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Amar por señas. Tirso de Molina Fragmento de la obra Jornada primera (Salen don Gabriel y Montoya, de camino.) Montoya: Echéle las maneotas, colgué el freno del arzón, maleta y caparazón, de la color de tus botas, yacen —parece epitafio— entre juncia, espliego y grama, porque te ministren cama; mas yo debo ser un zafio, un… Gabriel: Empieza ya. Montoya: … un pollino, una mula de alquiler, pues no merezco saber la causa de este camino. ¿Qué mosca te dio? No ha una hora que con la cara serena triunfando te vi en Lorena; ¿de qué es la murria de agora? Danzaste a satisfacción de todo el salón ducal antenoche, sin igual Adonis de tal salón. Cinco premios de la justa esta tarde te has mamado, de monsiures envidiado porque tu cólera adusta dio con tres patas arriba, que del campo sastres fueron, pues que la arena midieron.
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Seitenzahl: 96
Veröffentlichungsjahr: 2019
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Tirso de Molina
Amar por señas
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Amar por señas.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9897-276-4.
ISBN rústica: 978-84-9816-482-4.
ISBN ebook: 978-84-9897-107-1.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 55
Jornada tercera 95
Libros a la carta 149
Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.
Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.
Beatriz, dama, hija de Felipo
Clemencia, dama, hija de Felipo y duquesa de Joyosa
Armensinda, dama-niña, sobrina de Felipo
Felipo, duque de Lorena
Don Gabriel Manrique, galán español
Carlos, galán, duque de Orliens
Enrique
Montoya, gracioso
Ricardo
Criado I
Criado II
Criado III
Un Paje
Dama
(Salen don Gabriel y Montoya, de camino.)
Montoya Echéle las maneotas,
colgué el freno del arzón,
maleta y caparazón,
de la color de tus botas,
yacen —parece epitafio—
entre juncia, espliego y grama,
porque te ministren cama;
mas yo debo ser un zafio,
un...
Gabriel Empieza ya.
Montoya ... un pollino,
una mula de alquiler,
pues no merezco saber
la causa de este camino.
¿Qué mosca te dio? No ha una hora
que con la cara serena
triunfando te vi en Lorena;
¿de qué es la murria de agora?
Danzaste a satisfacción
de todo el salón ducal
antenoche, sin igual
Adonis de tal salón.
Cinco premios de la justa
esta tarde te has mamado,
de monsiures envidiado
porque tu cólera adusta
dio con tres patas arriba,
que del campo sastres fueron,
pues que la arena midieron.
¿Qué belleza, por esquiva,
soberbia, qué generosa
presunción, qué tiranía
de voluntades te vía,
que con cara cosquillosa
no te echase bendiciones,
si siempre que las mirabas
desde la tela agarrabas
sus almas por los balcones?
¿Hubo favor de importancia
que el de Orliens no te haya hecho,
de tu valor satisfecho,
hermano del rey de Francia,
y tan tratable contigo
que, desde que nos sacó
de España, te sublimó
a la igualdad de un amigo?
¿Dónde vas, si no has sacado
monja o doncella, no has muerto,
no herido, no has encubierto
ladrones, no te han hallado
moneda falsa, no joya
contrahecha, no papel
de conjuración infiel,
no resistencia?
Gabriel Montoya,
ya sabes mi condición:
servir y callar.
Montoya Apelo
sola esta vez.
Gabriel ¿Cuándo suelo
tener yo satisfacción
de ti ni de otro criado?
¿Comunico yo secretos
contigo?
Montoya Muchos discretos
a sus ministros han dado
cuenta de cosas más graves,
cuyo consejo remedia
imposibles. ¿Qué comedia
hay, si las de España sabes,
en que el gracioso no tenga
privanza, contra las leyes,
con duques, condes y reyes,
ya venga bien, ya no venga?
¿Qué secreto no le fían?
¿Qué infanta no le da entrada?
¿A qué princesa no agrada?
Gabriel Los poetas desvarían
con esas civilidades,
pues, dando a la pluma prisa,
por ocasionar la risa,
no excusan impropiedades.
Montoya Ni hay criado que merezca
con su amo menos que yo.
Gabriel Basta; no me enojes.
Montoya No.
Gabriel Llámame cuando amanezca,
porque al punto caminemos.
Montoya (Aparte.) (¡Qué maldita condición!)
