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La hija de las flores o Todos están locos (1852) es una obra de teatro escrita por Gertrudis Gómez de Avellaneda, una de las más destacadas dramaturgas hispanas de todos los tiempos. La hija de las flores cuenta la historia de una mujer joven que, abandonada siendo aún una bebé en el jardín de una casa de campo, es adoptada por dos criados que la bautizan con el nombre de Flora. El origen de la joven Flora resulta ser el misterio que atraviesa toda la obra. Don Luis y el Conde (mentor del primero) van a visitar la casa de campo donde Flora vive. Allí se reunirán con Doña Inés para finalizar los últimos arreglos del matrimonio desigual (por la diferencia de edad e intereses) entre esta última y Don Luis. En la obra es claro que Luis y Beatriz no desean casarse. Sin embargo, por no romper con las convenciones sociales establecidas piensan continuar adelante con los planes de este matrimonio por conveniencia. Un día, cuando Luis camina por el campo encuentra a Flora. Inmediatamente se enamora de ella. A la vez, Flora también se enamora de él y así comienzan las complicaciones o los enredos de esta comedia. En La hija de las flores el conflicto creado se debe a la individualidad de los personajes y a su confrontación con estructuras sociales predeterminadas, que promueven la sumisión de hombres y mujeres. A lo largo de los tres actos que dura la comedia, Gertrudis Gómez de Avellaneda critica la hipocresía social, la discriminación hacia la mujer y los matrimonios arreglados.
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Seitenzahl: 102
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Gertrudis Gómez de Avellaneda
La hija de las flores
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La hija de las flores.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9897-438-6.
ISBN rústica: 978-84-9816-955-3.
ISBN ebook: 978-84-9897-805-6.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Acto I 9
Escena I 9
Escena II 20
Escena III 23
Escena IV 31
Escena V 33
Escena VI 40
Escena VII 50
Escena VIII 51
Escena IX 52
Escena X 54
Escena XI 55
Escena XII 59
Escena XIII 62
Escena XIV 66
Acto II 71
Escena I 71
Escena II 72
Escena III 73
Escena IV 78
Escena V 79
Escena VI 90
Escena VII 90
Escena VIII 99
Escena IX 106
Escena X 108
Acto III 111
Escena I 111
Escena II 115
Escena III 119
Escena IV 120
Escena V 120
Escena VI 129
Escena VII 130
Escena VIII 134
Escena IX 139
Escena X 140
Escena XI 140
Escena XII 142
Escena XIII 145
Escena XIV 156
Escena XV 157
Escena XVI 158
Libros a la carta 165
Gertrudis Gómez de Avellaneda (Camagüey, 1814-Madrid, 1873), Cuba.
Era hija de un oficial de la marina española y de una cubana. Escribió novelas y dramas y fue actriz. Estudió francés y leyó mucho, sobre todo autores españoles y franceses. Tras una corta estancia en Burdeos, vivió un año en La Coruña y después en Sevilla, donde conoció a Ignacio Cepeda, con quien tuvo un romance. Por esta época ejerció el periodismo y estrenó su primer drama. Su creciente prestigio literario le permitió establecer amistad con Espronceda y Zorrilla. Poco después se casó con Pedro Sabater, quien murió unos meses después.
Tras un retiro conventual, la Avellaneda volvió a Madrid y, entre 1846 y 1858, estrenó al menos trece obras dramáticas. Hacia 1853 quiso entrar en la Academia Española, pero se le negó por ser mujer. En 1855 se casó con el coronel Domingo Verdugo, conocida figura política que en 1858 fue víctima de un atentado. Más tarde éste fue nombrado para un cargo oficial en Cuba. Entonces la Avellaneda dirigió en La Habana la revista Álbum cubano de lo bueno y de lo bello (1860).
Su marido murió en 1863 y ella se fue a los Estados Unidos. Estuvo en Londres y París y regresó a Madrid en 1864.
