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La celosa de sí misma es una de las comedias de capa y espada de Tirso de Molina, también llamadas comedias palatinas. Se basa en una historia de amor galante entreverada con aventuras, articulada en torno a una trama de comedia de enredo.
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Seitenzahl: 99
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Tirso de Molina
Saga
La celosa de sí mismaCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726549058
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
La escena es en Madrid.
Entrada a la lonja del convento de la Vitoria, con vista a la Puerta del Sol.
DON MELCHOR y VENTURA, de camino.
DON MELCHOR Bello lugar es Madrid.
¡Qué agradable confusión!
VENTURA No lo era menos León.
DON MELCHOR ¿Cuándo?
VENTURA En los tiempos del Cid.
Ya todo lo nuevo aplace:
a toda España se lleva
tras sí.
DON MELCHOR Su buen gusto aprueba
quien della se satisface.
¡Bizarras casas!
VENTURA Retozan
los ojos del más galán;
que en Madrid, sin ser Jordán,
las más viejas se remozan.
Casa hay aquí, si se aliña
y el dinero la trabuca,
que anocheciendo caduca,
sale a la mañana niña.
Pícaro entra aquí más roto
que tostador de castañas,
que fiado en las hazañas
del dinero, su piloto,
le muda la ropería
donde hijo pródigo vino,
en un conde palatino,
tan presto que es tropelía.
Dama hay aquí, si reparas
en gracias del solimán,
a quien en un hora dan
sus salserillas diez caras.
Como se vive de prisa,
no te has de espantar si vieres
metamorfosear mujeres,
casas y ropas.
DON MELCHOR A misa
vamos, y déjate deso.
(Mirando al fondo.)
¡Brava calle!
VENTURA Es la Mayor,
donde se vende el amor
a varas, medida y peso.
DON MELCHOR Como yo nunca salí
de León, lugar tan corto
quedo en este mar absorto.
VENTURA ¿Mar dices? Llámale así,
que ese apellido le da
quien se atreve a navegalle,
y advierte que es esta calle
la canal de Bahamá.
Cada tienda es la Bermuda;
cada mercader inglés,
pechelingue, u holandés,
que a todo bajel desnuda.
Cada manto es un escollo.
Dios te libre de que encalle
la bolsa por esta calle.
DON MELCHOR Anda, necio.
VENTURA Vienes pollo;
y temo, aunque más presumas,
que te pelen ocasiones;
que aun gallos con espolones
salen sin crestas ni plumas.
DON MELCHOR Si yo me vengo a casar
con sesenta mil ducados,
y soy pobre, ¿en qué cuidados
me ha de poner este mar?
¿Traigo yo muchos?
VENTURA Docientos,
si no ducados, escudos,
que de malicias desnudos,
ignoran encantamentos.
Librolos la corta hacienda
de señor, para tu costa,
y aquí correrán la posta,
si no les tiras la rienda.
¿Piensas que sin ocasión
traen cordones los bolsillos?
Pues para poder regillos,
advierte que riendas son,
que tira el considerado,
temeroso de chocar;
porque no hay mayor azar
que un bolsillo desbocado.
DON MELCHOR Oigamos agora misa,
que es fiesta, y déjate deso,
pues no soy tan sin seso
como tú.
VENTURA ¡Cáusasme risa!
¿Qué va que antes que a tu suegro
(llamo así al que lo ha de ser)
veas, tienes de caer
en la red de un manto negro?
DON MELCHOR Anda, que estás ya pesado.
¿Qué iglesia es ésta?
VENTURA Se llama
la Vitoria, y toda dama
de silla, coche y estrado,
la cursa.
DON MELCHOR ¡Bravas personas
entran!
VENTURA Todos los galanes,
espolines, gorgaranes,
y mazas de aquestas monas.
DON MELCHOR Vamos, que es tarde y deseo
ya conocer mi esposa,
que dicen que es muy hermosa.
VENTURA ¿Cuándo has visto tú oro feo?
Con sesenta mil ducados
de dote, ¿qué Elena en Grecia,
y en Italia qué Lucrecia
se le compara?
DON MELCHOR Cuidados
diferentes han de darme
motivo de ser su esposo;
que aunque el dinero es hermoso,
yo no tengo de casarme,
si no fuere con belleza
y virtud: esto es notorio.
VENTURA Entra, que un fraile vitorio
allí el intröito empieza.
DON MELCHOR ¡Oh, Madrid, hermoso abismo
de hermosura y de valor!
