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Amar por señas es una de las comedias de capa y espada de Tirso de Molina, también llamadas comedias palatinas. Se basa en una historia de amor galante entreverada con aventuras, articulada en torno a una trama de comedia de enredo.
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Seitenzahl: 92
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Tirso de Molina
Saga
Amar por señasCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726549300
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Salen don GABRIEL y MONTOYA, de camino
MONTOYA: Echéle las maneotas,
colgué el freno del arzón,
maleta y caparazón,
de la color de tus botas,
yacen --parece epitafio--
entre juncia, espliego y grama,
porque te ministren cama;
mas yo debo ser un zafio,
un...
GABRIEL: Empieza ya.
MONTOYA: ... un pollino,
una mula de alquiler,
pues no merezco saber
la causa de este camino.
¿Qué mosca te dio? No ha una hora
que con la cara serena
triunfando te vi en Lorena;
¿de qué es la murria de agora?
Danzaste a satisfacción
de todo el salón ducal
antenoche, sin igual
Adonis de tal salón.
Cinco premios de la justa
esta tarde te has mamado,
de monsiures envidiado
porque tu cólera adusta
dio con tres patas arriba,
que del campo sastres fueron,
pues que la arena midieron.
¿Qué belleza, por esquiva,
soberbia, qué generosa
presunción, qué tiranía
de voluntades te vía,
que con cara cosquillosa
no te echase bendiciones,
si siempre que las mirabas
desde la tela agarrabas
sus almas por los balcones?
¿Hubo favor de importancia
que el de Orliens no te haya hecho,
de tu valor satisfecho,
hermano del rey de Francia,
y tan tratable contigo
que, desde que nos sacó
de España, te sublimó
a la igualdad de un amigo?
¿Dónde vas, si no has sacado
monja o doncella, no has muerto,
no herido, no has encubierto
ladrones, no te han hallado
moneda falsa, no joya
contrahecha, no papel
de conjuración infiel,
no resistencia?
GABRIEL: Montoya,
ya sabes mi condición:
servir y callar.
MONTOYA: Apelo
sola esta vez.
GABRIEL: ¿Cuándo suelo
tener yo satisfacción
de ti ni de otro criado?
¿Comunico yo secretos
contigo?
MONTOYA: Muchos discretos
a sus ministros han dado
cuenta de cosas más graves,
cuyo consejo remedia
imposibles. ¿Qué comedia
hay, si las de España sabes,
en que el gracioso no tenga
privanza, contra las leyes,
con duques, condes y reyes,
ya venga bien, ya no venga?
¿Qué secreto no le fían?
¿Qué infanta no le da entrada?
¿A qué princesa no agrada?
GABRIEL: Los poetas desvarían
con esas civilidades,
pues, dando a la pluma prisa,
por ocasionar la risa,
no escusan impropiedades.
MONTOYA: Ni hay criado que merezca
con su amo menos que yo.
GABRIEL: Basta; no me enojes.
MONTOYA: No.
GABRIEL: Llámame cuando amanezca,
porque al punto caminemos.
MONTOYA: (¡Qué maldita condición!) Aparte
Allí un gallo motilón
canta maitines; podremos,
si es media noche, dormir
dos o tres horas no más;
quizá en ellas soñarás
que te importa no partir.
Paséome, por guardarte
el sueño, junto al frisón;
maleta y caparazón
desean acomodarte
al pie de aquel chopo viejo.
Duerme, y ¡ojalá, el mi dueño,
mude caprichos tu sueño,
y estimes más mi consejo!
Vase
GABRIEL: Liviana imaginación,
huyendo voy de imposibles;
resistencias invencibles,
apadríneos la razón.
Volved por vos, opinión;
que pretende una beldad,
desluciendo mi lealtad,
enloquecerme y rendiros;
más valen cuerdos retiros
que loca temeridad.
Vi a Beatriz cuando ignoraba
que pudiera darme enojos,
sin que advirtiesen mis ojos
que tan cerca el alma estaba.
Imaginé que feriaba
deleites, a cuyo alarde,
ni pechero ni cobarde,
retirara mi valor;
pero --¡ay cielos!-- que el amor
entra presto y sale tarde.
¡Beatriz, hija y sucesora
del gran duque de Lorena!
