sevillano que le inflige la pena del Talión, como verá usted por las muestras que le incluyo. Le pareció todo el monte orégano, y en la cumbre de su Prensa se creyó inatacable, invulnerable como un respetable Minos; pero ni las prensas, ni los sarcasmos ni las injusticias son privilegio exclusivo de nadie. ¡Ay! ¡qué triste época en que cada pluma parece un manantial de hiel, cada par de labios un raudal de bilis y cada corazón un depósito de acíbar!
S. A. R. el Infante me ha prestado el folleto de S. E. el Cardenal de Orleans, que llena al Piamonte de ignominia y á Napoleón de ridículo, ya por haber sido el juguete de aquél, ya por su conducta llena de falsía y de doblez. La segunda parte religiosa es magnífica, y en ella tritura las regalías anglicanas como despotismos de dos Soberanos arbitrarios, Luis XIV y Napoleón I.
Espero que se traducirá pronto.
Me ha venido á ver un Benedictino alemán, un sabio tonto, un pozo de ciencia con un brocal de cal y canto. Está escribiendo la Historia de la Iglesia española.
No concibo cómo con el empeño que tenían los editores Sres. Salas y Gaztambide por imprimir algo mío no acaban de dar á luz mi novelilla Las dos gracias, que escribí para mi amigo don Antonio Cabanilles, cuyo manuscrito reclamé cuando faltó. Perico Madrazo ha tenido la bondad de escribir el prólogo y ¡ya podrá usted figurarse el ansia que tendré de leerlo! Pero no me atrevo á escribir preguntando por ella, no sea que Perico no haya concluído el prólogo todavía, y no quisiera parecer impaciente.
Habré abusado demasiado de la paciencia de usted, que tiene que repartir entre tantas cartas á cuál más pesaditas; no debería haber escrito tan largo; pero ¡ son tantas las cosas que una no debería hacer y las hace! Lo que sí debo hacer y hago con todo mi corazón es estarle á usted agradecida y ser su mejor amiga,
Fernán.
Tantas y tantas y tantas cosas á Fernando; enséñele usted los adjuntos papelitos, pero, por Dios, reserven que se los he mandado yo.
Murió Juan M. Maestre y Manuela Escalante. Rueda va despacio en su curación; anda con muletas; pero quedará bueno; están en casa, lo que me quita mucho tiempo.
Mi más apreciado amigo:
Como me dice usted que le corre prisa, le remito la conclusión de la novela americana, que no corresponde á su comienzo ni tiene, á mi ver, más mérito que su apacible estilo y tratar de un país cuya vida íntima (inglesa cursi) es desconocida aquí. En punto á mérito, remito á usted la flor y la nata en esos extractos de Schlegel, que podía estudiar Castelar, en lugar de darse una indigestión de Feuerbach y comparsa. Sé que me las agradecerá usted, como yo á usted su interesante y amistosa carta.
¿No es cierto que usted no me cree extravagante, escéntrica, caprichosa ni voluntariosa, y sí libre de esos ridículos vicios de la cabeza? Tampoco me cree usted tonta; también me concede buen instinto; pues bien: cuando, exenta de los primeros y dotada de lo segundo, insisto con angustia en mi incógnito, no pueden ser malas mis razones, ni aun erradas á mi punto de vista, que ha de ser necesariamente mi brújula. Respondo esto para no aburrir á usted con un análisis de las razones en que me fundo, que no tiene usted tiempo de leer, ni yo gusto en escribir, por aquello de Bossuet: el yo es odioso. Es necesario, si se puede hacer, que suprima usted la nota ó el membrete. Si usted hubiese caído en que de esta suerte me arrancaba yo misma el incógnito, creo que no lo hubiese hecho. Esa nota sobre mi padre, que pegaba más en uno de sus artículos literarios, escrita por usted y con cuatro renglones de apuntes que yo le hubiese remitido, habría sido una cosa perfecta y grata á mi alma. Si soy tan exigente, es, lo uno, en la inteligencia que esto se pueda hacer sin perjuicio ni mayor incomodidad para usted; lo segundo, porque le pongo un precio grande y grave, y lo tercero, porque en cambio le ofrezco muy buenas cosas (que irán saliendo) para su Revista, que es, entre paréntesis, un dolor que se retarde, pues, si como decía Luis XVIII, l’exactitude est la politesse des rois, es señal de riqueza y vida en las publicaciones é infunde confianza.
Por Roberto Kith envío á usted Callar en vida y el Manfredo. No me encargue usted el espíritu de las cosas que le envíe. Soy consecuente, y cuanto he escrito, traducido y remitido está en el que usted me recomienda y en el que concordamos todos los que amamos la verdad.
Es rara la manera como escribo á usted. Es tal mi fatiga por no querer robarle su tiempo y escribir corto, que me embrollo y lo hago más largo y más mal.
No, no, mil gracias; no deseo que se me nombre ni elogie lo que escribo en la Revista. Usted, si me conoce, debe pensar que lo que ansío es aprecio y no ruido. Cada uno de los tomos que se imprime lleva su introductor que le autorice y haga respetar; basta y sobra; esa guardia de honor me sobrepone á los ataques de la malevolencia, si se explicase de otra manera que con el desdén del silencio.
Nada de extraño tiene que un bullicioso invierno de Madrid haga olvidar á Cañete un tranquilo verano en Bornos. No creo que borre de su corazón nuestra amistad, que es lo que importa; al paso que va la impresión, puede que pasen otro par de veranos por la atmósfera antes que le llegue su vez.
El verso que contiene el título de mi novela y endecasílabo... (voy á abrir el Diccionario para ver lo que significa; no extrañe usted de ver al romántico Fernán tan indigno del clásico Parnaso); ya he visto que es la antítesis de la docena del fraile, que tiene uno más, y este verso parco uno menos; el verso, pues, es casual, como el sonido de la flauta de Iriarte, y así luce la magnífica sonoridad de nuestro idioma. Si pudiese ser que saliesen los cuatro primeros capítulos en una revista y los demás en la siguiente, sería cuanto pudiese apetecer el autor, después de la gratísima oferta que me hace de prohijar á esos huérfanos de padre, sin más que una madre, que los cría á sus pechos, pero no sabe guiarlos por el mundo.
Vamos á otra cosa, y ligerito. Estoy desesperada porque no hallo entre los papeles de mi padre la continuación de Una idea general de la poesía, cuya primera parte remito á usted con mi novela. Si tiene usted un rato de lugar, dígame, después de leerla lo que le ha parecido, francamente; y si no piensa usted como yo que es un dolor no parezca lo demás. Nada ha gustado, ni á mí ni á otros, no la traducción, sino la mala elección del artículo de Balzac; más ha escandalizado. Lo he sentido por la Revista; por otro lado me ha llenado de placer el ver que entre cierta clase de gentes, y entre las señoras, subsiste en toda su fuerza la pura dignidad de nuestra elevada y cristiana literatura grave.
La Caridad cristiana, excelente periódico que se publica en Madrid para beneficio de los pobres (Dios quiera que no tengan que poner dinero encima), me ha honrado pidiéndome mi pobre colaboración; un corazón me basta á todo; pero lo malo es que dos manos no. No obstante, he madrugado y velado, y le he enviado, entre otras cosas, un artículo de mi padre sobre la limosna, hermano de Creer y obrar.
Trabajemos todos, grandes y chicos, en ese hermoso edificio de la cultura sobre su base católica, que ya en otra ocasión hizo á España el primer país del mundo, y si no otra cosa (que tampoco es menester, pues sería, como todo lo terrestre, perecedero), si no otra cosa, podremos responder al Juez del cielo cuando nos pida cuenta del tiempo que nos dió: “Señor, todo no lo perdí!”
Su más sincera y agradecida amiga
Cecilia.
San Lúcar, 24 de Febrero.
(¡Qué casualidad; el drama de Werner!)
Note usted que se debe separar del otro un trozo de Schlegel, que uní equivocadamente, y lo he marcado. Si se ha de detener el reparto de la Revista por lo que le pido, que no se quite, y tendré paciencia, por mucho que me cueste.
Muy señor mío y simpático amigo:
Remito á usted la nueva traducción que he hecho del ensayo sobre los tres géneros que, por desgracia, escribió mi padre en alemán; ha salido muchísimo peor que la primera que hice; pero como ya he perdido de un todo la esperanza que la envíe Cañete, y como usted (y con razón) desea tenerla, no he querido aguardar más. Como usted conocerá, pierde su claridad, su concisión, la pureza y lo apropiado del lenguaje, pasando por una pluma que, si bien puede tener otras cualidades inferiores, carece absolutamente de aquéllas. Así, mucho le agradeceré á usted que corrija en esta traducción lo que le choque.
He puesto, como usted verá, varias expresiones dobles, con el fin de dejar al buen criterio y discernimiento de usted el borrar la una si no hiciese falta, y dejar subsistir la más adecuada. No creo que en menos renglones y de un modo más sencillo y menos pretencioso se pueda dar una idea más clara de lo que muchos han hablado y siguen hablando como el ciego de los colores. En cuanto á que se hable de mi padre, suplico á usted que no. Aunque nada me contesta usted, no pierdo la esperanza de ver á usted por aquí este verano, y entonces, entre el grande acopio que haremos de materiales para su Revista, será uno una nota que, con conocimiento de los hechos y ayudado por mis noticias verbales, podrá usted hacer, ampliando la ya hecha que conservo en mi poder y por la que le doy las más sinceras gracias.
He leído con un interés de corazón el artículo de usted sobre las Cofradías, que tan magistralmente concluye. Esto es lo que ha logrado la ridícula caricatura de Voltaire, Señor Batllés; hacer que en toda alma noble brote en llamas el divino fuego de la religión. Debería usted hacer una impresión aparte para que pudiesen comprarla todos los extranjeros que todo lo miran sin comprenderlo.
Haría usted en esto un gran bien á Sevilla y á nuestro culto, que ilustra. Figúrese usted que, por esas voces vulgares que corren, yo atribuía La muerte, ese esqueleto que piensa y que siente, esos huesos que meditan abstraídos y que siempre me han causado una profundísisima impresión, á Astorga, sin poder comprender cómo en este siglo se concibiese y ejecutase una obra de arte tan espiritual y tan bella, y ahora veo que ha sido restaurador, que es mucho; pero la idea es de los poéticos siglos de fe; todo esto es lógico.
Envío á usted excelentes extractos. Me parece que debe usted seguir dándoles cabida en su periódico. La fe que se despierta al oir los impíos bramidos de la Democracia necesita báculo de modelos, pero alemanes, franceses, ingleses, para que vean más de cuatro, que por desgracia lo ignoran, que las más altas inteligencias, no sólo de España, sino del mundo entero, son creyentes.
He tenido el gusto de ver al excelente, al simpático de Gabriel. Ha leído una nouvelle mía; esta denominación francesa no tiene su equivalente en español, por lo cual nombro yo á estas composiciones mías alternativamente Relaciones, si en ella predomina la narración, ó Cuadros de costumbres, si predomina en ellas la pintura.
Dicho cuadro ha salido en la Moda, y le ha gustado tanto, que quiere influir con usted para que lo reproduzca en la Revista, que tiene un círculo de lectores completamente distinto al que tiene la Moda. Si á usted conviniese este deseo de Gabriel, yo no tengo dificultad, siempre que se diga ha sido una idea y deseos de ustedes y que no tengo yo la fatuidad, en seguida de salir en un periódico una producción mía, de reproducirla en otro, pues sería de mi parte una fatuidad y darle un valor é interés que no tiene.
Fermín Puente, siempre tan interesado y celoso en mi publicación; demasiado. Mellado siempre tan pesado y omiso. A la hora esta no está concluído sino el primer tomo de La Gaviota.
No cansaré á usted más; pero no concluiré sin repetirle que no pierdo la esperanza de ver á usted por aquí este verano. ¡ Cuánto lo deseo!
Sabe usted que es su más sincera amiga Cecilia y su más agradecido s. Fernán.
San Lúcar, 30 Marzo 1856.