Durante los cuatro años siguientes vivió en Sevilla. Utilizó el seudónimo de La peregrina.
Flora
Flora, jardinera, esposa de
Juan Cantueso
El Barón, padre de
Doña Inés de Povar
Don Luis, sobrino de
El Conde de Mondragón
Beatriz, nodriza de
Doña Inés
Criado 1.º
Criado 2.º
La escena pasa en una casa de campo de las inmediaciones de Valencia, y a corta distancia del mar. Época para los trajes, siglo presente, allá por los años de 10 a 20.
Jardín espacioso, con grupos de frondosos rosales y otros arbustos floridos. A la derecha del actor, fachada y puerta de una casa de campo; al fondo, una verja con puerta que da entrada al jardín; detrás de la verja, casi en el centro, un poco hacia la izquierda, pero también en el foro, una pequeña glorieta o cenador, cubierto de verdura. Dos bancos de piedra a derecha e izquierda del proscenio, y algunas sillas rústicas. Al levantarse el telón comienzan a aparecer los albores matinales.
Flora y Juan.
(Salen ambos de la casa.)
Tomasa ¡Jesús! si amanece apenas.
¿A qué privarme del sueño
a tales horas?
Juan ¡Eh! calla;
que es un potro de tormento
la cama, con calor tanto. 5
Tomasa Para mí no; sin objeto,
sin motivo madrugar...
Juan Mujer, según reza el pliego
recebido ayer, ¿no vienen
de aquesta finca los dueños, 10
hoy veintisiete de junio?
Tomasa ¿Y qué?
Juan ¡Qué!... seis aposentos
mandan preparar; ¡es nada!
y hay que tenerles almuerzo
prevenido, y muy temprano. 15
Tomasa ¡Ya! Si te tomas a pecho
lo que no es de tu encumbencia...
Somos aquí jardineros
y nada más.
Juan Yo no digo
que no; pero el amo mesmo, 20
desque murió el tío Robles
(que Dios lo tenga en su reino),
de su propio puño y letra
me escrebió en estos conceutos:
«Juan, en tanto que decido 25
quién ha de ocupar su puesto,
tú harás en todo y por todo
las veces del probe muerto.»
De lo dicho acá, dos meses
van corridos, y de nuevo 30
nada ocurrió; conque, ansí,
soy mayordomo de hecho.
Tomasa ¡Pues!, ¡oficio sin salario
le place al amo, lo creo!
Como te ven un Juan Lanas, 35
abusan.
Juan Que agusen, bueno;
el caso es que yo hablo gordo
y gozo todo el respeuto
de mayordomo. ¿No has visto
que a mí mismo, a Juan Cantueso, 40
vuelve a escrebirle nuestro amo,
y con letrones tan gruesos?
(Saca un papel.)
Tomasa Dame acá. Con mi jaqueca
de ayer, casi no recuerdo
lo que dice la tal carta. 45
Juan Lee y verás.
Tomasa Sí que leo.
(Leyendo.) «Buen Juan, tu antigüedad en mi servicio, y las otras circunstancias que te recomiendan, merecen la preferencia que hago de ti, para anunciarte que mi hija y yo hemos determinado pasar algunas semanas en esa casa de campo, donde almorzaremos, si Dios quiere, mañana veintisiete de junio.»
Juan ¿Ves?
Tomasa ¡Qué antojo repentino!
Juan ¿Qué hemos de hacer?... lo tuvieron.
Tomasa (Que continúa leyendo.)
«Acaso antes que nosotros, llegarán mis amigos el conde de Mondragón y su sobrino don Luis»...
Conque, ¿también convidados?
(Representando.) Pues, señor, yo me divierto. 50
¡Tanta gente a que atender,
sin más criada que el trastuelo
de Blasa, que es tan inútil,
tan holgazana!...
Juan Pacencia.
El amo...
Tomasa El amo es un viejo 55
insufrible, estrafalario.
Ha seis años por adviento,
que pisó aquellos umbrales
la vez postrera.
Juan Es muy cierto;
un día estuvo y no más. 60
Tomasa Como es la corte su anhelo,
allá se fue desde entonces
hasta hace poco que ha vuelto
a Valencia, y —según dicen—
más maniático y más terco 65
que nunca.
Juan Vamos, Tomasa,
recuerda que el pan comemos
en su casa, y no te pongas
a murmurar sus defeutos.
Cada uno cual Dios lo hizo. 70
Tomasa De lo que más me sorprendo
es de que venga su hija.
Juan Por conocerla me huelgo.
Tomasa Yo, de moza, tuve entrada
en aquel semiconvento 75
de su tía.
Juan En paz descanse.
Tomasa Como hay algún parentesco
entre Beatriz, su nodriza,
y mi padre, el privilegio
de visitarla alcanzaba, 80
y en verdad que era un portento
de hermosura por entonces
doña Inés; no sé si luego...
Juan ¡Bah! de aquel tiempo al presente,
veinte años hay de por medio. 85
Tomasa Dime, ¿y vendrá la Beatriz
con doña Inés?
Juan Volveremos
a ver la carta.
(La saca.)
Tomasa No, hombre.
Si Beatriz viene, me alegro
del antojo del Barón; 90
llegue en buen hora.
Juan Tu afeuto
por ella es justo; no hay cosa
más natural.
Tomasa (Con ironía.) ¡Por supuesto!
¡Como se porta tan bien!...
Ya ves, no rompe el silencio 95
que guarda, va para un año;
y aun hace más no merezco
que, de memoria en señal,
me haya mandado un pañuelo,
una cinta, un alfiler... 100
¡Venga! ¡Venga! Yo prometo
que me ha de hallar una cara,
que, quiera o no, la dé miedo.
Juan Mujer, pues no haces justicia;
que a la Beatriz le debemos 105
el estar doce años hace
en posesión del empleo
que nos da el pan.
Tomasa Me parece
que no estábamos hambrientos
allá en casa del Marqués, 110
cuidando su hermoso huerto,
cuando el Barón nos llamó
—de la nodriza al empeño—
para darte plaza igual
a la que dejabas.
Juan Niego 115
la igualdá, que gano aquí
el doble, y a más campeo
por mi respeuto en la casa.
Tomasa Y a no ser por mis aumentos,
¿hubiera yo a Castellón 120
dejado? No, ni por pienso.
El Marqués era un buen amo,
¡y qué jardines aquéllos!...
Juan Allá, Tomasa, hizo Dios
un milagro en favor nuestro; 125
pues —a falta de hijos propios—
nos dio el ángel a quien quiero
más que a mi alma.
Tomasa Le hace daño
de ese cariño el exceso.
Juan ¿Daño?
Tomasa No poco: tu primo, 130
que hoy logra ser nada menos
que capitán de un buen buque
mercante, con más dinero
que un judío, y con más años
que...
Juan De ese asunto no hablemos. 135
¡Mujer! Me tiemblan las carnes,
¿qué digo carnes?, los güesos,
al recordar que has querido
entregarle mi embeleso
a un extraño.
Tomasa A un viejo rico, 140
solterón sin heredero,
y pariente tuyo.
Juan ¡Calla!
Tomasa Quiere tener el consuelo
de prohijar a una joven
honrada...
Juan Yo no me meto 145
en lo que él quiera.
Tomasa ¡Egoísta!
¿No ve tu cariño ciego
lo mucho que gana Flora
si, según promete hacerlo,
tu anciano primo la adopta, 150
y cuando muera...?
Juan Acabemos.
¿Quisieras tú que mi niña,
revuelta con marineros,
corriese por esos mundos
siempre al capricho del viento? 155
Tomasa A México va Beltrán,
y éste es su viaje postrero.
Bien sabes piensa fijarse
en aquel tan rico suelo,
donde ya tiene una casa 160
y tierras, y...
Juan Buen provecho.
Tomasa Si adopta por hija a Flora,
como anhela...
Juan No consiento.
Tomasa Pues le impides su ventura.
Juan ¡Llevársela allá, tan lejos! 165
¡No quiero, no! ¡Voto a cribas!
Tomasa Conque, ¿no cedes?
Juan No cedo.
Tomasa ¿No me das gusto?
Juan No doy.
Tomasa ¿Te rebelas?
Juan Me rebelo.
Tomasa Saldrá del puerto mañana 170
la Tisbe.
Juan ¿Sí? Le deseo
feliz viaje.
Tomasa Y por ser tú
tan obstinado y tan necio,
pierde la niña un buen padre
que la deparaba el cielo. 175
Juan Sin padres vino a este mundo,
y se pasará sin ellos.
Tomasa Corriente; pero ¡cuidado
con la lengua!... Te lo advierto.
No hay que hablar con los señores 180
de Flora, ni del misterio
de su origen.
Juan ¿Por qué causa?
Tomasa Primera, porque lo ordeno.
Juan ¡Ya!
Tomasa Segunda, porque a nadie
le interesa aquel secreto; 185
y tercera, porque basta
para callar un suceso
saber que aunque lo oigan muchos
ninguno habrá de creerlo.
Juan ¡Eso sí! que es tan extraña 190
la cosa... pero ¿qué debo
responder si ven a Flora
y me preguntan?
Tomasa ¡Mostrenco!,
respondes que es hija tuya,
y hete aquí que acaba el cuento. 195
Además, pueden no verla;
bien sabes cuál es su genio
y cómo huye de las gentes.
Juan Las flores son su universo.
Tomasa Desde que viste aquel traje 200
tan rico y tan pintoresco,
que hace que al verla se rían
pescadores y labriegos,
le agrada más andar sola,
y yo misma apenas puedo 205
echarla la vista encima.
¡Oh! ¡no sabes lo que peno
con la tal niña! Es muy mona,
tiene donaire, despejo,
buen corazón; mas carácter 210
tan caprichoso y travieso,
no vi jamás.
Juan ¡Vida mía!,
me tiene embobado, lelo.
¡Es tan relinda!
Tomasa ¡Y tú eres
tan padrote!
Juan Lo confieso. 215
Tomasa Me la pierdes con tus mimos,
y te gastas el dinero
para adornarla a su antojo.
En fin, pues huéspedes tengo,
despertaré a los criados. 220
Lo que es ella, ten por cierto
que ya no estará en la cama.
Por más que grito y pateo,
no consigo que la aurora
la halle jamás bajo techo. 225
Juan Bueno es que madrugue.
Tomasa En cambio,
aún estará como un leño
la posma de Blasa.
Juan Escucha...
debe haber alguien dispierto:
me parece que oigo ruido. 230
Tomasa Sí que lo hay, mas no es adentro.
¡Juan!, galope de caballos...
Juan (Acercándose a la verja.)
Serán el Conde y su deudo...
Tomasa ¡Ay Dios!, ¡tan de madrugada
se nos vienen!...
Juan Dicho y hecho. 235
Se paran ante la verja...
Echan pie a tierra...
Tomasa Abre presto.
Juan (Abriendo.) ¡Qué guapo mozo es el uno!
Tomasa El otro tampoco es feo.
Aquí están.
Flora, Juan, el conde y Don Luis.
El Conde ¡Hola!, ¿ya hay gente 240
levantada?
Juan (Haciendo reverencias exageradas.)
El jardinero...
servidor...
El Conde Cúbrete, amigo.
Juan ¡Yo!...
El Conde ¡Cúbrete! Hace fresco.
Juan (Siempre haciendo cortesías.)
Mas en presencia de usía...
Tomasa ¡Obedece, hombre!
Juan (Calándose el sombrero.)
Obedezco. 245
Ésta es mi mujer, Tomasa,
y yo soy Juan.
El Conde Lo celebro.
Tomasa Dispongan sus señorías