El amor médico - Tirso de Molina - E-Book

El amor médico E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

El amor de médico es una de las comedias de capa y espada de Tirso de Molina, también llamadas comedias palatinas. Se basa en una historia de amor galante entreverada con aventuras, articulada en torno a una trama de comedia de enredo.

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Seitenzahl: 100

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Tirso de Molina

El amor médico

 

Saga

El amor medicoCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726549171

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAJES

DOÑA JERÓNIMA. DON GASPAR. DON GONZALO. DOÑA ESTEFANÍA. DON RODRIGO. EL REY DON MANUEL. DON ÍÑIGO. DON MARTÍN. TELLO, criado.QUITERIA, criada.DELGADO. MACHADO. UN PAJE. Acompañamiento.

[La escena es en Sevilla y en Coimbra.]

Acto I

[Escena I]

[Sala en casa de DON GONZALO, en Sevilla.]

 

(Salen DOÑA JERÓNIMA y QUITERIA.)

 

DOÑA JERÓNIMA ¿Hay huésped más descortés?

¡Un mes en casa al regalo

y mesa de don Gonzalo,

y sin saber en un mes

qué mujer en ella habita, 5

o si lo sabe, que es llano,

blasonar de cortesano

y no hacerme una visita!

¡Jesús, Quiteria! Grosero

es, aunque vuelvas por él. 10

QUITERIA Yo en lo que he notado dél,

perfeto le considero:

la persona, un pino de oro;

una alma en cualquiera acción;

de alegre conversación, 15

guardando en ella el decoro

que debe a su calidad;

en lo curioso, un armiño;

mas no afectando el aliño

que afemina nuestra edad; 20

mozo, lo que es suficiente

para prendar hermosuras;

mas no para travesuras

de edad, por poca, imprudente.

Júzgole yo de treinta años. 25

DOÑA JERÓNIMA Pinta en él la perfección,

que el conde de Castellón

en su cortesano.

QUITERIA Extraños

humores en ti ha causado

ese enojo que condeno: 30

ya no tendrá nada bueno

porque no te ha visitado.

Si ignora que en casa hay dama,

¿qué le culpas?

DOÑA JERÓNIMA No lo creas;

que aunque abonarle deseas, 35

un mes de mesa y de cama

en casa, viendo criadas,

escuderos, coche y silla

-si no es que se usa en Castilla

en las más autorizadas 40

servirse los caballeros

de dueñas y de doncellas-,

sacado habrá ya por ellas

quién vive aquí.

QUITERIA Forasteros

más tratan de su negocio, 45

que de tantas menudencias.

DOÑA JERÓNIMA ¡Qué alegas de impertinencias!

La curiosidad es ocio

de obligación en discretos;

que nunca están los cuidados 50

en ellos tan ocupados

que perjudiquen respetos

hijos de la cortesía,

y más en casas extrañas.

Porque veas que te engañas, 55

anoche a la celosía

del patio le vi bajar;

y para que no tuviese

disculpas, porque me oyese,

dije en voz alta: «Aguilar, 60

¿dónde dejáis a mi hermano?»

Y respondióme: «Señora,

iba a la Alameda agora.»

Entonces él, cortesano,

quitó a la reja el sombrero, 65

sin extrañar el oírme.

¿Osarás ahora decirme

que no peca de grosero

quien, sin hacer novedad

de escuchar que en casa había 70

hermana, la suponía?

QUITERIA Culpa la severidad

de tu hermano. Mas ¿pasó

sin hablarte?

DOÑA JERÓNIMA Hizo un pequeño

comedimiento, y risueño 75

en la otra cuadra se entró.

QUITERIA Es tan negro circunspeto

mi señor, que habrá mostrado

en que no te vea, cuidado,

y don Gaspar, tan discreto, 80

que le adivinará el gusto.

¿Mas que nunca en él te habló

después que está en casa?

DOÑA JERÓNIMA No;

que corno muestra disgusto

porque no me determino 85

en admitir persuasiones

casamenteras, pasiones

de hermano a que no me inclino,

le ocasionan a no hablarme

dos meses ha.

QUITERIA No me espanto; 90

haste embebecido tanto

en latines, que a cansarme

llego yo, sin que me importe,

cuanto y más quien se encargó

de ti desde que murió 95

tu padre.

DOÑA JERÓNIMA Yo sigo el norte

de mi inclinación, ¿qué quieres?

Mi señor se recreaba

de oírme, cuando estudiaba.

¿Siempre han de estar las mujeres 100

sin pasar la raya estrecha

de la aguja y la almohadilla?