He podido lograr que mi amigo me enviase copia de su magnífica epístola, la que acompaña. Tengo un muy, muy, muy (mil veces muy) en que se ponga en el periódico de usted y cuanto cuanto es un empeño total, y fuera parte del interés literario y del goce de amor propio que naturalmente me resultan, es otro mayor que espero decirle verbalmente; pero es inmenso, y no menos. Así confío en que usted complacerá á esta su amiga simpática y fiel colaboradora, así como que usted cuidará que sea pronta y ESMERADA la impresión.
Mi más apreciado y parcial amigo:
Apuradísima me veo, por estar desde hace días en el confuso torbellino de una mudada, con todo su feroz acompañamiento de mandaderos, blanqueadores, con coros de escobas y carriles; así no he podido sino aprontar un capítulo de la novelita para la próxima Revista y copiarlo mal, muy mal. En cambio envío á usted un trozo traducido de la famosa novela del Cardenal Wissemann, de que tanto se ha hablado con entusiastas elogios, así como con alguna crítica, pues el espíritu clásico, que todo lo quiere clasificar, no le halla clasificación á este libro, siendo demasiado grave para novela, demasiado profano para devocionario y demasiado restrinto para histórico. No lo he leído, pero he podido adquirir excelentes y exactas noticias sobre él y el adjunto trozo, que si otra clasificación no tiene en la aduana de la literatura, para mí tiene la de divina.
Aún no he podido concluir la pequeña biografía de Hanemann; pronto irá.
Uno de estos días debe llegar en casa de Geoffrin el primer tomo de La Gaviota. Agradeceré á usted que lo anuncie, expresando que se venden cartonnés, esto es, encuadernados á la holandesa, para evitar que se estropeen y pierdan las hojas, como sucede en rústica, á ocho reales tomo (para que no se vendan á más precio).
En el Diario Español del 6 de Mayo ha salido con gran elogio la consabida epístola. Se lo aviso á usted porque así me lo tiene encargado. Los cajistas hicieron de las suyas dejando fuera un renglón en la última estrofa; por suerte, aunque imperfecciona la estrofa, no disparata el sentido.
¡ Parece mentira que con la bulla que meten y el dolor de cabeza que tengo escriba cosa que usted pueda leer!
Cuánto me he alegrado, por nuestro querido Cañete, del verdadero, del noble, del respetable triunfo de D. Aureliano. No parece haber coincidido con los del héroe del progreso, sino para ponerlos en más evidente caricatura. Dios es progresista; el burro, no. Siempre creí que Dios era inmutable, y no me convencerá de lo contrario su definidor; de lo que sí me ha convencido al probar lo contrario es de que el burro es progresista.
Perdóneme usted, se lo suplico, lo malísimamente que va escrito todo; las enmiendas y las faltas cáusalo haber escrito tan de prisa y en esta espantosa confusión; pero no he querido caer en la peor de todas las faltas, el olvido y la omisión, porque en ninguna de mis faltas toma parte el corazón.
Fernán.
San Lúcar, 10 de Mayo 56.
San Lúcar, 17 Mayo 1856.
Dice usted muy bien, mi querido y apreciado amigo; todo, según usted lo ve, está claro y todo el mundo lo considera así. En el extranjero no, porque el poético solo, aislado, forma un género, el antiguo, digamos. El romántico y el fantástico son ampliaciones á las que para definirlas se les ha aplicado este epíteto, subentendiéndose que se habla de poesía. Así sucede en política con el liberal, el moderado, el progresista; todos son liberales, sobresaliendo ciertas tendencias en aquellos que de ellas toman su nombre. Así, pues, lo sencillamente poético, lo poético románticamente, lo poético fantásticamente. Paréceme, pues, que usted no ha comprendido la idea de mi padre, puesto que, lejos de deducirse que no sean poéticos lo romántico y fantásticos, son dos géneros que, sin su relación con la poesía, no existirían. Así como sin su relación con el liberalismo no existirían como partidos ni moderados ni exaltados. No se le puede aplicar la voz clásica, porque no es la idea. Lo más sería mudar el encabezamiento del artículo y poner sólo: Sobre los diversos géneros de poesía, pues aunque es cierto que la confrontación de los tres géneros de la moderna nomenclatura forman su base, luego, apartándose de estos tres, sigue su definición de las poesías. No caigo en más medio de evitar el inconveniente que usted con razón advierte que el de mudar el encabezamiento ó título del artículo, ó que usted se tomase la molestia de poner una notita explicativa, siempre que la que á usted doy le haya convencido.