Allí un gallo motilón
canta maitines; podremos,
si es media noche, dormir
dos o tres horas no más;
quizá en ellas soñarás
que te importa no partir.
Paséome, por guardarte
el sueño, junto al frisón;
maleta y caparazón
desean acomodarte
al pie de aquel chopo viejo.
Duerme, y ¡ojalá, el mi dueño,
mude caprichos tu sueño,
y estimes más mi consejo!
(Vase.)
Gabriel Liviana imaginación,
huyendo voy de imposibles;
resistencias invencibles,
apadríneos la razón.
Volved por vos, opinión;
que pretende una beldad,
desluciendo mi lealtad,
enloquecerme y rendiros;
más valen cuerdos retiros
que loca temeridad.
Vi a Beatriz cuando ignoraba
que pudiera darme enojos,
sin que advirtiesen mis ojos
que tan cerca el alma estaba.
Imaginé que feriaba
deleites, a cuyo alarde,
ni pechero ni cobarde,
retirara mi valor;
pero —¡ay cielos!— que el amor
entra presto y sale tarde.
¡Beatriz, hija y sucesora
del gran duque de Lorena!
¡Carlos de Orliens, cuya pena
le trae a casarse agora,
si pena quien se enamora!
¿Y yo que le sirvo y sigo,
amo a Beatriz, y desdigo
de quien soy? ¡Civil cuidado!
¿Obligaréle criado?
¿Corresponderéle amigo?
Alto, amor desvanecido,
el más eficaz remedio
será poner tierra en medio,
pues la razón no lo ha sido.
La ausencia engendra el olvido;
de Marte es amor despojos;
la guerra divierte enojos
que amor pudo ocasionar.
Si me perdí por mirar,
yo castigaré los ojos.
Enfrena, Montoya, enfrena;
que no necesito al día,
cuando la Luna es mi guía;
lastimada de mi pena,
porque salga de Lorena,
mi resolución apoya.
De los incendios de Troya
huyendo, saco violentos
penates, mis pensamientos.
(Sale Ricardo con una maleta debajo del brazo, y se pone delante de don Gabriel.)
Gabriel ¿Es Montoya?
Ricardo No es Montoya.
Gabriel ¿Quieres algo?
Ricardo Lo que llevo.
Gabriel ¿Qué llevas?
Ricardo Todos los bienes
que en esta maleta tienes.
Robételos, y me atrevo
a decírtelo.
Gabriel ¿Estás loco?
Ricardo No, pero estoy obligado
a quien esto me ha mandado,
y sé que no te ama poco.
Gabriel ¿Qué dices, hombre?
Ricardo Esto digo.
Gabriel ¿Que me robes te mandó
quien bien me quiere?
Ricardo Y soy yo
de sus desvelos testigo.
Gabriel ¿Y gusta que me des cuenta
del hurto que has hecho?
Ricardo Sí.
Gabriel ¿Quién es?
Ricardo Cerca está de aquí.
Gabriel Dime su nombre.
Ricardo No intenta
que le sepas por ahora.
Gabriel ¿No? Pues ¿cuándo?
Ricardo Más despacio.
Gabriel ¿Dónde está?
Ricardo ¿Ves el palacio
del bosque? Pues en él mora.
Gabriel Sepa yo cómo se llama.
Ricardo Que lo ignores determina.
¿Conoces a la sobrina
de Felipo?
Gabriel ¡Hermosa dama!
Ricardo Pues no es ésa la curiosa
inventora de esta empresa.
¿Sabes quién es la duquesa,
en Lorena, de Joyosa?
Gabriel Ésa es madama Clemencia,
de dos hijas la menor
del duque.
Ricardo Pues no es su amor
quien quiere impedir tu ausencia.
Gabriel Pues ¿quién? Que me vuelves loco.
Ricardo Ya conoces a Beatriz.
Gabriel ¿Qué dices? ¡Suerte feliz!
Ricardo Pues no es aquésa tampoco.
Gabriel ¡Oh bárbaro burlador!
¡Viven los cielos...!
Ricardo Despacio.
En ese hermoso palacio
te tiene una dama amor,
que desea conocerte,
y ver si en España amaste,
por qué ocasión te ausentaste,
y agora intentas volverte.