VENTURA ¡Oh, misa de cazador!
Quién te topara en guarismo.
(Vanse.)
DON JERÓNIMO, DON SEBASTIÁN.
DON JERÓNIMO Vivimos en una casa,
y así está puesta en razón
nuestra comunicación.
DON SEBASTIÁN Como tan presto se pasa
el tiempo en Madrid, no da
lugar aún de conocerse
los vecinos, ni poderse
hablar.
DON JERÓNIMO Disculpado está
nuestro descuido; que aquí
en una casa tal vez
suelen vivir ocho y diez
vecinos, como yo vi,
y pasarse todo un año
sin hablarse, ni saber
unos de otros.
DON SEBASTIÁN Yo fui ayer
(escuchad un cuento extraño)
en busca de cierto amigo
aposentado en la plaza,
ésa que el aire embaraza,
de su soberbia testigo,
usurpando a su elemento
el lugar con edificios,
desta Babilonia indicios,
pues hurtan la esfera al viento.
Pregunté en la tienda: «¿Aquí
vive don Juan de Bastida?»
Y dijo: «No vi en mi vida
tal hombre». Al cuarto subí
primero, y en una boda
vi una sala que, entre fiestas,
de hombres, y damas compuestas,
estaba ocupada toda.
Pregunté por mi don Juan,
y díjome un gentilhombre:
«No hay ninguno dese nombre
en cuantos en casa están».
Llegué al segundo, trasunto
del llanto y de la tristeza,
y de una enlutada pieza
vi cargar con un difunto.
Al son de responso y llantos
que a dos viejas escuché,
por mi don Juan pregunté.
Respondiome uno entre tantos:
«No sé que tal hombre viva
en esta casa, señor».
Subí, huyendo del dolor
funesto, al de más arriba,
y hallé una mujer de parto,
dando gritos la parida,
y a don Juan de la Bastida
plácemes, que en aquel cuarto
había un año que vivía
con hijos y con mujer:
de modo que llegué a ver
en una casa, en un día,
bodas, entierros y partos,
llantos, risas, luto, galas,
en tres inmediatas salas,
y otros tres continuos cuartos,
sin que unos de otros supiesen,
ni dentro una habitación,
les diese esta confusión
lugar que se conociesen.
DON JERÓNIMO Está una pared aquí
de la otra más distante,
que Valladolid de Gante.
DON SEBASTIÁN Bien podéis decirlo así:
pero, ¿con qué pretensiones
venís a nuestro Babel?
DON JERÓNIMO No más que vivir en él,
y gozar sus ocasiones.
Tengo un padre perulero,
que de gobiernos cansado,
treguas ofrece al cuidado,
y empleos a su dinero.
Ciento y cincuenta mil pesos
trae aquí con que casar
una hija, en quien lograr
intereses y sucesos
que en Indias le hicieron rico.
La mitad me cabe dellos.
DON SEBASTIÁN ¡Bello dinero!
DON JERÓNIMO Y más bellos
los gustos a que le aplico,
que es de Madrid la hermosura.
DON SEBASTIÁN A todos tenéis acción.
DON JERÓNIMO Esperamos de León
un deudo con quien procura
casar mi padre a mi hermana,
que maridos cortesanos
son traviesos y livianos.
DON SEBASTIÁN Elección cuerda y anciana.
DON JERÓNIMO Y vos, ¿qué hacéis en la corte?
DON SEBASTIÁN Un hábito he pretendido,
que ya medio conseguido,
temo que el plazo me acorte,
por lo que me ha de pesar
el dejar esta grandeza;
que es común naturaleza
del mundo aqueste lugar.
Hela habitado tres años;
seis mil ducados de renta
como, tomándome cuenta
de toda amores y engaños.
Tengo también una hermana,
que por no hallarse sin mí,
ha un año que asiste aquí.
DON JERÓNIMO ¿Y es su patria...?
DON SEBASTIÁN Sevillana,
y en belleza y discreción
Venus del Andalucía;
y a no ser hermana mía,
y extraña en su presunción,
os la pudiera alabar
por sol de la patria nuestra.
DON JERÓNIMO Basta ser hermana vuestra.
DON SEBASTIÁN Sí, pero es nunca acabar
si os cuento en lo que se estima.
De todos hace desprecio;
el más Salomón es necio,
si a pretenderla se anima;
Tersites el más galán,
Lázaro pobre el más creso,
y el más noble, hombre sin seso.
