0,99 €
La obra dramática de Tirso de Molina se caracteriza por la enorme complicación de sus argumentos, que a veces se hacen harto difíciles de seguir, posee el secreto de la intriga y sabe cómo interesar al espectador.
Sus personajes poseen una profundidad psicológica mayor que en otros dramaturgos de la época, y sus caracteres femeninos destacan a menudo en sus obras, También suelen ser increíblemente enredadores e intrigantes, de manera que siempre saben salirse con la suya y tienen salidas para las situaciones más apuradas, lo que atestigua el ingenio del fraile mercedario.
Tirso destacó sobre todo en la comedia, Escribió además dos misceláneas, donde tienen cabida la novela cortesana, las piezas dramáticas y los poemas de distinta temática.
El estilo de sus obras es abiertamente conceptista, muy jugador con los vocablos, y en sus últimas obras algo culteranas, pero siempre sobre un fondo conceptista
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Veröffentlichungsjahr: 2020
Tirso de Molina
EL VERGONZOSO EN PALACIO
Traducido por Carola Tognetti
ISBN 978-88-3295-702-0
Greenbooks editore
Edición digital
Mayo 2020
www.greenbooks-editore.com
Personas que hablan en ella
ACTO PRIMERO
ACTO SEGUNDO
ACTO TERCERO
El DUQUE de Avero
Don Duarte, CONDE de Estremoz
Dos CAZADORES
FIGUEREDO, criado
TARSO, pastor
MELISA, pastora
DORISTO, alcalde
MIRENO, pastor
LARISO, pastor
DENIO, pasto
RUY Lorenzo, secretario
VASCO, lacayo
Doña JUANA
Doña MAGDALENA
Don ANTONIO
Doña SERAFINA
Un PINTOR
LAURO, viejo pastor
BATO, pastor
Un TAMBOR
Salen el DUQUE de Avero, viejo, y el CONDE de
Estremoz, de caza
DUQUE: De industria a esta espesura retirado
vengo de mis monteros, que siguiendo un jabalí ligero, nos han dado el lugar que pedís; aunque no entiendo con qué intención, confuso y alterado. Cuando en mis bosques festejar pretendo vuestra venida, conde don Duarte, ¿dejáis la caza por hablarme aparte?
CONDE: Basta el disimular, sacá el acero que, ya olvidado, os comparaba a Numa;
que el que desnudo veis, duque de Avero, os dará la respuesta en breve suma. De lengua al agraviado caballero ha de servir la espada, no la pluma que muda dice a voces vuestra mengua.
Echan mano
DUQUE: Lengua es la espada, pues parece lengua;
y pues con ella estáis, y así os provoca a dar quejas de mí, puesto que en vano, refrenando las lenguas de la boca, hablen solas las lenguas de la mano si la ocasión que os doy, que será poca para ese enojo poco cortesano, a que primero la digáis no os mueve; pues mi valor ningún agravio os debe.
CONDE: ¡Bueno es que así disimuléis los daños que contra vos el cielo manifiesta!
DUQUE: ¿Qué daños, conde?
CONDE: Si en los largos años de vuestra edad prolija, agora apresta, duque de Avero, excusas, no hay engaños que puedan convencerme. La respuesta que me pedís, ese papel la afirma con vuestro sello, vuestra letra y firma.
Arrójale
Tomalde, pues es vuestro; que el crïado que sobornastes para darme muerte es, en lealtad, de bronce, y no ha bastado vuestro interés contra su muro fuerte. Por escrito mandastes que en mi estado me quitase la vida y, de esta suerte, no os espantéis que diga y lo presuma que en vez de espada, ejercitáis la pluma.
DUQUE: ¿Yo mandaros matar?
CONDE: Aqueste sello, ¿no es vuestro?
DUQUE: Sí.
CONDE: ¿Podéis negar tan poco
aquesa firma? Ved si me querello con justa causa.
DUQUE: ¿Estoy despierto o loco? CONDE: Leed ese papel; que con leello veréis cuán justamente me provoco a tomar la venganza por mis manos.
DUQUE: ¿Qué enredo es éste, cielos soberanos?
Lee el DUQUE la carta
"Para satisfacción de algunos agravios, que con la muerte del conde Estremoz se pueden remediar,
no hallo otro medio mejor que la confianza que en
vos tengo puesta; y para que salga verdadera,
me
importa, pues sois su camarero, seáis también el
ejecutor de mi venganza; cumplilda, y veníos a mi
estado; que en él estaréis seguro, y con el premio
que merece el peligro a que os ponéis por mi causa. Sírvaos esta carta de creencia, y dádsela a quien os la lleva, advirtiendo lo que importa la
brevedad y el secreto. De mi villa de Avero, a de marzo de años. El Duque."
CONDE: No sé qué injuria os haya jamás hecho
la casa de Estremoz, de quien soy conde, para degenerar del noble pecho que a vuestra antigua sangre corresponde. DUQUE: Si no es que algún traidor ha contrahecho
mi firma y sello, falso, en quien se esconde algún secreto enojo, con que intenta
con vuestra muerte mi perpetua afrenta, ¡vive el cielo que sabe mi inocencia y conoce el autor de este delito, que jamás en ausencia o en presencia, por obra, por palabra, o por escrito, procuré vuestro daño! A la experiencia, si queréis aguardarla, me remito; que, con su ayuda, en esta misma tarde tengo de descubrir su autor cobarde. Confieso, la razón que habéis tenido; y hasta dejaros, conde, satisfecho, que suspendáis el justo enojo os pido, y soseguéis el alterado pecho.
