Vidas paralelas VI - Plutarco - E-Book

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Plutarco

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Beschreibung

La obra se iniciaba con las vidas hoy perdidas de Epaminondas y Escipion, que irían probablemente precedidas de una introducción global y la dedicatoria a Quinto Sosio Senecion, amigo suyo y de Trajano ademas de dos veces cónsul, en los años 99 y 107. Asimismo, la mayoría de los pares de biografías incorporan un prologo y todas (salvo Temistocles-Camilo.

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Veröffentlichungsjahr: 2017

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VIDAS PARALELAS

TOMO VI

PLUTARCO

FOCIÓN - CATÓN EL MENOR - AGIS Y

CLEÓMENES - TIBERIO Y GAYO GRACO

DEMÓSTENES Y CICERÓN

FOCIÓN

I.- El orador Demades, que gozó de gran poder en Atenas por gobernar a gusto de los Macedonios y de Antípatro, como se viese precisado a escribir y decir muchas cosas nada dignas de la majestad y de las costumbres de aquella república, sostenía que era merecedor de perdón, porque gobernaba los naufragios de ella. Esta expresión, aunque bastante atrevida, podría parecer verdadera si se trasladase y aplicase al gobierno de Fo-ción. Porque en cuanto a Demades, él era verdaderamente el naufragio de la república, por haber vivido y gobernado tan indecentemente, que cuando ya era viejo decía en vituperio suyo Antípatro que a manera de sacrificio consumado no quedaba de él más que la lengua y el vientre, mientras que a la virtud de Foción, que fue puesta a prueba con el tiempo que le cupo, como con un enemigo poderoso y violento, los infortunios de la Grecia la marchitaron y deslucieron en punto a gloria. Pues no se ha de dar crédito a Sófocles, que hace apocada y débil a la virtud en estos versos:

Que de su asiento, oh rey, es conmovida la razón del que en males es probado aunque antes con bríos se mostrase;

y sólo se ha de dar a la fortuna tanto poder sobre los hom bres justos y buenos cuanto baste a esparcir contra ellos calumnias y rumores siniestros, en lugar del honor y agradecimiento que se les debía, con detri-mento del crédito y aprecio de la virtud. II.-

Parecía que los pueblos principalmente habí-

an de mostrarse insolentes contra los buenos cuando están en prosperidad y cuando los engríen sucesos faustos y un gran poder; pero es lo contrario lo que sucede. Porque las desgracias vuelven las costumbres displicen-tes, mal sufridas, y propensas a la ira, y hacen el oído excesivamente delicado y muy dispuesto a irritarse con cualquiera palabra o expresión un poco viva; por la cual disposición el que reprende a los que yerran parece que les echa en cara sus infortunios, y la cla-ridad y la franqueza pasan por desprecio; y así como la miel perjudica a los miembros heridos y llagados, de la misma manera las expresiones verdaderas y ajustadas a razón muerden e irritan a los que están en adversidad, como no sean muy benignas y concilia-doras, que es por lo que el poeta llamó grato al alma lo que es dulce, porque cede a la parte inflamada de ella y no la contraría ni se le opone. Porque también el ojo doliente se complace más con los colores oscuros y que reflejan poco la luz, y se aparta de los que son más claros y envían resplandor. Pues por el mismo término, la república, que por im-prudencia ha caído en una suerte desventu-rada, se pone en cierto estado de delicadeza y de temor para no poder sufrir la verdad dicha a las claras, justamente cuando más la ha menester, porque pueden los yerros llegar a punto que no tenga enmienda. Por lo mismo un gobierno que se halla en esta situación es cosa sumamente expuesta, porque pierde consigo al que le habla según su gusto, pero pierde antes al que no le adula. Por tanto, así como del Sol dicen los matemáticos que no lleva la misma carrera que el cielo, ni tampoco la contraria y enteramente opuesta, sino que usa de una marcha oblicua e inclinada, en virtud de la cual hace un giro lento, flexible y compasado, que da salud a todas las cosas y les hace tomar la temperatura que a cada una conviene, del mismo modo en materia de gobierno la autoridad demasiado ti-rante, que en todo repugna a los gobernados, es cruel y dura; como, por el contrario, arriesgada y puesta en precipicio la que es condescendiente con los que delinquen, que es a lo que los más propenden. Será, por tanto, saludable aquella cuidadosa administración pública que tenga alguna condescendencia con los que obedecen, que haga algo en su obsequio, pero que sepa al mismo tiempo exigir lo que conviene, siendo condu-cida por hombres que por lo común usen de blandura y maña y no quieran llevarlo todo despótica y violentamente. Es, empero, tra-bajoso y difícil en este género de administración mezclar y templar bien la autoridad con la condescendencia, lo que, si se logra, resulta un concierto más exacto y más músico que todos los números y que todas las armonías: el mismo con que se dice gobierna Dios el mundo, no usando nunca de violencia, sino evitando con la razón y la dulzura el que se haga perceptible la necesidad. III.- Lo dicho arriba sucedió a Catón el menor; porque tampoco éste tuvo unas costumbres suaves y gratas a la muchedumbre, ni fue la condescendencia el lado por donde floreció su gobierno, sino que, por usar de su carácter, como si gobernara en la república de Platón, y no en las heces de Rómulo, según expresión de Cicerón, sufrió repulsa en la petición del consulado; en lo que me parece tuvo la suerte de los frutos que vienen fuera de tiempo, pues así como a éstos los vemos y los admirarnos, pero no gozamos de ellos, de la misma manera la vieja usanza de Catón, empleada después de largo tiempo, cuando la conducta de los hombres estaba estragada y las costumbres perdidas, tuvo, sí, gran nombradía y gloria, pero en la práctica no fue de provecho; porque lo grande y profundo de su virtud se medía mal con los tiempos que alcanzó. No estaba su patria próxima a perecer, como lo estaba ya la de Foción, aunque sí se hallaba agitada y conmovida de grandes tempestades, y sólo con echar mano de las velas y los cables al lado de los que eran más poderosos, separado del timón y del gobierno, sostuvo una gran lucha con la fortuna, la que al cabo triunfó y le enseñoreó de la repú-

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