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Esta obra es una selección de poesías de Amado Nervo, como «La cita», «Si me dan a escoger», «En Bohemia», «Amable y silencioso», «Lo eterno», «¡Cómo callan los muertos!» o «Libros», donde la vida, la melancolía o la certitud de la muerte son temas recurrentes.-
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Seitenzahl: 47
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Amado Nervo
Saga
Poesías, antología
Copyright © 1900, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726679960
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Llamaron quedo, muy quedo,
a la puerta de tu casa. . .
villaespesa
—¿Has escuchado?
Tocan la puerta. . .
—La fiebre te hace
desvariar.
—Estoy citado
con una muerta,
y un día de estos ha de llamar. . .
Llevarme pronto me ha prometido;
a su promesa no ha de faltar. . .
Tocan la puerta. ¿Qué, ¿no has oído?
—La fiebre te hace desvariar.
Abrll, 26 de 1912.
Si me dan a escoger una tarde,
quiero aquélla que, augusta y tranquila,
se despide; la que sin alarde
muere en calma sobre un fondo lila. . .
Si me dan a escoger una bella,
quiero aquélla, nada más aquélla
que, del alma mitad, la completa
(un lucero en su frente destella).
¡Si me dan a escoger una estrella,
quiero ir a una estrella violeta!
Gitana, flor de Praga: diez kreutzers si me besas.
En tanto que tu osezno fatiga el tamboril,
esgrimen los kangiares las manos juglaresas,
y lloran guzla y flauta,—tus labios dame, fresas
de Abril.
Apéate del asno gentil que encascabelas:
los niños atezados, que bailan churumbelas,
harán al beso coro con risas de cristal.
Por Dios, deja tu rueca de cobre, y a mí apremio
responde. Si nos mira tu zíngaro bohemio,
no temas: ¡en Dalmacia forjaron mi puñal!
Amable y silencioso vé por la vida, hijo.
Amable y silencioso como rayo de luna. . .
En tu faz, como flores inmateriales, deben
florecer las sonrisas.
Haz caridad a todos de esas sonrisas, hijo.
Un rostro siempre adusto es un día nublado,
es un paisaje lleno de hosquedad, es un libro
en idioma extranjero.
Amable y silencioso ve por la vida, hijo.
Escucha cuanto quieran decirte, y tu sonrisa
sea elogio, respuesta, objeción, comentario,
advertencia y misterio. . .
Marzo, 5 de 1915
¿Vamos suprimiendo las dedicatorias,
amigos poetas? ¿Vamos suprimiendo
todos esos azúcares tontos,
ese adjetiveo
depreciado: los «grandes», «eximios»,
«eminentes», «geniales», «excelsos» . . .?
Una firma quizás. . . eso sólo;
y después de la firma, ¡talento!
La tersura serena del libro
y la gracia ondulante del verso.
¡Que despiadados son
en su callar los muertos!
Con razón
todo mutismo trágico y glacial,
todo silencio sin apelación
se llaman: un silencio sepulcral.
Abril, 29
Libros, urnas de ideas;
libros, arcas de ensueño;
libros, flor de la vida
consciente; cofres místicos
que custodiáis el pensamiento humano;
nidos trémulos de alas poderosas,
audaces e invisibles;
atmósferas del alma;
intimidad celeste y escondida
de los altos espíritus.
Libros, hojas del árbol de la ciencia;
libros, espigas de oro
que fecundara el verbo desde el caos;
libros en que ya empieza desde el tiempo
el milagro de la inmortalidad;
libros (los del poeta)
que estáis, como los bosques,
poblados de gorjeos, de perfumes,
rumor de frondas y correr de agua;
que estáis llenos, como las catedrales,
de símbolos de dioses y de arcanos.
Libros, depositarios de la herencia
misma del universo;
antorchas en que arden
las ideas eternas e inexhaustas;
cajas sonoras donde custodiados
están todos los ritmos
que en la infancia del mundo
las musas revelaron a los hombres.
Libros, que sois un ala (amor la otra)
de las dos que el anhelo necesita
para llegar a la Verdad sin mancha.
Libros, ¡ay!, sin los cuales
no podemos vivir: sed siempre, siempre,
los tácitos amigos de mis días.
Y vosotros, aquéllos que me disteis
el consuelo y la luz de los filósofos,
las excelsas doctrinas
que son salud y vida y esperanza,
servidle de piadosos cabezales
a mi sueño en la noche que se acerca.
Febrero, 28 de 1918.
¡Oh, cuán bueno es pasar inadvertido,
dulce Fray Luis!. Que no diga ninguno:
«Ahí va el eminente, el distinguido. . .»
¡Qué süave regazo el del olvido!
¡Qué silencio mullido!
¡Qué remanso de paz tan oportuno!
Simplemente, al arrimo
de la Naturaleza, madre santa,
hacer la obra, dar el fruto opimo,
como brinda su néctar el racimo,
la fuente brota y el pardillo canta.
No pedir galardón ni recompensa,
feliz del fruto que cuajó en la rama.
Cordialmente pensar con cuanto piensa,
férvidamente amar con cuanto ama.
Sentirse uno por siempre con la esencia
misma de la perenne creación:
chispa consciente en su inmortal conciencia,
y latido en su inmenso corazón.
Noviembre. 17 de 1917.
Me la trajo quedo, muy quedo, el Destino,
y un día, en silencio, me la arrebató;
llegó sonriendo; se fué sonriente;
quedamente vino;
vivió quedamente;
queda. . . quedamente desapareció!
Abril, 25-1913.
Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!
¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!
¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza
de porte! ¡ Qué formas bajo el fino tul!. . .
Pasó con su madre. Volvió la cabeza:
¡me clavó muy hondo su mirada azul!
Quedé como en éxtasis. . .
Con febril premura,