CONDE: Yo soy contento, duque; persuadido me dejáis algún tanto.
DUQUE: (Yo sospecho
Aparte
quién ha sido el autor de aqueste insulto que con mi firma y sella viene oculto; pero antes de que dé fin hoy a la caza, descubriré quién fueron los traidores.) Salen don CAZADORES
CAZADOR 1: ¡Famoso jabalí!
CAZADOR 2: Dímosle caza y, a pesar de los perros corredores, hicieron sus colmillos ancha plaza, y escapóse.
DUQUE: Estos son mis cazadores.
¡Amigos!
CAZADOR 1: ¡Oh, señor!
DUQUE: No habréis dejado a vida jabalí, corzo y venado.
¿Hay mucha presa?
CAZADOR 2: Habrá la suficiente
para que tus acémilas no tornen vacías.
DUQUE: ¿Qué se ha muerto?
CAZADOR 2: Más de veinte coronados venados, porque adornen
las puertas de palacio con su frente y, porque en ellos, cuando a Avero tornen, originales, vean sus traslados,
quien [en] figuras de hombres son venados; tres jabalíes y un oso temerario, sin la caza menor, porque ésta espanta.
DUQUE: Mátase en este bosque de ordinario gran suma de ella.
CAZADOR 1: No hay mata ni planta que no la críe.
Sale FIGUEREDO
FIGUEREDO: ¡Oh, falso secretario! DUQUE: ¿Qué es esto? ¿Dónde vas con priesa tanta?
FIGUEREDO: ¡Gracias a Dios, señor, que hallarte puedo!
DUQUE: ¿Qué alboroto es aqueste, Figueredo?
FIGUEREDO: Una traición habemos descubierto
que, por tu secretario aleve urdida, al conde de Estremoz hubiera muerto si llegara la noche.
CONDE: ¿A mí?
FIGUEREDO: La vida me debéis, conde.
CONDE: (Ya la causa advierto
Aparte de su enojo y venganza mal cumplida. Engañé la hermosura de Leonela, su hermana, y, alcanzada, despreciéla.)
DUQUE: ¡Gracias al cielo, que por la justicia
del inocente vuelve! ¿Y de qué suerte se supo la traición de su malicia?
FIGUEREDO: Llamó en secreto un mozo pobre y fuerte
y, como puede tanto la codicia,
prometióle, si al conde daba muerte, enriquecerle; y para asegurarle dijo que tú, señor, hacías matarle. Pudo el vil interés manchar su fama. Aquesta noche prometió, en efeto, cumplillo; mas amaba, que es quien ama pródigo de su hacienda y su secreto. Dicen que suele ser potro la cama donde hace confesar al más discreto una mujer que da a la lengua y boca tormento, no de cuerda, mas de toca. Declaróla el concierto que había hecho, y encargóla el secreto; mas como era el huésped grande, el aposento estrecho, tuvo dolores hasta echalle fuera. Concibió por la oreja; parió el pecho por la boca, y fue el parto de manera que, cuando el sol doraba el mediodía, ya toda Avero la traición sabía. Prendió al parlero mozo la justicia, y Ruy Lorenzo huyó con un crïado, cómplice en las traiciones y malicia
que el delincuente preso ha confesado.
De esto te vengo a dar, señor, noticia.
DUQUE: ¿Veis, conde, cómo el cielo ha averiguado todo el caso y mi honra satisfizo? Ruy Lorenzo mi firma contrahizo. Averiguar primero las verdades, conde, que despeñarse, fue prudencia de sabias y discretas calidades.
CONDE: No sé qué le responda a vueselencia.
Sólo que, de un ministro, en falsedades diestro, pudo causar a mi impaciencia el engaño que agora siento en suma; mas, ¿qué no engañará una falsa pluma? DUQUE: Yo miraré desde hoy a quien recibo por secretario.
CONDE: Si el fïar secretos importa tanto, ya yo me apercibo a elegir más leales que discretos.
DUQUE: Milagro, conde, fue dejaros vivo.
CONDE: La traición ocasiona estos efetos.
[ Huyó] la deslealtad y la luz pura de la verdad, señor, quedó segura. ¡Válgame el cielo! ¡Qué dichoso he sido! DUQUE: Para un traidor que en esto se desvela, todo es poco.
CONDE: Perdón humilde os pido.
DUQUE: A cualquiera engañara su cautela.
Disculpado estáis, conde.
CONDE: (Aquesto ha urdido
Aparte
la mujeril venganza de Leonela; pero importa que el duque esté ignorante de la ocasión que tuvo, aunque bastante.) DUQUE: Pésame que el autor de aqueste exceso
huyese. Pero vamos; que buscalle haré de suerte que, al que muerto o preso le trujere, prometo de entregalle la hacienda que dejó.
CAZADOR 2: Si ofreces eso
no hará quien no le siga.
DUQUE: Verá dalle todo este reino un ejemplar castigo.
CONDE: La vida os debo. Pagaréla, amigo.
Vanse. Salen TARSO y MELISA, pastores
MELISA: ¿Así me dejas, traidor? TARSO: Melisa, domá otros potros; que ya no me hace quillotros en el alma vueso amor. Con la ausencia de medio año que ya que ni os busco ni os veo curó el tiempo mi deseo, la enfermedad de un engaño. Dándole a mis celos dieta, estoy bueno, poco a poco; ya, Melisa, no so loco porque ya no so poeta. ¡Las copras que a cada paso