Averígüelo Vargas - Tirso de Molina - E-Book

Averígüelo Vargas E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

La expresión «Averígüelo Vargas» se utiliza para dar a entender la suprema dificultad de averiguar, de conocer la explicación o los motivos de algo. Su origen proviene de que la reina Isabel la Católica escribía esta frase en los informes refiriéndose a su alcalde don Francisco de Vargas Mejía. Con esta frase como telón de fondo, Tirso de Molina construye una historia ambientada en un mundo cortesano. Averígüelo Vargas es una historia teatral con trasfondo histórico, en este caso la historia de Francisco Vargas. Francisco de Vargas era un personaje muy famoso en la corte de los Reyes Católicos. Era el encargado de enterarse e informar a la reina Isabel de todo lo que sucedía en la corte. También de las quejas o pretensiones de los cortesanos. Tan eficaz era don Francisco de Vargas Mejía en investigar lo que se le ordenaba, que la reina Isabel y el monarca Felipe II terminaron por convertir el encargo que siempre le hacían en una rúbrica: «Averígüelo Vargas», sinónimo de cúmplase.

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Seitenzahl: 97

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Tirso de Molina

Averígüelo Vargas

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Averígüelo Vargas.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard

ISBN tapa dura: 978-84-9897-294-8.

ISBN rústica: 978-84-9816-485-5.

ISBN ebook: 978-84-9897-129-3.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 63

Jornada tercera 113

Libros a la carta 159

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

Personajes

Acompañamiento

Acuña, caballero

Caballeros

Cabello, pastor

Criados

Don Alfonso de Abrantes, [el gran prior]

Don Dionís, caballero

Don Duarte, caballero

Don Egas, caballero

Don Nuño, caballero

Don Pedro, infante

Doña Felipa, infanta

Doña Inés, dama

Niño rey don Alfonso V, rey de Portugal

Ramiro

Sancha

Tabaco, lacayo

Un Paje

Jornada primera

(Por un lado don Alfonso [de Abrantes], Sancha y Ramiro. Por otro don Pedro, doña Felipa, doña Inés, y acompañamiento, en traje de camino.)

Alfonso Vuestra alteza, gran señor,

sea mil veces bien venido

a esta casa.

Pedro ¡Oh gran prior,

levantaos! Que ya lo he sido,

pues sale vuestro valor

a recebirme hasta aquí.

Levantaos, no estéis ansí;

cubrid la noble cabeza.

Alfonso Déme los pies vuestra alteza.

Felipa Los brazos primero os di,

gran don Alfonso de Abrantes;

que los merecéis mejor.

Alfonso Si con premios semejantes

vuestra grandeza y valor

hace méritos gigantes

que han sido hasta aquí pigmeos,

alentará mis deseos

de modo que mi vejez

vuelva a su abril otra vez,

rica con tantos trofeos.

Felipa Como a mi pariente os trato

y como a prior de Ocrato,

gloria de la cruz de Rodas,

luz de las hazañas todas.

Alfonso Si no corta el tiempo ingrato

el hilo a mis pensamientos,

pagarán este favor

—aunque mis merecimientos

no igualen a su valor—

nobles agradecimientos

de un pecho por vos honrado.

Pero no me había acordado

de daros el parabién

del cargo, señor, que ven

estos reinos empleado

tan bien en vos. Largos años

gobernéis esta corona,

porque restauréis los daños

que la desdicha pregona

de sucesos tan extraños.

Que si quedó Portugal

y su corona real

huérfana y llena de luto,

cogiendo violento el fruto

el tirano universal

de nuestro rey malogrado,

porque quede consolado

y el llanto pueda enjugar,

vos quedáis en su lugar

para gobernar su estado;

pues muerto el rey don Duarte,

señor nuestro y vuestro hermano,

nadie llenará esta parte

sino el valor soberano

que en vos el cielo reparte;

y el niño rey, que ya está

en vuestra ilustre tutela,

en vos, gran señor, tendrá

una general escuela

en quien acrecentará

el valor que conjeturo;

pues porque viva seguro

con el valor que merece,

venís a ser, mientras crece,

él la hiedra y vos el muro.

Pedro Vos sois toda la lealtad

de estos reinos, gran prior.

Alfonso Beso estos pies.

Pedro Levantad.

[Aparte Sancha y Ramiro.]

Sancha (¡Ramiro, gran mirador

estáis! Llegaos más, llegad;

que no os huele mal la moza.

El no sé qué que os retoza

en el alma, he visto ya.