Me convence lo que usted me dice acerca de la epístola: no la puede insertar. Devuélvamela usted y la enviaré á Madrid á un periódico político. Tengo un interés de amistad en que se imprima, que no me detengo en explicarle, ó por mejor decir, que no detengo á usted en que lea.
Elisa Morla se llevó la novelita de que hablé á usted; pero como no han vuelto los esposos, y temo pueda hacer á usted falta la novela, como no tengo concluída la traducción de la vida de Hanemann, mando á usted el principio de otra de las primeras de quien nadie se acuerda, pues es aún anterior á Callar en vida y salió en el Heraldo en el año 50. Todo lo demás lo tengo que trabajar de nuevo, pues tiene una cosa que, aunque de gran verdad y efecto, quiero suprimir, prefiriendo la belleza inmaculada al brillo de la narración. No me dice usted siquiera si le ha gustado Callar en vida y la lindísima canción del retrato que pongo en ella.
Agradeceré á usted que corrija las incorrecciones de los preciosos versos de Solano.
Ya me voy á mudar; sacaré mis libros y podré enviar á usted para más adelante cosas de mucho mérito é interés. Aún se me ocurre añadir que lo que llama á usted la atención en lo de mi padre es sencillamente la continuación de la explicación ó definición de dos géneros más nuevos, menos comprendidos y calificados.
Enviaré á usted con de Gabriel dos revistas, pues seguramente por equivocación he recibido cuatro. Verbalmente le diré otras cosas para usted.
El volcán humea. ¡ Dios! ¡ qué va á ser de la España si Dios no nos mira con misericordia!
Páselo usted bien, mi querido amigo, tan bien como lo permita la época en que vivimos; pero, en fin, con las furias y las glorias, si se pierden las memorias, también se olvidan los cuidados; pero que no se olviden los amigos es la súplica del que lo es de usted el más sincero y agradecido
Fernán.
San Lúcar, 17 56.
Mi apreciable amigo:
Robo á usted su escaso tiempo con estos cuatro renglones para decirle que cuando usted me escribió que en la imprenta de Colón éste tenía la bondad de ofrecerse á despachar en ella los tomos de mis escritos, ya había tiempo que tenía yo hablado á Geoffrin, única persona que conocía en el ramo, y estaban ya en camino los ejemplares con dirección á él, lo que he sentido sobremanera. Tengo ejemplares en el Puerto; pero como creo firmemente que Geoffrin no despache ni la mitad de los 50 que tiene allí, ¿á qué santo mandar más? Ya que se ha anunciado en la Revista, ¿no podría el encargado tener la bondad, si por casualidad se presentase un suscritor, de dirigirlo en casa de Geoffrin? Mucho se lo agradecería, é igualmente agradecería anunciase en su Revista se venden en casa de Geoffrin, especificando bien que el tomo encuadernado á la holandesa se vende á ocho reales.
Remito á usted la epístola impresa en Jerez y corregida de los atroces yerros de imprenta con los que salió en el Diario Español. Su autor es Frasquito Grandallana; sus amigos lo han conocido y no hay por qué callarlo. Así se lo digo á Rancés, que me escribió con la mayor curiosidad para averiguar el autor, por la gran sensación que había causado en Madrid dicha composición. Me alegro; buena señal. Doy á usted la buena noticia que Grandallana, agradecido al aprecio que usted ha hecho de su composición, me ha ofrecido ser colaborador de su Revista, y que es hombre que cumple lo que promete.
