Obras completas de Fernán Caballero. Tomo XVII - Cecilia Böhl de Faber - E-Book

Obras completas de Fernán Caballero. Tomo XVII E-Book

Cecilia Böhl de Faber

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Beschreibung

Una de las mejores maneras de acercarse al folclore y al pensamiento tradicional de la España del siglo XIX es leer a Cecilia Böhl de Faber. En este decimoséptimo volumen de «Obras completas de Fernán Caballero» se recoge parte de la producción poética de esta importante escritora española. La antología se inicia con sus poemas religiosos y villancicos, como «Camino de Belén» o «La huida de Egipto», y le siguen las canciones populares. La recopilación se cierra con una serie de adivinanzas en verso.

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Seitenzahl: 264

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Cecilia Böhl de Faber

Obras completas de Fernán Caballero. Tomo XVII

 

Saga

Obras completas de Fernán Caballero. Tomo XVII

 

Copyright © 1914, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726875263

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

POESIAS

POESIAS RELIGIOSAS

El poeta nace,

y el orador se hace.

CAMINO DE BELÉN

Caminad, Esposa,

Virgen singular,

que los gallos cantan,

cerca está el lugar.

Caminad, Señora,

bien de todo bien,

que antes de una hora

somos en Belén.

Allá muy bien

podréis reposar,

que los gallos cantan,

cerca está el lugar.

Yo, Señora, siento

que vais fatigada,

y paso tormento

por veros cansada.

Presto habrá posada

do podréis holgar,

que los gallos cantan,

cerca está el lugar.

Señora, en Belén

ya presto seremos,

que allí habrá bien

do nos alberguemos;

Parientes tenemos

con quien descansar;

que los gallos cantan,

cerca está el lugar.

¡Ay, Señora mía!,

si parida os viese,

de albricias daría

cuanto yo tuviese;

Este asno fuese,

holgaría dar;

que los gallos cantan,

cerca está el lugar.

II

Nuestra Reina de los cielos

se halla tan avanzada,

que no podía seguir

con su Esposo la jornada.

Le dice á su Esposo:

Me hallo cansada,

ve á un parador

y pide posada.

San José marchó adelante

á procurar la posada;

cuando llegó al parador

se halló la puerta cerrada.

Principió á llamar,

nadie respondía,

y San José afligido

le dice á María:

Esposa mía querida,

vamos marchando á Belén,

que he llamado al parador

y no han querido responder.

Le dice María:

Vuelve á llamar,

que si están los amos,

han de contestar.

Se aproximó San José

y entonces le respondieron:

¿Quién ha llamado á la puerta?

le gritaba el posadero.

Le decía José:

Es un pobre anciano

con su esposa en cinta

que va caminando.

¿A qué llaman á la puerta?

contestaba el posadero:

yo no recojo á los pobres,

y á deshora mucho menos.

La Virgen María

le dice á San José:

vamos caminando

muy pronto á Belén.

Vamos á salir al campo

y dejemos la ciudad,

con el Todopoderoso

nada nos ha de faltar.

Salieron al campo,

hallan un portal

y allí se metieron.

Empieza á limpiar

José los pesebres

para ir juntando paja

para que el Verbo divino,

su Madre lo calentara.

Ya se puso mala

la Virgen María

y San José la cuida

con mucha alegría.

A las doce de la noche,

entre un bello resplandor,

nació el Todopoderoso

y todo el mundo alegró.

Vienen los pastores

á cuidar el ganado

y encuentran á Dios

de frío temblando.

Unos le echan los capotes,

otros marchan por la leña

para calentar al Niño,

Criador de cielo y tierra.

Ya nació Jesús,

contentos están,

adoremos todos

al rey celestial.

El niño Dios ha nacido

en un portal entre pajas

por causa del posadero

que le negó la posada.

El niño de Dios

es tan poderoso

que convirtió aquel portal

en un paraíso hermoso.

Con guitarras y violines,

tambores y panderetas,

cantándole una coplita

queda su madre contenta.

Adoremos todos

al Rey celestial,

que es el que nos dió

el ser natural.

El que negó la posada

al bendito San José,

al meterse para adentro

se le descompuso un pie.

Tanto fué el dolor

que él ha recibido

que marchó saliendo

casi sin sentido.

Se ha metido en la cuadra

sin saber por dónde iba,

y las patas de las bestias

le han dejado sin costillas.

