Cómo han de ser los amigos - Tirso de Molina - E-Book

Cómo han de ser los amigos E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

Cómo han de ser los amigos es una de las comedias de capa y espada de Tirso de Molina, también llamadas comedias palatinas. Se basa en una historia de amor galante entreverada con aventuras, articulada en torno a una trama de comedia de enredo.

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Seitenzahl: 86

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Tirso de Molina

Cómo han de ser los amigos

 

Saga

Cómo han de ser los amigosCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726549232

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Personas que hablan en ella:

El conde de Fox don GASTÓNDon MANRIQUE de LaraTAMAYO, lacayoEl DUQUE, viejo padre de doña Armesinda y doña ViolanteDon RAMÓN, el conde de TolosaTIBALDO, caballeroRENATO, caballeroDoña ARMESINDADoña VIOLANTE, su hermana.El REY de AragónDos SOLDADOSEl rey de NAVARRAUn CRIADOROSELA, criadaEl rey de CASTILLA don Alonso, el octavo

JORNADA PRIMERA

Salen don GASTÓN, conde de Fox, leyendo unacarta, y don MANRIQUE de Lara, de camino

 

GASTÓN:  "En fin, han levantado los ricos

hombres y Grandes de Castilla por rey

a don Alonso octavo, y han podido tanto

con él las persuasiones de Fernán Ruiz

de Castro y de don Lope Díaz de Haro,

Señor de Vizcaya que, prendiendo a la

reina, su madre, ha desterrado de sus

reinos al conde don Pedro de Lara, el

mayor señor de ellos a quien por el

deudo y amistad que conmigo tiene he

favorecido y dado tierras en mi condado

de Urgel. Su hijo don Manrique, por sus

hazañas llamado el Torneador,

desnaturalizándose de toda España, se va

a favorecer de vuestra excelencia, por

la amistad que la casa de Fox ha tenido

siempre con la de Lara. La fama de sus

hazañas corresponde con su persona, a

cuya vista me remito, satisfecho que será

estimado como el valor de su sangre merece.

El cielo guarde el estado y vida de

vuestra excelencia, como deseo y ese

Condado de Fox ha menester. De Urgel,

y Julio 8 de 1126 años. Jaime, conde de

Urgel."

¡Válgame el cielo! ¿En mi casa

tengo al Conde don Manrique?

Su dicha el alma publique,

pues tan adelante pasa.

Desde hoy, famoso español,

conociendo la ganancia

que ha de tener con vos Francia,

envidia me tendrá el Sol;

pues yo sé de él que se honrara

la luz de su cuarta esfera,

si por su huésped tuviera

a don Manrique de Lara.

Mas, pues yo solo merezco

la honra que me habéis dado,

la vida, hacienda y estado

con los brazos os ofrezco.

MANRIQUE: Esos estimo de modo,

que el pecho que los recibe

se honrará en ver que en vos vive

el valor de Francia todo

con ellos; y si hasta aquí

contra la Fortuna airada

de mi desdicha pasada

quejas inútiles di,

ya, famoso don Gastón,

sus rigores agradezco,

pues que por ellos merezco

veros en esta ocasión.

Pues si cuanto había perdido

en vuestra amistad he hallado,

si no fuera desdichado,

desdichado hubiera sido,

perdiendo el no conoceros.

GASTÓN: Ya yo se que en cortesía

vencéis, coi-no en valentía

a los demás caballeros;

y que en fe de que eso es llano,

si os llama vuestro valor

don Manrique el Torneador,

don Manrique el Castellano

los demás también os nombran;

pues porque todos os sigan,

vuestras razones obligan,

y vuestros hechos asombran.

Cesen encarecimientos,

que jamás la voluntad

gastó en la firme amistad

palabras ni cumplimientos,

y dadme despacio cuenta

de vuestra trágica historia.

MANRIQUE: Aunque me dé su memoria,

pena, serviros intenta

el alma. Y porque las leyes

cumpla de esta obligación,

oíd; sabréis lo que son

las privanzas de los reyes.