Me escriben que lord Howden está tan complacido de La Gaviota y dice cosas tan lisonjeras, que lo son demasiado para poderlas yo repetir, y menos darle crédito, y entre éstas la que menos me lo merece es la de decir que la quiere traducir. No digo á usted esto por necio amor propio, sino porque lo creo tan mi amigo, que me persuado que le será agradable. Desde que escribo tengo en mí la conciencia de lo que valgo. No me ha hecho desmayar la gran indiferencia, Olvido y menosprecio del público, ni los vaticinios de Barrantes, que me escribió que mis obras no estaban escritas en español y que no vivirían; no me hará la bondad de mis amigos, la simpatía que hallan mis ideas en los buenos, ni la condescendencia del sexo fuerte hacia el débil tener una sola línea en más lo que escribo; no tengo más mérito alguno que aquel que lava y quita el polvo á una pintura vieja y arrumbada; se admira, sí, se admira; pero... á la pintura, no al que la limpia y saca á luz. Cátelo usted ahí, y quien no lo considera así es porque no se pára. No tengo el genio creador; esto no es una sentencia de muerte literaria.
No creo que lo tuviese el gran W. Scott, y que por eso inventó la novela histórica.
Quería poner cuatro letras y han sido estas progresistas á la manera que califica Espartero el progreso, á la manera bíblica: Adán tuvo dos hijos; éstos cuatro, etc.
Hago punto y...
Pero aunque sea en postdata, añadiré que es su más verdadera, simpática y agradecida amiga
Cecilia.
San Lúcar, 25 Mayo 1856.
Tantas cosas á Cañete y á de Gabriel.
Aunque en breve irá un gran paquete de cosas para la Revista, no quiero cerrar mi carta sin enviar á usted algo para darle á ésta un poco de interés. Creo que debe tenerlo el siguiente epigrama; lo uno, por hallarse entre los papeles de mi padre; lo otro, por estar escrita de letra de Gallardo y firmada por él debajo de la firma del autor, que está puesta así literalmente: P. de Qiros. Supongo que esa omisión de la u será su ortografía privada.
EPIGRAMA
Bellos ojos tiene Filis,
Clenarda hermoso cabello,
Cristal es de Elisa el cuello,
Rubí el labio de Amarilis.
¿Cuál de tan dulces despojos
Quisiera emprender tu fuego,
Amor? Pero siendo ciego
¿Quién duda quisieras ojos?
Se me olvidaba decir á usted que he extrañado mucho que en la lista de los nombres ilustres irlandeses que yo puse en mi novelita se haya suprimido uno de los más ilustres: O’Donnell; parece una mezquina animosidad de partido, buena para un periódico, no para una reseña histórica. ¡ Qué tino tuvo el cajista que hizo esa notable omisión!! Y ¿qué? ¿Todos los O, inclusos los mártires carlistas, se encierran en D. Leopoldo?
Advierto á usted, porque creo que me lo agradecerá, que Cabanilles no ha recibido los últimos números de la Revista, en uno de los cuales viene ya su primera carta. Me autoriza á hacer las enmiendas que le indico; pero no las haré sin que usted esté presente. Voy á recibir á Fany Mora, que viene en el vapor y marcha esta misma noche á Madrid. Pára en la fonda de Europa.
De usted su más sincera amiga.
(Autógrafa de Fernán Caballero, escrita en papel timbrado con su nombre literario.)
San Lúcar, 10 Junio 1856.
La adjunta relación es un hecho cierto.
Estaba complicado con un adulterio que, por no apartarme de la verdad, referí cuando primero se imprimió; pero viendo que se puede suprimir sin que nada dañe esto al final, que es lo bonito é interesante del hecho, lo he quitado, y creo que he hecho bien, aun en el interés de la historia y exactitud del tipo de Jimena.
Me he mudado de casa, y lo que me ha ocupado este gran trastorno me ha impedido enviar á usted antes la novela; pero Pastrana, á su llegada, me ha dicho que puede hacer falta, y allá va corriendo. No he cosido los folletines porque creo los descosen los cajistas. Los números en los capítulos indican su orden. El capítulo manuscrito es el primero de éstos. Usted debe tener uno ó dos que aún no han sido impresos en la Revista.
Con mucha prisa, y con más amistad que prisa, quedo su más amigo y seguro servidor
Fernán.
San Lúcar, 10 Junio.