Esto sucedió

con el posadero

que negó la entrada

al divino Verbo.

III

Sale la luna tan alta

como el sol del Mediodía,

un pastor se fué á Belén

todo lleno de alegría

y preguntó á San José

que cuándo pare María.

A eso de la media noche

el parto le dió á María;

fueran tantas sus desdichas

que pañales no tenía,

y bajó un ángel del Cielo

á visitar la parida;

cinco pañales le trae,

mantillas de grana fina

para que envolviera al Niño

su Madre Santa María.

LA HUIDA A EGIPTO

La Virgen iba al Egipto

huyendo del Rey Herodes,

por el camino ha pasado

muchos fríos y calores.

Al niño lo lleva

con mucho cuidado,

porque el Rey Herodes

quiere degollarlo.

Caminaron adelante,

y á un labrador que allí vieron

la Virgen le preguntó:

Labrador, ¿qué estás haciendo?

El labrador dice:

Señora, sembrando,

unas cuantas piedras

para de aquí á un año.

Fué tanta la confusión

que el Señor mandó de piedras,

que parecía un peñón

y una hermosísima sierra.

Este fué el castigo

que Dios le mandó

por ser mal hablado

aquel labrador.

Caminan más adelante

y á otro labrador se vieron,

la Virgen le preguntó:

Labrador, ¿qué estás haciendo?

El labrador dice:

Señora, sembrando,

un poco de trigo

para el otro año.

Anda por la hoz á tu casa

y ven mañana á segarlo;

si pasasen por aquí

tres soldados á caballo

y preguntaren por mí,

di que lo estabas sembrando

cuando pasé por aquí.

Esto no se ha visto

ni se podrá ver,

entre día y noche

el trigo nacer.

Estando segando el trigo

vinieron tres á caballo,

por una mujer y un niño

y un viejo van preguntando.

El labrador dice:

Cierto que los vi

estando sembrando

pasar por aquí.

Y fué tanta la abundancia

que el Señor mandó de trigo,

que aquel año llenó enteros

los graneros del cortijo.

Y este fué el premio

que Dios le mandó

por ser bien hablado

á aquel labrador.

¿Qué señas tiene esa gente?

No me lo niegue usted, no.

Ella era muy bonita

y el Niño como una flor.

Y á mí me parece

que él era más viejo

y á ella le llevaba

veinte años lo menos.

Los soldados se volvieron

sin esperanzas de hallarlos,

y le dijeron á Herodes

que era imposible encontrarlos.

Aquel Niño era

el Mesías deseado

de todas las gentes

que estaba anunciado.

Y la noche ya llegaba

y la noche ya llegó,

y á su mujer le contaba

y á su mujer le contó.

Y después por la mañana

salió á buscar á un peón,

para acarrear el trigo

desde su campo al mesón.

EL NIÑO PERDIDO

Sin saber cómo ó por dónde

el Dios Niño se perdió,

quedando José y la Virgen

traspasados de dolor.

¡Oh, santos Esposos!

no tengáis cuidado,

que el placer completo

será al encontrarlo.

No estaba el Niño perdido,

porque con cuidado andaba

recorriendo sus ovejas

que no se le extraviaran.

Llegada que fué la noche

pedía el Niño posada,

por abrigarse del frío

buscando quien le hospedara.

A una puerta se llega

y desde fuera tocaba:

otro niño se la abre

y éste á su madre llamaba.

Madre, á la puerta hay un Niño

más hermoso que el sol bello,

arrecidito de frío

porque el ángel anda en cueros.

Voy á decirle que pase

y aquí lo recogeremos,

con nosotros dormirá

y de cenar le daremos.

Anda ve dile que entre

y aquí se calentará,

porque en este pueblo

ya no hay caridad.

Entró el Niño y se sentó

y mientras se calentaba,

haciéndole mil caricias

el ama le preguntaba:

Dime ahora, Niño hermoso,

¿hacia dónde cae tu patria

y quiénes tus padres son,

que acaso en tu busca andan?

El Niño responde:

Soy de luengas tierras,

mi patria es el Cielo

yo vengo á la tierra.

Mi Madre es una doncella

Virgen y Madre á la par,

porque el Cielo la ha librado

del pecado original.

Mi padre en la tierra

es un carpintero,

y en el Cielo empíreo

es el Dios eterno.

Niño, si quieres quedarte

con nosotros, habitando,

te amaremos como hijo

y éstos serán tus hermanos.

