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"El Diablo Desinteresado" es un cuento breve de Amado Nervo que combina elementos de sátira y fantasía. En la historia, el Diablo decide hacer el bien sin esperar nada a cambio, desafiando su propia naturaleza y sorprendiendo a quienes lo rodean. Este giro irónico y humorístico pone en evidencia la hipocresía humana y cuestiona la noción del bien y el mal.El cuento refleja el estilo característico de Nervo, con un lenguaje fluido y una intención filosófica que invita a la reflexión sobre la moral y el comportamiento humano. A través de esta obra, Nervo demuestra su habilidad para mezclar lo fantástico con lo ético, presentando una crítica sutil pero efectiva sobre la sociedad.
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Seitenzahl: 47
Veröffentlichungsjahr: 2025
AMADO NERVO
EL DIABLO DESINTERESADO
Título: El Diablo Desinteresado
Autor: Amado Nervo
Editorial: AMA Audiolibros
© De esta edición: 2025 AMA Audiolibros
AMA Audiolibros forma parte de TAM-TAM Media, S.L.U.
c/ Miquel Tort, 18
08750 Molins de Rei
Barcelona
Audiolibro, de esta misma versión, disponible en servicios de streaming, tiendas digitales y el canal AMA Audiolibros en YouTube.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
CAPÍTULO IV
CAPÍTULO V
CAPÍTULO VI
CAPÍTULO VII
CAPÍTULO VIII
CAPÍTULO IX
FIN
Amado Nervo fue un poeta, novelista y diplomático mexicano, considerado una de las figuras más importantes del modernismo literario en lengua española. Nació en Tepic, el 27 de agosto de 1870. Desde joven mostró interés por la literatura y estudió en el Seminario de Zamora, aunque no completó la carrera eclesiástica.
A lo largo de su vida, Nervo trabajó como periodista y colaboró en diversas publicaciones, como El Mundo Ilustrado y El Universal. Su carrera literaria despegó con obras como Perlas Negras y Místicas (las dos de 1898), que reflejan la influencia del simbolismo y del modernismo. Sin embargo, su estilo evolucionó hacia una poesía más introspectiva y filosófica, como en Elevación y El estanque de los lotos.
En el ámbito diplomático, fue nombrado embajador de México en Argentina y Uruguay en 1918. Sin embargo, su salud se deterioró y falleció en Montevideo el 24 de mayo de 1919. Su legado poético, caracterizado por una profunda sensibilidad y espiritualidad, sigue siendo apreciado en la actualidad.
"El Diablo Desinteresado" es un cuento breve de Amado Nervo que combina elementos de sátira y fantasía. En la historia, el Diablo decide hacer el bien sin esperar nada a cambio, desafiando su propia naturaleza y sorprendiendo a quienes lo rodean. Este giro irónico y humorístico pone en evidencia la hipocresía humana y cuestiona la noción del bien y el mal.
El cuento refleja el estilo característico de Nervo, con un lenguaje fluido y una intención filosófica que invita a la reflexión sobre la moral y el comportamiento humano. A través de esta obra, Nervo demuestra su habilidad para mezclar lo fantástico con lo ético, presentando una crítica sutil pero efectiva sobre la sociedad.
Cipriano de Urquijo, muchacho hispanoamericano, llegó a París hace pocos años, con el propósito de ser el pintor 10.801 de los que albergaba la Ciudad—Luz, donde, según las estadísticas, había la sazón diez mil ochocientos (número cerrado).
Buscó en el barrio de Montparnasse uno de esos modestos «estudios», a los que da acceso un patinillo con toldo rústico de trepadoras.
El estudio estaba dividido en dos compartimientos por una cortina de cretona. Detrás de la cortina, sobre una especie de andamio, al que se subía por una escalerilla de madera, se hallaba el dormitorio, compuesto de un catre—jaula, un lavabo comprado por cinco francos en el bazar de la Gaîté, y una mesa de noche, de pino, sin pintar; sobre la cual se posaba majestuosamente la lámpara.
En la parte anterior de la habitación estaba el estudio propiamente dicho, ¿Describirlo? ¡Para qué!, o a quoi bon!, si le place más al lector, quien, sin duda, habrá conocido diez mil ochocientos estudios de este género, o si la cifra le parece exagerada, cinco mil cuatrocientos, dos mil setecientos, mil trescientos cincuenta…
Baste decir que había un biombo, fabricado y pintado por Cipriano; algunos lienzos del joven artista; estampas viejas, persas, japonesas; tres o cuatro chucherías sobre mesitas y repisas; un viejo diván con su corte de sillas, adquiridas en diversas subastas, con lo cual dicho está que cada una acusaba una «fisonomía propia», etc., etc., etc.
Por lo demás, yo no sé con qué objeto estoy describiendo el estudio de Cipriano de Urquijo, puesto que en el instante en el lector va a trabar conocimiento con el artista, éste ha salido…
Sí, ha salido; por lo que no le haremos una visita en la rue Campagne—Prémiére, donde vive, sino que le encontraremos en el Boulevard Malesherbes, tan distante de aquélla.
Es una tarde otoñal y nubilosa; una de esas tardes envueltas en cendales tenues, que tanto enmisterian (perdón por el verbo) y envaguecen las deliciosas perspectivas de París.
Cipriano de Urquijo pasea por el ancho boulevard silencioso.
Vamos a decirlo de una vez: Cipriano de Urquijo está enamorado, está bestialmente enamorado (lo de bestial es sólo ponderar).
El pintor hispanoamericano ha visto a una muchacha alta («ocho cabezas», por lo menos), rubia, de una distinción estupenda, que iba con su mamá por la Avenida de la Ópera; ha sufrido el coup de foudre, el flechazo… La ha seguido, naturalmente, y ha llegado tras ella al ya dicho Boulevard Malesherbes, en uno de los cuyos portales se han metido las dos.
Cipriano de Urquijo, con una audacia poco vulgar (no quiero decir poco común, por el coco), se ha aventurado a preguntar a la portera, poniendo previamente en su diestra (creo que fue en su diestra) un franco:
—¿Quién es esa señorita que acaba de subir con su mamá?
La portera, después de ver con rápida mirada el franco, le ha respondido:
—Es la señorita Laura (¡Laura, como la del Petrarca!), hija del señor Constantin, monsieur Víctor Anatole Constantin, economista y miembro del Instituto.
¡Demonio! ¡Economista y miembro del Instituto!
Lo de economista querrá decir que el señor Constantin es un hombre práctico.
Cipriano de Urquijo ha sentido siempre un respeto mezclado de aversión por los economistas, sobre todo desde que una vez en su ciudad natal (ciudad provinciana) un señor gordo, de lentes, personaje principalísimo, director de la sucursal de un gran Banco metropolitano, le dijo en una fiesta, mirándole de arriba abajo con el mayor desdén: