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Colección de sonetos del poeta español Lope de Vega, campo en el que alcanzó la absoluta maestría tras escribir más de 3.000 en toda su vida; en este caso agrupados temáticamente.-
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Seitenzahl: 70
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Lope de Vega
Saga
Otros sonetos
Copyright © 2003, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726618686
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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A la Majestad del Rey Nuestro Señor
Rinda a la estampa de tu excelsa planta
su yerro cuello Babilonia fiera,
sacro Felipe que en tu cuarta esfera
desde que nace el sol la noche espanta.
En vano de las aguas se levanta 5
triforme, ardiente, indómita quimera,
cuando Español Belerophonte espera
vibrar en su cerviz la espada santa.
Donde llevar el pan David solía,
llevó la piedra, que del blanco velo 10
figura fue que piedra y pan vencía.
Así en los Triunfos de tu santo celo
vio España juntos un alegre día
David, Gigante, Piedra y Pan del Cielo.
Al Excmo. Señor Conde de Olivares
Ultima es ya persecución sangrienta
con gloria del martirio la que llora
Raquel la Iglesia, cuyas aras dora
púrpura en jaspes, que su altar sustenta.
Cuando exaltar piadosamente intenta 5
Felipe Cuarto en su primera Aurora
el sacro Pan, que cielo y tierra adora,
da vida al hombre, al Ángel alimenta.
Por ti, por tu consejo, por tu celo,
Guzmán excelentísimo previno 10
tanta celebridad al blanco velo.
Honraste el claustro, en que triunfando vino,
y vio la tierra convertida en cielo,
Dios César, Ángel Rey, Triunfo divino.
A la Excma. Señora Condesa de Olivares
Este Triunfo de amor, que imita el celo
de Felipe Católico aquel día,
que a vista de la ingrata apostasía
ensalzó la verdad del Pan del cielo.
Cuando con los reflejos de aquel velo, 5
sol que del Aries del Tusón ardía,
de la alta selva de Albión quería
el joven de Austria penetrar el hielo.
Será triunfo también, que constituyo
a tu valor, porque despojos pise, 10
eterno fénix de su misma llama.
Porque ninguno habrá que para el tuyo
pueda negar, esclarecida Nise,
laurel a tu virtud, gloria a tu fama.
A la Excma. Señora Condesa de Olivares, de doña Feliciana Félix
Nise, tu gran virtud, que de ninguna
de nuestro siglo oposición padece,
por si te ensalza sola, y te ennoblece
sin causa accidental de estrella alguna.
Menos el oro en la primera cuna 5
que en el postrero mármol resplandece,
la heroica fama en las cenizas crece,
que en los bienes del alma no hay fortuna.
Si versos pueden dar inmortal vida,
si alabanza los méritos decora, 10
feliz la pluma que tal genio alcanza.
Que es tanto tu valor, y tan debida
la gloria a tu modestia (o gran señora)
que es deuda y no lisonja tu alabanza.
Doña Antonia de Nevares Santoyo a la Excma. Señora Condesa de Olivares
Símbolo de la paz te cupo en suerte,
ave de Venus celestial, no humana,
que el verde ramo entre la viva grama
sol muestra, nubes limpias flores vierte.
En la gloria mortal templanza advierte 5
que a la vida inmortal el paso allana,
que a la virtud, que no a la pompa vana,
respeta el mármol, reino de la muerte.
Tú, pues, escucha en cítara sonante
triunfos del Pan, que vencedor derriba, 10
nuevo David, al Calidón gigante.
Debidas glorias a tu ilustre oliva,
que con el manto militar delante
dos reyes sirve y con entrambos priva.
Sonetos a Cristo
Para lucir misericordias tuyas
parece que nací, señor del cielo,
indigno soy de tu piadoso celo,
temblando estoy que en tu furor me arguyas.
Pero cuando me venzas y concluyas, 5
volviendo al polvo de mi patrio suelo,
y desatado del corpóreo velo,
mi fin a su principio restituyas.
¿Qué utilidad, qué gloria se te sigue?
Hombre nací, tu imagen es el hombre, 10
de bárbaro pincel dejé borrarme.