Con nosotros comerás,

estarás bien regalado,

nuestras ropas vestirás

y quedas á mi cuidado.

El Niño responde:

Mil gracias, señora,

yo os compensaré

lo que hacéis ahora.

Poned buena cama al Niño

y hacédsela con primor,

porque todo el mundo es poco

para obsequiar este Sol.

¿Cómo te llamas, Bien mío?

Dímelo ya, por tu amor,

y el Niño con mucha gracia

le contesta: Salvador.

Pues este es el nombre

que mi Padre quiere

tenga en este mundo

y en el que viniere.

El ama, con el buen Niño

toda la noche pasó

en coloquios amorosos

hasta que ya amaneció.

Con una risa graciosa

el Niño se despidió:

Señora, gracias por todo,

y nunca os faltará Dios.

Yo me voy ahora

á encontrar mis Padres,

que me irán buscando

por plazas y calles.

El Patriarca José

junto con la Virgen pura,

en busca va del Infante

traspasados de amargura.

Todo se les vuelve hacer

preguntas y más preguntas,

hasta que llegan al templo

y allí le ven, ¡qué ternura!

Está disputando

con doctores sabios,

y á todos confunde

cuando abre los labios.

¡Oh Virgen llena de gracia!

y vos San José bendito,

regocijaos del encuentro

de Doctor tan chiquitito!

II

Se perdió el Niño Jesús,

por el mundo anda pidiendo,

llegó á la puerta de un rico

y de allí salió diciendo:

No me han dado nada,

me azuzan los perros:

¿cómo no castiga

Dios á los soberbios?

Camina más adelante

y en la puerta de un pobrete

le ofrecieron al instante

de pan un grande rosquete.

Señora, la paga vendrá,

si no esta noche

por la madrugá.

Antes de que amaneciese

ya estaba el Niño en la puerta

con dos fanegas de trigo

y en la mano una peseta.

III

Cristo se vistió de pobre

y en casa de un rico entró

á pedir una limosna,

señor, por amor de Dios.

Señor, le dijo, por Dios,

por lo que tenéis de grande,

que me deis una limosna

porque me muero de hambre.

El rico alzó la cabeza

hizo que se sonreía

al ver que un gallardo mozo

una limosna pedía.

Señor, no tenéis oficio

ni cosa que trabajar,

sin duda vienes á ser

de ladrones capitán.

Mi Padre era carpintero

y aqueste oficio aprendí,

y á pedir una limosna

es á lo que vengo aquí.

El rico se ha arrodillado

el rico se arrodilló,

y el rico se ha condenado,

y el rico se condenó.

EL INCREDULO

Jesucristo caminaba

por los montes que solía,

se encontró con un mal hombre,

malo y de malas venías,

le pregunta que si hay Dios,

le dijo que no lo había.

Calla, hombre, que sí hay Dios

y también Santa María

que te puede dar la muerte

ó te puede dar la vida.

Otro día de mañana

la muerte por él venía:

déjame, muerte rabiosa,

déjame seguir la vida,

yo no le temo á la muerte

ni tampoco á quien la envía.

Volvió la muerte otra vez

y la guadaña traía:

Muerte, detente, detente,

déjame siquiera un día;

confesaré mis pecados

y entregaré el alma mía.

Hombre, no puedo dejarte,

que Jesucristo me envía

que te eche á los infiernos,

á los más hondos que había.

LA SAMARITANA

Un viernes salió el Señor

á la ciudad de Samaria;

antes de entrar en poblado

la calor lo fatigaba;

hacia un pozo que allí había

muy derecho caminaba,

sobre el brocal se recuesta,

como quien cansado estaba;

desde allí vido venir

á la misma que aguardaba,

con un cántaro en la mano,

y era la Samaritana.

Llenó el cántaro y al punto

á la ciudad se tornaba;

entonces dijo el Señor:

Aguarda, mujer, aguarda,

si quieres darme á beber

una poca de esa agua,

que yo en premio te daré

otra de más importancia,

que nunca has de tener sed

como llegues á probarla.

Pues si tanta virtud tiene,

dame, Señor, de esa agua.

Corre y busca tu marido;

venid los dos en compaña.

Señor, no tengo marido

y nunca he sido casada.

El Señor dijo: Es verdad,

dices bien, Samaritana:

cinco galanes tuvistes

dando escándalo en Samaria,

cinco galanes tuvistes

y sin ninguno te hallas,

y aqueste cántaro es

encubridor de tu infamia.

Entonces la pecadora

abrió los ojos del alma.

¿Sois, Señor, algún Profeta

que mis pecados declaras

y penetras mi interior

sin que se te oculte nada?

Si lo eres, dímelo.

Y Jesús así le habla:

No soy Profeta, le dice,

que soy de tierra más alta:

soy Hijo del Padre Eterno,

el Mesías que se aguarda

que desde el Cielo ha venido

para redimir las almas.

Entonces la pecadora,

puesta en tierra arrodillada,

le dice: Dulce Jesús,

perdonad aquesta ingrata,

que yo en el mundo he vivido

cometiendo grandes faltas.

Tiró el cántaro, y al punto

abrió los ojos del alma,

empezó una vida nueva

y al mundo volvió la espalda.

Así las volvamos todos

como la Samaritana.

SAN BARTOLOME

I

Una noche muy oscura

mi Dios por el mundo andaba,

se encontró á Bartolomé

que su ganado guardaba.

El lo agarró de la mano

y lo llevó á la posada.

Mientras la mesa ponían

y la cena se guisaba,

el Señor se entretenía

aderezando la cama.

Cuando cenaron los dos,

de la caridad hablaban,

y Bartolomé decía:

¿De dónde á mí tanta gracia?

El Maestro respondió:

Come, Bartolomé, y calla,

porque yo he venido al mundo

á dar ejemplo á las almas.

Acabaron de cenar

y Jesús se retiraba,

y Bartolomé se fué

á descansar á su cama.

El Señor pasó la noche

en oración sosegada,

pidiendo á su Eterno Padre

porque los hombres se amaran.

Luego que amaneció el día,

El lo viste y El lo calza,

y con su mano derecha

á sus pies lo santiguaba.

II

Mercedes, Bartolomé,

mercedes de caridad;

la gente va de viaje

y me deben de aguardar.

Allá en mitad del camino

volvió los ojos atrás,

y vido á Bartolomé:

Bartolomé: ¿dónde vas?

Señor, con vos he de ir

á los Cielos á subir.

Bartolomé, no vendrás

ni á los Cielos subirás,

que yo te daré un dón

que no se lo di á varón,

que yo te daré un dado

que no se lo di á vasallo.

En la casa que te nombren

no caerá piedra ni rayo,

ni entrará el demonio en ella,

ni mujer muera de parto,

ni criatura de espanto,

ni el gañán pierda sus bueyes,

ni el pastor á su ganado,

y todos los que te recen

tendrán en la gloria el pago.

LA PASION

I

Si supieras la entrada que tuvo

el Rey de la Gloria en Jerusalén,

que ni coche ni caballo quiso,

sino un jumentillo que alquilado fué.

Los hebreos luego que supieron

que Jesús venía á Jerusalén,

presurosos á su encuentro salen

con palmas y olivas llenos de placer.

Se presenta como Rey humilde

Jesús á las puertas de Jerusalén,

y alabanzas y cantos resuenan

por los aires al Rey de Israel.

Este pueblo que á Jesús recibe

con tanta alegría y tanto placer

es el mismo que á los pocos días

pidió furioso su muerte cruel.

II

Viendo Jesús de su Padre

declarada la sentencia,

le obedeció muy conforme,

y antes de partir ordena

hacer con toda su gente

una misteriosa Cena,

sirviendo un Cordero asado,

y para postre de mesa,

les lavó á todos los pies.

Y para que el mundo vea

su fuerza de amor tan grande,

entre nosotros se queda,

y en accidentes de pan,

su Cuerpo y Sangre nos deja.

III

Este es el gran sacrificio,

del amor divino inmenso,

firmado en el Consistorio

de los divinos decretos,

para redimir al hombre

prevaricador primero

y á todos sus descendientes,

pecadores sin remedio,

en el cual se ha decretado

que el Verbo divino Eterno,

concebido de una Virgen

en el ser humano nuestro,

pague la deuda del hombre

cual mansísimo Cordero,

la justicia que ha violado

el género humano entero.

Por lo tanto, este Dios-hombre,

este Jesús Nazareno,

Hijo de una Virgen pura

y de un pobre carpintero,

esposo virginal de ella,

siendo Hijo del Padre Eterno,

salió sentenciado á muerte

cuando bajó de los Cielos

por amor que nos tenía,

cual Redentor verdadero.