Celebre alguna Sevilla,

que en las ciencias aprovecha.

De ordinario los vasallos 105

suelen imitar su rey

en las costumbres y ley;

si da en armas y en caballos,

soldados y caballeros

son el sabio y ignorante, 110

enamorados si amante,

si ambicioso, lisonjeros.

Dicen que en Indias hay gente

que porque a un cacique vieron

sin un diente, todos dieron 115

luego en sacarse otro diente.

La reina Doña Isabel,

que a tanta hazaña dió fin,

empieza a estudiar latín,

y es su preceptora en él 120

otra que por peregrina

no hay ingenio que no asombre,

tanto que olvidan su nombre

y la llaman la Latina.

Por esto quiero imitalla. 125

QUITERIA Haces bien; mas dese modo,

procura imitarla en todo,

por mujer y por vasalla:

cásate, pues se casó.

DOÑA JERÓNIMA Dame tú un rey Don Fernando 130

que, a Castilla gobernando,

me deje estudiar, que yo

haré mis dichas iguales.

El matrimonio es Argel,

la mujer cautiva en él; 135

las artes son liberales

porque hacen que libre viva

a quien en ellas se emplea:

¿Cómo querrás tú que sea

a un tiempo libre y cautiva? 140

QUITERIA Yo no te sé responder,

porque no sé argumentar;

pero, ¿por qué ha de estudiar

medicina una mujer?

DOÑA JERÓNIMA Porque estimo la salud, 145

que anda en poder de ignorantes.

¿Piensas tú que seda y guantes

de curar tienen virtud?

Engáñaste si lo piensas;

desvelos y naturales 150

son las partes principales,

que con vigilias inmensas

hacen al médico sabio.

Por ver si a mi patria puedo

aprovechar, contra el miedo 155

que a la salud hace agravio.

¿No es lástima que examinen

a un albéitar herrador,

un peraile, a un tundidor,

y que antes que determinen 160

que pratique su ejercicio

aprueben su suficiencia;

y la medicina, ciencia

que no tiene por oficio

menos que el dar o quitar 165

la vida, que tanto importa,

con una asistencia corta

de escuelas, un platicar

dos años, a la gualdrapa

de un dotor en ella experto 170

porque más hombres ha muerto,

prolijo de barba y capa,

en habiendo para mula,

luego quede graduado,

antes de ser licenciado, 175

de dotor? Quien no regula

estos peligros, ¿no es necio?

QUITERIA Cuanto a esa parte, estoy bien

con lo que dices.

DOÑA JERÓNIMA ¡ Que den

joya que no tiene precio, 180

ni se puede restaurar,

a un bárbaro desa suerte!

QUITERIA Y aun no dan de balde muerte;

que se la hemos de pagar.

Diz que en Madrid enseñaba 185

cierto verdugo su oficio

no sé a qué aprendiz novicio,

y viendo que no acertaba,

puesto sobre un espantajo

de paja, aquellas acciones 190

infames de sus liciones,

le echó la escalera abajo,

diciéndole: «Andad, señor,

y pues estáis desahuciado

para oficio de hombre honrado, 195

estudiad para dotor.»

DOÑA JERÓNIMA ¡Cosa extraña, que en cualquiera

arte, por poco que valga,

haya aprendiz que no salga

con ella, echándole fuera, 200

y que en ésta no ha de haber

médico que desechar,

Quiteria!

QUITERIA Para matar,

poca ciencia es menester.

Tuvo un pobre una postema 205

(dicen que oculta en un lado),

y estaba desesperado

de ver la ignorante flema

con que el dotor le decía:

«En no yéndoos a la mano 210

en beber, moríos, hermano,

porque ésa es hidropesía.»

Ordenóle una receta,

y cuando le llegó a dar

la pluma para firmar, 215

la mula, que era algo inquieta,

asentóle la herradura

(emplasto dijera yo)

en el lado, y reventó

la postema ya madura; 220

con que, cesando el dolor,

dijo, mirándola abierta:

«En postemas, más acierta

la mula que su dotor.»

DOÑA JERÓNIMA Pues por eso determino 225

irme tras el natural,

que aprenden todos tan mal,

ya que en su estudio me inclino.

QUITERIA Volverás por el desprecio

de los médicos ansí. 230

DOÑA JERÓNIMA Y por el que hizo de mí

nuestro forastero necio.

QUITERIA ¿Ahí tornamos?

DOÑA JERÓNIMA Me ha enfadado

el poco caso que ha hecho

de mí. ¿Sabes qué sospecho? 235

Que le trae tan desvelado

la dama que en Madrid deja,

que no le dan pensamientos

lugar para cumplimientos.

