Quien calla otorga - Tirso de Molina - E-Book

Quien calla otorga E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

Quien calla otorga de Tirso de Molina escrita en 1614, es una continuación de El castigo del penseque. Nació fruto de las circunstancias y, sobre todo, del desenlace «imperfecto» y nada popular entre el público de El castigo del penseque. El final del protagonista en El castigo del penseque (el español Rodrigo Girón), recibía un castigo excesivo. Y también dejaba mal parada la galantería española en tierras extranjeras. Por tanto, Quien calla otorga, como segunda parte de este díptico, tiene como finalidad la redención de Rodrigo Girón, de modo que le propone nuevas aventuras, de las cuales esta vez sí resulta triunfante.

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Tirso de Molina

Quien calla otorga

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Quien calla otorga.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-806-8.

ISBN rústica: 978-84-9816-531-9.

ISBN ebook: 978-84-9953-417-6.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 55

Jornada tercera 95

Libros a la carta 139

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria en 1600 y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias, al tiempo que viajaba por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana), regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

Personajes

Aurora, marquesa

Narcisa, su hermana

Don Rodrigo Girón

Carlos, conde

Ascanio, marqués

Chinchilla, lacayo

Brianda, dueña

Teodoro, caballero

Sirena, dama

Arminda, dama

Dos criados

Acompañamiento

Jornada primera

(Salen Aurora, Narcisa, y Brianda.)

Aurora ¡Qué necio y qué porfiado!

Narcisa Por fuerza ha de ser lo uno

si es lo otro.

Aurora ¿Hay tal enfado?

¡Hola! No entre aquí ninguno,

Esté ese jardín cerrado.

Salid vos también afuera;

guardad la puerta.

Brianda ¡Portera,

siendo dueña! ¿Hacerme quiso

ángel de este paraíso?

En mi mocedad sí fuera;

pero ¡cuando dan despojos

al tiempo, que no resisto,

mis años, y mis enojos...!

Hasta agora, ¿quién ha visto

ángel con tocas y antojos?

(Vase Brianda.)

Aurora ¿Qué es lo que Carlos pretende

con tanta embajada, hermana?

Narcisa Escribiendo se suspende

de Amor la llama tirana,

que en él tu memoria enciende.

Mientras no te ve te escribe,

y en respuestas que recibe,

apoya ausencias crueles;

que la esperanza, en papeles

tal vez, como joya vive;

y fiado en el concierto

y palabra que le dio

mi padre, tiene por cierto

ser tu esposo.

Aurora Ya murió

mi padre y con él se ha muerto

cualquier derecho y acción

que alegue en la pretensión

de mi amor; pues si le di

esperanzas con el sí,

fue más por obligación

[a su paternal prudencia]

que por gusto y voluntad.

Narcisa Contra ti das la sentencia.

Aurora Por qué si mi libertad

queda libre, con la herencia

de este marquesado absuelta?

Narcisa Nunca la palabra suelta

Quien estima su valor.

Aurora Dísela como menor;

Libre soy, y estoy resuelta

a no cumplirla; esto es cierto.

Déjame, hermana, gozar

de mí misma, pues se ha muerto

mi padre; que no he de hallar

en medio del golfo el puerto.

No cautives mi cuidado

de ese modo; que no es justo

que intente el conde, pesado,

oprimir leyes del gusto,

por sola razón de estado.

La voluntad ha de hacer

esta elección; que a no ser

ella la casamentera,

la cruz que hace Amor lijera,

de plomo, haráme caer.

Narcisa ¿Tan mal el conde te está,

mancebo, galán, discreto,

y que en Borgoña podrá,

si llega su amor a efeto,

que si eres cuerda, si hará,

con este estado y el suyo,

casi un reino hacer?

Aurora Concluyo

que en mí imposibles conquista.

Amor entra por la vista,

no por el abono tuyo.

No le he visto, y así trato

no ser conmigo cruel,

si mi libertad maltrato.

Narcisa Ya sustituye por él

este gallardo retrato.

Aurora Pinturas encarecidas,

y verdades, imagino

que vienen a ser, oídas,

como nuevas de camino,

mentirosas o añadidas.

Pintar y escribir es ciencia

de adular con elocuencia;

porque en materia de amores,

los poetas y pintores

tienen de mentir licencia.

¡Bueno es que al pintor pagase

retrato el conde, que fuese

bastante a que me obligase,

y que al pincel permitiese

que sus faltas retratase!

Yo a lo menos no lo creo,

no pienso dar fe al traslado,

si el original no veo;

que es retrato este pagado,

y no puede venir feo.

Narcisa Ya yo sé que el interés

hace, cuando Apeles es,

por ser su pincel de oro,

de un Polifemo un Medoro;

mas cuando crédito des

a la fama, que acrecienta

del conde alabanzas sumas,

yo sé que estarás contenta.

Aurora Es la fama toda plumas,

¿Y no quieres tú que mienta?

¿De plumas no es el pincel?

Luego mentiras me ofrece.

Narcisa Milagros me cuentan de él.

Aurora Si a ti tan bien te parece,

cásate, hermana, con él.

Narcisa Si fuera marquesa yo...

Aurora ¿Luego solo en eso estriba

tu voluntad?

Narcisa ¿Por qué no?

Lo mas a lo menos priva.

Aurora Heredera te dejó

de sus tesoros mi padre;

y del dote de mi madre,

joyas, riquezas bienes,

tanta hacienda tener vienes,

que como el conde te cuadre,

te igualas casi a mi estado.

Narcisa No es bien, siendo yo menor,

casarme antes, ni le ha dado

al conde pena mi amor

sola tú le das cuidado.