Dióme para esto la traza
que has visto y ejecuté;
la maleta te robé;
que, a no hacerlo, me amenaza
no menos que en la cabeza;
y harálo; que es poderosa;
sabrá por ella curiosa
tu estado, patria y nobleza;
pues claro está que ha de hallar
papeles que de esta duda
la saquen. De intentos muda,
sin resolverte a ausentar;
que, puesto que este secreto
importa lo que no sabes,
por haber estorbos graves
y serlo tanto el sujeto,
estimarás tu fortuna
cuando conozcas quién es,
porque es una de las tres,
y de las tres no es ninguna.
(Vase.)
Gabriel Fuése, y burlóse de mí;
pues para que no le siga,
con disparates me obliga.
O sueño o es frenesí.
Ladrón ingenioso, aguarda.
¿Que así un hombre se me atreva?
Seguiréle; que me lleva
las joyas de mi Gerarda.
(Vase.)
Montoya ¡Que me durmiese yo en pie!
¿Hiciera más un lirón?
Pero ¿qué es de mi frisón?
Maniatado le dejé.
¡Oigan esto! ¡Vive Dios,
que se me acoge con él
un hombre! Cuatrero cruel,
espera, aguarda. Otros dos
van corriendo uno tras otro.
¡Ay, también falta el cojín!
Trampantojos de Merlín
nos llevan maleta y potro.
La Luna me está diciendo
que es mi amo aquel que corre;
si él la maleta socorre,
y yo el caballo defiendo,
¡oh enlunada claraboya!
sacrificaréte un gallo.
Franchote, deja el caballo;
que es pupilo de Montoya.
(Quiere entrarse, pero salen dos criados que le cogen por las espaldas.)
Criado I Tenga, que hay mucho que hacer.
Montoya ¡Ay, por detrás y conmigo,
¿qué hacen?
Criado II Punta en boca, digo.
Montoya Señores, no es menester
apuntar bocas; la mano
meta en esa faltriquera
el uno; que yo quisiera
ser un príncipe; no gano
más que una triste ración,
y con ella veinte reales
de salario, aun no cabales,
pues es mi dueño un pelón.
Doce de éstos hallarán
con otra mosca menuda;
quien la maleta nos muda,
si rompe su cordobán,
desembolsará doblones,
que en Francia llaman del Sol;
yo soy un pobre español.
Criado II Acortemos de razones;
que no nos trae su dinero.
Atadle esas manos bien.
(Se las atan atrás.)
Montoya ¿Mi dinero no? Pues ¿quién...?
Criado II Allá lo sabrá.
Montoya Si muero,
díganme por qué delito.
Criado II Con el lienzo le vendad
los ojos.
Montoya No hice maldad
por obra ni por escrito.
Si mi dueño derribó
tres monsiures, ¿en qué peca
un lacayo, pica seca,
que en su vida se metió
en justas ni en pecadoras?
Por solo no tornear,
dejé en un torno de hablar
tres monjísimas señoras.
Criado I Ande y calle.
Montoya ¿A dónde bueno
o para qué tantas prisas?
Criado I Diránselo allá.
Montoya ¿De misas?
Luego ¿a réquiem me condeno?
Criado II En chistando, claro está.
Montoya No muy claro, pues a oscuras
me llevan. De estas venturas
la fortuna me dará
(Aparte.) infinitas. (Hilo a hilo
me voy.)
Criado II Chitón.
Montoya No hablo nada.
(Aparte.) (Labrando voy cera hilada;
pero fáltala el pabilo.)
(Vanse. Salen Ricardo con la maleta, huyendo, y don Gabriel, que le sigue con la espada desnuda.)
Gabriel Hombre ¿estás encantado?
Cuando corro tras ti, por bosque y prado,
sus alas te da el viento;
si te pierdo de vista, a paso lento
me aguardas; y al instante
que pienso que te alcanzo, la inconstante
cometa no te iguala.
Siguiéndote me traes de sala en sala,
después que en esta quinta
entraste, que de Circe hechizos pinta,
sola y deshabitada,
de luces y tapices adornada.
A nadie en ella veo.
O loco estoy o lo que sueño creo.
Ricardo El orden he cumplido
que me dio quien aquí te ha reducido.
Consulta con tu suerte,
español, el ganarte o el perderte;
porque si eres discreto,
toda tu dicha estriba en tu secreto;
y no te asombres tanto;
que ésta es industria toda, no es encanto;
porque lo que primero
te dije es, español, tan verdadero,
que de las tres madamas
la que examina en ti amorosas llamas