No quiere venir de Adán,
porque dice que no pudo
progenitor suyo ser
quien delante su mujer
se atrevía a andar desnudo.
DON JERÓNIMO ¡Humor singular, por Dios,
y digno por su camino
de estima!
DON SEBASTIÁN Nuestro vecino
sois, y de una edad los dos.
Como nos comuniquemos,
daréis a la admiración,
como a la risa, ocasión,
de celebrar sus extremos.
DON JERÓNIMO Yo y mi casa hemos de estar
desde hoy al servicio vuestro.
DON SEBASTIÁN Con la voluntad que os muestro,
me habéis siempre de mandar.
Pero ya de misa salen:
pasad la lengua a los ojos,
si en hechiceros despojos
cuerdas resistencias valen
contra vitoriosas llamas.
DON JERÓNIMO Es esta iglesia una gloria
de belleza.
DON SEBASTIÁN Y la Vitoria
la parroquia de las damas.
(Vanse.)
DON MELCHOR, VENTURA.
DON MELCHOR ¿No has oído misa tú?
VENTURA ¿Soy yo turco? Siendo hoy fiesta,
¿sin misa había de quedarme?
DON MELCHOR ¿Dónde la viste?
VENTURA A la puerta
desta devota capilla
de la Soledad, y en ella
a un fraile, que esgrimidor,
juntó el pomo a la contera.
¡En qué santiamén la dijo!
¡Oh, quién hacerle pudiera
secretario de la cifra,
o capellán de estafetas!
Entraste tú hasta las gradas,
al olor de la belleza
de damas, tus gomecillos,
que como ciego te llevan;
mas yo que huyo de apreturas,
quedeme a la popa dellas,
que es rancho de los Guzmanes
en naves, coches e iglesias.
DON MELCHOR ¡Ay, Venturilla, cuál salgo!
VENTURA Saldrás con el alma llena
de devoción desta imagen,
que enternece su tristeza.
Es de las más celebradas
de la corte.
DON MELCHOR ¡Ojalá fuera
divina mi devoción,
y la imagen causa della!
Devoto salgo, Ventura;
pero a lo humano. ¡Ay, qué bella
imagen vi!, si es imagen
quien a sí se representa.
¡Ay si de la Soledad
esta hermosa imagen fuera,
y no de la compañía,
porque ninguna tuviera!
VENTURA ¡Al primer tapón zurrapas!
¡Perdido a la primer treta!
¡En tierra al primero golpe,
y al primer lance babera!
¿Mas que has visto alguna cara
margenada de guedejas,
que el solimán albañil
hizo blanca siendo negra;
manto soplón, con más puntas
que grada de recoletas,
de aquella castaña erizo,
y archeros de aquella alteza,
que el descuido cuidadosa,
al viento de la veleta,
o abanico, te enseñaba
por brújula la cabeza?
Sería peli-azabache
la prohijada cabellera,
puesta, como defensivo,
encima de la mollera.
Toca y valona azulada,
banda que el pecho atraviesa,
vueltas y guantes de achiote,
guantes de pita, y firmeza.
Escapulario y basquiña
de peñasco, a la frailega,
chapín con vira de plata,
crujiendo a ropa de seda,
la camándula en la mano.
DON MELCHOR Ventura, palabras deja
aplicadas a tu humor,
y en esa mano te queda,
que es la que he visto no más.
¡Ay qué mano!, ¡qué belleza!
¡qué blancura!, ¡qué donaire!,
¡qué hoyuelos!, ¡qué tez, qué venas!
¡Ay qué dedos tan hermosos!
VENTURA ¡Ay qué uñas aguileñas!
¡Ay qué bello rapio, rapis!
¡Ay qué garras monederas!
¡Ay qué tonto moscatel!
¡Ay qué bobuna leonesa!
Y, ¡ay qué bolsillo precito,
si mi Dios no lo remedia!
¿Que no la viste la cara?
DON MELCHOR ¿De qué suerte pude verla,
si me embarazó los ojos
aquella blancura tierna,
aquel cristal animado,
aquel...?
VENTURA Di candor, si intentas
jerigonzar critiquicios;
di que brillaban estrellas,
que emulaban esplendores,
que circulaban esferas,
que bostezaba diamantes,
y bostezaba azucenas.
¿De una mano te enamoras,
por el sebo portuguesa,
dulce por la virgen miel,
y amarga por las almendras,
sin un adarme de cara,
sin ver un ojo, una ceja,