Amar por señas - Tirso de Molina - E-Book

Amar por señas E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

Amar por señas es una de las comedias de capa y espada de Tirso de Molina, también llamadas comedias palatinas. Se basa en una historia de amor galante entreverada con aventuras, articulada en torno a una trama de comedia de enredo.

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Seitenzahl: 92

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Tirso de Molina

Amar por señas

 

Saga

Amar por señasCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726549300

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA:

• BEATRIZ, dama, hija de Felipo• CLEMENCIA, dama, hija de Felipo y duquesa de Joyosa• ARMESINDA, dama-niña, sobrina de Felipo• FELIPO, duque de Lorena• Don GABRIEL Manrique, galán español• CARLOS, galán, duque de Orliens• ENRIQUE• MONTOYA, gracioso• RICARDO• CRIADO 1• CRIADO 2• CRIADO 3• Un PAJE• DAMA

ACTO PRIMERO

Salen don GABRIEL y MONTOYA, de camino

 

MONTOYA: Echéle las maneotas,

colgué el freno del arzón,

maleta y caparazón,

de la color de tus botas,

yacen --parece epitafio--

entre juncia, espliego y grama,

porque te ministren cama;

mas yo debo ser un zafio,

un...

GABRIEL: Empieza ya.

MONTOYA: ... un pollino,

una mula de alquiler,

pues no merezco saber

la causa de este camino.

¿Qué mosca te dio? No ha una hora

que con la cara serena

triunfando te vi en Lorena;

¿de qué es la murria de agora?

Danzaste a satisfacción

de todo el salón ducal

antenoche, sin igual

Adonis de tal salón.

Cinco premios de la justa

esta tarde te has mamado,

de monsiures envidiado

porque tu cólera adusta

dio con tres patas arriba,

que del campo sastres fueron,

pues que la arena midieron.

¿Qué belleza, por esquiva,

soberbia, qué generosa

presunción, qué tiranía

de voluntades te vía,

que con cara cosquillosa

no te echase bendiciones,

si siempre que las mirabas

desde la tela agarrabas

sus almas por los balcones?

¿Hubo favor de importancia

que el de Orliens no te haya hecho,

de tu valor satisfecho,

hermano del rey de Francia,

y tan tratable contigo

que, desde que nos sacó

de España, te sublimó

a la igualdad de un amigo?

¿Dónde vas, si no has sacado

monja o doncella, no has muerto,

no herido, no has encubierto

ladrones, no te han hallado

moneda falsa, no joya

contrahecha, no papel

de conjuración infiel,

no resistencia?

GABRIEL: Montoya,

ya sabes mi condición:

servir y callar.

MONTOYA: Apelo

sola esta vez.

GABRIEL: ¿Cuándo suelo

tener yo satisfacción

de ti ni de otro criado?

¿Comunico yo secretos

contigo?

MONTOYA: Muchos discretos

a sus ministros han dado

cuenta de cosas más graves,

cuyo consejo remedia

imposibles. ¿Qué comedia

hay, si las de España sabes,

en que el gracioso no tenga

privanza, contra las leyes,

con duques, condes y reyes,

ya venga bien, ya no venga?

¿Qué secreto no le fían?

¿Qué infanta no le da entrada?

¿A qué princesa no agrada?

GABRIEL: Los poetas desvarían

con esas civilidades,

pues, dando a la pluma prisa,

por ocasionar la risa,

no escusan impropiedades.

MONTOYA: Ni hay criado que merezca

con su amo menos que yo.

GABRIEL: Basta; no me enojes.

MONTOYA: No.

GABRIEL: Llámame cuando amanezca,

porque al punto caminemos.

MONTOYA: (¡Qué maldita condición!) Aparte

Allí un gallo motilón

canta maitines; podremos,

si es media noche, dormir

dos o tres horas no más;

quizá en ellas soñarás

que te importa no partir.

Paséome, por guardarte

el sueño, junto al frisón;

maleta y caparazón

desean acomodarte

al pie de aquel chopo viejo.

Duerme, y ¡ojalá, el mi dueño,

mude caprichos tu sueño,

y estimes más mi consejo!

 

Vase

 

GABRIEL: Liviana imaginación,

huyendo voy de imposibles;

resistencias invencibles,

apadríneos la razón.

Volved por vos, opinión;

que pretende una beldad,

desluciendo mi lealtad,

enloquecerme y rendiros;

más valen cuerdos retiros

que loca temeridad.