Y habiendo llegado el plazo

de cumplirse lo dispuesto,

sale de Jerusalén

como Isaac verdadero,

sacrificio de inocentes

por los hombres que son reos.

IV

Llegó el Redentor al huerto

llamado de las Olivas

y se puso en oración,

en que á su Padre decía:

“Padre, si posible es

que este Cáliz de agonía

pase de mí sin probarlo,

aparta esta pena mía,

mas tu voluntad, Señor,

se cumplirá, y no la mía.”

Gotas de sangre le hace

sudar, sangre que corría

hasta la tierra en que está

humillado de rodillas,

y un Angel se le aparece

que lo conforta y anima.

V

¡Oh soberano Señor!

único Rey de los Cielos,

Señor de las majestades

y de los imperios dueño.

Porque fué tu voluntad,

por aquel amor inmenso

que tenías á los hombres,

bajaste desde tu Reino

y tomaste carne humana

para darles el remedio.

El tiempo ya se ha cumplido,

ya se ha cumplido el decreto

de que á tanta perdición

comuniques el consuelo

y salgan de las prisiones

que ocasionó el primer hierro

de nuestros primeros padres,

ofendiendo á un Dios tan bueno.

Recibe este amargo cáliz,

que va lleno de tormentos;

un discípulo será

de tu venta el instrumento,

y otro te negará,

lleno de terror y miedo.

Tu Cuerpo será azotado

con el rigor más severo,

y para que te conforte

me envió el Padre Eterno.

Aquí traigo una toalla

que á vuestra Madre concedo

para que pueda limpiar

el sudor del rostro vuestro,

que lo tenéis manchado

oscurecido ese cielo.

Quédate en paz, Jesús mío,

que yo parto desde un vuelo

al Consistorio divino

por no ver tantos tormentos.

VI

Llegó Judas el malvado

con su infame compañía;

dijo Cristo: ¿A quién buscáis?

A Jesús, le respondían;

y el Señor dijo: Yo soy,

y á tierra todos caían.

Dióles después su licencia,

y á la seña que traían,

rabiosos aprisionaron

al Redentor de la vida.

A palos, á puntillones

y á patadas lo derriban;

lo ataron de pies y manos

y á la ciudad se encaminan

con algazara y estruendo

de voces y gritería.

Entran en Jerusalén,

y por balcones y esquinas,

por puertas y por ventanas,

unos á otros se decían:

Aquí está el facineroso,

aquel que se hacía Mesías.

Se lo presentan á Anás

y éste luego determina

que lo lleven á Caifás,

pues deseado lo había.

Lo recibió muy gustoso;

le dijo si era el Mesías,

conjuróle por Dios vivo,

y el Señor le respondía:

“Tú lo has dicho, y lo verás.”

Y Caifás repetía:

Blasfemó, ¿queréis más pruebas?

Y á Pilatos se lo envía,

y éste lo remite á Herodes,

que verlo también quería.

Le dice que haga un milagro,

mas Cristo no respondía.

Lo trata, al fin, como loco,

y con desprecios y risa

se lo devuelve á Pilatos

para que obre en justicia.

Al ver éste su inocencia,

libertarlo determina,

pero el pueblo lo que quiere

es que le quiten la vida.

Una corona le trazan

con setenta y dos espinas.

Amarrado á una columna

con rigor y tiranía,

los verdugos lo azotaron,

su sangre pura corría.

Pilatos lo muestra al pueblo

y Ecce Homo les decía:

Tened piedad de este hombre;

pero la canalla grita:

“Crucifícalo y que muera”.

Pidió entonces la bacía

y lavándose las manos

aquesta sentencia firma.

VII

Por Tiberio Emperador

mando yo, Poncio Pilatos,

presidente de Judea

por el imperio romano,

jefe de Jerusalén

en este nuestro palacio,

atento á la acusación

que contra Jesús han dado

escribas y sacerdotes

y también los magistrados,

de que su ley la permita

con diabólicos milagros,

porque alborota á los pueblos

con su doctrina engañando,

no paga tributo al César

y otras mil cosas negando,

llamándose de Dios Hijo,

teniéndole averiguado

que es de Nazaret vecino,

Hijo de un pobre artesano,

compañero y muy amigo

de inicuos samaritanos;

que va conquistando gentes

con ánimo depravado

de levantarse en pudiendo

contra todos los romanos.

Mando que entre dos ladrones,

que á muerte están sentenciados,

lo lleven y crucifiquen

en el monte del Calvario,

llevando la cruz á cuestas

hasta llegar á lo alto,

en donde se crucifique

en medio de los nombrados.

Mando también que se ponga

de la cruz en lo más alto

su nombre, causa y por qué

ha sido así castigado,

que todos puedan leerla

en las tres lenguas que usamos:

hebrea, griega y latina

de nuestro Imperio romano,

para que sea escarmiento

y ninguno sea osado

á impedir esta justicia,

pena de ser castigado

con el rigor que la ley

le tiene determinado.

Su fecha en Jerusalén

llena la luna de Marzo,

de la creación del mundo

pasado cinco mil años,

doscientos y treinta y tres,

según llevamos contados.

Quien tal hizo que tal pague,

que así el pueblo lo ha aclamado.

Muera Jesús, muera, muera.

Lo firmo, Poncio Pilatos.

VIII

Viernes Santo muy de día

salió Jesús al Calvario

vestido de Nazareno;

de espinas va coronado

y lleva la cruz á cuestas

para ser crucificado.

Por el rastro de la sangre

que el Señor ha derramado

iba la Virgen María

buscando á su Hijo amado.

San Juan y la Magdalena

la iban acompañando.

Por el camino que iba

una mujer se ha encontrado.

¿Qué haces aquí, mujer,

qué haces aquí llorando?

¿Me habrías visto pasar

á mi Hijo muy amado?

Sí, Señora, que lo he visto,

ratito ha que ha pasado

con una cruz en sus hombros

y una cadena arrastrando,

una corona de espinas

y su cuerpo ensangrentado.

Me ha pedido que le diera

un paño de mi tocado

para limpiarse su rostro

que le lleva muy sudado;

tres dobleces tenía el paño,

tres figuras me han quedado.

La Virgen cuando oyó esto,

de pena se ha desmayado,

San Juan y la Magdalena

al punto la levantaron:

Vamos, vamos, mi Señora,

caminemos al Calvario,

que por pronto que lleguemos,

lo estarán crucificando.

Suenan trompetas y cajas

y relinchos de caballos.

Ya le ponen la corona,

ya le remachan los clavos,

y ya levantan la cruz

donde lo han crucificado.

Dijo que tenía sed;

hiel y vinagre le han dado.

Señora, mirad, mirad.

Ya murió vuestro Hijo amado,

ya le hincan la lanzada

en su divino costado.

Ya vienen las tres Marías

con tres cálices dorados

para recoger la sangre

que Jesús ha derramado.

Ya vienen los pajaritos

á quitarle los clavitos,

ya vienen las golondrinas

quitándole las espinas,

ya llegan los gorriones

á quitarle los cordones

y ya la Virgen María

va á recibir en sus brazos

muerto al Hijo de su vida.

SAETAS DE SEMANA SANTA

Aquel que nació en Belén

adorado de pastores,

hoy se ve en Jerusalén

hecho un varón de dolores

tan sólo por nuestro bien.

Por salvar al pecador

y darle seguro puerto,

Jesús nuestro Redentor

oración hizo en el Huerto

llevado de un fino amor.

Llevado de la codicia

Judas á Cristo vendió,

pero con tanta malicia,

que en el huerto lo entregó

en manos de la justicia.

Judas á Cristo vendió

sólo por treinta dineros,

que luego los devolvió

y en sus arrebatos fieros

de un saúco se ahorcó.

Una recia bofetada

dió á Cristo el cruel sayón

que Pedro hirió con su espada,

y Jesús por compasión

puso la oreja cortada.

Celoso Pedro afirmó

que nunca á Cristo negara,

pero luego sucedió

que antes que el gallo cantara,

por tres veces lo negó.

Qué noche es esta, Jesús,

que tanta pena ha causado

y en tu persona ha quedado

fuerza para tanta cruz

después que tanto has pasado?

Por este Dios Salvador

el hombre fué redimido,

y á tanto llegó su amor,

que quiso ser escupido

por salvar al pecador.

Los verdugos lo azotaban

con golpes tan violentos

que cuando ya se cansaban,

para cobrar nuevo aliento,

con otros se renovaban.

A un balcón fuiste asomado,

azotado y mal herido,

por Pilatos sentenciado,

porque el pueblo enfurecido

te pide crucificado.

Alma, contempla y verás

al bello sol de justicia,

y luego conocerás

que del hombre la malicia

lo pospone á Barrabás.

Un inicuo presidente,

teniendo al pueblo malvado,

sentencia le dió de muerte

al que en Belén fué adorado

de los Reyes del Oriente.

Hoy nadie en favor aboga

del inocente Jesús,

pues la infame Sinagoga

lo ha cargado con la Cruz

y al cuello le echa una soga.

Ya sale el Sol de la gloria

que al abismo causa espanto,

y en los siglos su memoria

impresa quedará tanto

como su muerte es notoria.

Tras de una ronca trompeta,

entre un ejército fiero,

va saliendo por la puerta

el Mesías verdadero

con nuestras culpas á cuestas.

El que á los Cielos sostiene

por redimir el pecado,

entre dos ladrones viene,

que así el mundo le ha pagado

el amor que al hombre tiene.

Aquel que por los profetas

fué anunciada su venida,

va con una Cruz á cuestas,

y en ella dará la vida

entre Dimas y entre Gestas.

Ya el divino Nazareno

va con la Cruz abrazada,

tan humilde, manso y bueno,

que no cometió pecado

y muere por el ajeno.

Como era tanta la sangre

que las heridas echaban,

ya á Jesús fuerzas faltaban;

para andar con más alarde,

su persona atrepellaban.

Hoy ya la más bella Aurora

mira eclipsada su luz

y camina sin demora

á ser con Cristo en la Cruz

del mundo Corredentora.

¿Dónde vas, Madre querida,

Reina del Cielo y la tierra?

Yo te contemplo afligida

porque el mundo pone guerra

al que es Autor de la vida.

Hijo mío, ¿adónde vas

con esa Cruz tan pesada?

Las fuerzas te faltan ya.

Angeles, bajad del Cielo

y ayudádsela á llevar.

Se marchitó la hermosura

de aquel lirio deshojado

en la calle de Amargura,

y su vestido morado

se manchó con sangre pura.

El Sol, divino Jesús,

que al Cielo da la hermosura,

hoy ve eclipsada su luz

en la calle de Amargura

bajo el peso de la Cruz.

¡Qué pena y qué desconsuelo

para la Virgen María,

viendo caído en el suelo

al que es Autor de la vida

y Señor de tierra y cielo!

Ya se ve en tierra caído

el mansísimo Cordero

bajo el peso del madero,

blasfemado, escarnecido

y tratado de embustero.

Como era tanto el tropel

de aquel ejército fiero,

y tan pesado el madero,

dió en tierra segunda vez

el Mesías verdadero.

Segunda vez sin consuelo,

haciéndole todos guerra,

y siendo su boca el Cielo,

con ella besó la tierra.

Vuelven los fieros sayones

con tal ímpetu á tirar,

que le hacen levantar,

y á palos y puntillones

así le hacen caminar.

Pasmaos, Cielos, al ver

cómo va vuestra hermosura,

qué angustiada por querer

muerte de Cruz padecer

por darle al polvo su altura.

Aquella mujer piadosa

que á Cristo el rostro limpió,

triste, afligida y llorosa,

por tres veces se imprimió

la faz de Cristo amorosa.

Ya mil desmayos padece,

ya no puede con el peso,

ya los pasos entorpece,

ya es de penas un congreso,

mas tu amor nunca enflaquece.

Dió la tercera caída,

tan rigorosa y tan fiera,

que no le ha quedado herida

que de nuevo no se abriera

al Redentor de la vida.

Los verdugos infernales

le dieron fuertes puñadas,

tan recias y desiguales,

que sus mejillas sagradas

estampó en los pedernales.

Ya de tres veces caído

se unía en la tierra al Cielo,

¡ay, Jesús, y qué afligido

te contemplo y qué sufrido

por levantarnos del suelo!

Cayó Cristo y su corona

de espinas se la clavó,

y tantas fuentes le abrió,

que su sagrada Persona

con la sangre se cegó.

Viendo que fuerzas no tiene

para el peso de la Cruz,

todos dicen que conviene

que la cargue con Jesús

Simón, hijo de Cirene.

Hoy sufre el Omnipotente

sacrificio voluntario;

por el hombre delincuente

va á morir en el Calvario

de duros clavos pendiente.

Fué misterio incomprensible

ver á Jesús padecer,

siendo el Dios fuerte y terrible,

pero su amor pudo hacer

al impasible pasible.