Después que el célebre Alfonso

de Aragón y de Navarra

se hizo rey en Castilla

y emperador en España,

dio libelo de repudio

a la reina doña Urraca,

por ser parientes los dos,

si es que fue aquesta la causa.

Reinó en Castilla y León,

como reina propietaria,

algunos tiempos en paz,

mediante el consejo y canas

del conde don Pedro Anzures,

cuya prudencia y hazañas

darán en Valladolid

eterno nombre a su fama.

Mas muerto el conde, y sintiendo

las condiciones voltarias

de algunos grandes del reino

que una mujer sola y flaca

los gobernase, usurparon

por el rigor de las armas

las más importantes fuerzas

que las dos Castillas guardan.

Quiso acudir al remedio;

y ansí a don Pedro de Lara,

mi padre, manda que ponga

freno a su ambición tirana.

Hízolo, aunque con peligro,

sin que las fuerzas contrarias

de los rebeldes le hiciesen

volver al Temor la cara.

Puso freno a su soberbia,

venciendo en una batalla

a don Fernán Ruiz de Castro,

con el señor de Vizcaya,

don Lope de Haro y quedó

con aquesto respetada

doña Urraca, y reprimidas

sus inquietas arrogancias

Obligó tanto a la reina,

que pasando su privanza

de vasallo, a ser señor,

quiso ilustrar nuestra casa,

y hacerle rey de Castilla,

dándole mano y palabra

de esposa. ¿Veis qué ocasión,

si supiéramos gozalla?

Hubiera llegado a efecto,

si en secreto ejecutara

los intentos de la reina,

mi padre; mas su desgracia

y cortedad difirieron

nuestras dichas y esperanzas,

hasta que de estos sucesos

voló la parlera Fama.

Alborotáronse todos,

y puesta Castilla en armas,

a don Alfonso, el infante,

que en Galicia se crïaba,

trujeron hasta Toledo;

y aunque en la edad tan temprana,

que los siete años cumplía,

por él pendones levantan,

y por rey todos le juran,

haciendo que a doña Urraca,

su madre ponga en prisión.

Llegó luego la privanza

de don Fernán Ruiz de Castro

a tanto, que por su causa

quitó el rey las fortalezas

y lugares de importancia

a mi padre; como fueron

Montes de Oca, Villafranca,

Villorado, Navarrete,

a Castrojeriz, a Anaya,

a Nájera, y otros pueblos

que ganaron las hazañas

de nuestros progenitores;

no parando su venganza

hasta echarle de Castilla,

desterrado. Huyó a Navarra,

y parando en Cataluña,

como pariente, le ampara

don Jaime, su primo, conde

de Urgel, Manresa y Cerdania,

hasta que torne a dar vuelta

el tiempo y fortuna varia.

No pudo mi inclinación

de que viéndome en España,

sufriese el ver mis contrarios

sobre las sublimes alas

de la privanza y favor

del rey; y por ganar fama

fuera de mi patria y tierra,

--madre un tiempo, y ya madrastra--

vengo, valeroso conde,

aquí, donde mis desgracias,

pues os conozco por ellas,

daré por bien empleadas.

GASTÓN: Aunque cual propias las siento,

no sé si el contento iguala

de teneros en mi tierra

a la pena que me causan.

Pero si ajenas desdichas

las propias dicen que ablandan,

y pueden mejor llevarse

las penas comunicadas,

algún tanto me consuelo

por poner freno a mis ansias

con vuestros males a medias.

¡Ay, don Manrique de Lara!

Grandes vaivenes han puesto

vuestra quietud en balanzas,

pero puede resistirlas

el valor que os acompaña.

Mas si rigores de celos

arrimaron sus escalas

la noche de la sospecha

a los muros de vuestra alma,

juzgad si serán mayores

tormentos sin esperanza

de remedio, siendo amor

quien me destruye y los causa.

Vi--nunca viera--en Narbona

la hermosura soberana

de Armesinda, hija del duque,

ignorando que se entrara

al alma, amor, por los ojos.

Pero ¡qué necia ignorancia

sabiendo que son Sinones

que meten el griego en casa!