Vi a Beatriz cuando ignoraba

que pudiera darme enojos,

sin que advirtiesen mis ojos

que tan cerca el alma estaba.

Imaginé que feriaba

deleites, a cuyo alarde,

ni pechero ni cobarde,

retirara mi valor;

pero --¡ay cielos!-- que el amor

entra presto y sale tarde.

¡Beatriz, hija y sucesora

del gran duque de Lorena!

¡Carlos de Orliens, cuya pena

le trae a casarse agora,

si pena quien se enamora!

¿Y yo que le sirvo y sigo,

amo a Beatriz, y desdigo

de quien soy? ¡Civil cuidado!

¿Obligaréle crïado?

¿Corresponderéle amigo?

Alto, amor desvanecido,

el más eficaz remedio

será poner tierra en medio,

pues la razón no lo ha sido.

La ausencia engendra el olvido;

de Marte es amor despojos;

la guerra divierte enojos

que amor pudo ocasionar.

Si me perdí por mirar,

yo castigaré los ojos.

Enfrena, Montoya, enfrena;

que no necesito al día,

cuando la luna es mi guía;

lastimada de mi pena,

porque salga de Lorena,

mi resolución apoya.

De los incendios de Troya

huyendo, saco violentos

penates, mis pensamientos.

 

Sale RICARDO con una maleta debajo del brazo, y se pone delante de don GABRIEL

 

GABRIEL: ¿Es Montoya?

RICARDO: No es Montoya.

GABRIEL: ¿Quieres algo?

RICARDO: Lo que llevo.

GABRIEL: ¿Qué llevas?

RICARDO: Todos los bienes

que en esta maleta tienes.

Robételos, y me atrevo

a decírtelo.

GABRIEL: ¿Estás loco?

RICARDO: No, pero estoy obligado

a quien esto me ha mandado,

y sé que no te ama poco.

GABRIEL: ¿Qué dices, hombre?

RICARDO: Esto digo.

GABRIEL: ¿Que me robes te mandó

quien bien me quiere?

RICARDO: Y soy yo

de sus desvelos testigo.

GABRIEL: ¿Y gusta que me des cuenta

del hurto que has hecho?

RICARDO: Sí.

GABRIEL: ¿Quién es?

RICARDO: Cerca está de aquí.

GABRIEL: Dime su nombre.

RICARDO: No intenta

que le sepas por ahora.

GABRIEL: ¿No? Pues ¿cuándo?

RICARDO: Más despacio.

GABRIEL: ¿Dónde está?

RICARDO: ¿Ves el palacio

del bosque? Pues en él mora.

GABRIEL: Sepa yo cómo se llama.

RICARDO: Que lo ignores determina.

¿Conoces a la sobrina

de Felipo?

GABRIEL: ¡Hermosa dama!

RICARDO: Pues no es ésa la curiosa

inventora de esta empresa.

¿Sabes quién es la duquesa,

en Lorena, de Joyosa?

GABRIEL: Ésa es madama Clemencia,

de dos hijas la menor

del duque.

RICARDO: Pues no es su amor

quien quiere impedir tu ausencia.

GABRIEL: Pues ¿quién? Que me vuelves loco.

RICARDO: Ya conoces a Beatriz.

GABRIEL: ¿Qué dices? ¡Suerte feliz!

RICARDO: Pues no es aquésa tampoco.

GABRIEL: ¡Oh bárbaro burlador!

¡Viven los cielos...!

RICARDO: Despacio.

En ese hermoso palacio

te tiene una dama amor,

que desea conocerte,

y ver si en España amaste,

por qué ocasión te ausentaste,

y agora intentas volverte.

Dióme para esto la traza

que has visto y ejecuté;

la maleta te robé;

que, a no hacerlo, me amenaza

no menos que en la cabeza;

y harálo; que es poderosa;

sabrá por ella curiosa

tu estado, patria y nobleza;

pues claro está que ha de hallar

papeles que de esta duda

la saquen. De intentos muda,

sin resolverte a ausentar;

que, puesto que este secreto

importa lo que no sabes,

por haber estorbos graves

y serlo tanto el sujeto,

estimarás tu fortuna

cuando conozcas quién es,

porque es una de las tres,

y de las tres no es ninguna.

 

Vase

 

GABRIEL: Fuése, y burlóse de mí;

pues para que no le siga,

con disparates me obliga.

O sueño o es frenesí.

Ladrón ingenioso, aguarda.

¿Que ansí un hombre se me atreva?

