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El laberinto de Creta esta ambientado por Tirso de Molina en un mundo mitológico: un rey etíope y el laberinto de Creta. Fragmento de la obra El laberinto de Creta (Sale Minos por la plaza sobre un carro triunfal detrás de su ejército, y en el tablado gente de recibimiento del modo que se advierte en el papel aparte, y Ariadna y Dédalo para recibir a Minos.) Ariadna: Mil veces triunfes en Creta. ¡oh, padre augusto! ¡Oh, monarca! ¡Asombro de cuanto abarca la luz del mayor planeta! Mil veces huelles sujeta la redondez que ya tienes a tus plantas, pues que vienes de aquistar cuanto dilata, y otras mil. Dafnes ingrata diadema ciña a tus sienes. Honren mis labios tus pies.
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Seitenzahl: 38
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Tirso de Molina
El laberinto de Creta
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: El laberinto de Creta.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño cubierta: Michel Mallard
ISBN rústica ilustrada: 978-84-9007-608-8.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-629-1.
ISBN ebook: 978-84-9897-237-5.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Mitos 7
El laberinto de Creta 9
Personajes 10
Acto único 11
Libros a la carta 63
Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.
Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria en 1600 y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias, al tiempo que viajaba por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana), regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.
El laberinto de Creta está ambientado por Tirso de Molina en un mundo mitológico en que coinciden un rey etíope y el laberinto de Creta.
Ariadna
Dédalo
El minotauro
El rey de Etiopía
Fileno
Floriso
Minos
Risel, gracioso
Teseo
Un tudesco
(Sale Minos por la plaza sobre un carro triunfal detrás de su ejército, y en el tablado gente de recibimiento del modo que se advierte en el papel aparte, y Ariadna y Dédalo para recibir a Minos.)
Ariadna Mil veces triunfes en Creta.
¡oh, padre augusto! ¡Oh, monarca!
¡Asombro de cuanto abarca
la luz del mayor planeta!
Mil veces huelles sujeta
la redondez que ya tienes
a tus plantas, pues que vienes
de aquistar cuanto dilata,
y otras mil. Dafnes ingrata
diadema ciña a tus sienes.
Honren mis labios tus pies.
Minos No, Ariadna; no, hija mía,
que eres alba de mi día
y celestial tu interés.
No es bien que los labios des
a los pies de quien te adora,
si no es que con ellos Flora,
cuando me aprestas laureles,
me aprisione en tus claveles,
grillos ellos, tú su aurora.
Creta, que en el mar del Ponto
ceñida de su profundo,
es lo mismo que este mundo
para el torpe vicio pronto.
Las veces que me remonto
a ejercitar mis crueldades
en tantas diversidades
y naciones de su esfera,
por ser tu patria me espera
con todas sus cien ciudades.
Cien metrópolis, presuma
eternizar de edificios
inmortales, pues los vicios
que la habitan son sin suma.
Cuanto la escama y la pluma,
el aire y el agua inquieta,
cuanto el monte se prometa
delicioso, cuanto el valle,
todo he dispuesto que se halle
mejorado en nuestra Creta.
Aquí nos colma Minerva
el espléndido licor,
que el fuego consumidor
para eterna luz conserva.
Aquí la caza en la hierba,
la sierra sus salvajinas,
y en sus entrañas las minas
de los monarcas metales
hechizo de los mortales
y de la virtud ruinas.
Aquí, aunque en término angosto,
cuelgan joyeles racimos
de los sarmientos opimos,
oro potable en su mosto.
Aquí pródigo el agosto
golfos de mieses que cría
ondea el viento cada día,
conque airoso el Amor saco,
porque sin Ceres ni Baco
dicen que Venus se enfría.
Éste es mi reino, éste Creta,
patria de aquellos jayanes,
ya Curetes ya Titanes,
que mi dominio sujeta.
Los que al son de la trompeta
de mi voz inobediente
apenas en el oriente
de sus instantes primeros
desnudaron los aceros
contra el mismo Omnipotente.
Éstos y yo hemos vencido
cuanto esos golfos abrazan;
en mis deleites se enlazan
cuantos son, serán y han sido.
Mis estampas he esculpido
en los cuellos megarenses,
porque triunfen los cretenses
mientras el alfanje afila
ingrata a su padre Scila
y tiemblan los atenienses.
Reinaba en Megara Niso,
y en un cabello fatal
fundaba el trono inmortal
que perdió su poco aviso.
En solo un cabello quiso
que su reino eternizase
el hado, y que éste imitase
de la púrpura al color,
el cual, cortado, al rigor