Mas cuando a renovar amor te obligue,
será mayor grandeza de tu nombre,
que deba dos veces fabricarme.
Del hablar con Dios
Señor, cuando yo miro mi ignorancia,
y que me llego a hablar con vuestra ciencia,
cuando tiemblo de ver la diferencia,
acobarda mi lengua la distancia.
¿Qué puedo yo deciros de importancia, 5
después de tanto error y tanta ausencia?
pues cuanto fue mayor vuestra clemencia,
será de mi temor la repugnancia.
Príncipes de la tierra en el concepto
que de vana retórica se viste, 10
reparan, porque son tierra en efecto.
Vos en el alma, en que el amor consiste,
que vos no me queréis a mí discreto,
Si no turbado, arrepentido y triste.
Temores en el favor
Cuando en mis manos, Rey eterno, os miro,
y la cándida víctima levanto,
de mi atrevida indignidad me espanto
y la piedad de vuestro pecho admiro.
Tal vez el alma con temor retiro; 5
tal vez la doy al amoroso llanto;
que, arrepentido de ofenderos tanto,
con ansias temo y con dolor suspiro.
Volved los ojos a mirarme humanos
que por las sendas de mi error siniestras 10
me despeñaron pensamientos vanos.
No sean tantas las miserias nuestras,
que a quien os tuvo en sus indignas manos
vos le dejéis de las divinas vuestras.
Mil veces he advertido en la belleza,
gracia y entendimiento de Teodoro,
que, a no ser desigual a mi decoro,
estimara su ingenio y gentileza.
Es el amor común naturaleza, 5
mas yo tengo mi honor por más tesoro;
que los respetos de quien soy adoro,
y aun el pensarlo tengo por bajeza.
La envidia bien sé yo que ha de quedarme;
que si la suelen dar bienes ajenos, 10
bien tengo de que pueda lamentarme.
Porque quisiera yo que, por lo menos,
Teodoro fuera más, para igualarme,
o yo, para igualarme, fuera menos.
La Hermosura enojada
Señor, si fuiste en humano velo
de los hombres, el hombre más hermoso,
más apacible, manso y amoroso,
vida del alma, y de los ojos cielo.
Con justa causa tiemblo y me desvelo 5
el tribunal pensando temeroso,
donde, si os imagino riguroso,
verme culpado me convierte en hielo.
¿Podrán mis culpas levantar por dicha
a vos mis ojos? No, que mi pecado 10
me priva en tanto bien de tanta dicha.
¿Cómo podré miraros enojado?
porque no pude haber mayor desdicha,
que ver un rostro tan hermosos airado.
Fuerza de lágrimas
Con ánimo de hablarle en confianza
de su piedad entré en el templo un día
donde Cristo en la luz resplandecía
con el perdón que quien le mira alcanza.
Y aunque la fe, el amor y la esperanza 5
a la lengua pusieron osadía,
acordeme que fue por culpa mía
y quisiera de mí tomar venganza.
Ya me volvía sin decirle nada,
y como vi la llaga del costado, 10
parose el alma, en lágrimas bañada.
Hablé, lloré y entré por aquel lado,
porque no tiene Dios puerta cerrada
al corazón contrito y humillado.
Dilaciones sin disculpa
Hablaros quiero y descortés aguardo
que vos me habléis a mí, señor divino,
mirad a que llego mi desatino,
que cuanto más me importa más me tardo.
Voy a buscaros, y de vos me guardo, 5
más me defiendo, cuanto más me inclino,
quiero que vos hagáis lo que imagino,
y en daros la materia me acobardo.
De día en día dilatando el día,
que vos me habléis a mí primero quiero, 10
¡qué loco error, qué necedad la mía!
Si me importa vivir, ¿qué tiempo espero?
pues aunque fuera en buena cortesía,
es bien, Señor, que os hable yo primero.
Quien pide, ¿por qué ofende?
Si estoy a no pecar determinado,
bien voy para pedir perdón dispuesto;
pero si llego a Dios dudoso en esto,
será lo mismo que no haber llegado.
Ofender y rogar, vano cuidado, 5