Por mis pecados, Jesús,

tan liberal y propicio,

siendo del mundo la luz,

hoy se ofrece en sacrificio

en el altar de la Cruz.

Llega, Discípulo amado,

y verás á tu Maestro

desnudo y avergonzado,

en un patíbulo puesto

por redimir el pecado.

Por pagar la culpa ajena

han enclavado á Jesús;

acércate, Magdalena,

póstrate al pie de la Cruz

y acompáñale en su pena.

Llega, María, y verás

á tu Hijo muy amado

de pies y manos clavado:

como Madre, le dirás:

¿Quién así te ha maltratado?

Siendo la perla preciosa

del Padre Eterno escogida,

hoy eres marchita rosa

entre abrojos sumergida

y abrasada mariposa.

Estando en la Cruz pendiente,

clavado con duros hierros,

á su Padre Omnipotente

pidió perdón por aquellos

que le daban cruel muerte.

Una deuda satisfizo

muriendo crucificado,

y entre las gracias que hizo

fué aquel que murió á su lado

que le ofreció el Paraíso.

La redención se efectúa

en la progenie de Adán,

y á su Madre le insinúa

que adopte por hijo á Juan

y á éste por Madre á la suya.

¡Oh Madre, llena de amor,

mar de amargura y de penas!

soy contigo en el dolor,

pues por las culpas ajenas

hoy muere mi Redentor.

De los hombres blasfemado

está mi dulce Jesús,

y de pena traspasado

dijo á su Padre en la Cruz:

¿Por qué me has desamparado?

Sed tengo, lleno de amor

dijo en la Cruz el Mesías,

previendo con gran dolor

los pocos que sacarían

fruto de su Redención.

Los tres Reyes del Oriente

tres misterios te ofrecieron,

y aquesta malvada gente

hiel y vinagre te dieron

para acelerar tu muerte.

En la Cruz enarbolado

dijo el Dios Omnipotente

Ya está todo consumado;

y al mundo dejó una fuente

para lavar el pecado.

El Omnipotente y Santo

á la muerte se prepara;

Cielos, cubríos de espanto.

¡Ay Dios, quién imaginara

que tu amor llegara á tanto!

Cumplidas las profecías

Cristo inclinó su cabeza,

y estando en sus agonías,

á la Majestad inmensa

su Santo Espíritu envía.

El sol ocultó su luz,

la tierra se estremeció

al ver que mi buen Jesús

en el Calvario murió

en el árbol de la Cruz.

Al redimir el pecado

fué tan inmenso su amor,

que murió crucificado

y á los hombres nos dejó

su Cuerpo Sacramentado.

El sol se mira eclipsado

por la muerte de Jesús,

el Demonio queda atado,

triunfante queda la Cruz

y destruído el pecado.

Con este leño has triunfado

del Infierno y de la muerte,

y al mundo has proporcionado

la Redención y la suerte

destruyendo su pecado.

Aquel que culpa no hizo,

por un exceso de amor,

una deuda satisfizo

y abrió para el pecador

las puertas del Paraíso.

La muerte se arrodilló

delante del Padre Eterno

á pedirle á Dios perdón

por la vida del Cordero,

que tan injusta quitó.

Hoy se queda en orfandad

la hermosa Hija del Padre,

y en completa soledad

la que fué del Verbo Madre,

Templo de la Trinidad.

Sois el recreo de Dios,

abrasada mariposa,

la azucena más hermosa;

mas en aquesta ocasión

sois entre espinas la rosa.

Llegan los santos varones,

quitan los clavos y espinas,

con devotas atenciones

tocan las carnes divinas,

imán de los corazones.

A bajarlo van ahora

despedazado y deshecho;

abre los brazos, Señora,

y recíbelo en tu pecho,

porque ha llegado la hora.

Tristes ayes exhalaba

y al cielo llanto subía,

cuando el rostro le enjugaba

con el velo que tenía

y de este modo exclamaba:

Vosotros que me escucháis

si tenéis corazón pío,

mirad si dolor halláis,

ó algún tormento encontráis

que se iguale con el mío.

Danos, Señora, tus penas

acompañar y quebranto

á la sombra de tu manto,

las almas de angustia llenas,

los ojos de tierno llanto.

Tanto á quererme llegaste

del Cielo cárdeno lirio,

que atravesada quedaste

del doloroso martirio

que por mis culpas pasaste.