(A la vuelta:)
Tuve el disgusto que mi paquete no alcanzó ayer el correo. En cambio puedo tener el gusto de añadir á estos renglones que anoche recibí la Revista y con ella el discurso que tiene la atención de remitirme don Manuel Hoyos Limón, y puedo suplicar á usted de darle en mi nombre las más sinceras gracias, tanto por el recuerdo como por el fino y lisonjero modo de expresarlo. Cada vez que hallo una muestra de simpatía en hombres superiores por su saber y por su sentir me parece que, como el judío errante, oigo una voz que me dice marcha, marcha por tu solitaria senda; pero voz que no castiga, sino que anima.
Qué preciosa carta me escribe usted, y dice usted que la escribe á escape... Nos sucede una cosa análoga, aunque opuesta. Usted escribe de prisa y no se conoce, y yo escribo despacio y nadie lo diría. Usted estampa su pensamiento de un golpe como una hermosa medalla de oro. El mío es un pájaro que antes que rompa el cascarón y eche á volar tiene que pasar mucho y dar cuidados á su madre.
Hubiese querido copiar la novelita para que fuese de una manera un poco más decente; pero me apremia el tiempo. Entre las estúpidas faltas de los cajistas del Heraldo y las enmiendas hechas por mí para suprimir el adulterio, está incapaz, y perdónemelo usted, por Dios. Esta supresión ha hecho la historia más moral; pero le ha robado mucho interés trágico.
Quisiera mandar á usted un largo capítulo de Bonald sobre la tolerancia, magnífico; pero me temo que se roce demasiado de cerca con la política. ¡ Qué deseos tengo que lea usted á Bonald! Tengo otra epístola á Fernán de otra persona, más corta, pero hermosísima; pero me elogia demasiado para que pueda imprimirse. Ahora que tengo mis libros voy á trabajar por el ingrato Cañete. Le prometí traducirle literalmente una preciosa pieza alemana para que él la pusiese en castellano.
Me dice Pastrana que vendrá usted por acá este verano; ¡mil y mil veces ojalá! Es el mayor deseo de su más sincera y agradecida amiga
Cecilia.
Mi apreciable y querido amigo:
Por si hiciese á usted falta, le remito ese cuento alegórico moral, que es (un cuento moral), lo más rococo posible; pero muy á gusto de nuestros semiilustrados y en su género es ciertamente una cosa muy bonita y de mucha novedad. Usted conocerá que debe concluir donde yo he puesto una cruz. Es de autor anónimo, pero traducido, según parece.
Deseo consultar con usted una cosa: ¿Le parece á usted que si se cierran las brillantes Cortes que están reformando la España podrá Cañete ocuparse en una cosa que me ofreció, y fué correr con la corrección de pruebas de uno de los tomos de mi impresión? Lo dudo, porque siendo el director y redactor del Parlamento, aunque no le faltase voluntad, le faltaría tiempo. En ese caso se suspenderá la publicación con gran perjuicio mío, por falta de correctores, pues Puente, Cabanilles, Eguilaz, Antequera, todos mis amigos literatos salen ó han salido de Madrid.
Dígame usted con dos letras, aunque sean sin punto ni coma, sobre esto su parecer, puesto que no me atrevo á escribir á Cañete por no incomodarlo.
¿Sabe usted que he tenido la atrevida ridiculez de meterme á crítica? ¡Un compromiso! Lo he sentido, aunque tengo cuidado de decir que no presento mi opinión ni como fallo ni como juicio. El milano de los mares ha sentido las uñas de la golondrina de las playas. Su modestísimo y excelente autor A. Benicia, lejos de sentirse, me ha dado las más sentidas gracias, reconociendo la verdad de mis críticas. ¡ Qué dura es la crítica cuando se hace inspirada por la indignación y coraje que inspiran las cosas real y moralmente malas! Para amenizar un poco mi insípida carta envío á usted, cogidos al acaso, unos cuantos pensamientos de Bonald, brillantes de las minas que nos ofrecen el trono y el altar.
¿Nos veremos este verano? No me diga usted no, pues se lo mando de vuelta para que me lo cambie por un sí.
Su más sincero amigo
Fernán.
22 Junio 1856.
mi amable y buen amigo: