La elección por la virtud - Tirso de Molina - E-Book

La elección por la virtud E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

La elección por la virtud relata la vida del Papa Sixto V. La trama se centra en un conflicto amoroso protagonizado por las hermanas de Sixto junto a otros dos personajes, y muestra los entresijos de la vida monástica. Fue escrita en la época en que Tirso de Molina recibió duras críticas de la Iglesia de española a principios del siglo XVII. Sixto V, nació en una familia humilde, entró en la orden franciscana a los catorce años, estuvo en el Concilio de Trento como asesor inquisitorial, fue general de los Franciscanos, arzobispo de Fermo, cardenal a los cincuenta años, y alcanzó el papado en 1585. Desde el vaticano reformó el clero y puso orden en los conflictos en los Estados Pontificios apostando por una política severa y pragmática.

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Seitenzahl: 98

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Tirso de Molina

La elección por la virtud

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La elección por virtud.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-295-8.

ISBN rústica: 978-84-9816-038-3.

ISBN ebook: 978-84-9953-781-8.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Sixto V 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 57

Jornada tercera 103

Libros a la carta 151

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

Sixto V

La elección por la virtud relata la vida del papa Sixto V. La trama se apoya en un conflicto amoroso protagonizado por las hermanas de Sixto junto a otros dos personajes, y muestra los entresijos de la vida monástica. (Fue escrita en la época en que Tirso recibió duras críticas de la Iglesia.)

Sixto V, nació en una familia humilde, entró en la orden franciscana a los catorce años, estuvo en el Concilio de Trento como asesor inquisitorial, fue general de los Franciscanos, arzobispo de Fermo, cardenal a los cincuenta años, y alcanzó el papado en 1585.

Desde el vaticano reformó el clero y puso orden en los conflictos en los Estados Pontificios apostando por una política severa y pragmática.

Personajes

Abostra

Alejandro

Ascanio

Camila

Césaro

Colona

Crenudo

Chamoso, pastor

Decio, criado

Dos frailes franciscanos

El embajador de España

El Papa, San Pío V

El príncipe Fabriano

Enrique

Fabio, criado

Fabricio

Juliano

Julio, criado

Marcelo

Marco Antonio

Músicos

Otros pastores

Pereto, viejo

Pompeyo

Ricardo

Rodolfo, caballero

Rodulfo

Roma

Sabina

Sixto

Unos estudiantes

Jornada primera

(Sale Sixto de labrador pobremente vestido; saca a su padre muy viejo, vestido de labrador, con un gabán viejo, y sácale casi en brazos, con báculo grosero. Llámase Pereto, el viejo.)

Sixto Ya es, padre, hora de almorzar.

Aquí hace buen Sol. Sabina,

saca un banco en que sentar

nuestro padre.

Pereto ¡Peregrina

virtud! ¡Piedad singular!

Hijo, aunque viejo y cansado,

no tanto que si arrimado

a un palo los pies provoco,

no pueda andar poco a poco.

Soy ya viejo, estoy pesado;

ya de mis carnes molestas

la carga grave contemplo.

Suelta, si ya no me aprestas

de la cigueña el ejemplo,

que lleva a su padre a cuestas;

no te canse, por tu vida,

pues, la cosa más querida

de mi vejez...

Sixto Quien os lleva,

padre, en el alma que aprueba

esta obligación debida

a quien el ser que me anima

me dio, que sois, padre, vos,

es razón que os lleve encima;

que el padre, después de Dios,

la joya es demás estima.

Y si el padre es el segundo

después de Dios en el mundo,

no es bien que os parezca nuevo

si en el hombro, padre, os llevo;

que en buena razón me fundo,

aunque os espanto y asombro;

pues, según naturaleza,

he de llevar cuando os nombro,

padre, a Dios en la cabeza,

y luego al padre en el hombro,

que es el segundo lugar

donde se puede asentar

la piedad en que me fundo,

pues sois, en fin, el segundo

que he de obedecer y amar.

Pereto Ya sé que has de vencer,

hijo, en razones; mas eso

conmigo no ha de valer,

que no es para tanto peso

tu cuello, ni ha de traer

cosa que le canse.

Sixto ¿Cómo?

Eso por agravio tomo.

¿Causa al noble cuello pena

el oro que en la cadena

tiene por liviano el plomo?

¿Cansa el honroso blasón

con que el ilustre alemán

adorna con el tusón

el pecho, cuando le dan

las insignias al sajón?

¿No honra el francés decoro

con el San Miguel de oro?

¿Qué? ¿Con la cruz de San Juan

al español no le dan,

con la encomienda un tesoro?

Y quedando satisfechos,

ganan honras y provechos,

sin que el peso les oprima,

y llevan cruces encima

de los cuellos y los pechos.

Pues si en sus mayores fiestas

son sus insignias aquéstas,

¿parecieran mejor ellos

con sus cruces a los cuellos

que yo con mi padre a cuestas?

Pereto Como en mi casa pajiza

descubierta a la inclemencia

del cielo, cuando graniza,

su soberana influencia

el invierno fertiliza,

con que, entre el tosco sayal,

eres vela al natural,

que en la linterna encubierta

a su luz abre la puerta

por viriles de cristal,

mil cosas me pronosticas.

Quieran los cielos que cobres,

hijo, lo que signiflcas,

y que estas montañas pobres

tu dicha las vuelva ricas.

Mas sí harán, que ya han mirado

el amor que me has cobrado;

y honra siempre su clemencia

la paternal obediencia.

(Sacan Camila Y Sabina, de labradoras, una mesilla con manteles, jarro y vaso y pan y un torrezno, y un banco y una silla de costillas.)

Sabina Ea, padre, ya está asado

un torrezno de pernil,

verdugo del hambre vil,

para que la vuesa impida.

Pereto ¡Ay, mi sobrina querida!

Mi vejez ve en ti su abril.

Camila Entre esas dos rebanadas

viene que alienta su olor.

Sabina Comedlas, que están pringadas,

porque desde el asador

en las diversas jornadas

que al plato la lonja hacía,

que las cumpliesen decía

las lágrimas que lloraba

y cada vez que llegaba,

y enjugárselas quería,

como en toalla de lino

descansaban sus enojos,

y lloraban, imagino,

los dos, dando el pan los ojos,

las lágrimas el tocino.

Pereto ¡Qué gracia! Camila amada,

parte.

Sabina Comé si os agrada,

aunque está salado a fe.

Pereto Por muy salado que esté,

hija, estáis vos más salada.

Félix, siéntate aquí.

Ea, ¿no os sentáis las dos?

(De rodillas.)

Sixto Padre, ya sabéis de mí

que siempre que coméis vos,

gusto yo de estar así.

Pereto Ahora quiero que me des

este gusto.

Sixto Si lo es

vuestro, alto, enhorabuena.

(Siéntanse todos.)

Pereto Almorzad, que hasta la cena

no habéis de comer los tres.

Camila ¿Qué os dice, padre, la lonja?

Pereto Que si mirara de espacio

la ambición y la lisonja

del adulador palacio

que al rico sirve de esponja,

el que es de tu gusto esclavo

estimara más que el pavo,

el francolín y el faisán,

pobre mesa y negro pan,

añejo jamón, y al cabo

dos cascos de una cebolla,

que en la labradora mesa

siempre que anda el hambre en folla

son, en vez de la camuesa,

mondadientes de la olla.

Porque aquí, todos sentados,

no hay menos ni más honrados.

Todos comemos al fin,

sin que nos esté el ruín

contándonos los bocados,

como en el palacio están.

Camila Echáos esta vez de vino,

que cuidados, pena os dan.

Pereto Sí, que sin él, el tocino

es cura sin sacristán.

(A Sixto.) ¿E iréis hoy a Fermo?

Sixto Suelo

ir.

Pereto Ya que es tarde recelo.

Sabina Dad gracias, padre.

Pereto ¡Pues no!

Quien aquí nos sustentó

nos bendiga allá en el cielo.

Todos Amén.

(Álzanse la mesa y levántanse.)

Pereto ¿Quién ha de ir contigo?

Sixto Siempre va Sabina.

(Vase Sixto.)

Pereto Vaya;

(A Camila.) que tú quedarás conmigo.

Sabina Sí, siempre ha de ser la maya,

Camila.

Camila También lo digo;

mas yo sé que no te pesa,

en levantando la mesa,

de ir allá cada mañana;

porque con cuerpos de grana

y patena rabitiesa

te vean los escolares.

¿Pará qué muestras pesares?

Sabina Hago bien, ¿qué quieres tú?

Pereto ¿Y qué llevas?

Sabina Alajú,

turrón de almendro; dos pares

de cantarillas de arrope,

transparente como el ascua,

donde el hombre el pan ensope;

castañas, fruta de Pascua,

que cuando el hambre las tope

de la gente escolaniega,

yo apostaré que se pega

a comprarlas como moscas

y aun miel, nueces y roscas

llevamos; y apenas llega

al mercado la borrica,

cuando como tordos vienen

escolares, a quien pica

el hambre, que se entretienen,

como alguna es gente rica,

en comprarme en un instante

cuanto les pongo delante,

y nos dan aquestos riscos.

Ello más de dos pelliscos

me paso; aunque un estudiante

harto garrido me aguarda,

que, mientras vende la leña

mi hermano, que a veces tarda,

me defiende y aun me enseña

voluntad.

Pereto De ellos te guarda;

que es mala gente.

Sabina ¡Si soy

muy boba yo cuando voy!

Si llega al brazo desnudo,

con el palo le saludo

y le digo: «¿Haste de ir hoy?».

Tienme miedo.

(Sale Sixto.)

Sixto Aparejadas

están las jumentas; ea,

vamos.

Camila ¿Están ya cargadas?

Sixto Sí, hermana.

Camila Cosa que sea

que las calzas coloradas

se os olviden, como ayer,

y no las traigáis.

Sixto Por ver

la gracia con que te enojas

no las traje.

Camila Excusas frojas

son ésas; no han de valer.

Sixto Ea, las alforjas pon.

Echadme la bendición

como soléis, padre mío.

Pereto ¡Ay, hijo! del cielo fío

que ha de darte el galardón

que tu obediencia merece

[-ece].

La bendición que a Esaú

Jacob hurtó, y pides tú,

mi amor, Félix, te la ofrece.

Ruego al cielo que, pues él

mudó el nombre en Israel,

lo mudes tú, aunque es locura,

en papa.

(Bendícele y levántanse.)

Sabina Barbero o cura

tomara yo que fuera él.

Sixto Ea, vamos.

(Aparte a Sixto.)

Camila ¡Buena cholla

tiene el viejo, cuando escapa

del torrezno o de la olla!

Sixto Pues, ¿qué? ¿No puedo ser papa?

Sabina ¿Quién, tú?

Sixto Yo.

Sabina ¡Papateolla!

(A su padre.)

Sixto Al Sol os dejo. La mano

me dad, y adiós.

(Besa la mano.)

Pereto Él te guarde.

Mira que vuelvas temprano.

Sixto No hay volver hasta la tarde.

Camila Las calzas de grana, hermano.

(Vanse Sixto y Sabina.)

Pereto Hija, mi bien pronostico,

pues que de Félix espero

las venturas que publico.

Camila Disputa con el barbero.

Es dimuño. Cuando chico

llevaba el calendario

al cura, y el incensario,

y él mismo le dijo un día

que si estudiaba sería

sacristán y boticario.

(Sale Chamoso, pastor.)

Chamoso Pereto, Dios os mantenga.

Pereto ¡Oh, Chamoso! ¿Por acá?

Chamoso ¿Dó está Félix? Porque venga

conmigo; quizá será

rey, que no hay quien convenga

los zagales de Montalto.

Pereto ¿Cómo?

Chamoso Todos pican alto

quitando y poniendo leyes.

Como es la Pascua de Reyes,

cada cual, de seso falto,

quiere esta Navidad ser

rey.

Pereto Ya sé la costumbre

que aquí se suele tener

cada año.

Chamoso Esta pesadumbre

no la puede deshacer,

sino vuestro hijo, Pereto,

que es muy meolludo y discreto.

Pereto A Fermo a venderme va

leña; mas vamos, que allá

apaciguarlos prometo.

Camila ¿Dó vais, padre? Dejaos de eso.

Pereto Camila, mi amor travieso

hace moza mi vejez,

y si veo rey esta vez

a Félix, saldré de seso.

(Vanse todos. Salen Césaro, de estudiante, y Decio, su criado de galán.)

Decio ¿Solo un mes de ausencia puede

hacerte que a Laura olvides?

Césaro ¿Al viento firmeza pides?

Decio ¿Viento, amor?

Césaro Sí, y aun le excede.

Decio