¡Carlos de Orliens, cuya pena
le trae a casarse agora,
si pena quien se enamora!
¿Y yo que le sirvo y sigo,
amo a Beatriz, y desdigo
de quien soy? ¡Civil cuidado!
¿Obligaréle crïado?
¿Corresponderéle amigo?
Alto, amor desvanecido,
el más eficaz remedio
será poner tierra en medio,
pues la razón no lo ha sido.
La ausencia engendra el olvido;
de Marte es amor despojos;
la guerra divierte enojos
que amor pudo ocasionar.
Si me perdí por mirar,
yo castigaré los ojos.
Enfrena, Montoya, enfrena;
que no necesito al día,
cuando la luna es mi guía;
lastimada de mi pena,
porque salga de Lorena,
mi resolución apoya.
De los incendios de Troya
huyendo, saco violentos
penates, mis pensamientos.
Sale RICARDO con una maleta debajo del brazo, y se pone delante de don GABRIEL
GABRIEL: ¿Es Montoya?
RICARDO: No es Montoya.
GABRIEL: ¿Quieres algo?
RICARDO: Lo que llevo.
GABRIEL: ¿Qué llevas?
RICARDO: Todos los bienes
que en esta maleta tienes.
Robételos, y me atrevo
a decírtelo.
GABRIEL: ¿Estás loco?
RICARDO: No, pero estoy obligado
a quien esto me ha mandado,
y sé que no te ama poco.
GABRIEL: ¿Qué dices, hombre?
RICARDO: Esto digo.
GABRIEL: ¿Que me robes te mandó
quien bien me quiere?
RICARDO: Y soy yo
de sus desvelos testigo.
GABRIEL: ¿Y gusta que me des cuenta
del hurto que has hecho?
RICARDO: Sí.
GABRIEL: ¿Quién es?
RICARDO: Cerca está de aquí.
GABRIEL: Dime su nombre.
RICARDO: No intenta
que le sepas por ahora.
GABRIEL: ¿No? Pues ¿cuándo?
RICARDO: Más despacio.
GABRIEL: ¿Dónde está?
RICARDO: ¿Ves el palacio
del bosque? Pues en él mora.
GABRIEL: Sepa yo cómo se llama.
RICARDO: Que lo ignores determina.
¿Conoces a la sobrina
de Felipo?
GABRIEL: ¡Hermosa dama!
RICARDO: Pues no es ésa la curiosa
inventora de esta empresa.
¿Sabes quién es la duquesa,
en Lorena, de Joyosa?
GABRIEL: Ésa es madama Clemencia,
de dos hijas la menor
del duque.
RICARDO: Pues no es su amor
quien quiere impedir tu ausencia.
GABRIEL: Pues ¿quién? Que me vuelves loco.
RICARDO: Ya conoces a Beatriz.
GABRIEL: ¿Qué dices? ¡Suerte feliz!
RICARDO: Pues no es aquésa tampoco.
GABRIEL: ¡Oh bárbaro burlador!
¡Viven los cielos...!
RICARDO: Despacio.
En ese hermoso palacio
te tiene una dama amor,
que desea conocerte,
y ver si en España amaste,
por qué ocasión te ausentaste,
y agora intentas volverte.
Dióme para esto la traza
que has visto y ejecuté;
la maleta te robé;
que, a no hacerlo, me amenaza
no menos que en la cabeza;
y harálo; que es poderosa;
sabrá por ella curiosa
tu estado, patria y nobleza;
pues claro está que ha de hallar
papeles que de esta duda
la saquen. De intentos muda,
sin resolverte a ausentar;
que, puesto que este secreto
importa lo que no sabes,
por haber estorbos graves
y serlo tanto el sujeto,
estimarás tu fortuna
cuando conozcas quién es,
porque es una de las tres,
y de las tres no es ninguna.
Vase
GABRIEL: Fuése, y burlóse de mí;
pues para que no le siga,
con disparates me obliga.
O sueño o es frenesí.
Ladrón ingenioso, aguarda.
¿Que ansí un hombre se me atreva?
Seguiréle; que me lleva
las joyas de mi Gerarda.
Vase
MONTOYA: ¡Que me durmiese yo en pie!
¿Hiciera más un lirón?