Adoré su simulacro,

quemando sobre las aras

de su memoria, deseos,

aromas que en humo pasan.

Quise decirla mis penas,

mas faltáronme palabras.

¡Ved cuán avaro es Amor,

que aun el aire da por tasa!

Busqué medios pregoneros,

que son lenguas de quien ama;

rondé, serví, paseé,

de libreas rompí galas.

Entendióme, mas no pudo

o no quiso dar entrada

a imposibles pensamientos

y a inútiles esperanzas.

Bien digo, inútiles, pues

su padre, el duque, la casa

con don Ramón de Tolosa,

aunque dicen que forzada

la libertad de Armesinda.

Y si esto es ansí, ¡mal hayan

leyes, que la voluntad

siendo libre, hacen esclava!

Vi concertarse las bodas,

y llena de luto el alma,

a Fox me vine a morir,

guardando para mañana

las obsequias de mi muerte,

si mi persona no basta

a divertir la memoria

que en vivos celos me abrasa.

MANRIQUE: Conde, imposibles de amor,

con ser imposibles, hallan

en los peligros, remedio,

y ventura en las desgracias.

No dejes de ir a Narbona,

que si aborrece tu dama

fuerzas de amor como es justo,

el cielo nos dará traza

como, aunque al conde matemos,

las hojas marchitas nazcan

de esa tu esperanza seca.

GASTÓN: ¡Oh, ilustre valor de España!

con remedios imposibles

casi las heridas sanas

que me atormentan. Mas, vamos

que ya me promete el alma

por tu ocasión nueva dicha.

Mantenedor es mañana

de un torneo, el de Tolosa.

MANRIQUE: Pues, Conde amigo, ¿que aguardas?

Entre todas mis desdichas

es la mayor que no hay armas

que hasta agora hayan sufrido

dos encuentros de mi lanza.

Entremos de aventureros;

verás caer la arrogancia

del de Tolosa a tus pies.

GASTÓN: Más prometen sus hazañas.

 

Sale TAMAYO, lacayo, con un harnero

 

TAMAYO: El caballo lo hizo bien,

y quien lo contrario siente,

si es rasca frisones, miente,

y si es lacayo, también

MANRIQUE: ¿Qué es esto? ¡Ah, loco!

¡El ruin!

¡Ah, Tamayo! ¡Ah, majadero!

TAMAYO: Y pregúntele al harnero,

si era más que un celemín

y si me le dio por tasa.

Basta decirlo Tamayo,

español protolacayo.

MANRIQUE: ¿Piensas que estás en tu casa?

Calla, o vete noramala.

TAMAYO: Para quien me escucha soy

hombre que mi razón doy.

MANRIQUE: ¡Necio! Salte de la sala;

vete a la caballeriza,

que está aquí el conde de Fox,

don Gastón.

TAMAYO: ¿Aquí está, ox?

Cuando el hombre se encarniza

es caballo desbocado.

Vuestra Excelencia me dé

los brazos, la mano, el pie,

que le soy aficionado,

a fe de quien soy.

MANRIQUE: ¡Ah, necio!

TAMAYO: Y si fuere menester

le haré cualquiera placer,

porque de hacerlos me precio.

GASTÓN: ¿Quién es este?

MANRIQUE: Es mi lacayo,

y tiene siempre este humor.

GASTÓN: No es por agüero peor.

¿Cómo te llamas?

TAMAYO: Tamayo;

porque Mayo enamorado,

a lo que dicen, de mí,

el mismo mes que nací

estuvo determinado

de robarme; y para aquesto,

sin advertir que lo veía

mi padre, me metió un día

entre las flores de un cesto;

mas llegando como un rayo

mi airado padre, le dijo,

"¡Ta! ¡Mayo! dejad mi hijo.

Y así me llamo Tamayo.

GASTÓN: Buen gusto tiene.

MANRIQUE: Extremado.

Mas lo que tiene mejor

es, conde, la ley mayor

que tuvo a señor, crïado.

GASTÓN: No es poco eso. Pues, Tamayo,