Aurora Pues aunque así de él te avisa,

no me encarezcas sus quejas,

ni me cases tan aprisa;

que ese oficio es de muy viejas,

y tú eres niña, Narcisa.

Ayer dejamos el luto

con que el paternal tributo

pagamos al fin del año;

gocemos, pasado el daño,

de la libertad el fruto.

Esto de casarse, hermana,

ha de tener ocasión,

no como fruta temprana,

que cogida sin sazón,

sale insipida o vana.

Narcisa Muy alegórica estás.

No tratemos de esto más.

El conde sufra y perdone,

hasta que amor te sazone;

que agora ni aun hojas das.

Aurora Mudemos plática, hermana,

y no te acuerdes más de él.

Di, ¿qué te escribe Diana,

condesa de Oberisel?

Narcisa Es la hermosura alemana.

A un don Rodrigo Girón,

español y caballero,

me encomienda.

Aurora Su opinión

le ha dado el lugar primero

entre los de su nación.

Lo mismo me pide a mí,

porque ha de venir aquí,

y de verle me holgaré;

que ya sus amores sé.

Narcisa Cosas notables oí

de ese español, si es que son

verdaderas.

Aurora La condesa

le tuvo tanta afición

como la fama confiesa;

y a aprovechar la ocasión,

dicen que de Oberisel

fuera conde, y de Diana

esposo.

Narcisa Para ser él

español, nación que gana

por atrevida el laurel

de Marte, como el de Amor,

milagro es que tal valor

haya, por corto, dejado

perder tal mujer y estado.

Aurora ¿Gozóle el conde? ¡Mejor!

(Óyense voces dentro.)

Voz I ¡Matadle!

Voz II Al agua se echó.

Voz III Disparadle las pistolas.

Voz IV Venturas son españolas.

La cerca, leve saltó.

Voz V El jardín de la marquesa

le ha dado seguro puerto.

Voz VI ¡Que no le hubiéramos muerto!

¡Ah, mal cumplida promesa!

(Sale don Rodrigo, la espada en la mano.)

Aurora Qué es esto? Hombre, ¿dónde vas?

Retírate, hermana mía.

Narcisa ¿Hay tan notable osadía?

¿Sabes acaso que estás

en el jardín, reservado

solo a la marquesa Aurora?

Rodrigo Lo que la ignorancia ignora,

mi ventura ha declarado.

Damas suyas debéis ser,

ya que las señoras no;

y no poco feliz yo,

si la mereciese ver.

Aurora ¿Cómo venís de esa suerte?

Rodrigo Envidiosos lisonjeros

Por quitarme el bien de veros,

han querido darme muerte.

Pero este jardín que en ser

vuestro da clara señal

de que es noble y es leal,

me vino a favorecer

contra la pasión violenta

que envidiosa me persigue,

de quien para que os obligue,

será razón daros cuenta.

Nací en España noble, no dichoso,

si en mis desgracias mi fortuna fundo,

de madre ilustre y padre generoso

Rodrigo en nombre, en sucesión segundo,

Mi hermano, mayorazgo caudaloso,

Me forzó a que buscase por el mundo

correspondiente estado a mis intentos

huyendo sus escasos alimentos.

Troqué por Flandes mi famosa tierra

donde hermanos segundos no heredados

su vejación redimen en la guerra

si mayorazgos no, siendo soldados.

Entré en Oberisel, en cuya sierra,

metrópoli Momblán de sus estados,

el tribunal de su gobierno elige,

corona muros y flamencos rige.

Varios sucesos, que prolijos dejo,

me dieron a Diana por señora,

condesa suya, de quien es bosquejo

el Sol que montes raya y valles dora.

Con luto viudo, de cristal espejo,

que el ébano guarnece, del aurora

emulación hermosa parecía,

noche a su amor, a sus amantes día.

Pusiérame silencio su respeto,

si ella misma al partir no me mandara

que os contase esta historia, y el secreto

la fama, en fin mujer, no profanara.

Su secretario me hizo, y en efeto,

quédese aquí, señora; que repara

su autoridad mi lengua, si os da aviso.

Aurora Ya hemos sabido lo que Diana os quiso.

Proseguid vuestra historia, don Rodrigo

pues ella os lo mandó, decí adelante,

si no es que en el suceso a que os obligo

sois relator tan corto como amante.

Rodrigo Serviráme el contarla de castigo,

pero en fin, venturoso aunque ignorante,

Diana entre confusos pensamientos,

me dio favor, si no merecimientos.

Peleaban en ella justamente

vergüenza y afición. Obligaciones

de su estado y viudez la hacían prudente.

El deseo animaba persuasiones,

ya desdeñoso honor, ya amor clemente,

divisas en contrarias opiniones.

Tal vez neutral y tal determinada

nave era de huracanes asaltada.

De aquestos dos principios tan distantes,

nació un mixto, a sus causas parecido,

que en mí influyó contrarios semejantes,

juzgándome ya humilde, ya atrevido.

Méritos niños admire gigantes,

y gigante valor lloré abatido,

nube a su Sol que sus colores viste,

si amante, alegre, si severa, triste.

De aquesta suerte amándome en confuso

y yo en confuso acciones imitando,

esfinge, enigmas a mi amor propuso,

intérpretes deseos despeñando.

¡Qué de veces el alma a ver se puso,

por ser vista, en los ojos; y mirando

desde ellos mi inquietud y sus enojos!

¡Edipos de la lengua eran mis ojos!

Jeroglífico en fin mí amor, vivía,

atrevido cobarde; pues si hablaba