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En Amor y celos hacen discretos se defiende al Grande Osuna, acusado de crueldad ante el Rey. Tirso de Molina pretendió compensar con esta comedia sus sátiras a los Girones en El castigo del penséque. Tirso es gracias a obras como esta uno de los más destacados continuadores del teatro áureo difundido por Lope de Vega. Su habilidad para mostrar sobre la escena la profundidad psicológica de sus personajes destaca en especial cuando se trata de caracteres femeninos, le singulariza entre todos los dramaturgos del Siglo de Oro. Sus personajes muestran su independencia y manifiestan su desacuerdo con una situación, hasta el punto de poder vengarse ellas mismas, sin la participación del varón. Tirso estudió los asuntos de tradición nacional y se inspiró en la realidad social y religiosa de la época. Así, en Amor y celos hacen discretos habla del libre albedrío, la predestinación y la salvación del alma. Aquí el autor emplea un lenguaje rico, con influencias culteranas, manifiesta un gran sentido de humor y un manejo virtuoso del idioma.
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Seitenzahl: 73
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Tirso de Molina
Amor y celos hacen discretos
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Amor y celos hacen discretos.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-167-8.
ISBN rústica: 978-84-9816-484-8.
ISBN ebook: 978-84-9897-113-2.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 49
Jornada tercera 85
Libros a la carta 121
Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.
Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.
En Amor y celos hacen discretos Tirso defiende al Grande Osuna, acusado de crueldad ante el Rey y pretende compensar con esta comedia sus sátiras a los Girones en El castigo del penséque.
Carlos, gran mariscal
Criados
Don Pedro de Castilla
Margarita, la duquesa de Amalfi
Vitoria, su hermana
Próspero, duque de Capua
Romero
Rugero, duque de Placencia
(Salen Vitoria y don Pedro.)
Pedro Ama el conde en competencia
de Próspero y de Rugero,
duque de Capua el primero
y el segundo de Placencia;
y aunque en Nápoles es Carlos
gran mariscal, como Amor
es cuerdo hijo del Temor,
viendo al rey patronizarlos
intercediendo por ellos
con vuestra hermana, frecuenta
papeles, por cuya cuenta
corre su esperanza en vellos.
Lo que os ama manifiesta
el que os duda merecer.
Uno vuestro llevé ayer,
y ahora vuelvo la respuesta.
Perdonad al mensajero
que obedece a su señor.
Vitoria Sois vos solicitador
eficaz, aunque extranjero
y el conde habrá conocido
el agrado con que leo
las cifras de su deseo,
que han por él intercedido.
Yo os confieso que un papel
bien escrito y estudiado,
ni por oscuro afectado,
ni por prolijo cruel,
es eficaz diligencia
para toda pretensión.
Pedro Si escribió a satisfacción
el conde de vuexcelencia,
vuele ya su amor gigante,
sin que temor le consuma.
Vitoria Es desempeño la pluma
de la lengua en el amante.
Hace poca estimación
de su prenda quien presente
se atreve a ser elocuente
y no muestra turbación;
pues en fe de cuán poco ama,
si es todo amor frenesí,
quien puede estar tanto en sí,
mal podrá estar en su dama.
Mas quien por palabras muda
letras, ya por los poderes
habla en ojos bachilleres
y calla la lengua ruda.
La ausencia puede mostrar
por escrito, si es discreto,
pues no habiéndola, en efeto,
no está el alma en su lugar.
Pedro Vuestra discreción alabe
quien tenga lengua posible,
pues discreta y apacible
juntáis lo tierno a lo grave.
Si el conde os envía dos
mañana, ¿leeréislos?
Vitoria Sí,
como él los escriba así,
y como los traigáis vos.
(Vase don Pedro. Salen la Duquesa y Próspero, en el fondo. Quédase Vitoria, a un lado, leyendo un papel.)
Próspero Faltos están de favor
mis cortos merecimientos
y alienta mis pensamientos
Fernando, el rey mi señor,
que ésta escribe a vuexcelencia,
y en ella sola confía
mi pretensión.
Duquesa Dicha es mía
que para tal competencia
me haya dado el cielo hermana,
de tanto príncipe empleo.
Si ella admite mi deseo
y conoce lo que gana,
señor duque, en estimaros,
sin la recomendación
que trae vuestra pretensión
tendrá ventura en amaros,
reconociéndoos por dueño,
sin que Fernando lo mande;
que es él protector muy grande
para empleo tan pequéño.
Yo, duque, la advertiré
de lo que gana en serviros.
Próspero Ponderadla mis suspiros,
exageradla mi fe,
decid que el alma la adora,
que en ella mi amor se emplea,
y que Capua la desea
por su duquesa y señora.
(Vase Próspero.)