¡Fuego en quien crédito os da,

y vuestras lisonjas goza!

Pegaos otro poco a ella.)

Ramiro (Sancha, empieza ya.)

Sancha (Mi llanto.

A fe que os parece bella.)

Ramiro (¿A mí?)

Sancha (¿No? A vos. Haceos santo;

que a fe que babeáis por ella.)

Felipa ¿Cómo se llama esta tierra?

Ramiro Momblanco, y aunque en la sierra,

fértil de pan.

(Apártase Sancha con Ramiro.)

Sancha Mas ¡qué agudo

vais a responder! ¡Picudo,

el cuidado os hace guerra!

Ramiro ¿Quieres callar?

Sancha ¿Queréis vos

callar y no responder?

Ramiro Importuna estás, por Dios.

Si pregunta una mujer

tan noble...

Sancha ¿No hay aquí dos

que os saquen de ese cuidado?

¿O tenéis vos arrendado

el responder? ¡Ah, hi de puza!

A fe que amor os rempuza.

Ramiro ¡En linda locura has dado!

Sancha Pues ¿no es verdad?

Ramiro No es verdad.

Sancha Luego ¿la engorgollotada

no os hace en la voluntad

borbollitos?

Ramiro ¡Qué cansada!

Sancha ¿Ya os canso? Pues descansad;

que yo lloraré entre tanto.

Ramiro De mi paciencia me espanto.

Felipa ¿De qué llora esa pastora?

¿Qué tiene?

Sancha Aquí nadie llora.

Felipa ¿No he visto yo vuestro llanto?

Sancha No es de pena.

Felipa Pues ¿de qué?

Sancha De picar una cebolla

para una ensalada fue,

que es postillón de la olla.

Felipa ¿Pica mucho?

Sancha ¿No lo ve?

Felipa Hermosos ojos tenéis.

¿Y ha mucho...?

Sancha Bien poco ha

que me hace llorar cual veis.

Felipa ¿Luego aun pica?

Sancha Y picará

hasta que de aquí piquéis.

Ramiro (Sancha, tú me has de obligar

a irme de este lugar,

si no callas.)

Sancha (Haréis bien.)

Pedro Hay cortes en Santarén;

que como murió en Tomar

el rey mi hermano y señor,

y se quiere ir a Castilla

la reina doña Leonor,

sin que puedan persuadilla

mis ruegos, lealtad y amor

a que gobierne este estado,

como lo dejó mandado

el rey en su testamento,

llevando al cabo su intento,

en Santarén he llamado

a cortes, con intención

de que apruebe el rey en ellas

aquesta renunciación.

Alfonso Habrá oído las querellas

de algunos grandes que son

de diverso parecer,

y no dejan de tener

razón; que parece mal

que gobierne a Portugal

y se iguale una mujer

con vos, de cuya prudencia

y valor tiene experiencia

el estado lusitano.

Pedro Mandólo ansí el rey mi hermano,

que la amó por excelencia.

Alfonso Gobernadores extraños

en un reino es desatino

de que proceden mil daños.

Pedro Mientras el rey mi sobrino,

que tiene solos diez años,

crece, pues doña Leonor

da en partirse, gran prior,

su tutela aceptaré

y el gobierno, porque esté

libre el reino del temor

en que las alteraciones

de dañadas intenciones

ponen su lealtad y ley,

cuando, por ser niño el rey,

anda la fe en opiniones.

(A Ramiro.)

Sancha (No la tienes de mirar.)

Felipa ¿Cuánto hay de aquí a Santarén?

Ramiro Diez leguas suelen contar.

Sancha (¡Qué presto fuiste...!)

Ramiro (Hago bien.)

Sancha (Todo es por darme pesar.

Pues, ¡para ésta...!)

Felipa ¿Hay mucha caza

por este monte?

Ramiro Es de traza

que ella misma nos provoca

entre los pies.

Sancha Hay tan poca

que es necio quien se embaraza

en buscalla; no hay mentir.

Ramiro (Sancha, ¿queréisme dejar?)

Sancha (Hete de contradecir

en todo.)

Felipa ¿A quién he de dar

crédito?

Ramiro No he de fingir

contigo yo; esta rapaza

¿qué puede saber de caza?

Sancha (Lo que basta para ver

el alma presa en poder

de quien mi muerte amenaza.)

Inés Apacible recreación

tiene el gran prior aquí.

Felipa ¡Qué buenos palacios son

aquestos!