QUITERIA Eso agora ya es conseja. 240

¿Qué nos faltaba si hubiera

correspondencias constantes?

Ya obligaciones y guantes

se gastan de una manera.

Amadises y Macías 245

alambicaban celebros.

Y habitando Beltenebros

libros de caballerías,

tienen esa calidad;

que los de ahora, si lo notas, 250

en calzándose las botas,

descalzan la voluntad.

DOÑA JERÓNIMA Pues hagamos la experiencia.

QUITERIA ¿Cómo la habemos de hacer?

DOÑA JERÓNIMA Vile anoche revolver 255

papeles, sin advertencia

de que acecharle podían.

QUITERIA ¿Por dónde?

DOÑA JERÓNIMA Por el espacio

de la llave.

QUITERIA ¡Qué despacio

tus desvelos te tenían! 260

DOÑA JERÓNIMA ¿Qué quieres? La privación

es causa del apetito;

no haberme visto es delito

que ofende mi presunción.

Y dije entre mí: «Sepamos 265

quién puede este Adonis ser,

que no se nos deja ver,

temeroso de que aojamos.»

Estaba el tal en jubón,

con calzones de tabí 270

de naranjado y turqui,

y con tal satisfacción

de sí, que de cuando en cuando,

Narciso de sus despojos,

se andaba todo en sus ojos, 275

por sí mismo paseando.

QUITERIA Ya eso fué mucho notar.

DOÑA JERÓNIMA Si él fuera al paso discreto

que galán, yo te prometo

que llevara qué soñar, 280

porque es su disposición

por gallarda, peregrina.

QUITERIA Y eso ¿está en la medicina?

DOÑA JERÓNIMA No; pero en mi inclinación.

Advertí, pues, que leyendo 285

papeles, ya los doblaba,

ya otra vez los repasaba,

con los primeros riyendo,

con los otros suspirando;

y aunque no los entendí 290

(que los leyó para sí),

dije: «¿Riendo y llorando?

Aunque adivino en bosquejo,

afectos sentís de amante;

que siempre imita al semblante 295

de quien se mira, el espejo.»

No los leyó una vez sola,

antes para segundar

los mismos, despabilar

quiso la vela y matóla; 300

conque le forzó a acostarse,

y a mí, riendo, a volverme

a la cama. Entretenerme

pudiera, a no desmandarse

en mí su imaginación, 305

que de principios pequeños,

apadrinándola sueños,

es ya mal de corazón.

Yo tengo celos, Quiteria,

y he de ver, pues me maltratan, 310

de qué estos papeles tratan.

QUITERIA ¡Qué bien medraste en la feria!

¿Dónde, pues, hemos de hallarlos?

DOÑA JERÓNIMA Las navetas los tendrán

de aquel contador, que están 315

sin llaves para guardarlos.

Salgamos dese cuidado.

QUITERIA Vamos, porque le asegures,

y enferma, para que cures,

la ciencia que has estudiado, 320

que uno y otro es frenesí.

DOÑA JERÓNIMA En accidentes de amor,

no cura bien el dotor

que no cura para sí.

[Escena II]

[Una calle de Sevilla.]

 

(Salen DON GASPAR, DON GONZALO y MACHADO.)

 

DON GONZALO Yo sé que no habéis de echar, 325

mientras estéis en Sevilla,

menos, señor Don Gaspar,

pasatiempos de Castilla,

que ésa es río y ésta es mar.

Mucho de Toledo cuentan, 330

donde Isabel y Fernando

su corte dicen que asientan.

Su Tajo arenas criando,

que fama más que oro aumentan;

sus pancayos cigarrales, 335

que viéndose en sus cristales,

les sirven de apretadores

listones de eternas flores,

que visten sus pedernales.

Palacios de Galiana; 340

Huerta del Rey deleitosa,

que tanta opilación sana;

bienes de la vega hermosa,

hasta en permisiones llana;

membrillares y amacenas; 345

sus riberas siempre llenas

entre frutas peregrinas,

de azabache sus endrinas...

MACHADO No olvides sus berenjenas.

DON GONZALO Sus aljibes siempre helados, 350

sus damas siempre discretas,

sus ingenios laureados,

ya de Apolo por poetas,

ya de Marte por soldados;

alcázar y iglesia santa, 355

puentes, título imperial,

concilios, virtud que espanta,

tanta sangre principal,

tanta mitra y gente tanta;

todo eso que es maravilla 360

con que blasona Castilla,