Duquesa (Aparte.) (Si yo a Vitoria quisiera
menos, ya pudiera ser
que como hermana y mujer
envidia a su amor tuviera.
¡Hay tal instancia de amantes!)
Vitoria (Aparte.) (¡Qué buena ponderación!
¡Qué sazonado renglón!)
(Sale Rugero.)
Rugero Aunque haya llegado antes,
duquesa y señora mía,
Próspero recomendado
del rey de quien es privado,
no por eso desconfía
mi pretensión, si es que alcanza,
como es justo, a vuexcelencia;
que la cordura y prudencia
consisten en la tardanza.
El gran duque de Milán
ha tomado por su cuenta
mi amor y ampararle intenta.
¿Quién duda que suplirán
sus favores lo que en mí
falta en méritos? En ésta
mis deseos manifiesta.
(Le da una carta.) ¿Quién dudará que vencí?
Duquesa Fío yo de la cordura
de mi hermana, que sabrá
conocer cuán bien le está
el no perder tal ventura.
Yo, duque, le advertiré
lo que se me encarga aquí.
Rugero Interceded vos por mí,
como ofrecéis, y saldré
del mar de tanto desvelo
al puerto de mi quietud.
Duquesa Veréis mi solicitud
muy presto. Guárdeos el cielo.
(Vase Rugero.)
Duquesa (Aparte.) (Basta, que no hay potentado
en Italia, que no intente,
de mi hermana pretendiente,
juntar al nuestro su estado.
No sé si afirme que tengo
envidia.)
Vitoria (Extraña eficacia
tiene un papel, si con gracia
se escribe. Yo me entretengo
en el presente de suerte,
que a su dueño amo por él.)
Duquesa ¡Vitoria!
Vitoria De este papel
partícipe quiero hacerte,
hermana y señora mía
porque alabes la sazón
de su autor.
Duquesa En ocasión
que por amor o porfía
todos perdidos por ti
buscan reyes valedores
cuyas cartas y favores
vienen a parar en mí,
si con tanta inclinación
su dicha el que ves concierta
y han cerrado ya la puerta
a tu determinación
sus letras, no será justo
alarde de estas hacer;
porque, ¿quién se ha de oponer
contra cohechos del gusto?
Vitoria El mío, como se rige
por el tuyo a quien ha estado
sujeto y subordinado,
alaba, pero no elige;
que no fuera eso pagar
amor que obligarte puede
a que yo tu estado herede,
sino quererte enojar.
No hagas de lo dicho caso;
que si por esto te enojas,
mi inclinación y estas hojas
así se castigan.
(Va a romper la carta.)
Duquesa Paso;
que no lo digo por tanto,
ni como piensas me quejo
que cuando a Amalfi te dejo
y doy a este reino espanto,
no ha de ser con tal pensión
que por voluntad ajena
te desposes, si es que ordena
otra cosa tu opinión.
¿Cuyo es el papel que miras?
Vitoria De cierto conde que ha estado
hasta hoy desacreditado
por envidiosas mentiras.
Duquesa No ha menester quien le apoye
si en ti juntamente ha hallado,
Vitoria, juez y abogado.
Vaya de discreción.
Vitoria Oye.
(Lee.) Compiten, señora mía,
la esperanza y el temor
y entre ellos un ciego amor
confiado, desconfía.
Polos de su monarquía
son el uno y otro extremo
y yo, que esperando, temo
efectos de desvaríos,
amorosos calosfríos
sufro, pues me hielo y quemo.
La esperanza, que por dueño
os adora, en rostro grave
vislumbres ve de suave
y anímase en lo risueño.
Amor con mayor empeño,
ni cobarde ni atrevido,
duda de verse admitido,
espera verse premiado,
recela lo autorizado,
y emprende lo apercebido.
Duquesa ¿Esto es lo tan ponderado,
sutil y bien entendido?
Vitoria ¿Luego no te ha parecido
discreto y bien sazonado?
Duquesa No, por cierto, mas allana
los comunes pensamientos
de tus encarnizamientos
harto indignos.
Vitoria ¡Ay hermana!
No digas tal por tu vida,
que traes crítico el humor.
Duquesa Poco debe al borrador
pluma tan bien entendida.
Lo que no se dificulta,
ninguna estima merece.
¡Bajo estilo!
Vitoria Bien parece
que tienes el alma culta.
¿Quisieras tú que empezara
como otro que me escribió:
«El cielo hiperbolizó
amagos de su luz clara
en vuestros, de mi amor, ojos,
animado Sol el uno,
norte el otro a quien Neptuno
zafireos rindió despojos»?
Rasguélo en llegando aquí,
viendo tan desatinados
atributos estudiados
y airada le respondí:
«La metáfora que arroja
causa a mis ojos querella,