Ramiro Señora, sí;

que cuando la inclinación

se iguala con el poder,

suele la vejez hacer

edificios que compiten

con el Sol, que otros habiten.

Felipa Éste debe de tener

hermosas piezas.

Ramiro Cien salas

le adornan.

Sancha ¡Ay, qué mentira!

¿Ciento? Veinte, y ésas malas,

porque es para quien le mira

como vos en esas galas,

afeitada por defuera;

mas si dentro considera

lo que es, porque se reporte,

dirá que es dama de corte.

Felipa Y vos, niña bachillera.

Sancha Debí de nacer habrando,

porque es mi padre el barbero.

Inés ¿Y habla mucho?

Sancha Trasquilando,

no cesa; que es el primero

de los de «hágala callando».

Ramiro (¡Sancha!)

Sancha (Aquí lo pagarás

con pan y agraz.)

Ramiro (Si me das

ocasión, y más me agravia

tu necedad...)

Sancha (¿Rabias? Rabia,

pues yo rabio.)

Ramiro (Loca estás.)

Pedro Por dos cosas, gran prior,

he pasado por aquí.

La reina doña Leonor

parte a Castilla, y ansí

quiero que vuestro valor

la acompañe; aquésta es

la una.

Alfonso Beso tus pies

por merced tan singular.

Pedro En la villa de Tomar

está, juzgando, después

que murió el rey don Duarte,

los días que no se parte

por siglos largos, y importa,

pues es la jornada corta,

que sea luego.

Alfonso El agradarte

tengo por ley; luego al punto

me partiré.

Pedro También vengo

a cumplir del rey difunto

una obligación que tengo,

por ser de su amor trasunto.

El mismo día que murió,

el amor me declaró

que en el abril de su edad

tuvo aquí a cierta beldad,

cuyo nombre me encubrió,

diciéndome solo el fruto

de dos hijos, con que amor

dio a su esperanza tributo,

y de quien vuestro valor

es encubridor astuto.

Deséolos conocer

si están en vuestro poder,

porque quedan a mi cargo.

Alfonso De daros gusto me encargo.

Presto en ellos podréis ver

dos Apolos de quien soy

viejo y venturoso Admeto,

y con quien alegre estoy;

que por guardar el secreto

que el rey me mandó, hasta hoy,

disfrazados de pastores,

dan a estos valles amores,

gloria a su padre real,

y esperanza a Portugal

de otras hazañas mayores.

Pedro Que me los mostréis aguardo.

Alfonso Pues mirad aquel mancebo,

gran señor, que al gabán pardo

da, aunque tosco, valor nuevo.

Pedro No he visto hombre más gallardo.

Alfonso Testigos son estos robles

de que las arrugas dobles

del novillo más cerril

a su esfuerzo varonil

han dado despojos nobles.

Ya se ha visto entre sus brazos

rendir el oso fornido

la vida, hecho mil pedazos,

y hacer lo que no han podido

venablos, trampas ni lazos.

Pedro Tras él se me van los ojos.

Alfonso Pues si a quien de mis enojos

es consuelo ver queréis,

porque desde hoy no envidiéis

del Sol los cabellos rojos,

mirad en la tierna edad

de aquella niña discreta

la peregrina beldad

en cifra, porque os prometa

milagros su habilidad.

Pedro ¡Bella rapaza! ¿Y qué años

tiene?

Alfonso Trece, aunque en engaños

vence su aguda niñez

la más astuta vejez.

Hay de ella cuentos extraños

en esta sierra.

Pedro ¿Y qué nombre

tiene?

Alfonso Sancha, y él Ramiro.

Pedro ¡Bella mujer y bello hombre!

Pintado en sus caras miro

su padre. ¡Qué gentil hombre

mancebo!

Alfonso Aun entre sayal

descubre la sangre real

de su belicoso padre.

Pedro Y la de su noble madre,

que por ser tan principal,

según mi hermano me dijo,

su nombre encubre.

Alfonso Colijo

que por bien empleada diera

cualquier liviandad, si viera,

señor, tal hija y tal hijo.

Con la infanta mi señora,

y hija vuestra, están hablando.

Pedro Su presencia me enamora;

lo que están los dos tratando

quiero escuchar.

(Acércase a ellas.)

Ramiro Yo, señora,

conozco de mis intentos

que a vender merecimientos

el mundo, el alma llegara

y infinitos la comprara,

si a trueco de pensamientos

me los diera.

Sancha Y yo también

sé que de saber me pesa

lo que sé, por saber quien

sabe que sé, en esta empresa,

que no sois hombre de bien.