Seguiréle; que me lleva

las joyas de mi Gerarda.

 

Vase

 

MONTOYA: ¡Que me durmiese yo en pie!

¿Hiciera más un lirón?

Pero ¿qué es de mi frisón?

Maniatado le dejé.

¡Oigan esto! ¡Vive Dios,

que se me acoge con él

un hombre! --Cuatrero cruel,

espera, aguarda. --Otros dos

van corriendo uno tras otro.

¡Ay, también falta el cojín!

Trampantojos de Merlín

nos llevan maleta y potro.

La luna me está diciendo

que es mi amo aquel que corre;

si él la maleta socorre,

y yo el caballo defiendo,

¡oh enlunada claraboya!

sacrificaréte un gallo.

Franchote, deja el caballo;

que es pupilo de Montoya.

 

Quiere entrarse, pero salen dos criados que le cogen por las espaldas

 

CRIADO 1: Tenga, que hay mucho que hacer.

MONTOYA: ¡Ay, por detrás y conmigo,

¿qué hacen?

CRIADO 2: Punta en boca, digo.

MONTOYA: Señores, no es menester

apuntar bocas; la mano

meta en esa faltriquera

el uno; que yo quisiera

ser un príncipe; no gano

más que una triste ración,

y con ella veinte reales

de salario, aun no cabales,

pues es mi dueño un pelón.

Doce de éstos hallarán

con otra mosca menuda;

quien la maleta nos muda,

si rompe su cordobán,

desembolsará doblones,

que en Francia llaman del sol;

yo soy un pobre español.

CRIADO 2: Acortemos de razones;

que no nos trae su dinero.

Atadle esas manos bien.

 

Se las atan atrás

 

MONTOYA: ¿Mi dinero no? Pues ¿quién...?

CRIADO 2: Allá lo sabrá.

MONTOYA: Si muero,

díganme por qué delito.

CRIADO 2: Con el lienzo le vendad

los ojos.

MONTOYA: No hice maldad

por obra ni por escrito.

Si mi dueño derribó

tres monsiures, ¿en qué peca

un lacayo, pica seca,

que en su vida se metió

en justas ni en pecadoras?

Por sólo no tornear,

dejé en un torno de hablar

tres monjísimas señoras.

CRIADO 1: Ande y calle.

MONTOYA: ¿A dónde bueno

o para qué tantas prisas?

CRIADO 1: Diránselo allá.

MONTOYA: ¿De misas?

Luego ¿a réquiem me condeno?

CRIADO 2: En chistando, claro está.

MONTOYA: No muy claro, pues a escuras

me llevan. De estas venturas

la fortuna me dará

infinitas. (Hilo a hilo Aparte

me voy.)

CRIADO 2: Chitón.

MONTOYA: No hablo nada.

(Labrando voy cera hilada; Aparte

pero fáltala el pabilo.)

 

Vanse. Salen RICARDO con la maleta, huyendo, y don GABRIEL, que le sigue con la espada desnuda

 

GABRIEL: Hombre ¿estás encantado?

Cuando corro tras ti, por bosque y prado,

sus alas te da el viento;

si te pierdo de vista, a paso lento

me aguardas; y al instante

que pienso que te alcanzo, la inconstante

cometa no te iguala.

Siguiéndote me traes de sala en sala,

después que en esta quinta

entraste, que de Circe hechizos pinta,

sola y deshabitada,

de luces y tapices adornada.

A nadie en ella veo.

O loco estoy o lo que sueño creo.

RICARDO: El orden he cumplido

que me dio quien aquí te ha reducido.

Consulta con tu suerte,

español, el ganarte o el perderte;

porque si eres discreto,

toda tu dicha estriba en tu secreto;

y no te asombres tanto;

que ésta es industria toda, no es encanto;

porque lo que primero

te dije es, español, tan verdadero,

que de las tres madamas

la que examina en ti amorosas llamas

y prueba tu fortuna

es una de las tres y no es ninguna.

 

Apaga la luz, vase y cierra la puerta

 

GABRIEL: ¡Espera! Fuese y mató

la luz, cerrando la puerta.

Cuando tanto enigma advierta,

¿podré interpretarle yo?

De tres damas que nombró,

afirma que la una es

quien bien me quiere y, después,

que no es de las tres ninguna:

¿cómo si es de las tres una,

non es ninguna de las tres?

No será Beatriz hermosa,

que ha de casarse mañana

con el de Orliens; no su hermana,