Pero ¿qué es de mi frisón?
Maniatado le dejé.
¡Oigan esto! ¡Vive Dios,
que se me acoge con él
un hombre! --Cuatrero cruel,
espera, aguarda. --Otros dos
van corriendo uno tras otro.
¡Ay, también falta el cojín!
Trampantojos de Merlín
nos llevan maleta y potro.
La luna me está diciendo
que es mi amo aquel que corre;
si él la maleta socorre,
y yo el caballo defiendo,
¡oh enlunada claraboya!
sacrificaréte un gallo.
Franchote, deja el caballo;
que es pupilo de Montoya.
Quiere entrarse, pero salen dos criados que le cogen por las espaldas
CRIADO 1: Tenga, que hay mucho que hacer.
MONTOYA: ¡Ay, por detrás y conmigo,
¿qué hacen?
CRIADO 2: Punta en boca, digo.
MONTOYA: Señores, no es menester
apuntar bocas; la mano
meta en esa faltriquera
el uno; que yo quisiera
ser un príncipe; no gano
más que una triste ración,
y con ella veinte reales
de salario, aun no cabales,
pues es mi dueño un pelón.
Doce de éstos hallarán
con otra mosca menuda;
quien la maleta nos muda,
si rompe su cordobán,
desembolsará doblones,
que en Francia llaman del sol;
yo soy un pobre español.
CRIADO 2: Acortemos de razones;
que no nos trae su dinero.
Atadle esas manos bien.
Se las atan atrás
MONTOYA: ¿Mi dinero no? Pues ¿quién...?
CRIADO 2: Allá lo sabrá.
MONTOYA: Si muero,
díganme por qué delito.
CRIADO 2: Con el lienzo le vendad
los ojos.
MONTOYA: No hice maldad
por obra ni por escrito.
Si mi dueño derribó
tres monsiures, ¿en qué peca
un lacayo, pica seca,
que en su vida se metió
en justas ni en pecadoras?
Por sólo no tornear,
dejé en un torno de hablar
tres monjísimas señoras.
CRIADO 1: Ande y calle.
MONTOYA: ¿A dónde bueno
o para qué tantas prisas?
CRIADO 1: Diránselo allá.
MONTOYA: ¿De misas?
Luego ¿a réquiem me condeno?
CRIADO 2: En chistando, claro está.
MONTOYA: No muy claro, pues a escuras
me llevan. De estas venturas
la fortuna me dará
infinitas. (Hilo a hilo Aparte
me voy.)
CRIADO 2: Chitón.
MONTOYA: No hablo nada.
(Labrando voy cera hilada; Aparte
pero fáltala el pabilo.)
Vanse. Salen RICARDO con la maleta, huyendo, y don GABRIEL, que le sigue con la espada desnuda
GABRIEL: Hombre ¿estás encantado?
Cuando corro tras ti, por bosque y prado,
sus alas te da el viento;
si te pierdo de vista, a paso lento
me aguardas; y al instante
que pienso que te alcanzo, la inconstante
cometa no te iguala.
Siguiéndote me traes de sala en sala,
después que en esta quinta
entraste, que de Circe hechizos pinta,
sola y deshabitada,
de luces y tapices adornada.
A nadie en ella veo.
O loco estoy o lo que sueño creo.
RICARDO: El orden he cumplido
que me dio quien aquí te ha reducido.
Consulta con tu suerte,
español, el ganarte o el perderte;
porque si eres discreto,
toda tu dicha estriba en tu secreto;
y no te asombres tanto;
que ésta es industria toda, no es encanto;
porque lo que primero
te dije es, español, tan verdadero,
que de las tres madamas
la que examina en ti amorosas llamas
y prueba tu fortuna
es una de las tres y no es ninguna.
Apaga la luz, vase y cierra la puerta
GABRIEL: ¡Espera! Fuese y mató
la luz, cerrando la puerta.
Cuando tanto enigma advierta,
¿podré interpretarle yo?
De tres damas que nombró,
afirma que la una es
quien bien me quiere y, después,
que no es de las tres ninguna:
¿cómo si es de las tres una,
non es ninguna de las tres?
No será Beatriz hermosa,
que ha de casarse mañana
con el de Orliens; no su hermana,